Vamos a la huerta de Toro Toronjil

Vamos a la huerta de Toro Toronjil
Ricardo Garibay
Narrativa
Joaquín Mortiz. México. 1995, 246 págs.

Ricardo Garibay nos regala una obra que complacerá a los más exigentes. Con trazos magistrales de nostalgia y ensueño, el autor escribe sobre sus primeros años con pluma adulta y mirada de niño. Remembranzas y visiones fantásticas, tejidas con refinado estilo y pródiga imaginación, crean historias para disfrutarse una y otra vez.
El autor rememora su infancia y juventud enfrentando recuerdos variopintos: desde el miedo a su iracundo padre, hasta las peripecias de sus propios nietos. A lo largo del libro encontramos personajes entrañables en feliz reunión con ángeles, fantasmas, hadas, animales mitológicos y perros llenos de humanidad. El mundo encantado en donde todos vivimos alguna vez, pero al que no cualquiera puede regresar.
Vamos a la huerta de Toro Toronjil, nos acerca también al México que muchos añoramos. El de la vida en la calle, porque era un lugar seguro; el de parques y jardines llenos de rincones mágicos; el de personajes inolvidables que se han marchado para dar lugar a autómatas impersonales, que no conocen ni a sus vecinos. Las narraciones se suceden con el lenguaje propio de los protagonistas; palabras broncas de jóvenes forjados en las calles, voces inocentes de niños que comienzan a mirar el mundo, silencios adultos que dicen todo y a la vez nada.
Garibay nos envuelve suavemente en un concierto de ángeles a ritmo de saxofón; nos angustia en crueles guerras que resultan sólo juegos de niños; nos hace testigos de conversaciones beligerantes entre Rodarte, El Chango, Peloncho y El Colorado, “los temibles de aquel tiempo, nunca igualados”; nos invita a la convivencia con Guánzaras Bernardo o El Rubio Elkan, perros de entonces y amigos de siempre.
Además explica por qué a Enedina “comenzaron a dolerle los ruidos del mundo”; descubre cómo brilla la luz de la amistad entre Cristeta y Emilio; invita a recorrer el mundo con Danielo y Towí; mueve a compadecer a Magdalena, “La apestosa”, víctima de la crueldad infantil; y con Maravilla, la niña bonita, recuerda el extraño encuentro de niños y niñas, empeñados en alejarse de cerca.
Mención especial merece El humito del tren y el humito dormido, un concierto literario en seis páginas que merece el aplauso reservado a las obras maestras.
Garibay, el adulto, lamenta que la actualidad esté aquejada por “una especie de modernidad raída antes de tiempo y enfebrecida…”. Vamos a la huerta de Toro Toronjil es una ocasión propicia para ignorar, por algunas horas, ese agobiante vivir contemporáneo y deleitarnos con las nostálgicas imágenes del mundo visto a través de los ojos del niño Ricardo.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter