La técnica ¿optimiza la naturaleza humana?

portadilla-coloquioLa naturaleza conquistadora del hombre lo impulsó a profundizar en los misterios del universo. Más tarde su misma inquietud lo llevó a observarse a sí mismo y tratar de comprender otro universo que existe dentro de él. La naturaleza sigue su curso… lenta… casi perfecta… ¿qué pasaría si pudiéramos tomar control de ella?
Paula Sibilia, antropóloga y comunicadora argentina que reside en Brasil, donde estudia temas cultura, salud y ciencias humanas, escribió El hombre postorgánico. Reflexiona allí sobre los cambios impredecibles que se dan y se pueden dar, cuando la técnica intenta optimizar la naturaleza del hombre. Resumimos algunas reflexiones tomadas de su libro.
PROYECTO UPGRADE HUMANO
Las sociedades basadas en la economía capitalista han inventado una amplia gama de técnicas para modificar y mejorar el entorno y adaptarlo a las «necesidades» humanas: herramientas que aprovechan con más eficiencia la fuerza del viento, del agua y de los animales. El capitalismo requiere energía para producir más y más, pero llegó un punto en el que servirse de las fuerzas naturales resultó insuficiente.
«Toparse con el límite» nunca tuvo cabida en el pensamiento humano. Por ello tantos hombres dedican cuerpo y alma a observar y estudiar la naturaleza a fin de superar las barreras impuestas. Las distancias geográficas, las enfermedades, el envejecimiento y la muerte son factores que ha convertido en retos y lo impulsan a traspasar los márgenes de su condición humana.
Inventar el internet fue un paso importante que eliminó el problema de la comunicación a distancia de su lista de pendientes y dio paso a las redes sociales, que revolucionan las formas de convivencia. ¿Qué sucede ahora?, se pregunta el «hombre información»; para responder, la técnica pone a su alcance toda clase de herramientas y dispositivos que le ofrecen posibilidades ilimitadas.
Gracias a la ciencia y la tecnología, el hombre está construyendo un imperio digital que sienta las bases para modelarse una vida más allá de lo que la naturaleza puede ofrecerle. Ahora busca modelar cuerpos y subjetividades.
Si la tecnociencia ha dado al hombre herramientas para crear nuevos mundos, ¿por qué no moldearse una nueva identidad al gusto de cada quien? La digitalización permite al individuo modificar su definición tradicional y replantear el concepto clásico de hombre.
Muchas propuestas del «superhombre» que derrota el lento ritmo de la evolución y que pertenecían al terreno de la ciencia ficción, poco a poco se han implementado y superado la realidad.
Obras clásicas como Frankenstein, Blade Runner y Un mundo feliz exhiben distintos proyectos que pueden acarrear efectos irreversibles en la especie. En la película Gamer, una macro empresa traslada la idea del metaverso1 Second Life a la realidad, donde consumidores de videojuegos «compran la identidad» de otra persona a quien controlan mediante una consola. En el universo digital, el hombre se ha vuelto un mecanismo manipulable y programable.
En la película Avatar, el guerrero Jake Sully –aprisionado en una silla de ruedas– participa en una misión especial en el planeta Pandora. Los llamados «avatares» son cuerpos que se crean combinando información genética de humanos y habitantes de Pandora y permite a los expedicionarios infiltrarse entre la comunidad Na’vi de ese lugar. Jake de pronto se ve «reencarnado» en un cuerpo ágil y fuerte con el que recupera su espíritu de aventura y se cuestiona si desea volver a su estado de humano inválido.
De la misma forma, los usuarios de Second Life pasan horas diseñando su «avatar» o personaje que les dará un nuevo estatus en la gran comunidad virtual. Philip Rosedale, creador de este mundo paralelo, asegura que inventarse una nueva identidad es lo que más atrae a esta gente, ya que en el mundo real no puedes cambiar [por completo] la forma en que te ves.2
FAUSTO Y PROMETEOcoloquio1-libroelhombreposorganico

Para analizar las bases de la tecnociencia contemporánea y sus posturas, Paula Sibilia recurre a menudo a dos figuras míticas de la cultura occidental: Prometeo y Fausto –antes utilizadas por el sociólogo y epistemólogo Herminio Martins– (p. 43).
La tradición fáustica y la tradición prometéica son dos tendencias que pretenden analizar en detalle las investigaciones de la tecnociencia. Aunque no necesariamente son dos líneas de pensamiento opuestas, sí permanecen en continua tensión. La vocación de la fáustica es superar la condición humana, mientras la prometéica denuncia la arrogancia de la humanidad y promueve mejorar la calidad de vida a través de la tecnología sin quebrar las fronteras de la naturaleza humana.
A los ojos del hombre fáustico el cuerpo humano es obsoleto, pura materia orgánica condenada al fin. Su estado natural es su propio límite por lo que debe recurrir a otras opciones que apoyen su perfeccionamiento como los procesos de hibridación orgánico-tecnológica. El upgrade es la razón de su existencia y mayor su deseo de ser compatible con el tecnocosmos digital.
