Cannes 65. Luces y sombras

El Festival de Cannes, algunas veces sorprende, otras fascina, otras impresiona. Esta vez, nuestro colaborador, quien lo ha cubierto desde sus inicios, opina que fue decepcionante. Desilusionó a los asistentes por la selección inicial de los films, porque muchos premios otorgados se disparaban del gusto general, por la abundancia de películas pesimistas o de calidad media y por la falta de frescura en la selección.
La noche del anuncio de los premios, la tormenta desencadenada sobre Cannes se unía a la nota dominante de un Festival sombrío donde habían abundado las decepciones y donde incluso las películas de calidad, por su temática –la muerte, el rigorismo religioso, la crisis, etcétera– dejaban poco espacio al optimismo. El Palmarés confirmaba una situación desconcertante, las dos películas favoritas estaban en buena posición, pero el resto, con una sola excepción, contenía títulos que nadie imaginó pudieran ser recompensados. No son de extrañar las protestas, fenómeno no nuevo, pero poco habitual cuando el Festival se termina. El Palmarés confirmaba además la sensación de que Cannes funciona en circuito cerrado, como un club de autores reconocidos.
Ciertas películas fueron rechazadas, situación agravada por recompensas inexplicables como el premio de la puesta en escena a Carlos Reygadas por Post tenebras lux. Una sucesión de imágenes sin sentido rodea la inevitable secuencia erótica, especialidad de este director. Un erotismo penoso domina también Paradies: Liebe de Ulrich Seidl que aborda el tema del turismo sexual en Kenya por alemanas maduras en busca de jóvenes africanos. Y el mismo clima de deriva moral es patente en la crítica a la burguesía coreana que hace Im Sang-soo en The Taste of Money. Sin verdadero interés se encuentran películas americanas como The Paperboy de Lee Daniels con Nicole Kidman y Zac Efron, Killing them Softly de Andrew Dominik con Brad Pitt y Lawless de John Hillcoat con Shia LaBeouf, estas dos últimas de calidad aceptable pero que sólo justifican su presencia para hacer venir a Cannes actores americanos.
Una compensación a la negativa representación coreana encontramos en Another Country de Hong Sang-soo que hace un cine que se caracteriza por su ligereza y la sutilidad de sus personajes y situaciones. Se habla de una mujer que, en un país que no es el suyo (Corea del Sur) es «a la vez ni ella misma ni tampoco otra». Esta mujer es la actriz Isabelle Huppert, que muestra una vez más sus dotes para la comedia cuando abandona sus papeles de intelectual dubitativa.
Como la acción reproduce un guion que se está escribiendo, las situaciones se repiten con una nota común: la de la actriz que visita Corea y que encuentra otros personajes, en particular un vigilante de playa (Yu Junsang), gran nadador, ingenuo y seductor, y un director de cine (Jung Yumi), un doble del propio Hong Sang-soo. Con modestia y sin pretensión, la película contiene, un encanto indudable que procede de los intérpretes y también de la imaginación repetitiva del director coreano.
 


CINEASTAS RECONOCIDOS TAMBIÉN DECEPCIONAN
La expectación creada en torno a ciertos cineastas tiene como contrapartida gran desencanto. Abbas Kiarostami escuchó su primer abucheo en Cannes al final de Like Someone in Love, rodada en Tokyo con una temática japonesa. Una forma de prostitución de muchachas jóvenes con hombres de edad que buscan sobre todo la conversación. El relato es interesante y conduce a una situación dramática extrema, momento elegido por Kiarostami para poner la palabra «fin» creando una evidente frustración.
En la misma línea se sitúan otras dos obras con base literaria: la adaptación de On the Road sobre la novela de Jack Kerouac dirigida por Walter Salles y la de la novela de Don DeCillo, Cosmópolis firmada por David Cronenberg. Las dos debían constituir puntos culminantes del Festival. Si Walter Salles evita la catástrofe no impide la decepción, quizás porque la adaptación de la novela, representativa de la beat generation era esperada desde hace más de medio siglo. Se ha reprochado a Salles el privilegiar sexo y droga, en detrimento de la nostalgia y la poesía que contiene el original, sólo reconocibles en los últimos minutos de la película.
Ningún interés particular despertó Cosmópolis con Robert Pattinson (escapado de Twilight, como Kristen Stewart en la obra de Salles). Describe la aventura de un playboy que recorre Nueva York en un día de crisis en su soberbia limousine. El aspecto de anticipación social –segunda parte del siglo XXI– no creará ningún eco en este terreno y es más, el coche servirá para algunas escenas hard en las que Pattinson es ofrecido como hombre objeto.
 
