Resulta muy halagador ser considerado como persona fina, educada y grata en las relaciones con los demás, así como recibir felicitaciones de nuestros compañeros y en general de la gente con la que convivimos diariamente en la familia, el trabajo, el deporte, las relaciones sociales, por mencionar algunos de los escenarios más frecuentes en los que nos desenvolvemos en la vida diaria.
Me refiero a lo que en buen castellano se entiende con el nombre de «buenas maneras» o «urbanidad», y en inglés, lo que nos transmite la frase good manners o su contrapuesta bad manners. Y no se diga cuando se ha experimentado en el mundo de la empresa y los negocios que le espeten a uno en el rostro: «We are making bussines, not good manners». Es decir, esto se trata de dinero y nada más.
En un mundo «globalizado», las good manners son una de las megatrends que marcan el paso en las relaciones humanas, y por lo mismo, en la capacidad de hacer negocios y abrirse a nuevas oportunidades. Es precisamente una puerta: la relacionada con las buenas maneras.
Así es. Aunque escribí la palabra «globalización» en el párrafo anterior, me parece que en el mundo empresarial hubiera quedado mejor el adjetivo «humanización», porque los negocios se hacen entre personas, y siempre es mejor tratar con semejantes finos, educados y gratos.
BUENAS MANERAS, ¿PARA QUÉ?
¿Qué nos une a los seres humanos? Dentro de las muy variopintas respuestas que se podrían escuchar, habrá alguna que refiera el asunto en cuestión a lo que en la cultura occidental llamamos con el nombre de naturaleza humana. Pero precisamente humana, no animal. Los animales poseen su propia naturaleza: la de ser irracionales. En este sentido los animales no fundan empresas ni hacen negocios. Decía, pues, que la naturaleza es la misma, es decir, poseemos el mismo principio de operación: la racionalidad.
Así como el cuerpo de toda persona está sometido a las Leyes de la Física, como por ejemplo, la «Ley de la Gravitación Universal», de la misma manera la racionalidad está enmarcada en las suyas propias, por ejemplo, «No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti», o «A nadie le gusta que lo engañen», etcétera. Pero no nos desviemos de la línea principal.
«Buenas maneras» significa eso: actitud y cuidado del propio aspecto corporal y racional que corresponde a una persona humana, es decir, acciones y atenciones que nos acercan a la plenitud. Con relación a la plenitud, siempre podemos ser mejores, avanzar y perfeccionarnos más; éste es el vastísimo campo que ha de ser cubierto por las buenas maneras, o mejor dicho, ha de ser construido con la práctica personal de la urbanidad.
Dicho sea de paso: qué agradable y refrescante es tropezar con un libro en donde se recogen «consejos atinados en sus renglones, en sus párrafos»[i]. Las observaciones de Irene Buchanan en su libro El Nuevo Protocolo son eficaces, aunque su mayor eficacia proviene de su ejemplo diario. «Irene Buchanan cree firmemente en las posibilidades del género humano, en su perfección, en la regla de oro del bien vivir, en esa instrucción que señala el camino correcto, rumbo a la felicidad»[ii].
PROTOCOLO, ETIQUETA Y MODALES
La autora distingue entre protocolo y etiqueta. Protocolo es simplemente hacer las cosas bien, «actuar bien, en el orden correcto, considerando los intereses de terceros»[iii]. Etiqueta es el código de conducta social que nos ayuda a navegar en los distintos mundos en los que nos movemos: familiar, comercial, social. Aprendemos ambas cosas desde que nacemos y las aplicamos de acuerdo con nuestros instintos y círculo familiar.
Buchanan define el concepto de Círculo de Soporte de Apoyo Emocional como aquél formado por las personas que nos aman, apoyan, comprenden, ayudan, respetan y disculpan generosa y calladamente nuestros errores. Será necesario completar esa magnífica idea de Support System con la aportación personal: en la medida en que me perfecciono yo mismo, transmitiré la invitación a los otros miembros del sistema, pues al fin y al cabo la naturaleza humana es la misma.