La meta del proyecto tecnocientífico actual no consiste en mejorar las miserables condiciones de vida de la mayoría de los hombres; es un impulso ciego hacia el dominio y la apropiación total de la naturaleza, tanto exterior como interior del cuerpo humano.
LA MUERTE AMENAZADA DE MUERTE
La tecnociencia contemporánea se inclina a la tradición fáustica que aspira a superar cualquier limitación biológica que imponga la condición material del cuerpo humano. Una nueva era comandada por la postevolución rebasa la lenta evolución natural. Para adaptarse, ahora el hombre debe conquistar lo que aún no ha podido controlar: la muerte.
La tecnología investiga con objeto de revertir este proceso. La inteligencia artificial, la ingeniería genética, la criogenia y los tratamientos farmacéuticos antioxidantes buscan retardar el envejecimiento. Vivir más tiempo es una estrategia postevolutiva.
Los métodos para retardar la mortalidad han alterado significativamente su definición técnica. Antes, un paciente «moría» cuando dejaba de respirar y su corazón se detenía; ahora, las herramientas que sustituyen la labor de los órganos que dejan de funcionar frenan muchas anomalías y dan más tiempo al médico para restaurar la vida del enfermo. En algunos círculos, el término muerte se ha vuelto obsoleto, si la persona muere no será por un proceso natural sino por la ineficacia de la medicina actual. Sócrates llegó a decir que la medicina dilataba la muerte en vez de promover la salud y hacía que el enfermo tuviera una larga y miserable vida (p. 62)
«Ya no está tan claro que exista un límite a la expectativa de vida», Francis Fukuyama (El fin de la historia, 1989) hace eco a las propagandas más osadas de la tecnociencia contemporánea. Algunos investigadores concluyen que, por ser la degeneración celular un proceso genético controlable, la expectativa de vida puede llegar a ser de ¡doscientos o trescientos años!
DE HOMBRE-MÁQUINA A HOMBRE-INFORMACIÓN
Los músculos cansados han perdido terreno frente a los cuerpos mecánicos inspirados en el modelo del robot de la antigua sociedad industrial. ¿Cuáles son las formas humanas que se estipulan actualmente? Una posible respuesta es la modalidad que adapta los circuitos integrados del capitalismo global: digitalizar al tipo humano para hacerlo compatible con la teleinformática que rige al mundo.
La tecnología logró almacenar y procesar datos de forma similar a los procesos biológicos, al punto de que también ha conseguido programarlos. La medicina profundiza en la compleja maquinaria del organismo humano para especificar sus funciones.
Otras ciencias, como la biología molecular, inauguraron una exploración más transparente para decodificar el enigma de la vida. Develar la cadena del ADN fue fundamental para comprender la transferencia de información genética. Este «manual de instrucciones» permite la reproducción de los individuos manteniendo la información generacional intacta.
Al igual que un chip, la estructura química codifica los genes de los seres vivos, entonces ¿es posible decodificar y procesar estas instrucciones en los circuitos de una computadora?
El biochip o wetchip es ejemplo de un dispositivo de hibridación entre materiales orgánicos e inorgánicos. Este microprocesador utiliza circuitos electrónicos y tejidos vivos que intercambian datos y funcionan bajo la misma lógica de la información digital. Empresas como Motorola, Hitachi y Affrymetrix los fabrican para efectuar diagnósticos de enfermedades como diabetes y cáncer. La meta es que más adelante se puedan detectar tumores y cualquier otro problema de salud incluso antes de que se presenten los síntomas.
La medicina personalizada, cada vez más presente, contempla la creación de drogas específicas a partir de cada genoma humano, dependiendo de la «falla» que aloje su configuración.
Los avances en las técnicas médicas arrojan varias interrogantes: ¿por qué tratar únicamente los síntomas y no el origen del problema? ¿Por qué limitarse a un solo individuo si es posible tratar a toda su descendencia? Las anormalidades genéticas, al igual que en un sistema informático, se consideran defectos en la programación.
Corregir el «error» en las personas, eliminar genes de cualquier trastorno, alterar la especie humana desde el embrión y evitar la pesada rutina de ingerir píldoras o administrarse medicamentos en el futuro, son ideales que se pretenden obtener con la ayuda de herramientas digitales y así ser «normal».
Pero, ¿qué es normal? Los antiguos pares de oposiciones dicotómicas (salud/enfermedad, normal/patológico) se han modificado bajo el nuevo régimen donde impera la lógica digital (p. 242). La línea divisoria entre estos pares se difumina y abre paso a infinidad de posibilidades combinatorias. El análisis a nivel molecular nos permite ver cualquier «anomalía», por más pequeña que sea, lo que hará más difícil ubicarnos en el terreno de los individuos completamente sanos. El humano siempre estará en riesgo de enfermar y morir, y la batalla contra la «anormalidad» es continua.
coloquio-1LA VIDA COMO producto patentable
La posibilidad de crear algo vivo gracias a la ciencia y a la técnica abrió las puertas de la comercialización de la vida como un producto. Ni los seres humanos ni cualquier componente orgánico de la Tierra se escapa de la privatización. Ahora pueden patentarse, comprarse y venderse en el mercado global.
