Cortés: ¿conquistador por accidente?

El conquistador de México comenzó su aventura con la mirada puesta en ascender a la nobleza española y en el progreso económico. Qué tanto se imaginó que terminaría conquistando un imperio?
 
Uno de los motivos por los que me animé a escribir este breve artículo, está relacionado con antiguos recuerdos, algunos de ellos desde la niñez y también de la adolescencia. Al estar en contacto con la información que recibí entonces acerca de la conquista de México y compararla con la que fui descubriendo posteriormente, me quedaba una sensación de desconcierto: algo de lo que estaba revisando siendo adulto no concordaba con mis primeras nociones del tema en cuestión. Conforme fui cotejando las fuentes, me pareció que la nueva información contenía datos más confiables, por lo que después de reflexionarlo un poco, me pareció necesario realinear lo que anteriormente había dado por cierto.
Recuerdo que, al estudiar la conquista de México, la sensación que experimenté siendo niño fue de rechazo hacia los españoles. Pareciera que la historia que me contaron se trataba de una lista de cuentas que aún no quedaban saldadas. Cuando me tuve que enfrentar de nuevo a esa información, algunos datos y acontecimientos no quedaban debidamente alineados. Al parecer esas mismas acciones, las de los españoles, también habían dejado una estela de incalculable valía para los conquistados.
Una vez que se consumó la conquista, muchas oportunidades fueron abiertas, muchas de ellas pudieron rendir mejor fruto. Sin embargo, parece ser que en la realidad que vivimos persiste ese techo invisible, que no nos permite rebasar a aquellos que cambiaron nuestra realidad.
Una vez que se asume la mirada en retrospectiva, en efecto se pueden señalar innumerables atrocidades; sin embargo, también se pueden establecer comparaciones útiles para deducir de ellas los principios de actuación que prevalecían en la época.
Se puede ver con claridad que en México existieron principios de acción que permitieron el mestizaje de razas; que muchos de los antiguos pobladores prehispánicos quedaron integrados en el nuevo orden a través de la relación familiar con los españoles. Se puede uno preguntar después del criterio hipercrítico aplicado a la ocupación española, ya no con la visión del México prehispánico, sino con la visión de la nueva realidad, ahora con un sincretismo cultural y étnico poderoso y actuante. ¿En realidad perdimos tanto como se nos ha inculcado?
Se acusa a los españoles de haber saqueado a la Colonia, de extraer innumerables riquezas que fueron trasladadas a Europa; sin embargo, en el señalamiento mismo se pierde de vista que en esos 200 años de ocupación en México aparecieron magníficas ciudades, modernas y pujantes, muchas de ellas de mayor envergadura y riqueza que las españolas.
Si tan mal lo hicieron, ¿por qué en un periodo de independencia igualmente largo, no los pudimos rebasar? Ya se contaba con una plataforma de despegue muy bien puesta. Parece ser que la independencia no nos hizo el bien que esperábamos. Es posible que lo que se haya quedado en México sea mucho más de lo que se fue al viejo continente, en todos los ámbitos: oro, plata, ciudades, universidades, la riqueza del mestizaje, etcétera.
Muchos europeos se quedaron a vivir y a morir en esta tierra, incluido entre ellos Hernán Cortés. También es posible que muchas oportunidades se hayan desaprovechado, más por responsabilidad nuestra que por condiciones imposibles de vencer. La reflexión que pretendo hacer acerca del conquistador se trata sólo de un punto de vista que abona, un enfoque más entre los muchos que se han hecho acerca de tan notable suceso.
 