«El comportamiento social se refiere a las normas de conducta necesarias para poder desenvolverse en el medio en que se vive. Biológicamente se ha dicho, todo ser viviente que no se adapta al medio, muere. Las normas de comportamiento social que usted necesita son: etiqueta, modales, decoro y buen gusto»[iv].
Etiqueta. Reglas de conducta requeridas en determinadas situaciones sociales y comerciales.
Modales. Actitudes de consideración a los demás. El reflejo de lo que usted siente hacia los demás. La bondad aplicada a todo lo que se dice y se hace.
Decoro. Combinación de modestia y reserva, todo lo contrario de jactancia y exhibicionismo.
Buen gusto. Deriva de su educación y cultura. Es la manera como cada quien puede hacer bello lo que aprecian sus sentidos. Va íntimamente ligado al decoro.
El libro trata, entre otros, los siguientes temas: Relaciones Sociales, El Arte de Conversar, El Comportamiento Social, Etiqueta en las Presentaciones, Buenas Maneras en la Mesa, Importancia de las Presentaciones, Los Viajes, Las Ceremonias de la Vida, Aprenda a Hablar en Público… Un verdadero arco iris de posibilidades que invitan de forma grata a invertir tiempo en nuestra propia realización.
Al final de la Introducción se lee: «Este manual es un recordatorio. Vivimos en una sociedad cambiante día con día, donde lo llamado tradicional quizá haya quedado atrás y lo actual es menos estricto y más espontáneo, tal vez más acorde con la realidad actual».[v] Aunque la sociedad sea cambiante día con día, como sucede ahora y como ha sucedido desde que existe el género humano, lo que nunca ha cambiado ni cambiará es lo que nos hace ser hombres, varón y mujer: eso se llama naturaleza humana, racionalidad. También podemos ser menos estrictos y más espontáneos sin faltar al protocolo y a las buenas maneras.
PRINCIPIOS BÁSICOS PARA VIVIR CON EFICACIA
La primera vez que leí el conocido libro Los 7 hábitos de la gente eficaz me sorprendió la investigación histórica que realizó Covey, para informarse acerca del mayor número posible de publicaciones en Estados Unidos, que trataban el tema del «éxito» en los últimos 200 años. Debido a que su descripción es magistral, prefiero citarla con sus propias palabras:
«Al mismo tiempo, además de mi investigación sobre la percepción, me encontraba profundamente inmerso en un estudio sobre los libros acerca del éxito publicados en los Estados Unidos desde 1776. Estaba leyendo u hojeando literalmente millares de libros, artículos y ensayos, de campos tales como el auto-perfeccionamiento, la psicología popular y la auto-ayuda. Tenía en la punta de los dedos la suma y sustancia de lo que un pueblo libre y democrático consideraba las claves de la vida con éxito.
»Mi estudio me llevó a rastrear doscientos años de escritos sobre el éxito, y en su contenido advertí la aparición de una pauta sorprendente. A causa de mi propio y profundo dolor, y dolores análogos que había visto en las vidas y relaciones de muchas personas con las que había trabajado a lo largo de los años, empecé a sentir cada vez más que gran parte de la literatura sobre el éxito de los últimos cincuenta años era superficial. Estaba llena de obsesión por la imagen, las técnicas y los arreglos transitorios de tipo social (parches y aspirinas sociales) para solucionar problemas agudos (que a veces incluso parecían solucionar temporalmente) pero dejaban intactos los problemas crónicos subyacentes, que empeoraban y reaparecían una y otra vez.
»En total contraste, casi todos los libros de más o menos los primeros ciento cincuenta años se centraban en lo que podría denominarse la ética del carácter como cimiento del éxito: en cosas tales como la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad, la modestia y la regla de oro. La autobiografía de Benjamín Franklin es representativa de esa literatura. Se trata, básicamente, de la descripción de los esfuerzos de un hombre, tendentes a integrar profundamente en su naturaleza ciertos principios y hábitos.
