Dirigir es un hacer, es hacer futuro. Es gobernar los procesos de la empresa de modo que sean cada vez más eficaces y justos, es conseguir una realidad mejor para los que participan en ella. Esta es la función del «hombre de vértice».
El director hace a la empresa tal como es: la ordena a fines específicos y la organiza de modo particular; la hace caminar en la dirección elegida creando valor, que se traduce en beneficios como satisfacción de necesidades, sustento, riqueza y un futuro, que se concretará en un mejor presente en cada momento. Todo esto lo hace desde la realidad cotidiana y -como ha dicho K. Andrews- sentado en el torrente del día a día.
Él empieza por intuir y descubrir nuevos caminos, nuevas formas de ser y de hacer mejor, y así, mientras avanza, construye y enriquece su concepto de lo que deberá ser la empresa en el futuro -próximo y lejano-. Con el concepto, a veces aún borroso, y con la firme voluntad de concretarlo, busca y elige los medios y formas para hacerlo realidad, para actualizarlo hasta los mínimos detalles. El director dispone entonces los recursos y el trabajo de los miembros de la empresa, al marcar una dirección para la utilización de los primeros y para el hacer cotidiano de cada persona. Así, crea la estructura y los procesos, el orden formal y el operativo, que le permitirán avanzar con eficacia.
Establecidos el orden y la dirección para cada acción, está en posibilidad de impulsar y gobernar los esfuerzos cotidianos de los miembros que hacen avanzar la empresa, de modo que, momento a momento, en un proceso creativo profundo y permanente, es cada vez más como él la desea, al tiempo que intuye y descubre nuevos caminos, nuevas formas de ser y hacer mejor…
Distinta y siempre la misma
La dirección de empresas es, en realidad, la dirección de cada empresa, que siempre será distinta a las demás y a sí misma en diversos momentos. El director centra una gran parte de su dedicación a gobernar esfuerzos individuales, entrelazados de manera compleja, y dedicados a operar un proceso de negocio dentro de un medio cambiante. Esfuerzos de personas con nombre y apellido, con su propia historia, con aspiraciones que escapan al expediente, con necesidades vividas y resueltas de modo radicalmente subjetivo; personas que hacen la empresa, y lo que esa hace para crear riqueza.
Como esto es así, para quienes viven los negocios salta necesariamente la pregunta de qué enseñanza se puede aplicar a todas las empresas, y por lo tanto, al hacer de todos los directores. Dirigir una empresa, ¿qué más particular que esto?, ¿qué de lo que el director hace no pertenece sólo a él y a su gente?, ¿hay algo universal y útil para todos ellos, en todos los casos?
Los saberes de gobierno son saberes prácticos y por tanto eficaces sólo cuando los encarna el director. Estos saberes son conocimientos, que fundamentan y enmarcan los procesos conceptuales; son habilidades de la persona, que le facultan especialmente para dicho hacer; y son actitudes, que dan forma y sentido a la tarea. Todos los saberes de dirección son saberes del individuo, que aplica para la dirección de una empresa especifica; son saberes particulares. Sin embargo, la dirección de empresas como acción humana responde a una naturaleza específica, que puede ser conocida en detalle y de manera sistemática -lo que no significa que pueda ser sistematizada-. De esta naturaleza se desprenden aquellos componentes del saber que son comunes a todo director y que, por tanto, valen para cualquiera que pretenda formarse para dirigir. Estos componentes integran el cuerpo fundamental de saberes para el gobierno de los negocios, que es universal.
Conocimientos, habilidades y actitudes
Es evidente que el tema de gobierno ha acompañado al hombre en su existencia. Con él han estado también el de la organización y necesariamente el del bien común. Es claro que las condiciones tecnológicas y culturales han cambiado la dinámica social actual pero no la naturaleza humana, de modo que buena parte de lo que hoy en esencia sabemos acerca de esos tres temas fue entendido y explicado por nuestros antecesores. Lo que toca, es ampliar estos saberes aun fenómeno distinto a lo anterior en formas y en dinámica que surge hacia el final de la Edad Media: la empresa de negocios.