CORTÉS, EL COMIENZO EN ESPAÑA
Nació en Medellín, España, fue hijo de una familia de clase media acomodada, aunque de un origen sencillo. Su padre ascendió en la escala social debido a su destacado desempeño en el ejército, lo que le permitió procurar una muy buena educación a sus hijos. Hernán Cortés provino de una familia de la clase ya considerada con hidalguía, si bien todavía en «baja medida». En cuanto a educación y aspiraciones, ya estaban ahí; en cuanto a posesiones y capacidad económica aún no contaban con la categoría de alta nobleza.
Hizo estudios comprobados hasta el bachillerato; muy hábil con las palabras, se especula que estudió Leyes, en este punto existen imprecisiones. Lo que sí se puede afirmar es que tenía experiencia suficiente en esta rama, tanto que desempeñó cargos importantes en posiciones en las que había que impartir justicia.
Teniendo como aspiración en la vida ganar la oportunidad de entrar al mundo de la nobleza, Cortés, debido a su carácter y talante proactivo, estuvo constantemente cerca de personas de esa clase social. Sabía bien que se podía ascender desde varios ámbitos. Se podía llegar desde la jerarquía religiosa, a través de la carrera militar, y también era posible ganar acceso con méritos en el mundo académico. En cuanto a los negocios, se trataba de otra puerta; sin embargo, este camino no siempre llevaba a la alta nobleza.
En aquellas épocas se pusieron muy en boga los exploradores, colonizadores y conquistadores, quienes tenían la oportunidad de hacer fortuna y entrar al mundo de la nobleza a través de estos méritos.
Por otra parte, el gobierno también ofrecía caminos hacia la nobleza. Esto se lograba tomando puestos burocráticos en los nuevos territorios, habría que habitarlos y beneficiarlos, pagando la contribución del Quinto Real. También los colonizadores y conquistadores tenían acceso a esos méritos. Cortés buscaba encumbrarse para tener acceso a ese mundo; quería ser parte de la nobleza española, puesto que ese futuro es el que tenía prestigio para él. Su mente estaba concentrada más en el mundo europeo que en el americano.
Siendo joven y buscando oportunidades, decide «hacer la América». Para entonces, el descubrimiento de Cristóbal Colón había abierto grandes oportunidades. Muchos españoles que optaron por irse ganaban territorios para trabajarlos y también puestos en la administración pública, que los ponían en contacto directo con la burocracia de la corona.
 
LA PROSPERIDAD DE LA OTRA ESPAÑA
Cortés decidió embarcarse con destino a «La Española», denominación que se le dio a un conjunto de islas del Caribe que albergaban dos colonias principales: la de Santo Domingo y la de Haití, que habían sido el eje para la colonización de Cuba. Cortés consideró que habría buenas oportunidades en un territorio en donde a la corona le interesaba expandirse por el método de la habitación o la colonización. No existían intenciones de conquista ya que la corona española no estaba en condiciones de sufragar empresas de esa envergadura. Sin embargo existía un gran interés por seguir explorando el Nuevo Mundo.
Muchas historias fantásticas se difundieron acerca del territorio descubierto, como la fuente de la eterna juventud y el Dorado, historias fantásticas que eran una gran motivación para viajar a probar fortuna. Cortés tenía la idea de formar parte de la toma de Cuba. Durante un tiempo fungió como funcionario en distintos puestos, impartió justicia con potestad y llegó a ser alcalde y llegó a la Española cuando Diego de Velázquez ya se había librado de Diego Colón, primogénito de Cristóbal Colón, quien solo conservo derechos sobre los frutos del beneficio del archipiélago antillano.
De Velázquez se apresuró a tomar los principales territorios, tanto de Santo Domingo como de Cuba y a ponerlos a disposición de la corona. Estas acciones lo consolidaron posteriormente como Virrey. De esta forma, promovió algunas prácticas que, a diferencia de las de Colón, resultaron en un muy rápido desarrollo económico de las colonias antillanas.
De Velázquez se supo ganar la confianza del obispo Juan Rodríguez de Fonseca, miembro de una de las familias más encumbradas de Castilla, por lo que contó con gran autonomía. En poco tiempo atrajo mucha migración productiva de España y se convirtió en la cabecera económica de las Antillas. Cortés siendo un hombre educado, inteligente y también muy buen negociante, fue prosperando en el proceso. Se convirtió en alcalde, impartía justicia debido a sus conocimientos de leyes y también tomó ventaja convirtiéndose en un «empresario».
El conquistador se había desarrollado mucho desde el punto de vista económico; tenía negocios tanto en el ámbito de la agricultura y la ganadería como en el comercio con España. En poco tiempo ya contaba con tres barcos mercantes: transportaba mercancías tanto de las colonias, como de España, al amparo de su cercanía con Diego de Velázquez, quien a su vez buscaba afanosamente consolidarse como Virrey-Gobernador de Cuba.
Con el pasar de los años y el fortalecimiento económico de las colonias antillanas, De Velázquez se propuso explorar tierra firme, con el objetivo de tomar territorio en esa zona. No quería estar a expensas de Fonseca y necesitaba méritos propios. Existieron varias expediciones a Yucatán, algunas que habían naufragado muchos años antes, por lo que ya se tenía alguna idea de cómo eran esos territorios. Si bien De Velázquez, con estas acciones estaría extralimitando su autoridad y encomienda, también estaría garantizando su ascenso a la tan ansiada cúpula de la nobleza española.
Hasta ese entonces, su experiencia con Cortés había sido muy buena. Se trataba de un gran colaborador en quien se podían delegar funciones completas de la burocracia. Sin embargo, había tenido muchos incidentes que los habían hecho enfrentarse, incluso al punto de encarcelarlo. La mayor parte de esos incidentes, relacionados con la incontenible iniciativa de negocios de Cortés. Para cuando Velázquez ya consideraba la posibilidad de la adelantaduría a tierra firme, Cortés ya era un hombre acaudalado, con una importante hacienda económica, con tierras productivas y gran influencia en Cuba.
 
