Quienes leímos, en nuestra infancia, los libros de Emilio Salgari, nos familiarizamos con Malasia y Filipinas, con James Broocke, el rajá de Sarawak, con Labuán, Mindanao y Mompracem que eran el centro de operaciones del feroz y romántico, Sandokan, «El Tigre de la Malasia».
Esa apartada zona, llegó a ser parte de nuestro lenguaje. Conocimos las partes de un buque: babor, estribor, proa y popa (izquierda, derecha, adelante y atrás, respectivamente), eslora y manga (longitud y anchura), palo trinquete y palo de mesana (a proa y a popa). «¡Timón todo a babor!», «¡arríen las gavias!» y «¡al abordaje!», nos obligaron a leer a mayor velocidad.
Con el kriss al cinto y la cimitarra en la mano, se iniciaba el asalto… Sandokan es imaginario, pero no las correrías narradas, obra de los piratas de la zona, que Salgari concentró en el célebre personaje.Hay quien, al escuchar hablar de piratas se remonta al siglo XVI. Los imagina listos para asaltar galeones españoles portadores de valiosas mercancías rumbo al Viejo Continente.
Ésa es solamente una página de la historia, ya que, en el Mediterráneo, los piratas griegos, egipcios y fenicios, entre otros, asolaban los barcos dos milenios antes de nuestra era.
En esa remota época, surgió la palabra: pirata, del griego peiraw, que significa emprender y, por derivación, el que busca fortuna en el mar.Los romanos resultaron tan afectados por la piratería que, durante la República, hacia 67 a.C., nombraron a Pompeyo, «procónsul de los mares».
Le otorgaron mando supremo, hasta 50 millas (75 km.) mar adentro, en todas las costas del Mare Nostrum (el Mar Mediterráneo) y le entregaron una fuerte suma de dinero y una flota bien guarnecida. En operaciones tan rápidas como un relámpago, cerró las salidas de Gibraltar y Dardanelos.
Cuarenta días después eliminó a todos los piratas de la zona occidental; al vencer, en Korakesion, a los piratas de Cilicia, acabó en cuarenta y nueve días con los de la zona oriental.
Puede afirmarse que, las cuatro primeras centurias de nuestra era, el Mediterráneo se vio libre de los asaltantes.La conquista de América, en el siglo XVI, despertó la codicia y originó la nueva generación de piratas que, con nuevas armas, embarcaciones más poderosas y cartas de navegación, dominaron los mares.
RUTAS, EMBARCACIONES Y LA PATENTE DE CORSO
Tres fueron los grandes centros de la piratería: el Mar Océano o Atlántico (básicamente el Golfo de México y el Mar Caribe), el Mediterráneo y, en el Mar del Sur (Pacífico), la zona de Malasia y Filipinas. La ruta más codiciada, sin lugar a dudas, fue la de Indias.
Los buques eran de vela, por lo que, a pesar de los galeotes, debían buscar los vientos y las corrientes marítimas, tanto las ecuatoriales como la del Golfo. Esto hacía estables las rutas marítimas y predecibles las zonas de abordaje.
La Ruta de las Indias, que seguían las embarcaciones españolas, cruzaba el Mar Océano rumbo a Cuba o a la Española (Haití-Dominicana). De estas islas partían dos itinerarios: a la Villa Rica de la Veracruz y a Cartagena de Indias.
No eran las viejas carabelas colombinas las que hacían la ruta, sino embarcaciones mayores. La carraca era el buque de carga por excelencia, muy pesado por lo mismo y de escasa movilidad, su única protección eran sus potentes cañones y debía ser abordado de frente. El galeón era una pesada embarcación de dos o tres cubiertas, lento pero capaz de trasladar mucha carga, también transportaba pasajeros, requería tres palos y velamen completo para avanzar. Era la presa ideal de los piratas.
Felipe II, para evitar tanto saqueo, ordenó que nadie hiciera la Ruta de Indias sin protección de la armada. Optó por enviar los galeones y carracas protegidos por fragatas, buques de tres palos y velamen completo, de poco tonelaje y viraje rápido, ideales para combate. Eran el equivalente a los torpederos de la segunda guerra mundial. Raras veces un pirata se atrevía a atacar una fragata.
