Oscar Wilde
Conaculta. México, 2013
125 pp
Un nombre, un fantasma y la pluma de Wilde
Conaculta lanzó «Clásicos para hoy», una colección irresistible para todo aquél que goce de la buena literatura. Su atractivo es múltiple: desde la encuadernación y la tipografía, hasta la selección de obras. En este caso, la traducción de Carlos Miranda es extraordinaria y amable, al agregar notas a pie de página para que el lector tenga mejor comprensión de la narrativa de Wilde. Por si faltara algo, en este volumen están reunidas dos de las muchas piezas magistrales del autor dublinés: La importancia de llamarse Ernest y El fantasma de Canterville.
La primera de ellas, The Importance of Being Earnest, nos recuerda el antiguo debate entre Sócrates y Cratilo sobre la posibilidad de que los nombres determinen la personalidad de los individuos. ¿Será que haber sido bautizados bajo el nombre de Pedro realmente nos haga tener la fuerza de una piedra? Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, como el autor de esta comedia fue bautizado, aprovecha el pretexto del nombre para retratar a la sociedad victoriana y exponer las costumbres de la época, al tiempo que denuncia un rigor de formalismos para las actividades más ordinarias.
El propio título en inglés nos da la pista de la doble intención de Wilde, pues earnst literalmente significa «serio», pero para el oído también suena como Ernest. Así, lo serio es ser Ernest, ¿o llamarse Ernest es lo serio?
Por otro lado, El fantasma de Canterville es un cuento extraordinario. En éste se narra la vida de una familia norteamericana que compra el castillo de Canterville y establece su pragmático y superficial estilo de vida, ignorando toda tradición. Esta falta de respeto yanqui hacia las costumbres europeas es una metáfora de la situación global devenida en el siglo XX.
La narrativa de Wilde, infestada de ironía, cumple su propósito transmitiéndole al lector una lección sobre la inmoralidad de tratar de vivir una vida moral al margen de la naturaleza y la bondad humana.