HACIA TIERRA FIRME
Diego de Velázquez consideró seriamente la posibilidad de tomar territorio en tierra firme, ganarse el título de adelantado y fundar una nueva colonia, que le ganara el permiso de la corona para iniciar la expansión en ese territorio. No podía declarar en documentos oficiales la posibilidad de buscar alguna conquista, puesto que la corona no le había concedido esas atribuciones y debido a que no necesariamente se repetirían las condiciones de toma de las Antillas, con prácticamente nula resistencia.
El proyecto se concibió como una aventura de exploración y de rescate de náufragos abandonados en Yucatán. La posible toma de territorios que estuvieran disponibles, para empezar su habitación y así ganar la venia de la Corona, sin olvidar la evangelización de los nuevos súbditos. Sin embargo estaba claro que si se hubiese declarado una campaña de conquista organizada, la corona habría desplegado todo su aparato de evaluación, mandando clérigos y nobles para valorarla; de esta manera podría perder autonomía.
Diego de Velázquez le exigió por entonces a Cortés cumplir con su obligación de casarse con Catalina Suárez, quien a la postre resultaría su cuñada, por parte de su segunda esposa. Cortés consideraba esa relación solo como una aventura, sin embargo el talante moralista de Velázquez y el compromiso con la hermana de Catalina, lo condujeron a exigirle sus obligaciones. La relación entre Velázquez y Cortés no era la mejor; sin embargo tratándose de la adelantaduría, el Virrey consideraba que Cortés era la persona adecuada.
Con el consentimiento de Velázquez, se iniciaron los preparativos de la encomienda, sin embargo con el talante de Cortés y la confianza que otros hombres encumbrados de la isla tenían en él, el proyecto creció en tamaño, de manera que al final la proporción con la que participaría Velázquez se había diluido. Cortés quedaba a la cabeza no solo del proyecto, sino del compromiso económico de toda la aventura. Una gran parte de su hacienda quedaba en juego y la de otros hombres acaudalados y valientes aventureros, que estaban dispuestos a participar con la esperanza de enriquecerse.
El proyecto ya no tenía «cupo», para Velázquez; él tendría una participación menor. Cortés acariciaba la idea de ganar el título de adelantado, lo que lo pondría muy cerca de su tan anhelado ascenso a la nobleza. Diego de Velázquez se enteró y montó en cólera, ordenando apresar a Cortés y suspender inmediatamente la encomienda.
 
CORTÉS PRÓFUGO
Cortés se enteró de las intenciones de Velázquez y emprendió una desesperada huida; improvisadamente, compró víveres y los elementos indispensables para salir al mar. Finalmente, después de varias peripecias, logra salir del puerto. No contaba con las condiciones para llevar a cabo el proyecto, por lo que fue necesario que furtivamente completara los preparativos en varios puertos antillanos. Finalmente, logró conjuntar alrededor de 11 navíos, unos 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios como auxiliares generales. Contaba solo con 32 caballos y unos 15 cañones de distintos calibres. La mayor parte del costo de manutención de la empresa, desde la huida, corrió por cuenta de Cortés. Es precisamente este argumento, el económico, el que lo pone al frente de la expedición. Sin embargo, conforme se fue desarrollando la misma, se fue ganando la posición de liderazgo por méritos que excedían a los negocios.
Cortés hizo un breve recorrido por Yucatán, donde logró encontrar uno de los elementos críticos, para la expedición. Al rescatar a algunos náufragos se encontró que muchos ya no estuvieron dispuestos a regresar. Por fin, en un desembarco conoció a Aguilar, español que ya hablaba maya con mucha fluidez y también a Malintzin, quien fue descubierta por Cortés hasta su primer contacto con el pueblo mexica, con quienes había que comunicarse en náhuatl.
Malintzin y Aguilar constituyeron la Piedra Rosetta de Cortés, un tesoro invaluable. Aguilar traducía del español al maya y Malintzin lo hacía del náhuatl al maya. La expedición desembarcó cerca de lo que ahora es Veracruz y comenzó a enfrentar dudas y desaliento de la gente que lo acompañaba, así como oposición de la gente leal a Velázquez.
Hasta entonces la travesía había sido dura: algunas escaramuzas con los indios dejaron muertos y heridos y habían encontrado pocas riquezas. Ahora la condición de rebelde y prófugo de Cortés quedaba clara para todos los presentes: continuar en esas condiciones los hacía cómplices. Además, se presentaba el doble temor: ser castigados por Velázquez o desplazarse tierra adentro sin saber nada acerca de los riesgos que podrían encontrar.
Hasta este punto, surgen preguntas acerca de las intenciones de conquista de Cortés, con los recursos que contaba. ¿Sería factible lo que posteriormente se convirtió en la conquista del imperio mexica? ¿Estaba más interesado en América o en la nobleza española? ¿Contaba con un contingente de hombres preparados y decididos para la empresa? ¿En qué momento surge la verdadera intensión de conquistar México?
 