»La ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con eficacia, y que las personas sólo pueden experimentar un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran en su carácter básico.
»Poco después de la primera guerra mundial la concepción básica del éxito pasó de la ética del carácter a lo que podría llamarse la ética de la personalidad. El éxito pasó a ser más una función de la personalidad, la imagen pública, las actitudes y la conducta, habilidades y técnicas que hacen funcionar los procesos de la interacción humana. La ética de la personalidad, en lo esencial, tomó dos sendas: una, la de las técnicas de relaciones públicas y humanas, y otra, la actitud mental positiva (AMP). Algo de esta filosofía se expresaba en máximas inspiradores y a veces válidas, por ejemplo: Tu actitud determina tu altitud, La sonrisa hace más amigos que el ceño fruncido y La mente humana puede lograr todo lo que concibe y cree»[vi].
La ética de la personalidad crea una espesura de irrealidad que se interpone entre nosotros y los hechos de la vida. Es lo que Boorstin[vii] llama diplopía: la imagen doble, el no saber si algo es real o no lo es, si está sucediendo o no. Y la tendencia actual es que la imagen desplace al conocimiento, es decir, que la ética de la personalidad desplace a la ética del carácter. Esta última hizo grande a Estados Unidos, y su falta está provocando su caída.
El desarrollo del carácter, los hábitos, las virtudes y los valores es más estable porque sus cimientos son más profundos, porque perfecciona al hombre mismo en cuanto tal, varón y mujer. En cambio, la ética de la imagen, del color, los vestidos, el rostro y los ademanes, aunque es importante, no es la solución profunda sino sólo aspirina pragmática. Y vaya que la ética del carácter consigue resultados sorprendentes y para toda la vida.
Reflejo interior o imagen externa
- Al hablar de buenos modales hay algo difícilmente explicable con palabras que surge del interior de la persona y refleja el estilo, el autodominio, el señorío sobre las cosas que tiene esa persona. Es lo que podríamos llamar porte exterior.
- El nivel cultural y moral de una ciudad o de un país se puede deducir a través del aspecto de orden y limpieza que ofrecen las calles, los edificios, los parques, etcétera.
- La educación de los buenos modales está íntimamente relacionada con la educación de las virtudes, de las cuales la conducta externa debe ser una manifestación.
- Si sólo pretendemos conseguir una conducta externa más o menos elegante, sin que ésta sea reflejo de amor auténtico, habremos errado el camino. Además, normalmente no conseguiremos ni siquiera ese nivel «externo» de aparente buena convivencia.
- Tener personalidad es saber vestir según las ocasiones. La ropa que uno lleve es un indicador externo de la posición que una persona adopta ante el mundo. No solamente cuenta la ropa, sino el modo de llevarla.
- La educación de los buenos modales, que es casi lo mismo que la educación de la sociabilidad, empieza en la familia.
- Si sólo pretendemos conseguir una conducta externa más o menos elegante, sin que ésta sea reflejo de amor auténtico, habremos errado el camino. Además, normalmente no conseguiremos ni siquiea ese nivel <<externo>> de aparente buena convivencia.
José Fernando Calderero, Los buenos modales de tus hijos pequeños
Colección Ser Familia. MiNos. México. 1995.
[i] Irene Buchanan. El nuevo protocolo. EDAMEX. México. 1999, 105 págs. Prólogo.
[ii] Ibídem.
[iii] Ibid. Portada.
[iv] Ibid. p. 25.
[v] Ibid. Introducción, in fine.
[vi] Covey, S. Los 7 hábitos de la gente eficaz. p.19-20.
[vii] Fin de Siglo. McGraw-Hill. Artículo del autor citado, p. 234.