El bergantín era el navío preferido de los piratas para su propio uso. De tres palos, ligero, de gran movilidad. Temido cuando en su palo mayor era izada la bandera negra, con una calavera, identificando a los piratas. Recordemos al poeta José de Espronceda:
Con diez cañones por banda,
Viento en popa a toda vela,
No corta el mar, sino vuela
Un velero bergantín;
Bajel pirata que llaman
Por su bravura el Temido
En todo mar conocido
Del uno al otro confin.
Con su archiconocido estribillo:
Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.
El más famoso pirata del siglo XVI es, sin lugar a dudas, Sir Francis Drake, sobrino de otro pirata: Sir John Hawkins. Juntos asaltaron Veracruz, en 1568, cuando aún carecía de baluartes por lo que, desde el islote de San Juan de Ulúa, pudieron planearlo todo. Drake tiene en su haber el más cuantioso asalto recordado en la historia: dos buques españoles que transportaban oro y plata, en Nombre de Dios (Panamá), lo que le valió que Isabel I lo armara caballero. Durante años merodeó el Mar de las Antillas hasta que murió, de vómito negro, cerca de Puerto Bello (hoy Portobelo, Panamá) en 1596.
Para los ingleses, la piratería se convirtió en negocio. Enrique VII expidió las: «patentes de corso», palabra que viene de curso, que significa recorrer. Eran una especie de patentes de asalto: un permiso para atacar a cualquier enemigo y quedarse parte del botín.
La reina Isabel I se convirtió, por este medio, en «empresaria marítima», otorgaba los permisos a cambio de parte de la ganancia.
Por estos servicios alcanzaron rango de caballero varios piratas, ahora llamados corsarios, por el permiso que ostentaban; asaltantes que servían como tales a una corona. Zarpaban, hacia el Nuevo Mundo, como simples aventureros y retornaban convertidos en hijosdalgo.
EL «SIGLO DE ORO» DE LA PIRATERÍA
Por lo que al Caribe se refiere, sin lugar a dudas, el siglo XVII fue el «Siglo de Oro de la Piratería». España, Inglaterra y Francia se enfrascaron en guerras entre sí, los Países Bajos luchaban por independizarse de la corona española. Eso, unido a las grandes riquezas provenientes del Nuevo Mundo, propició el auge de la piratería. En ese siglo, siguieron los abordajes en alta mar pero los piratas prefirieron tomar por asalto los puertos principales, el botín obtenido era mucho mayor.
Los centros de la organización pirata fueron: Port Royal, en Jamaica, y la isla La Tortuga, frente a las costas de Haití, rodeada de islotes, lo que hace que, a veces, sea mencionada en plural como: Las Tortugas. Los principales exponentes de la piratería de este siglo fueron: Henry Morgan, El Olonés (de nombre Jean David Françoise de Nau) y Lorencillo (cuyo nombre era Laurent Graf, algunos hacen referencia a él como Lorent Jácome). Los peores asaltos que se recuerda fueron: Maracaibo por El Olonés, Veracruz por Lorencillo y Puerto Bello por Morgan.
TRES TIPOS DE CUIDADO
* Henry Morgan, de origen galés, se estableció en Jamaica, donde vivió como un rey. Su principal sistema de ataque era pedir rescate. Asaltó Puerto Bello y se retiró, tras gran saqueo, a cambio de miles de escudos. De igual manera tomó, tras varios intentos, la casi inexpugnable Maracaibo.
Carlos II de Inglaterra lo designó almirante de flota y teniente gobernador de Jamaica, era un corsario al servicio de Inglaterra. Murió, plácidamente, en 1688 en su residencia de Jamaica. No siempre los malos mueren en la pobreza…
* El Olonés era francés, también llamado Lolois, originario de Sables dOlonne (de donde procede su apodo). La historia lo recuerda como el más sanguinario. Personalmente degollaba a los prisioneros. Su fin fue acorde a su crueldad: murió devorado por los caníbales al intentar penetrar en la selva a través del Golfo de Darién. Su fama la hizo al asaltar Maracaibo, verdadera fortaleza portuaria, construida contra piratas. El Golfo de Venezuela y el Lago de Maracaibo, juntos, parecen un reloj de arena, en la parte angosta, cerrando el paso hacia el Lago de Maracaibo está precisamente la ciudad del mismo nombre.
