Han vuelto a surgir los escritos y comentarios sobre los manuscritos del mar muerto, contribuyendo, quizá a ello, el libro “El escándalo de los rollos del mar muerto” publicado en 1991 por dos periodistas ingleses; obra fantasiosa que pretende demostrar que Jesús fue el “maestro de justicia” de los esenios.
Ocultos en las entrañas del desierto
Khirbet Qmram se localiza en la ribera poniente del mar muerto, a doce kilómetros de Jericó. A principios de 1947, tres beduinos llamados Jalil Musa, Yuma Muhamad Jalil y Muhamed Ahmed el Jamed, al buscar una cabra hallaron una cavidad que ocultaba varias jarras, algunas rotas, que contenían rollos de cuero envueltos en tela encerada.
Consultaron a los ancianos de la tribu y decidieron venderlos a veinte libras cada rollo a un anticuario musulmán de Belén, quien no los compró ¡por caros!, pero les recomendó a un colega sirio conocido como Kando. El rumor del hallazgo llegó a monseñor Athanasius Yeshue Samuel, del convento ortodoxo sirio de San Marcos, en Jerusalem, quien compró los cuatro rollos mejor conservados por el equivalente a noventa dólares. Varios eruditos los consideraron del período medieval, sin demasiado valor.
Se vendieron tres rollos más a un anticuario y éste a su vez los vendió a Eleazar L. Sukénik, investigador en la Universidad Hebrea. El 29 de noviembre de 1947, el doctor estudió los rollos y confirmó su valía. Corroboró su punto de vista al examinar los del monasterio de San Marcos. El patriarca Butros Sowney llamó a la ASOR (American School of Oriental Research, hoy Instituto Albright de Investigaciones Arqueológicas) de Jerusalem; se fotografiaron los documentos y con ayuda del doctor William H. Brownlee, se llegó a la conclusión que eran del siglo II a.C.
En 1948, debido a la guerra, los rollos fueron trasladados a Beirut. El patriarca de San Marcos autorizó a la ASOR a publicar los rollos. Los primeros artículos sobre su contenido se difundieron en septiembre, antes del año de su descubrimiento.
Un observador de la onU en Palestina inició el viaje a Qmram. Al enterarse, el doctor Gerard Lankester Harding, director del Departamento de Antigüedades de Amman, y el patriarca Roland de Vaux, director de la Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalem, dirigieron la expedición, pero al descubrir la cueva sólo hallaron fragmentos de manuscritos y tela.
En enero de 1949 el patriarca de San Marcos llevó los rollos a Estados Unidos con el propósito de venderlos. En la biblioteca del Congreso de Washington se exhibieron en noviembre por primera vez.
Una antigua biblioteca en trozos y diferentes lenguas
Los manuscritos de Qmram son alrededor de 600 textos, casi completos, e innumerables fragmentos, toda una biblioteca. Identificarlos, traducirlos, compararlos y comentarlos no ha sido sencillo, y menos aún reconstruir los cien rompecabezas de diez mil piezas, revueltos y sin modelo.
Se han clasificado indicando el número de la cueva, la sigla del lugar y la abreviatura del texto. Así 1QpHab significa: Pesher de Habacuc encontrado en la cueva uno de Qmram.
Pueden catalogarse en tres grandes grupos:
1) Textos bíblicos: entre ellos sobresalen los que conforman el Pentateuco (Torah): Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. Destacan, asimismo, los libros de: Isaías, Jueces, Samuel, Salmos, Daniel, Reyes y Cantar de los Cantares.
2) Comentarios a los textos o pesher: Nahum, Habacuc, Miqueas, Isaías, Oseas, Salmos y Sofonías.
3) Escritos propios de la comunidad que los redactó: regla de la asamblea, formulario de bendiciones, regla de la comunidad, manual de disciplina, guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas y el rollo del templo.
Los hay escritos en hebreo, arameo y griego.
El tercer grupo ha hecho suponer que los escribieron los esenios, una de tantas sectas judías surgidas, al igual que los saduceos, hasidim, zelotes y fariseos, después del cautiverio de Babilonia.
En 1952, entre excavaciones oficiales y beduinas, se exploraron 275 cuevas, cinco de ellas con documentos y, por fortuna, invioladas. En la 3Q se hallaron rollos de cobre que, para ser abiertos, debieron tratarse químicamente en Inglaterra y cortarse en segmentos. Su contenido resultó ser una especie de mapa del tesoro que indicaba lugares donde existían monedas enterradas, pero fueron buscados infructuosamente. Los arqueólogos localizaron alrededor de cien nuevos documentos, destacando las cuevas numeradas del 7 al 10, descubiertas en 1955, y la 11 explorada el año siguiente. Las más ricas, sin embargo, fueron la 1 y la 4.
