Benjamin Black
Alfaguara. México, 2014
326 págs.
Hay personajes que siempre se echan de menos; uno de ellos es el detective Philip Marlowe, descendiente de una auténtica estirpe de investigadores privados –de gabardina y sombrero–, creado magistralmente por el norteamericano Raymond Chandler (1888-1959). La añoranza es tal que los hijos de Chandler confiaron en Benjamin Black (seudónimo literario del irlandés John Banville, cuando escribe novela negra) para devolver la vida al detective. Una resurrección que no ha salido mal.
El autor irlandés (1945), ganador del «Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014», es uno de los eternos candidatos al Nobel y, en La rubia de ojos negros, rescata a Marlowe después de una de las mejores novelas de Chandler: El largo adiós (1953).
Un día aburrido, un detective prácticamente sin casos, una rubia misteriosa de pequeño sombrero y largas piernas, un hombre desaparecido y el humo del tabaco como neblina omnipresente en la maraña estadounidense de los años cincuenta. Todo ello está ahí.
Black no es, desde luego, Chandler pero, para quien no ha leído al original, la emulación resulta más que amena. Y si se es fan, vale la pena cobijar la añoranza mientras se disfrutan, una vez más, las pesquisas del perenne Marlowe.