Un orden universal de valores

Dos temas centrales integran este número de istmo. Por un lado, la lucha contra la corrupción en diversos frentes. Por otro, el análisis preciso de tres aspectos actuales que inciden en la educación: la preferencia que está ganando en los países más avanzados el educar por separado a niños y niñas, la necesidad de impartir a todos una educación corporal desde los primeros años escolares y el reto para padres y maestros de mantener la autoridad en el aula.
La batalla contra la corrupción parece muchas veces utópica e infructuosa. Es ciertamente imposible erradicarla por completo porque se da en todas las sociedades y a todos los niveles, pero si permitimos que se expanda a sus anchas sin duda seremos todos sus víctimas, porque es un mal que corroe los cimientos de toda la civilización.
En todo el mundo hay esfuerzos por detener la corrupción a niveles de gobierno, empresa, centros de investigación y de ciudadanos organizados; se establecen controles y mecanismos cada día más sofisticados, rendición de cuentas, se exige transparencia…
Todo ello es necesario, incluso indispensable para sostener el sistema económico mundial, y con él, el jurídico y social. Sin embargo, es insuficiente, hay que ir mucho más a fondo. Ya desde 2001, cuando todavía era Presidente de Chequia, Václav Havel escribió con la claridad y lucidez que lo caracterizan:
“La tarea crucial que ahora se está descuidando tiene que ver con el fortalecimiento de un sistema de patrones morales universalmente compartidos que impidan, a escala verdaderamente global, la violación sistemática de las reglas. Sólo con patrones morales universales se podrá generar un respeto natural para las reglas que desarrollemos. Las acciones que ponen en peligro el futuro de la humanidad deberían no sólo castigarse, sino ser consideradas como ignominiosas.
“Eso no sucederá –sigue Havel– a menos que todos encontremos, en nuestro interior, el valor para forjar un orden de valores que, a pesar de la diversidad mundial, puedan ser aceptados y respetados por todos. Eso no sucederá a menos que esos valores se relacionen con algo que vaya más allá del horizonte de nuestros intereses inmediatos, personales o de grupo. ¿Cómo podemos alcanzar eso sin un avance nuevo y poderoso de la espiritualidad humana? ¿Qué podemos hacer para impulsar ese avance?
“Cualesquiera que sean nuestras convicciones, todos corremos el riesgo de ser víctimas de nuestra miopía. Ninguno de nosotros puede escapar a nuestro destino común. Dado lo anterior, sólo tenemos una posibilidad: tratar de encontrar en nuestro interior y alrededor de nosotros un sentido de responsabilidad hacia el mundo; el entendimiento mutuo y la solidaridad; la humildad ante el milagro de Ser; la capacidad para refrenarnos en aras del interés común y para llevar a cabo obras buenas, aunque no se vean ni reciban reconocimiento”. (“Las agujas de la renovación”).

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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