Alemania tiene una historia viva que duele y a la vez reconforta. Alemania no sólo es un país bello e interesante. Es un lugar donde cultura y barbarie, música y filosofía, poesía y ópera, guerra y paz, catolicismo y luteranismo, castillos y restos de los campos de concentración nazis forman parte de la realidad histórica. No se puede excluir a los judíos de la historia de la cultura alemana, como tampoco pueden ser relegados los turcos del ámbito actual. La estética se funde consigo misma: puentes, casas, bosques, edificios, catedrales y templos destruidos han renacido después de la guerra con un nuevo espíritu, el espíritu que animó el traslado del Parlamento federal de Bonn a Berlín. Los fantasmas de Lutero, Beethoven, Schiller, Goethe, Brahms, Kant, Hegel, Wagner, Marx, Bismarck, Stresemann, Hitler, Brecht, Adenauer, Brandt, von Karajan rondan por Alemania. Algunos son invocados constantemente, y aunque no todos son alemanes, su huella es casi indeleble.