LAS SORPRESAS DEL PALMARÉS
Entre las decisiones discutibles del Palmarés puede contarse el premio del Jurado dado a Ken Loach por The Angels’ Share, comedia simpática pero obra menor en su filmografía, firmada por su guionista habitual, Paul Laverty. Un viaje al mundo de los amateurs del whisky a través de una pequeña estafa. La razón de un premio del que Ken Loach no tiene ninguna necesidad (fue Palma de Oro en 2006) es un enigma. Tampoco se comprende el Gran premio otorgado a Matteo Garrone por Reality que describe el itinerario obsesivo de un individuo ordinario que sueña con participar en una emisión de tele-realidad y que termina perdiendo la razón.
Sin embargo no toda esta parte del Palmarés es discutible, en particular el premio merecido a Mads Mikkelsen por su actuación en Jagten (La caza) que aborda el tema de una acusación infundada por pedofilia. En este filme danés, Lucas (Mads Mikkelsen) trabaja en una escuela maternal. Una niña de seis años que desea inconscientemente perjudicarle, hace una declaración que la directora de la Escuela interpreta como un acto de pedofilia. Casi sin elementos de base, la justicia interviene. El rumor se instala y toma proporciones alarmantes, en un momento en que Lucas, divorciado, intenta recuperar la guarda de su hijo de 14 años. Thomas Vinterberg estudia minuciosamente los mecanismos de una sospecha que pronto adquiere proporciones dramáticas, los amigos de Lucas le son hostiles hasta que se demuestra lo infundado de la acusación. Recobrada la paz, quedará aún flotando en el aire la sombra de una duda que el relato analiza sirviéndose del excelente trabajo de Mads Mikkelsen, consagrado en Cannes con el premio del mejor actor.
Inexplicablemente ausente de los Palmarés pero destinada a salvar el prestigio de una selección americana no brillante, Mud de Jeff Nichols aparece como uno de los mejores momentos del Festival, consagrando así la buena reputación de su director, ya apreciada en The Shelter. Parte de que Ellis y su amigo Neckbone (Tye Sheridan y Jacob Lofland), 14 años, descubren en una escapada nocturna a un hombre, Mud (Matthew Mcconaughey) que se esconde en una isla en medio del Mississippi. Mud cuenta historias que impresionan a los muchachos, pues espera reunirse con Juniper (Reese Witherspoon), su gran amor, si consigue escapar de los hombres que quieren matarle.
Imposible de saber si lo que dice Mud es verdad o no, pero Ellis está impresionado por esta historia de amor apasionante y decide ayudar a Mud a poner en marcha un barco abandonado. Con este punto de partida, Jeff Nichols cautiva con una historia de múltiples personajes que se irán desvelando poco a poco. El  relato reúne aventura, suspenso y una gran emoción. Nichols remite a Mark Twain al situar la acción en Arkansas al borde del Mississippi y ofrece una obra perfecta de equilibrio y sensibilidad.
La otra película que salva el prestigio americano es la comedia de West Anderson Moonrise Kingdom que abrió la competición. La acción se sitúa en una isla frente a las Costas de Nueva Inglaterra, durante el verano de 1965. Dos niños de 12 años, Sam y Suzy (Jaret Gilman y Kara Hayward) se enamoran y deciden huir para instalarse en una playa que bautizan como Moonrise Kingdom. Esta fuga, que afecta a las familias y a los campamentos de scouts locales, produce la natural inquietud cuando se anuncia una gran tempestad. West Anderson y Roman Coppola, autores del guion, se divierten esta vez con una aventura que nos hace volver al mundo de la infancia y jugar con los códigos, inadecuados en este caso, del amor pasión. No se olvidan otras cuestiones concernientes el mundo de los adultos, que encuentra sus soluciones en el drama de la desaparición de los niños. En fin, buena parte del placer de esta película original, como todo el cine de West Anderson, reside en ver interpretar a actores conocidos (Bruce Willis, Edward Norton o Tilda Swinton) personajes antítesis de sus papeles habituales.
 
