Todos nos hemos visto en aprietos en una y otra ocasión para decidir si alguna manifestación artística nos parece bella o no, si es intrínsecamente o francamente fea o, incluso, un atentado a la estética.
Y es lógico porque en nuestra era subjetivista todo es relativo, de modo que para mí puede ser bello lo que para el vecino es paradigma de mal gusto.
Los cánones de la estética o las normas que dictaban cómo alcanzar la belleza, más que olvidadas están en entredicho, ¿puede alguien determinar sobre ello? Mejor yo opino sobre mi obra, tú sobre la tuya.
Ya hace algunos años que Goethe se pronunció al respecto: “Todas las épocas retrógradas y en descomposición son subjetivas, mientras que todas las épocas progresivas tienen una tendencia objetiva”. La acusación del escritor alemán es casi una sentencia de muerte a nuestra era de subjetivismo.
Y es que, del saber subjetivo proviene el desorden, el caos de los sabores y de los saberes; nada sabe a lo que es, porque no se sabe qué es. El paladar intelectual y el gusto, a fuerza de sólo saborearse a sí mismos, perdieron el gusto por lo real.
Algunos quizá nos preguntamos a dónde irán a parar esas corrientes que eligieron caminos como el del feísmo. ¿Pueden seguir haciéndose cada vez más feas, más impactantes, más grotescas y llamativas o acabarán despeñándose?
¿ Puede el hombre crear belleza o simplemente encontrarla y participar de ella? ¿Es la belleza un atributo ético, es decir, lo bueno por serlo es bello? La obra subjetiva y abstracta, ¿puede ser calificada de bella en sí misma? ¿Tenía razón Kant al afirmar que la belleza surge del alma uena? Lo que significaría que un malvado no puede crearla…
Como en tantos temas, no hay una sola respuesta; sí distintas posturas, unas fundamentadas en argumentos clásicos, otras en realidades… istmo presenta la opinión de algunas voces autorizadas que coinciden en ciertos puntos y discrepan en otros. Esperamos que cada quien encuentre su sabor favorito.