Esta práctica ocurrió por primera vez en Estados Unidos hace ya 30 años: un micriobiólogo de la compañía General Electric solicitó la concesión de una patente para una bacteria alterada genéticamente; el microorganismo fue proyectado para ingerir el petróleo derramado accidentalmente en los océanos. Pero el Instituto de Propiedad Intelectual de los Estados Unidos negó el pedido, alegando que no era posible patentar seres vivos. La empresa decidió apelar y ganó el pleito en 1980. La Justicia entendió que esta bacteria era más semejante a una composición química inanimada que a otros seres como plantas y animales (p. 220). Cualquier forma de vida «modificada» pasó a ser patentable.
Técnicamente, los tejidos vivos hasta ahora patentados son producto de modificaciones de organismos ya existentes en la biósfera; ninguno fue inventado. Pero asegurar los derechos de propiedad intelectual garantiza que los emprendedores se decidan a arriesgar recursos financieros en investigaciones y desarrollo de «productos» útiles para el mercado. Quizá esta práctica contribuya al beneficio mutuo.
Desafortunadamente, las empresas han entrado en una carrera por apoderarse de la biodiversidad de la Tierra. La lucha se lleva a cabo desde laboratorios tecnocientíficos inflados con capital privado y, los mecanismos institucionales que protegen la propiedad privada, se han convertido en el escudo del capitalismo postindustrial. La epistemóloga y activista hindú Vandana Shiva define como biopiratería a esta maniobra y dirige un movimiento mundial en favor de los derechos intelectuales colectivos.
ENTRENAMIENTO Y GESTIÓN DE SOCIEDADES: BIOPODER 
La administración de la sociedad que compete al Estado se relaciona cada vez más con las corporaciones del mercado global. Los ciudadanos son consumidores que pueden ser reconfigurados. Hoy los estados buscan hacerse de la tecnociencia y administrar vidas en las sociedades industriales para asegurar la productividad. Se gestionan de manera racional los procesos que observamos en una población viva: natalidad, procreación, lactancia, morbilidad, envejecimiento, mortalidad y efectos del medio ambiente.
A partir del análisis de los datos recopilados, los profesionales de las nuevas ciencias humanas y sociales calculan índices, promedios, estimaciones y probabilidades. Con estos estudios, las instituciones estatales intervienen en las condiciones de vida de la sociedad por medio de leyes y medidas sanitarias, planificaciones reproductivas, campañas de aprendizaje y propagación de hábitos de higiene, salud pública y prevención de enfermedades. Pretenden eliminar los factores que afecten la productividad del trabajador.
El nuevo modelo de humanidad establece la dependencia de la tecnología en relación con el mercado y sus valores. Mecanismos basados en los saberes de las ciencias humanas pretenden docilitar a los individuos para incrementar su fuerza útil. Las instituciones de encierro como escuelas, fábricas, hospitales y prisiones expropian las fuerzas humanas y optimizan su utilidad.
El hombre entrena al hombre y lo encamina a una serie de principios para mejorar la convivencia e instaurar un proceso civilizador mediante normas de conducta, disciplina, limpieza y orden. Así, la población se convierte en un proyecto colosal en el que la responsabilidad de «administrar vidas» recae sobre unos cuantos. Foucault denomina biopoder a esta capacidad sobre la vida que busca producir fuerzas, crecerlas y canalizarlas (p.206).
EL DEBATE ÉTICO ESTÁ VIVO
¿De qué se trata este regreso a la eugenesia? ¿De curar enfermedades? ¿Criar personas menos violentas? ¿Planificar una vida potencialmente eterna? La ciencia y tecnología han sido aliados importantes en la evolución humana, prueba de ello es el incremento en la longevidad, herramientas que mejoran la calidad de vida y la eficiencia en las comunicaciones.
Debates éticos concluyen que existen cosas que no debemos tecnificar, pero ¿por qué lo metanatural debe ser antinatural? Si el hombre aplica todas sus energías para crear un producto destinado al bien común, ¿por qué no aplicar los valores de su producto en él mismo? ¿O será que de esta forma reducimos al hombre a valores mecánicos?
La sociedad es blanco del mercado global y todo lo que hagamos o pensemos forma parte de sus intereses económicos. Quizá la digitalización nos ha des-humanizado al punto de olvidarnos qué o quiénes somos. O quizá los esfuerzos de la técnica por brindar beneficios a la humanidad no están bien enfocados.
El estudio de Paula Sibilia no pretende ubicarse en una postura o brindar una respuesta certera. Y aunque quizá no tenemos las competencias necesarias para juzgar el recorrido de la biotecnología, sí permite abrirnos a otras perspectivas y sacudir la resignación ciega que produce un mundo saturado de diferentes informaciones y tendencias.
1 El metaverso es un entorno donde los humanos interactúan social y económicamente como íconos a través de un soporte lógico en un ciberespacio; éste actúa como una metáfora del mundo real pero sin las limitaciones físicas.
2 Cfr. istmo 287, 2006. Flores Heymann, Bernardo. «Cómprate una vida…aunque sea virtual».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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