Las redes sociales someten a prueba la gobernabilidad en el mundo
Ante los trepidantes acontecimientos del norte de África, todos deseamos aclarar el panorama. Las noticias e imágenes que ofrecen los medios permiten seguir la situación, pero no tenemos claro qué está pasando y, sobre todo, qué puede venir… ¿Habrá un reacomodo geopolítico de consecuencias globales? ¿Afecta a otros países y, concretamente a México?
Agustín Llamas, sociólogo y estudioso de los movimientos sociales y políticos y profesor del área de Entorno Político y Social en el IPADE, aceptó contestar esta entrevista y compartir con nuestros lectores una serie de interrogantes, con los riesgos inherentes que trae la constante y rápida evolución de los conflictos.
¿Qué caracteriza a estos movimientos? ¿Por qué se suceden en cadena?
El panorama cambia día a día, pero, para efectos de un diagnostico temporal, poco firme, en un primer acercamiento podemos hablar de cuatro elementos:
• No existen liderazgos visibles en esos movimientos, o están muy atomizados u ocultos; no se ven las tradicionales figuras opositoras.
• La velocidad con la que corre la información que moviliza a los actores a través de las redes sociales es una característica tan novedosa como peligrosa.
• El grado de contaminación o de afectación vecinal o comunitaria de la zona, la fuerte influencia entre países vecinos.
• La ausencia de ideología, aun cuando el argumento es la democracia, no se ve una ideología. Se habla de dejar atrás sistemas autoritarios y pasar a democráticos, pero inclusive esa idea no va adjetivada, no dice a qué tipo de democracia aspira.
¿Aspirar a la democracia no se puede considerar una ideología?
La ideología es como el apellido del sistema. Un país puede tener un sistema autoritario pero, ¿de qué tipo?, ¿comunista, capitalista, militar, teocrático…? Lo mismo en una democracia: ¿parlamentaria, representativa, republicana, electoral…? La ideología incide más en esto que podríamos llamar los apellidos, que en el propio sistema.
Por ahora sólo podemos hablar de lo que vemos: movimientos sociales incipientes que podrían acabar otra vez en modelos autoritarios pero con distinta tendencia; un peligro es que sean teocráticos, porque lo que unifica a estos países, su común denominador es el islamismo; más que una idea similar de país, de gobierno o de sistema, los amalgama la religión. Los movimientos se ven más anárquicos que democráticos, no hay representantes ni está claro qué desea la sociedad. Les interesa, sí, quitar a los gobiernos dictatoriales, pero después se verán los riesgos que implican esas situaciones.
La velocidad de la información por los canales actuales agita a los actores, quita a unos y los sustituye, pero lo que sigue no es fácil porque la democracia en sí misma no solamente es representación y participación, también es orden, Estado de Derecho.
Todos aspiran a una mejor situación socioeconómica, pero eliminar a los gobiernos autoritarios no lo garantiza.
Las brutales diferencias en la distribución del ingreso son otro elemento, y añado uno más: la asociación de la juventud con la velocidad de las redes sociales que están jugando un papel indiscutible. La gente que se mueve es gente joven, agraviada por la situación económica, que no tiene un propósito en común, llaman democracia a su causa, pero creo que se refieren al deseo de que no exista un dictador, no a un sistema que hay que construir, lo que sabemos que es una democracia.
Si llegan a caer los dictadores y se acaba el «enemigo común» ¿qué puede ocurrir?
Muchas veces existe un orden establecido funcional, no necesariamente justo, pero funcional. Pero si llega un elemento disruptivo como pueden ser las tecnologías o el deterioro de la situación económica, que ese orden no está cubriendo con un mínimo suficiente para que la sociedad se desempeñe como tal, entonces empieza a descomponerse el sistema.
Por ahora, lo primero que puede surgir es la anarquía, y esa anarquía generalmente provoca la necesidad de un orden más duro del que había previamente y después, quizá otro más duro, hasta que alguno genere reformas; pero por ahora están en momentos de anarquía.
Los gobiernos han intentado responder con beneficios, pero muy tardíamente, ya es muy difícil que paren esos movimientos y lo más cercano es la anarquía. Son países que carecen de instituciones intermedias, sólo existe una persona en el poder y las pocas instituciones que hay dependen de ella; al momento en que desaparecen se vuelven anarquía. No sólo no existen las instituciones, tampoco educación institucional, solamente hay liderazgos personalistas, entonces esos movimientos «democráticos» donde se mueven todas las personas, suponen que las decisiones se van a tomar en las plazas y en las calles, no en la representación organizada de una cámara, por ejemplo.
