Si no hemos cancelado nuestra capacidad de cambio, de encuentro, vivimos en un perpetuo aprendizaje ideas, conceptos, actitudes, a la vez que en una continua enseñanza; ya sea desde la formalidad de un aula o de un puesto de mando, o desde la convivencia cotidiana.
Cualquier luz que logremos proyectar sobre el binomio enseñanza-aprendizaje nos puede resultar útil en casi todo momento. Más ahora, en que empezamos a despejar la sombra que cubrió un área de la educación, cuando la sociedad decidió concentrar sus esfuerzos en enseñar a razonar y dejó de lado formar la voluntad y las actitudes.
Sin embargo, es un tema gastado por exceso, se habla de educación hasta la saciedad y basta un pretexto nimio para colgarle el apellido «integral» sobre bases insuficientes o, incluso, conceptos peregrinos.
Más que dar por supuesto que conocemos con precisión ciertos conceptos como instrucción, criterio, carácter, gratitud o éxito, bien vale aclarar lo que significan desde la raíz y cuál es su alcance. Varios colaboradores abordan estos aspectos buscando clarificarlos, no tanto con trabajos eruditos, sino impregnados de la experiencia. Ofrecen el vínculo entre teoría y práctica, lo que otorga a la enseñanza la mayor eficacia: asimilarla de una forma razonada que permita comunicarla de modo persuasivo y convincente.
El maestro, y repito que todos lo somos en muchos momentos, requiere, ante todo, apertura a los encuentros personales, adentrarse en el otro para que fluyan ligeras la comprensión, la atención cordial, la simpatía profunda, la palabra precisa, el respeto, el silencio acogedor Aunque no lo intentemos directamente, al con-vivir uno se perfecciona a sí mismo y perfecciona a los demás.
Dice un educador por excelencia, Alfonso López Quintás, que hemos de adentrarnos también en el proceso de desarrollo humano, saber dar a los jóvenes razón de nuestros actos, razones suficientes y profundas de nuestros conceptos e ideales, para que no sean estafados, saber en qué consiste crecer como persona y cuáles son las leyes de ese crecimiento.
Quien logra unir a los conocimientos y a la técnica indispensable una humanidad cálida, bien organizada, ayuda a otros y convierte su tarea en instrumento de autorrealización personal.