El Olonés perteneció a otro grupo, el de los bucaneros. En la lengua tupi-guaraní, que se hablaba en el Caribe, boucan era el nombre que daban a la carne ahumada de jabalí que preparaban los cazadores que habitaban las Antillas. Un gran porcentaje de ellos era francés, había huido por problemas con la justicia. Dedicados después a la piratería, fueron conocidos como bucaneros.
Eran libres, no regresaron jamás a su tierra de origen no podían hacerlo, permanecieron en las Antillas. La isla de Santo Domingo, del lado haitiano, Port Royal y La Tortuga fueron sus refugios. Se preciaban de no necesitar la «patente de corso», aunque en varias ocasiones se unieron, para asaltos, a los corsarios.
* Lorencillo, flamenco por nacimiento, cobró triste fama con el asalto a Veracruz en 1683. Lo hizo con 15 navíos y quizá todos los piratas de la zona, entre ellos, Grammont. Existía ya el fuerte de San Juan de Ulúa, incluso funcionaba algunas veces como prisión. Los baluartes, a excepción del de Santiago, terminado en 1635, estaban en construcción. Las crónicas consignan, en espeluznante narración, el suceso. En el puerto estaba toda la mercancía (metales, plata labrada, joyas…), lista para ser recogida por la flota que debía llegar de España. Favorecido por la ineptitud del gobernador Fernández de Córdoba, que no tomó medida alguna al ser avistadas las naves, diezmó la población e hizo cuantioso saqueo.
Encerró en la parroquia a los prisioneros, sin espacio, alimentos ni agua, durante tres días. Varios murieron sofocados y deshidratados. Se llevó a negros y mulatos, así como a niños de 8 ó 9 años, para ser vendidos. Murió, o fue presa, la mitad de los habitantes. La ciudad fue arrasada. Hay quien menciona que fueron 3000 personas el botín humano, pero dada la población de Veracruz fue, posiblemente, la mitad de esa cifra.
Al año siguiente, pero ya con menos barcos, asaltó Tampico. Saqueó e incendió el puerto, pero tuvo que huir ante la llegada de la Armada de Barlovento. Meses después regresó, lo volvió a incendiar y huyó, nuevamente, ante la llegada de tropas.
En 1685 tomó Campeche, el único puerto de la Península de Yucatán, con diez navíos apoyados por piraguas y balandras, según narra Héctor Pérez Martínez en Piraterías de Campeche. Casi dos meses ocupó la plaza, la saqueó y zarpó, tranquilamente, antes de que llegara auxilio a la población.
Cabe señalar que Campeche sufrió varios ataques de piratas, motivo por el cual, tras el asalto de Lorencillo, fue amurallada. Toda la ciudad fue circundada por la muralla, de la cual queda una buena parte, y protegida por fuertes, aún en pie, terminados en 1704.
El peor asalto, sin embargo, no fue el de Lorencillo, sino el sufrido en 1597 de parte de William Park, a pesar de que la población se sobrepuso y rechazó el ataque. También fue asaltado, por El Olonés, en 1664, ataque también repelido. La leyenda cuenta que, disfrazado, el Olonés participó en los festejos de su supuesta muerte.
MERCENARIOS FILIBUSTEROS
También en este siglo XVII aparecieron los filibusteros. No existe unificación en cuanto al origen de la palabra. Unos la derivan del inglés: free booter (algo así como «reclutas libres»). Otros afirman que puede venir del nombre de las canoas fabricadas en la zona de Las Tortugas, muy veloces por su proa afilada, por lo que eran llamadas: flyboats o buques voladores, los franceses lo pronunciaban «filibuts» y de ahí pudo surgir filibustero. Existe una tercera versión que opina que pudo surgir de la hermandad pirata fundada en las Tortugas, la hermandad de los hijos de los botes: filiboat.