LA INAGOTABLE VARIEDAD DEL CINE
El Festival de Cannes nos ha habituado a viajes en el tiempo y el espacio. Así, de Ucrania en la segunda guerra mundial, podemos viajar al Nueva York, popularizado por Woody Allen, lo que nos hace pasar de la competición oficial a la sección de clásicos. In the Fog de Sergei Loznitsa adapta una novela de Vassili Bykov, que cuenta un episodio de la segunda guerra mundial en Ucrania ocupada por los nazis. Pero no se trata de un relato patriótico, sino de una compleja introspección en el alma eslava.
Un grupo de resistentes ha sido ejecutado, Souchenia (Vladimir Svirski), que formaba parte del grupo, fue liberado; todo mundo piensa que los traicionó y encargan a dos resistentes ejecutarlo en su casa perdida en el bosque. Proclamando su inocencia Souchenia termina por aceptar su muerte pues ha sido desacreditado ante sus vecinos. Los acontecimientos siguen otro curso y será Souchenia, prototipo del inocente, quien debe ayudar a uno de los resistentes herido. Es un debate moral sobre la responsabilidad y la necesidad del sacrificio que la película plantea de forma dramática, con un fuerte fondo religioso y una forma de una gran belleza.
Los admiradores de Woody Allen están de enhorabuena. El documental que le dedica Robert Weide es de una riqueza excepcional. En parte biografía completa del hombre y del artista, desde su infancia en Brooklyn hasta el estreno de Midnight in Paris su mayor éxito popular. El documental insiste en datos menos conocidos del Allen humorista de cabaret que forja su personaje de intelectual judío neoyorquino, más tarde popularizado en el mundo entero a través de sus películas. El análisis de su obra cinematográfica se hace con numerosas secuencias de sus filmes acompañadas por declaraciones de personas que han compartido su vida o su creación artística. Pero el verdadero interés del documental reside en que Woody Allen en persona comenta las imágenes de sus propias películas y evoca ciertos periodos de su vida. Sin pretenderlo, el documental se transforma así en una auténtica autobiografía.
 
DESILUSIONES FRANCESAS
Es obligado aludir a la selección francesa. La desilusión para los críticos franceses que esperaban algún premio para Leos Carax por Holy Motors y la Palma de Oro para Jacques Audiard por De rouille et d’os, interpretada por Marion Cotillard y Matthias Schoenaerts. La primera es una fábula surrealista que presenta a un individuo (Denis Lavant) que toma identidades sucesivas a partir de una limousine que le sirve de camerino. Durante buena parte de la película todo parece sumamente artificial pero poco a poco, a fuerza de imaginación, deriva hacia el cine fantástico, la sinrazón, está al servicio de una imaginación en perpetua creatividad.
La película de Audiard, que adapta los relatos del canadiense Craig Davidson, invita al espectador a un gran melodrama, la pasión física que se transformará en amor entre una domadora de orcas a la que han amputado las dos piernas y un joven sin cultura, procedente de la inmigración. Las crisis se suceden en el estilo seco y brutal de este director sin la menor concesión al sentimentalismo pero con un indudable impacto dramático.
Con todo, los franceses contaron con la buena acogida a Alain Resnais, 90 años, que sigue en plena actividad. Sus guionistas se sirven de dos obras del dramaturgo Jean Anouilh (1910-1987), para montar el guion de Vous n’avez encore rien vu en el que un autor dramático, después de su muerte, convoca a sus actores, para que le den su opinión sobre la puesta en escena de una de sus obras: Euridice realizada por una compañía de jóvenes. Es la ocasión soñada por Resnais, para reunir una gran cantidad de intérpretes de sus películas (Sabine Azéma, Pierre Arditi, Michel Piccoli, Lambert Wilson, Anne Cosigny, etcétera) que vuelven a interpretar los diálogos del original. Incluso si el tema de la obra teatral –el amor después de la muerte– es en buena parte ocultado, la película ofrece un interesante trabajo de los actores que en su tiempo interpretaron tanto las obras de Anouilh, como las películas de Resnais.
 