Hoy los saberes de gobierno de negocios caminan en tres terrenos: conocimientos, habilidades y actitudes. El mayor énfasis se ha dado, de manera natural, a los conocimientos, que pueden ser enseñados con más facilidad. Las habilidades se adquieren y desarrollan por repetición de actos y demandan gran esfuerzo y dedicación. Las actitudes se transmiten por contagio y precisan de un verdadero maestro que las viva con el futuro director.
Asimismo, los conocimientos avanzan en tres niveles de aplicación: los conceptos generales acerca de lo que es la empresa como fenómeno social, su naturaleza y relaciones -aquí encontramos gran cantidad de definiciones-; los modelos, que son abstracciones que representan la realidad de la empresa en sus funciones y estructuras, ya sea con fines descriptivos, prescriptivos o prospectivos; y las metodologías, que son modos de hacer sistemáticos para conseguir objetivos específicos. Por desgracia, del universo de conocimientos existentes a la fecha, muy pocos corresponden a la realidad, y muchos menos tienen utilidad práctica para el director.
El desarrollo de habilidades y el contagio de actitudes han quedado reservadas para la actividad intramuros de las escuelas de negocios y, evidentemente, para el trabajo cotidiano en la empresa, que es en donde se adquiere el oficio -los saberes para la dirección de la empresa específica-.
Enseñanza y pensamiento
La sistematización de estos saberes en lo que podríamos llamar el out-Iine de un programa formativo, entreverado en el mosaico mundial de las escuelas de negocios, presenta enormes variaciones. Resulta evidente que se enseña según se piensa acerca de la realidad y de su contenido esencial, así como de las capacidades del ser humano. Es por tanto claro que las escuelas orientan sus esfuerzos alrededor de conceptos básicos y generales y que su alcance formativo está condicionado por la adecuación de éstos a la propia realidad de los negocios. Por otro lado, así como el valor de los contenidos curriculares está determinado por su adecuación a la realidad, la eficacia del esfuerzo pedagógico está condicionada estrechamente por los métodos utilizados, que responden tanto a la naturaleza de los saberes como a la naturaleza de la persona humana.
Bajo esta perspectiva se pueden identificar tres grandes Iíneas de pensamiento y enseñanza de los negocios que dominan el panorama actual. La escuela «científica», que originalmente encabezó la escuela de negocios del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y que se caracteriza por su apego a los métodos científicos aplicados a problemas «tipo»; la escuela de «disciplinas de base», representada por la Escuela de Negocios de Chicago, y cuya característica es su anclaje en modelos de naturaleza económica; y la escuela «estratégica», encabezada por la Escuela de Negocios de Harvard, centrada en el concepto de dirección de empresas como el ejercicio de saberes políticos.
Política de empresa en el lPADE
Hasta aquí hemos visto que las escuelas de negocios se caracterizan por su línea de pensamiento acerca de la empresa de negocios y de su director, trazada en conceptos vertebrales que enmarcan su trabajo académico. Esto es cierto también para el IPADE.
El Instituto ha mantenido desde su fundación una base conceptual sólida, centrada en el concepto cristiano del hombre. Su línea de pensamiento arranca del ser humano como artífice y fin de la empresa y sostiene como medida de éxito de su director «la consecución de realidades cada vez más justas y eficaces» (1).
Así, la política de empresa en el lPADE se refiere a los saberes de gobierno de negocios por y para el hombre, y entiende la enorme riqueza que esta labor encierra, así como su profunda responsabilidad. Su cercanía con la Escuela de Negocios de Harvard y con el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa de Barcelona (IESE) -dos de las instituciones creadoras de actual ciencia política de negocios-, ha facilitado la enseñanza de verdaderos saberes políticos en sus aulas.