Eran piratas independientes, mercenarios las más de las veces. Al principio iban en docenas de canoas, asaltaban ciudades sin protección y emprendían la huida, siempre costeando. Después compraron toda clase de botes y armas, asaltando una y otra vez pequeñas poblaciones. Al unirse a los bucaneros, fueron los grupos de asalto, los que desembarcaban próximos a la ciudad objetivo del ataque, y cubiertos por la noche, se distribuían por las calles, asaltaban sitios estratégicos y preparaban la situación para el desembarco de las grandes naves.
MÁS DE SALGARI Y EL OCASO
Mencioné al principio, la serie de Sandokan, escrita por Salgari. También a su creativa pluma se debe otra serie, la del Corsario Negro. Desfilan por sus páginas: Morgan, El Olonés y Lorent (Lorencillo). Mezclando sucesos imaginarios con reales, produjo historias muy vendidas en su tiempo (fines del siglo pasado). Radicado en Turín, es obvio que su héroe debía ser del Piamonte. El valiente Caballero de Ventimiglia, El Corsario Negro, aparece en la serie como un noble caballero piamontés, que toma Maracaibo y Gibraltar (puerto interior del Lago de Maracaibo), ayudado por El Olonés. Escoltado por Lorent y Grammont, asalta Veracruz. Yolanda, la hija del Corsario Negro es secuestrada. Morgan, al frente de sus corsarios va a su rescate y ése es el motivo de la toma de Maracaibo ¡vaya justificación!
Lo curioso es que este fantasioso relato de los cruentos asaltos reales, ha logrado filtrarse en narraciones históricas, en las que, obviamente, no aparece el Conde de Ventimiglia y Rocabruna, pero sí la visión novelesca de Salgari. Caso concreto es el ataque a Veracruz. Algunas guías de la ciudad lo narran con los ojos del escritor italiano, ¡el colmo!
Belice o Walix, fue importante refugio filibustero en el siglo XVII. Pertenecía a la Capitanía de Guatemala. El tener una costa resguardada por arrecifes y ser de difícil acceso a través de Guatemala, propició que los piratas lo utilizaran para ocultarse.
Fueron exterminados en sucesivas incursiones en el siglo XVIII. En 1737, Manuel Saucedo, gobernador de Yucatán, envió una escuadra, los tomaron por sorpresa, capturaron gran cantidad de palo de tinte listo para ser embarcado y aprehendieron a la mayoría. Similares incursiones realizaron los gobernadores: Juan José de Clou en 1751, Melchor de Navarrete en 1752 y Roberto Rivas Betancourt en 1779.
Inglaterra aprovechó la invasión francesa en España para conquistar el territorio, pero el tiempo de los piratas había terminado.
El siglo XIX ya sólo da cuenta de Jean Lafitte (natural de Burdeos), que desde Nueva Orléans asaltaba buques. Apoyó a Estados Unidos en la guerra contra Inglaterra a quien venció, en la célebre batalla de Nueva Orléans, en 1814. Se estableció en Galveston, fue espía para España y se le perdió la pista en 1821. Hay quien dice que sus descendientes viven en Isla Mujeres y Cozumel.
La Revolución Francesa, las guerras de independencia en las colonias americanas, el surgiente dominio norteamericano, fueron la tumba de los piratas. Ya ninguna nación auspició corsarios o solapó bucaneros y filibusteros. ¿Qué fue de los últimos piratas? Los que no tomaron residencia fija y buscaron otras formas de vida, fueron muriendo en sus incursiones a tierra firme. En Los últimos filibusteros, Salgari los hace tomar residencia en Panamá, como propietarios de la Posada del Toro de Oro.
Por cierto, quien se interese por las narraciones de piratas, no debe dejar de visitar Campeche, ciudad que, además de los restos de la muralla y de los fuertes, ostenta un interesante museo, en el que se conservan armas, vestuario, documentos y objetos diversos de piratas célebres.
Y ¿qué fue de Salgari? acorde a sus relatos, optó por una salida cruenta: se suicidó por la vía del hara kiri.