LANZAMIENTO DE UNA CARRERA
La Cámara de Oro, que lanza a un cineasta, pues recompensa una primera película, con todas las secciones del Festival reunidas, ha sido para Beats of the Southern Wild de Benh Zeitlin, presentada en Un certain Regard. Ya premiada en el Festival de Sundance, la película transcurre en los pantanos de Louisianne tras la catástrofe de Katrina en 2005. Hushpuppy, de 6 años, vive en un mundo de desolación donde las aguas montan y liberan animales reales o fabulosos. Ante la inminencia de la muerte de su padre, la niña parte en busca de su madre. Hay en la película una curiosa mezcla de realismo y de fantasía poética, con fuerte carga ecológica, todo ello en bellísimas imágenes que no ocultan la influencia de Terrence Mallick. Un trabajo de actores no profesionales, en particular el sorprendente de Quvenzhané Wallis que interpreta Hushpuppy, completa la calidad excepcional  de una película que no se parece a nada y que confirma el talento de un autor.
 
PELÍCULAS QUE EL FESTIVAL PRIVILEGIA
Dos películas habrían dominado el Festival, dos autores que habían ya recibido la Palma de Oro: el rumano Cristian Mungiu (Más alla de las colinas) y el austriaco Michael Haneke (Amour). Al primero, el Jurado le ha distinguido con un doble premio, mejor guion e interpretación femenina a sus dos actrices, Cosmina Stratan y Cristina Flutur. Una obra de gran calidad cinematográfica y de notable originalidad pues transcurre en un convento de religiosas ortodoxas.
Las dos protagonistas, que proceden de un orfanato, se encuentran después de varios años de separación, Alina viene de Alemania a buscar a Voichita pero ésta ha encontrado la paz en la religión. Alina presenta síntomas de epilepsia, lo que conduce después de una estancia en el hospital, a que la cuiden en el convento con medios radicales que causan su muerte, de la que la comunidad será considerada responsable. Cristian Mungiu no desea hacer obra crítica e insiste en que todos los personajes actúan de buena fe, ello no impide que reclame una reflexión que supone una condena del rigorismo religioso.
Amour de Haneke, rodada en Francia con actores franceses, –Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva– cuenta la historia de dos octogenarios, Georges y Anne, intelectuales y músicos, que han vivido siempre en perfecta armonía. Un accidente cerebral afecta a Anne, a quien Georges cuida con un amor evidente. Pero la enfermedad progresa y Anne pierde sus facultades mentales. Así después de dos horas de mostrar el amor de Georges asistiremos a una terrible conclusión. Anne es ahogada por su marido bajo la presión de un almohadón a pesar de sus esfuerzos para liberarse. ¿Se trata de una apología de la eutanasia? Haneke dice que sólo quiere hablar de la tragedia de la vejez. El acto de Georges es tan terrible que no puede darse como ejemplo, pero es evidente que la película será interpretada bajo el ángulo de la eutanasia aunque ésta se presenta de forma desgarradora.
Hemos tenido en Cannes bastantes frustraciones, visto obras sobre temas pesimistas o de calidad media junto a una decena de películas interesantes. Pero quizá
Cannes 2012 confirma la idea, evocada al principio, de que el Festival  funciona como club cerrado, poco inclinado en su selección competitiva, a recibir nuevas obras. Así 19 de los 22 cineastas presentes habían ya venido a Cannes. El Palmarés se ha encargado de recompensarlos olvidando obras que quizá –pensamos en Mud de Jeff Nichols– hubieran sido una excelente Palma de Oro abierta a una renovación de cine.
 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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