El contenido del área en el Instituto fue adoptado inicialmente del programa del IESE, ampliándose posteriormente con material propio y de la Escuela de Negocios de Harvard. Originalmente el programa Master incluía tres trimestres de Política de Empresa, a lo largo del segundo año. Hoy comprende seis trimestres, tres de cuales son electivos, y un material compuesto por notas técnicas y casos dedicados a temas específicos, que permiten el avance de trechos importantes en cada sesión.
Una enseñanza combinada
Política de Empresa arranca en el tercer trimestre del primer año del programa Master, y sitúa a los alumnos en el lugar del director general, para descubrir quién es y qué hace en la empresa. A lo largo de las sesiones se recoge la problemática general que enfrenta desde su posición de responsable del conjunto y se ofrece un marco conceptual para entender la naturaleza trascendente de la función y los medios fundamentales con los que cuenta para su desempeño.
En el segundo trimestre del área -primero del segundo año- aparece el concepto de «proceso de negocio», que descubre aquellas actividades -y su soporte- en donde la empresa hace dinero. Se desarrolla también el proceso de elección de futuro y la configuración del propio futuro elegido, abriendo al universo de variantes «caso por caso».
En el tercer trimestre -segundo del segundo año- surge el tema de la estructura, que es la disposición del trabajo de cada individuo dentro de la empresa, con un orden subordinado a la estrategia y al proceso de negocio. La estructura es gobernada por el director hacia aquel futuro e impulsa el avance mediante procedimientos específicos. Dirección e impulso llevan a la estructura a realizar el futuro. Al final del trimestre se presentan casos de instituciones no lucrativas y se desarrolla el tema de la relación entre empresa y sociedad.
A partir de este trimestre se inician los optativos. El primero de éstos es el curso de Empresas Familiares en el que aparecen los temas de dirección en la peculiar dimensión de las empresas de familia: fortalezas, debilidades, sociología, dirección y continuidad. En el mismo segundo trimestre se ofrece Dirección de Empresas de Servicio, Franquicias y Profesionales, que es la dirección de empresas oferentes de satisfactores cuyo contenido es esencialmente intangible, e incluye el estudio de una figura de crecimiento reticular difundida recientemente: la franquicia.
Ya en el tercer trimestre del segundo año, el programa ofrece un curso pleno de vivencias en el tema de Liderazgo y Poder, en el que participan profesores del área de Política de Empresa y de Control. Se combina la discusión de casos, acerca del contenido del liderazgo y la estructura del poder, en un ejercicio vivencial: «El juego del poder», donde el alumno se involucra profundamente, y desarrolla, además de los conceptos necesarios, diversas habilidades y actitudes en el uso del poder y en el ejercicio del liderazgo. En paralelo corre el trimestre de Dirección por Servicio, que ofrece el área de Política de Empresa con profesores del área de Dirección de Operaciones, en el que se presenta la dirección de todo tipo de empresas, enfocada desde el servicio al cliente; servicio entendido como satisfacción plena y permanente del diente con la empresa y con aquello que la misma entrega, sin importar que su contenido esencial sea tangible o intangible. Y servicio del que arranca una peculiar visión y estructuración de todos los procesos de la empresa que encuentran en este enfoque el sentido genuino de la Calidad Total. De hecho el trimestre viene a crear un enfoque nuevo a la moderna preocupación por la calidad.
La política de empresa en el IPADE ha crecido en amplitud pero fundamentalmente en riqueza. El contenido son los saberes para la dirección; para el gobierno de las empresas de negocios. Son saberes prácticos y como tales sólo pueden enseñarse por medio del ejercicio y de la vivencia intensa, al colocar a cada alumno, cada vez, en la piel del director de empresa, asta que se haga un poco como aquél.
(1) LLANO, Carlos. Análisis de la acción directiva. LIMUSA. México, 1979.