EL GENERAL IMPROVISADO
Cortés mandó barrenar tres de los once barcos con los que había llegado a tierra firme; astutamente aduce que ya están en mal estado y que no son aptos para la navegación. Este hecho frustra el deseo de regresar de más de la mitad de quienes lo acompañaban. Las naves se mueven a un lugar seguro y oculto y luego se tienen que mover tierra adentro.
Desde el primer asentamiento temporal, Cortés usó la formula invariable de tomar territorios por el rey, por la corona y por Dios. Llegaron a un paraje, Centla, donde fueron acogidos amistosamente; Aguilar y Malintzin hacen extraordinariamente bien su trabajo. Los caballos, armaduras y apariencia, ponen a los habitantes del lugar en el dilema de un posible cumplimiento de sus profecías: por fin noticias y pruebas de los grandes tesoros que venían a buscar. Cortés podría establecer contacto directo con la corona española e iniciar su ascenso a la nobleza. Fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, desde luego extralimitando todas sus atribuciones. Sin embargo, una vez fundada una villa española nombra autoridades municipales y jurídicas como corresponde. Estas autoridades lo reconocen y gana la tan anhelada autonomía.
Además, se entera de la profunda división y animadversión de varios pueblos bajo el imperio del pueblo mexica. Estaban dispuestos a morir para liberarse. Desde aquí inicia una impecable campaña política que lleva a Cortés a la presencia de Moctezuma con unos cuantos jinetes y soldados españoles, junto con muchos aliados indígenas. Logra establecer una red de alianzas con los caciques y principales de Tlaxcala, Texcoco, Cholula y muchos otros pueblos abatidos por los mexicas. Convence a las tropas enviadas a apresarle, al frente de Pánfilo de Narváez. Finalmente, no se puede dejar pasar de largo a su aliado biológico, una feroz epidemia de viruela que causó una mortandad de millones de indígenas. Lo interesante es que durante el tiempo de la conquista, los españoles no se enfermaron.
Hasta este punto me parece que pueden abordarse otro conjunto de preguntas. ¿Es posible que Cortés haya tenido la intención de una conquista de la envergadura de lo que sucedió desde un inicio? ¿Resultaba sensato hacerlo con los recursos con los que contaba a su llegada? Cortés era un buen empresario y contaba con una buena instrucción militar, propia de la gente de su clase. Sin embargo, nunca había dirigido una guerra y jamás había participado en un combate de gran escala. Aun así conjunta un ejército multiétnico, multilingüe y multicultural, el más numeroso de Occidente en ese tiempo, para el sitio de Tenochtitlan. A pesar de todos los posibles obstáculos, lo logra.
 


Bibliografía
López de Gómara, Francisco (1984). Historia de la Conquista de México. Prólogo y cronología de Jorge Gurría Lacroix, Caracas, Biblioteca Ayacucho.
Miralles Ostos, Juan. (2001). Hernán Cortés. Inventor de México (2ª edición). Tusquets.
Díaz del castillo, Bernal. (1963). Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Penguin books.
Orozco Linares, Fernando (2015). La Conquista de México. Panorama Editorial.
Iglesia, Ramón. Cronistas e historiadores de la Conquista de México. Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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