Las exploraciones aportaron monedas que datan de Alejandro Janneo (103 a.C.) y desde Augusto Tiberio hasta los procuradores del 66 d.C. Sin embargo, los beduinos saquearon la zona y los manuscritos hallados se vendieron en diversos lugares. Algunos aparecieron en Nueva York, Damasco, Londres y varios sitios más durante la década de los cincuenta. Nadie garantiza que no existan infinidad de manuscritos ocultos, aún no reportados.
Arqueólogos y peritos continuaron las investigaciones los siguientes treinta años. En 1950, el doctor Dupont Sommer declaró que varios manuscritos hacían referencia a un “maestro de justicia”, y no faltó quien lo identificara, erróneamente, con Jesucristo.
En 1963 y 1964, el doctor Yadim dirigió excavaciones en Masada y encontró manuscritos procedentes de Qmram. Este descubrimiento contribuyó a afirmar que los esenios lucharon, junto con los zelotes, en la defensa del último baluarte judío contra los romanos, en el 73 d.C.
Los avatares de unos rollos de cuero
En 1948 se informó a la prensa el hallazgo y en 1949 tres rollos se exhibieron en Washington. En 1950 la ASOR publicó copias facsímiles de dos rollos y el patriarca De Vaux publicó numerosos artículos en la Revue Biblique de París durante diez años.
En cuanto a la tardía aparición de traducciones y comentarios completos, se deben tomar en cuenta varias circunstancias.
Un factor ha sido el estado de los rollos. Algunas hojas de cuero estaban tan resecas que necesitaron someterse a un procedimiento químico que duró año y medio. Varios manuscritos no se distinguían y fueron leídos a través de fotografía infrarroja. A esto añadiremos el reducido número de peritos que puede lograr esta tarea.
Otra circunstancia fue la posesión de los rollos. Cuando el patriarca de San Marcos viajó a Estados Unidos con la intención de venderlos y dedicar las ganancias a escuelas y templos de su comunidad, no despertó interés ni siquiera en la Escuela de Teología de Yale. En junio de 1954 apareció en el Wall Street Journal el siguiente anuncio:
“Los cuatro rollos del mar muerto. Manuscritos bíblicos que datan por lo menos del año 200 a.C. están a la venta. Sería un obsequio ideal, por parte de un grupo o un individuo, para regalar a una institución religiosa”.
Al enterarse, el doctor Yadim consiguió de diversas agrupaciones hebreas los 250,000 dólares pedidos. Y así, los siete rollos más completos pasaron a ser propiedad de Israel. Actualmente se exhiben, junto con otros manuscritos adquiridos posteriormente, en el Santuario del Libro especialmente construido para ellos en el Nuevo Museo Nacional de Israel.
Cuando Jerusalem quedó separada la sección antigua en poder de Jordania, la sección nueva en manos de Israel los rollos quedaron igualmente divididos: unos en el Museo Arqueológico de Palestina, administrado por la ASOR y la Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalem; otros en el Santuario del Libro, administrado por la Escuela Arqueológica Hebrea. En junio de 1967, al ocupar Israel la Jerusalem Vieja, todos quedaron bajo su posesión. El patriarca De Vaux comenzó a trabajar para Israel a instancias del doctor Yadim y, a partir de entonces, se unificaron los estudios.
En 1988, el doctor Amir Drori se hizo cargo del Departamento de Antigüedades de Israel y nombró jefe editor del proyecto a Emmanuel Tov. La edición casi completa de lo hasta hoy descifrado no añade, en realidad, nada nuevo a los fragmentos publicados treinta años antes. No hubo interferencias ideológicas en su publicación; católicos, judíos y protestantes han trabajado ardua y científicamente, incluso juntos, en los documentos.
El doctor Solomon Birnbaun, erudito de origen vienés, catedrático de la Universidad de Londres, analizó la gramática y caligrafía de los documentos determinando que se escribieron entre fines del siglo III a.C. y principios del siglo I d.C. Estudio confirmado en 1988, al aplicarse la técnica del AMS (Accelerator Mass Spectometry) con base en el carbono 14.
No todos los manuscritos pertenecieron a los esenios. Recordemos que Jericó es la ciudad más antigua, habitada desde hace diez mil años. En la gruta de Murabbatat existían objetos de la Edad de Bronce, escritos fenicios, cerámica judía del siglo VIII a.C., cerámica y armas romanas de varias épocas y rollos depositados tras la revuelta de Bar Kozebah en el siglo II d.C. Caracalla, en el año 800, hace referencia a descubrimientos de diversos documentos bíblicos.
