Encontrarás dragones

«Para un agnóstico como yo, el concepto cristiano de redención resulta fascinante»

Roland Joffé

En agosto se estrenará en México Encontrarás dragones (There Be Dragons),

el retorno a la primera división de Roland Joffé, autor de clásicos modernos como Los gritos del silencio o La misión, y de películas notables como La ciudad de la alegría o Vatel.

El director, guionista y productor londinense desvela en esta entrevista algunas de las claves de esta producción internacional en la que recrea libremente algunos episodios de la vida de San Josemaría Escrivá de Balaguer durante la Guerra Civil española, pocos años después de fundar el Opus Dei.



¿Cuáles han sido sus principales desafíos en esta película?

Por un lado, me ha costado recrear la España de la Guerra Civil. Y, por otro, equilibrar los diversos amores que se entrecruzan en el filme: el amor de un santo hacia Dios y un intenso amor humano en el contexto del odio de una guerra. La película intenta reflejar todos esos aspectos del ser humano, a veces contradictorios, que sólo pueden verse con claridad si se despliegan como una flor.

¿Ha estudiado mucho la vida de San Josemaría?

He leído todo lo que he podido sobre él. Por supuesto, sus biografías, especialmente los tres tomos escritos por Andrés Vázquez de Prada y el testimonio de su sucesor, Álvaro del Portillo. Y también he tenido acceso a sus apuntes íntimos y a diversos diarios de los lugares donde vivió.

 

 

UN HOMBRE CON UN DON PARA UNIR

¿Y qué le atrajo de él?

Muchas cosas, pero en la película he querido subrayar sobre todo su comprensión hacia todos, su capacidad para superar las discrepancias políticas y huir de la violencia en la defensa de las propias convicciones. Pienso que Josemaría tenía un don para unir, para integrar perspectivas aparentemente contradictorias. Por ejemplo, durante la Guerra Civil española decía a sus jóvenes seguidores: «Es cierto que están persiguiendo a la Iglesia, y que hemos de defendernos. Pero tampoco podemos olvidar las injusticias sociales que existen. Parecen aspectos divergentes, pero Dios nos ha dado un cerebro para encontrar el modo de hacerlos compatibles».

Haciendo honor a lo que él dijo, en la película su personaje insiste en que nunca hay que olvidar la humanidad de todas las personas. Uno de sus seguidores le pregunta: «¿Aunque estén equivocados?». Y él responde: «Sí, aunque estén equivocados». Esa premisa me acompañó en todo momento. No es un eslogan; es una idea muy importante que hay que estudiar a fondo: la plena dignidad de cada persona. En la película no quería adoptar posturas ideológicas, ni señalar con un dedo acusador a unos o a otros. Intenté hallar una forma de sumergirme en la guerra y mostrar dentro de ella a los personajes como auténticos seres humanos, y no como arquetipos políticos o ideológicos.

A cada santo se le exigen respuestas específicas en razón de las circunstancias históricas que le toca vivir. En sus años de formación, Josemaría sintió la presión de las mismas posiciones políticas enfrentadas que luego estallaron en la Guerra Civil. Unas posiciones, por cierto, no muy distintas de las sufrieron los protagonistas de La misión doscientos años antes.

 

CAPACIDAD DE REDENCIÓN

Otro tema que subraya su película es la capacidad humana de redención y santidad, incluso en circunstancias de guerra tan terribles como usted muestra.

La guerra es una especie de brutalidad condensada. No cabe dulcificarla. Pero, para un agnóstico como yo, el concepto cristiano de redención resulta fascinante. Es un mensaje de perdón, de reconciliación, ante el que me quito el sombrero.

Josemaría añadió a ese mensaje la idea de que todo ser humano es capaz de ser santo. Estudiando su vida, uno comprende que un santo no es un supercristiano, un superhéroe que va por ahí con su capa. De hecho, es un ser humano como los demás, pero que es capaz de hacer actos heroicos –de santidad– muy cotidianos, como cuentas que va engarzando en un hilo hasta formar un collar maravilloso.

No son filosofías, sino obras palpables y contabilizables. De modo que un santo es lo más humano que hay. Y todo ser humano está llamado a esos niveles de excelencia, aunque a veces su ego o su odio no se lo permitan ver.

En cierto modo, un agnóstico, cuando deja de serlo, lleva a cabo el acto más grande de reconciliación.

Pero usted se declara agnóstico, precisamente. ¿Acaso ha decidido cambiar de postura?

La verdad es que soy un agnóstico que flaquea con frecuencia. Ya mi propia formación británica me dificulta tomarme las cosas demasiado en serio. Cada vez que me acerco a aceptar algo, me entra la risa. Me encantaría que la ciencia demostrara la existencia de Dios; pero la ciencia no va de eso.

En todo caso, mis propias tonterías me hacen consciente de la grandeza de las religiones.