En Libia no existe una estructura de poder institucional, existen consejos populares, y un consejo nacional popular, pero no un gobierno como nosotros lo entendemos; allí deciden las personas o los caciques de esos consejos.
Ciertamente todo ser humano se resiste a ser esclavizado, es antinatural; sin embargo, lograr un gobierno representativo, construir sistemas republicanos con suficientes personas responsables de la cuestión pública, es un camino difícil. Muchas veces estos movimientos se resuelven con otra autoridad, esperemos que una mejor, que dé cumplimiento a muchas necesidades.
¿Cómo afecta esto a otros países?
En este momento los gobiernos del mundo no tienen control sobre las tecnologías, nadie sabe cómo manejarlas. Uno de los retos de la gobernabilidad es cómo meter toda la variación de la turbulencia social, económica y política en un determinado ancho de banda. Cuando aparecen variables en el sistema que de repente se salen del canal o del ancho de banda, es muy preocupante. ¿Qué se puede hacer?, abrir el canal o reprimir esas variables y meterlas en control. Si se reprimen, cabe la posibilidad de que se reajusten y los actores entren al ancho de banda, pero también existe el riesgo de que todo se contamine y se desborde.
Ese dilema se presenta en todo tipo de gobierno y tiene que ver, no sólo con el grado de apertura del sistema, debe ir acompañado del grado de control sobre las variables del mismo. No se puede permitir dentro de un sistema, llámese país, institución o empresa, una variable que nadie sepa cómo manejar, qué tratamiento darle. Por ahora, ni en Medio Oriente, ni en Estados Unidos, ni en México sabemos cómo controlar el impacto negativo que la velocidad de la información a través de los nuevos los canales de la tecnología puede desatar.
Conocemos algunos efectos positivos, por ejemplo, el equipo de Obama los supo utilizar y sabemos que si se genera una corriente en sentido conveniente para un candidato o un gobierno es muy fructífero, pero en caso contrario, ¿cómo controlarlo? Por controlarlo me refiero a hacer que las cosas funcionen como al gobernante le interesa que funcionen y que el fenómeno en sí mismo no genere disfuncionalidades de cualquier tipo en el sistema todo.
Es como la fuerza del mar, si vas a la deriva te puede hacer pedazos, pero si conoces la física o las leyes de esa fuerza, puedes aprovecharlas para que te lleven por un camino determinado. Aquí hablamos de fuerzas similares, ¿cómo encauzarlas en ámbitos de gobernabilidad? Esto pone en la misma tesitura a todo el mundo. En México muy probablemente, de cara al 2012, muchos actores políticos están viendo cuán aprovechables pueden ser las redes sociales, cuántas cosas se pueden hacer. Sí, ésa es la parte positiva pero, ¿si la fuerza toma otro camino o no es controlable?
Además, dado que la fuerza de estas redes tecnológicas no sigue una ideología ni un propósito, puede dar lugar a cualquier cosa: un grupo que decida quitar un gobernante u otro que quiera romper determinadas leyes. Los límites de la gobernabilidad se están rompiendo o por lo menos están modificándose, lo que significa un reto mayúsculo en términos de estabilidad en todo el mundo.
¿Revolución o movimiento?
Sí, de hecho, las masas no hacen las revoluciones, tenemos que distinguir entre movimiento y revolución. Lo de hoy, en el norte de África aún está en movimiento, no podemos decir que sea una revolución, porque ello implica pasar del sistema A al B de manera integral y total. Lo que vemos es el impulso y un movimiento, no necesariamente una revolución. Todavía no sabemos qué dirección lleva, ni tenemos idea de qué va a suceder.
¿Será una revolución con cambios profundos? No lo sabemos, pienso que van a regresar al mismo sistema porque no hay liderazgos visibles, instituciones que los acoten y los muevan hacia ciertos comportamientos. Hoy son movimientos, es probable que revoluciones inútiles, ya que por el momento son agitaciones anárquicas a los que alguien calificó como democráticas.
¿Qué riesgo hay de que lleguen al gobierno grupos radicales de musulmanes?
Una posibilidad es que si esos movimientos se resuelven en gobiernos teocráticos, el nivel de tensión en la zona se va a incrementar brutalmente. Imaginemos la reacción: todos estos países aliados en movimientos anti Occidente y anti Israel. Estados Unidos está apoyando hoy porque ya no le queda otra salida. ¿Intentar sostener a dictadores que antes alentaba? Ya no, entonces respaldan la corriente dominante y… Nadie lo sabe, los países occidentales quisieran ver democracias, pero, ¿cuáles son los antecedentes democráticos de esos países? ¿qué país de la zona es democrático?