Toda la zona, a excepción de Qmram, está repleta de sitios que constituyen verdaderas paleoblibliotecas, en las que se entremezclan las etapas fenicia, griega, romana, paleocristiana y árabe-mahometana. De una gruta en Cedrón se sacaron papiros árabes del siglo IX y códices en griego de los siglos V al VIII.
Los esenios: unos ermitaños singulares
La palabra esenio parece derivarse de asya que significa curandero, o quizás de jasya, equivalente a piadoso.
Un grupo de ellos es el autor de los escritos de Qmram. La mayoría habitaban el margen poniente del mar muerto. A ellos aluden Plinio, Filón de Alejandría y Josefo. No se les cita en el Nuevo Testamento y no parece que tuvieran relación alguna con Jesús.
Las ruinas de Qmram encierran salas de reunión, piscinas, bodegas, silos, lavandería, hornos, comedor y, extramuros, el cementerio. Sorprende la cantidad de piscinas y la ausencia de dormitorios. Si hemos de creer en Josefo, hacían vida comunitaria, algunos eran célibes, y se dedicaban a la agricultura. No obstante, existían pequeños grupos esparcidos por Palestina, podían casarse y vivir igualmente en fraternidad.
Creían en la predestinación, el alma inmortal y quizá en la resurrección. Constituyeron un movimiento mesiánico dentro del judaísmo ortodoxo. Tenían en común la extrema limpieza (para lo cual había numerosos baños rituales), la hospitalidad y el hecho de hacer oraciones mirando hacia el oriente. Compartían los alimentos, labores y asambleas. Dormían en tiendas de campaña a la usanza de los tiempos patriarcales.
No constituían un monasterio. Para hacer vida comunitaria pasaban tres años de prueba antes de ser admitidos. La hipótesis del celibato cayó al descubrirse en el cementerio restos femeninos y de infantes. La explicación actual ya no se basa en el “monasterio” esenio, sino en su vida comunitaria que parece indicar que sí había célibes, quizá en el período de iniciación o por tiempo definido.
El Documento de Damasco cita que el grupo apareció a los 390 años del triunfo de Nabucodonosor en Judea (posiblemente 598 a.C.), y que 20 años después apareció un “maestro de justicia”, quien los asentó en el desierto, quizás en Qmram. El documento 4QMMT o Carta Halajica confirma estos datos. Por tanto, en el siglo II a.C. se establece la comunidad de la nueva alianza, como ellos se llamaron, separándose del resto de los judíos por considerar a los sacerdotes asmoneos infieles a la Ley de Moisés.
Al parecer, hacia el año 164 a.C. es condenado a muerte el “maestro de justicia” y sus seguidores, perseguidos, se exilian en Damasco. Durante el período de Herodes Arquelao regresan al sitio, pero un temblor ocurrido en el 31 a.C. destruye el edificio. Reconstruyen todo y se establecen de nuevo, pero en el 68 d.C., con la persecución de Tito, esconden sus documentos en las cuevas de Qmram y huyen. Quizá algunos intentaron la reinstalación hacia el 132 d.C. pero, a juzgar por la cerámica y monedas encontradas, no lo lograron y abandonaron definitivamente el sitio.
Variantes de sintaxis, no de contenido
El descubrimiento de los rollos, así como las excavaciones de Qmram y Masada, contribuyen a ampliar el conocimiento de la historia judía antigua. Los manuscritos demuestran que el texto bíblico se mantuvo intacto a lo largo de los siglos. Las variantes son de sintaxis, no de contenido. Encontrar la traducción idónea a un término arameo, griego o hebreo revestirá siempre una dificultad que lleva a los eruditos a la polémica. Los textos bíblicos de Qmram no aportan nada significativo: ni alteran los contenidos de los Textos Masoréticos (canon de la Biblia hebrea), la versión griega de los Setenta, la Biblia de los católicos o de las iglesias protestantes.
La verdadera aportación es de carácter histórico y la constituyen los textos propios de la comunidad y, curiosamente, en ellos se encuentra la polémica.
Al iniciarse los estudios se temieron cambios en los textos bíblicos, pero el tiempo dio paso a la admiración por la tradición, que logró mantenerse a lo largo de los siglos. Las exultaciones contra la tradición judeocristiana se vinieron abajo.
El origen y circunstancias de los esenios atañen más a la historia que a la religión. Antropológicamente, resultan interesantes los miembros de la nueva alianza, sólo que analizar a los esenios es material de un estudio más profundo