Para nada creo que la religión sea algo supersticioso u obsoleto. No se puede ser tan arrogante. Además, ¿cómo sé yo lo que pasa? Me atrae esa idea de la Ilustración del hombre noble, autosuficiente, que se crea a sí mismo. Pero, si la pienso con sinceridad, me resulta una idea burguesa y pedante. En realidad, soy un ser muy pequeño, con muy poca idea de cómo pasan las cosas. Y aquella otra idea ilustrada del perfecto salvaje maleado por la sociedad no me gusta. Los seres humanos no somos perfectos. Es muy arriesgado aceptar lo contrario, como se ha demostrado durante el siglo XX, cuando tantos no perfectos han sido sacrificados por los perfectos.

Me gusta más el mensaje cristiano de que somos débiles, y amamos y somos amados precisamente por nuestra fragilidad y la de los demás. Es como si en un matrimonio ella dijera un día «he descubierto que mi marido no es perfecto». Desde el principio habría que reconocer que uno se casa con alguien imperfecto, para que no haya sorpresas ni sensación de traición. Hay un algo muy liberador en esa idea cristiana de aceptar la propia fragilidad.

¿Cómo eligió a Charlie Cox para el papel de San Josemaría?

Charlie Cox estaba previsto para el papel de uno de esos primeros seguidores de Josemaría. Pero, al hacer su prueba, vi en él una dulzura, un humor, una ligereza que, en mi opinión, también tenía Josemaría.

Y, una vez que lo seleccioné, hice con él como con Robert de Niro en La misión. En aquella película, pedí a un sacerdote de la teología de la liberación que asesorara al actor. Y aquí se lo pedí a un joven sacerdote estadounidense del Opus Dei, John Wauck.

Charlie le podía preguntar lo que quisiera en cada momento, para saber de primera mano cómo actuaría Josemaría, como sacerdote, en tal o cual situación. Establecimos así una serie de minisesiones en las que cada personaje manifestaba su posicionamiento político, por su educación, su familia, etcétera. De este modo, intentamos conseguir la máxima sensación de veracidad y realismo. Aceprensa

RECUADRO

Lo que Roland Joffé quiere contar

«Quería hacer una historia centrada en lo que el amor trae al mundo, y mostrar lo que sucede cuando falta el amor. Lo que muestra el film es que el perdón es posible; que lo que parecen actos sin sentido son capaces de generar respuestas que llevan a la curación. La inextinguible posibilidad de perdonar es lo que deja espacio para la esperanza. Pero el precio que hay que pagar es alto: exige esfuerzo, disciplina, voluntad, y la decisión de no dejarse arrastrar por el clima popular reinante».

«Las guerras civiles son terribles porque son peleas de familia. Como en las guerras civiles, los miembros de la familia toman partido y se desgarran; viejos resentimientos se convierten en fuentes de odio. Así son las guerras civiles de nuestra vida ordinaria. Encontrarás dragones habla de los dos tipos de guerra civil. Cuando la gente la vea se dará cuenta de que todos tenemos la oportunidad de dejarnos llevar por nuestros resentimientos o encontrar un modo de vencerlos».

Para retratar a Josemaría Escrivá, Joffé notó que en su canonización Juan Pablo II le calificó como «el santo de lo ordinario». Joffé confiesa que vio las posibilidades dramáticas de esta idea. «Podía escribir sobre hombres normales tratando de ser santos en medio de la vida ordinaria, en este caso, en medio de una guerra terrible. El film trata sobre gente atrapada en un conflicto, excitada por sus posibilidades, cogida en una alternativa. ¿Qué pasa si pones a un santo en medio de esto? ¿Qué parecería y qué influencia tendría en la vida de otras personas». Creo que la representación que ofrecemos de Josemaría, de su cariño, de su sentido del humor, que indudablemente tenía y que se desprende de los acontecimientos de su vida, está muy cercana a lo que fue él en realidad».

Pero Joffé ha creado un personaje que tiene que afrontar sus propios dragones de la duda. «Pienso que hubo momentos durante la guerra en que Josemaría estuvo sumido en la más terrible duda, por lo que parecía el silencio de Dios –la gente que moría y el trabajo de su vida se frustraba. (…) En su papel de sacerdote, quería ser una fuente de fortaleza para la gente que le quería y mostrarles que Dios no les había abandonado, pero Dios parecía no oirle».

Para Joffé, el corazón de la película son los temas del perdón y la reconciliación, que, al ser temas que nos afectan a todos, trascienden la religión.

«A alguna gente le cuesta aceptar que una historia puede ser entretenida y espiritual a la vez. Me extraña mucho que pasemos por este tipo de experiencia estéril, pero pienso que es porque esa gente tiene una visión reduccionista del ser humano, y por eso quieren ver films donde los seres humanos queden reducidos a máquinas que matan, a objetos sexuales o a expresiones de payaso». aceprensa

 

 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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