Antropología de la acción directiva

Conocerse a sí mismo y conocer a las personas con las trabajamos es la mejor herramienta para dirigir.  El lenguaje nos permite establecer una comunicación real y lograr que mis colaboradores quieran hacer lo que yo quiero.


El autocontrol es fundamental en todo ser humano, es el vértice entre el directivo y los empleados. Si el primero logra controlarse, su labor se facilitará, tomará las decisiones más acertadas y humanas. Sin embargo, para controlarse hay que conocerse y para ello hay que entender al ser humano.
ENTENDER AL HOMBRE: ENTENDER EL MÉTODO
Todo directivo debe tomar en cuenta que trabaja con personas. Tiene que conocerlas, comprenderlas y saber cómo son. Estudiar y conocer al ser humano es tan complejo como apasionante. En Antropología de la acción directiva Carlos Llano y Leonardo Polo buscan dar luz sobre este tema.
Los autores advierten que en un estudio antropológico es preferible el método sistémico al analítico: «como la complejidad humana es teóricamente inagotable, el enfoque sistémico ha de permanecer siempre abierto y preparado para incluir los nuevos factores que aún no se han descubierto». Descomponer al hombre (lo que haría el método analítico) conduciría a una visión fragmentada y muchas veces errónea de la naturaleza humana.
El libro plantea dos tesis: a) aunque la actividad productiva es distinta de la directiva, es menester entenderlas sin disociarlas y b) la más alta forma de conexión entre los hombres reside en el lenguaje y no en el dinero. Es cierto que tanto la mano como las palabras son cosas distintas, pero forman parte del mismo ser. Ambas se utilizan bajo un principio que a todos los seres humanos nos une: la racionalidad. Utilizar la mano es un proceso de evolución inteligente, tanto como tener capacidad de comunicarnos por medio de palabras. El hombre no es una máquina, sino un ser vivo: «un sistema complejo interrelacionado».
«Dirigir es cambiar la conducta de otros de manera que hagan lo que yo quiero». No se trata de que hagan lo que yo quiero, sino de que quieran hacer lo que yo quiero. Todo directivo debe velar sobre ese punto. El lenguaje es la forma más alta de conexión entre los seres humanos; a través de él podemos dialogar, comunicar, manifestar nuestra racionalidad y enriquecernos, pero también podemos herir, humillar y entorpecer…
Lo que digamos y hagamos siempre tendrá repercusiones en el otro. Existe un elemento que muchos directivos utilizan cuando están al frente de una empresa: el miedo. Sin embargo, no se puede dirigir hombres utilizando el miedo, impide la comunicación y la entrega, no sólo afecta al empleado, también al jefe. Sin un ambiente de confianza no se genera una comunicación real.
El directivo con frecuencia también teme que las decisiones que toma no sean las acertadas. «Es humano tener miedo; lo que no es humano es temer al miedo; integrarlo hasta tal punto que uno se convierta en miedoso». Es cardinal aprender a manejar el miedo para no transmitirlo a los demás. Las decisiones siempre implicarán riesgos y es fundamental que nuestros empleados lo entiendan también así.
El miedo suele generar otro factor terrible tanto dentro como fuera de la empresa: la mentira. Las relaciones humanas comienzan a enviciarse hasta tal grado que la dirección se hace imposible. La idea de un directivo autoritario, prepotente y totalitario es arcaica y, sobre todo, poco eficaz. La empresa está conformada por seres humanos y funciona como uno de ellos –todo está relacionado con todo. No se podrá ser un buen director si se olvida esto frente a un empleado. Reducirlo a una máquina que sólo debe entregar resultados es reducir la propia capacidad directiva.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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