El peligroso terreno del juego
«Es natural que las familias, amigos y compañeros de quienes se aficionan al juego se preocupen. Las posibles consecuencias (adicciones, bancarrotas, delitos, violencia familiar, suicidios) son terribles. (…) Los casinos favorecen la ecología del crimen, ayudan a sofocar el desarrollo todavía incipiente de un Estado de derecho.
»La globalización de los casinos es una plaga trasnacional que ha prosperado en las últimas décadas. (…) Los países ricos pueden darse el lujo de tener casinos y pagar sus enormes costos sociales. Pero, incluso en estos países, el balance neto es negativo. (…) Lo más notable de todo, es que las mayores protestas se dan en [los] países con poderes legislativos y judiciales independientes, prensa libre y una multitud de asociaciones voluntarias. Es natural: otros países están indefensos frente al poder económico, político y propagandístico de las trasnacionales del juego, o ignoran en la que se meten.
»Tres argumentos en favor de los casinos: 1. Ofrecen diversión, lo cual es cierto. 2. Generan turismo, impuestos, empleos y desarrollo económico, lo cual es presentar cuentas alegres: sin incluir los costos personales, empresariales, sociales y políticos que generan, ni descontar las ventas y empleos que les quitan a otros negocios. (…) 3. Finalmente, se arguye que es mejor legalizar lo que no se puede impedir. Argumento ridículo, que llevaría a legalizar el contrabando, los secuestros y la prostitución infantil.
»¿Por qué hay juego ilegal, si está prohibido? Porque hay autoridades compradas, y las que no se venden carecen de recursos para imponerse. Si las autoridades no pueden contra algo vulnerable y relativamente débil, hay que imaginarse los recursos humanos y presupuestales que harían falta para enfrentarse a mafias poderosas, escudadas en la ley».
Gabriel Zaid. Reforma (30/I/05)