La gratitud se asocia con la capacidad de apreciar día a día, una y otra vez, con nueva frescura e ingenuidad los bienes básicos de la vida con placer, asombro, respeto, sobrecogimiento, e incluso éxtasis. El agradecimiento deriva en un sentimiento de placer, inspiración y fuerza hasta sobre las ocurrencias más mundanas. La habilidad para experimentar y expresar gratitud es esencial para mantener la salud emocional.
Ha sido reconocida como la más grande y la madre de todas las virtudes, altamente apreciada, incluso en las culturas paganas. De hecho, las acciones de gracias por las bendiciones recibidas son una constante en diversas culturas.
Los sentimientos más profundos de gratitud se suelen relacionar con la religión o con el aprecio de la bondad del universo, y para muchas personas la gratitud se encuentra en el corazón de la experiencia espiritual y religiosa.
La palabra gratitud deriva del latín gratia = gracia, gracioso, agradecido. La psicología la ve como un estado emocional placentero que se relaciona con emociones positivas como la amabilidad, la generosidad, la belleza de dar y recibir o de obtener algo por nada y con los regalos. La filosofía moral y la teología la ven como una virtud moral.
La persona agradecida se reconoce a sí misma como destinataria de la generosidad de otro, y su gratitud es la respuesta, no sólo al regalo en sí, sino a la percepción de la intención benevolente del otro. Al percibir esta intención nos sentimos amados y estimados por otro. En contraste, cuando percibimos que un regalo está motivado por la obligación o que por alguna razón estamos obligados a recibirlo, ello impide incluso la posibilidad de la gratitud.
¡ES QUE YO ME LO MEREZCO!
La gratitud es también un afecto moral que se fundamenta en la empatía: es decir, para sopesar el valor del don recibido, el receptor debe identificarse con el estado psicológico de quien lo otorga y percibirlo como algo que se ofrece libremente, un derivado importante de la capacidad para el amor. Aquí subyace la apreciación de la bondad de los demás y de uno mismo. Es una actitud interior que no depende de las circunstancias de la vida.
La gratitud se extiende hacia bienes intangibles de naturaleza psicológica: el amor, la inspiración, el apoyo… y nos lleva a reconocer que hay algunos dones –por ejemplo la vida– ante los que no podemos retribuir y sólo el agradecimiento es posible.
Una de las principales causas del sufrimiento y la tristeza es dar por sentado que merecemos todas las bendiciones que hemos recibido, como si tuviéramos derecho a ellas y no como lo que son: un don, un regalo por el que debemos sentirnos agradecidos.
EL INGRATO ES NARCISISTA, ARROGANTE, VANIDOSO…
Por contraste, la ingratitud es el fallo para reconocer la bondad de los demás. La persona ingrata responde con resentimiento, hostilidad o indiferencia. También puede representar un defecto caracterológico que deja secuelas emocionales negativas de rechazo, depresión, enojo, ansiedad y culpa, cuando no somos capaces de darnos cuenta del don recibido.
Las personas ingratas suelen ser narcisistas, se dan a sí mismas excesiva importancia; son arrogantes, vanidosas, con un hambre insaciable de ser admiradas. Se creen merecedoras de derechos, privilegios y favores especiales sin asumir responsabilidades recíprocas, se enojan cuando los demás no se conforman a sus deseos y son insensibles a las necesidades de los demás.
ES INCLUSO UNA VIRTUD CIVIL
Las estructuras sociales formales como la ley y los contratos sociales son insuficientes para regular y asegurar la reciprocidad en la interacción humana. La gratitud en cambio, recuerda la reciprocidad que debe darse ante un intercambio de bienes, y empuja a quien los recibe a sentirse obligado con el benefactor sin que haga falta una coacción externa de tipo legal.
La gratitud conecta a la gente con redes sociales más amplias y con personas que, aunque no conozcamos directamente, nos parece que han proporcionado algún tipo de beneficio a la sociedad, por ejemplo los artistas, políticos o poetas. Además es una virtud «civil» vital porque estimula la conducta moral que motiva la preocupación por los demás. Es la memoria moral de la humanidad necesaria para que la sociedad se mantenga cohesionada y le proporciona una fuente de estabilidad social.
EL INGRATO ENVENENA SU MUNDO
Practicar la gratitud como una disciplina espiritual –terapia del agradecimiento–, se ha utilizado para curar el materialismo excesivo y las emociones negativas que produce, como la envidia, la avaricia, el resentimiento, la decepción y la amargura.
Un hombre desagradecido, envidioso y quejumbroso se inutiliza a sí mismo. Sólo se enfoca en lo que él no tiene y particularmente en lo que tiene alguien más. Con esta actitud tiende a envenenar su mundo.
La gratitud permite experimentar otras emociones positivas como la empatía y la humildad, e inclina a hacer un examen moral de la propia vida con mayor sinceridad y determinación. La terapia del agradecimiento nos invita a examinar día a día nuestro comportamiento con nosotros mismos y con los demás y a hacer un esfuerzo, aunque sea mínimo, para llevar a cabo un cambio en nuestra conducta que nos lleva al crecimiento y a la madurez moral. Ese examen diario, hecho con autenticidad y lleno de significado es clave para conseguir una actitud duradera de agradecimiento, asumiendo que existe una intención genuina de adoptar un crecimiento moral personal.
Se requiere un compromiso de invertir energía psíquica para desarrollar un esquema personal, una forma de ver el mundo y la propia vida como un don. Es necesario hacerse un espacio personal diario para recordar los momentos de gratitud asociados incluso a los eventos más mundanos u ordinarios, a los atributos personales o a los encuentros con gente valiosa y con Dios. Esto conlleva el potencial para entretejer e hilar el tema de una vida con un significado personal altamente valioso que alimenta una postura fundamental ante la vida y de la que uno se puede fiar positivamente.
NO ES INGENUO OPTIMISMO
Los cínicos pueden argumentar que es muy fácil ser agradecido cuando alguien nada en la abundancia, pero se ha comprobado que la gente que enfrenta situaciones difíciles suele ser agradecida, y cuando su actitud es sincera, se constituye en el medio para transformar las tragedias en oportunidades de crecimiento.
Los individuos agradecidos no son ingenuamente optimistas, ni se encuentran bajo una especie de ilusión que los lleva a pensar que no existen el sufrimiento y el dolor. Más bien son quienes conscientemente han optado por extraer beneficios de la adversidad, y uno de los mayores beneficios es percibir la vida como un regalo, lo que les permite estar menos a la defensiva y más abiertos a la vida. La gratitud da un sentido a la vida que permite encapsularla como un don.
Termino con unas palabras de San Josemaría Escrivá recogidas en Camino (n. 268):
Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. –Porque te da esto y lo otro. –Porque te han despreciado. –Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. –Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. –Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso…
Dale gracias por todo, porque todo es bueno.
Bibliografía
Emmons, Robert A. y Charles M. Shelton, «Gratitude and the Science of Positive Psychology», en Snyder, C.R y Shane J. Lopez (editores), Handbook of Positive Psychology, Oxford University Press: New York, 2005, pp. 459-471.