En la comedia, La comandante Bárbara (Major Barbara) de George Bernard Shaw, uno de los personajes principales recibe una iluminación espiritual y práctica, y toma consciencia de que «el mayor de los males y el peor de los crímenes es la pobreza» (sic). ¿Cómo podemos entender esta «irresistible verdad natural» (sic)? ¿La pobreza es un mal que sobreviene por mala suerte o es un mal provocado por un sistema de explotación? En algún sentido, sugiere la comedia, la pobreza estaría relacionada con malhechores. ¿A qué se refieren los personajes de Bernard Shaw? ¿Sugiere que la pobreza engendra criminales? Si así fuera, ¿por qué hay criminales de cuello blanco? ¿Les adjudicaremos una pobreza moral o espiritual que los lleva a hacer el mal y dañar a otros? Creo que llevar la cuestión a este terreno nos aleja del problema.
La pobreza puede ser experimentada como una injusticia, pero también como una urgencia que sumerge en un estado de total desesperación. Ambas experiencias pueden echar luz alguna sobre la relación entre pobreza, crimen y violencia. Si la pobreza es una condición provocada por un grupo de malhechores o por un sistema injusto, entonces no es descabellado reconocer la rabia y el anhelo de resarcimiento de quienes se perciben como víctimas de una injusticia. La desesperación en la que puede hundirnos la pobreza, como la urgencia provocada por el hambre –propia o de seres queridos–, la enfermedad, el pago de una deuda, puede orillarnos a cometer crímenes de diferentes tipos. En ambas experiencias de la pobreza reconocemos la indignación e ira que bien pueden impulsar una rebelión violenta.
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El economista y filósofo indio Amartya Sen toma la cita de Bernard Shaw para analizar el problema de la pobreza desde las dos vertientes del mal y el crimen. De acuerdo con Sen, no hay evidencia contundente de que la pobreza sea la causa unívoca del crimen y del incremento de violencia en la sociedad. Sen pone como ejemplo a la ciudad de Calcuta, India, la cual es no sólo una de las más pobres de las ciudades indias, sino también la que tiene la tasa de crímenes más baja. ¿Es Calcuta una excepción extraordinaria a la «regla» de la que la pobreza propicia violencia o el caso de Calcuta es una fuerte objeción a tal regla?
Sen considera que entre pobreza y crimen hay varios elementos en juego, por lo que la relación entre ambos depende de otros factores: situación política, ambiente social y cultural. Volviendo al caso de Calcuta, Sen llama la atención sobre otro factor que puede explicar por qué la tasa de crímenes es baja en dicha ciudad. Si bien la pobreza es generalizada en Calcuta, ésta tiene una larga historia de convivencia mixta. Es decir, los habitantes de Calcuta están acostumbrados a la diversidad cultural. El crimen y la violencia experimentados en otras ciudades y países también tiene que ver con una larga historia de intolerancia étnica y discriminación entre clases o grupos, y no sólo con la pobreza. Sin embargo, no hay que descartarla como uno de los factores, ya sea como causa o como efecto.
¿La pobreza es un mal
que sobreviene por
mala suerte o es un
mal provocado por
un sistema de explotación?
Sobre la cuestión de la pobreza como mal, como «el mayor de los males» según Bernard Shaw, Sen se pregunta si hay culpables detrás de la pobreza. Si es así, entonces habría que preguntarnos quiénes son. Sin embargo, encontrar a los causantes de condiciones de pobreza, explotación, inanición, no necesariamente resuelve la injusticia. Supongamos que los trabajadores de una fábrica de ropa están siendo explotados y obligados a trabajar en ella. Si se encarcela al patrón y se cierra la fábrica, estaremos acabando con el problema de explotación, pero ello no significa que hemos acabado con la situación de pobreza de los trabajadores, ahora desempleados. Aún en el caso de que estos trabajadores hubieran aceptado «libremente» laborar en esta fábrica (contrato leonino), aunque bajo pésimas condiciones de trabajo y un mal salario, cerrar la fábrica no resuelve la pobreza. Sin la creación de oportunidades laborales accesibles, eliminar a quienes explotan a sus trabajadores no es una solución. El problema radica en la falta de alternativas a un trabajo mal pagado y de malas condiciones laborales. ¿Qué otra opción queda cuando no se quiere optar por un trabajo como éste? ¿El desempleo y la inanición?
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DEFINICIONES DE POBREZA
Hemos hablado de la pobreza como un mal e injusticia ejecutados contra otros y sobre su relación con el crimen. Sin embargo, ¿qué es la pobreza? Ésta ha sido objeto de estudio de economistas, antropólogos, demógrafos. Pero también tiene su lugar dentro de la reflexión filosófica. En un magnífico libro, La pobreza: un estudio filosófico (2003), Paulette Dieterlen revisa las reflexiones de distintos filósofos sobre el concepto de pobreza. Jugando un poco al abogado del diablo, podríamos señalar este esfuerzo como una vanidad académica. ¿De qué sirve dar con la definición clara y precisa de la pobreza? A quien no tiene nada para comer hoy, quien carece de acceso a servicios de salud y educación, quien se pasa día y noche trabajando a cambio de un salario que bien podría ser nada, ¿qué bien le hará que quienes tenemos la barriga llena y un techo sobre nuestras cabezas encontremos un aparato crítico con el cual distinguir entre un pobre en Gran Bretaña y un pobre en Etiopía? Hasta aquí nuestra actuación como abogados del diablo.
Pero lo que Dieterlen subraya con claridad meridiana es que la definición de la pobreza y el análisis de sus orígenes, sus distintas caras y los diversos métodos para erradicarla son herramientas para las sociedades y gobiernos. Sin una definición precisa de pobreza no es posible el diseño y ejecución de políticas públicas eficientes de combate a la pobreza.
En una sociedad invidualista y frecuentemente egoísta, alguien podría preguntarse hasta qué punto somos responsables de la pobreza de otros. Si no vivo en condiciones de pobreza, ¿por qué debería interesarme en ella? Todos tenemos una idea de cómo queremos vivir nuestra vida. Ese proyecto depende de nuestros talentos, nuestras capacidades físicas e intelectuales, nuestros anhelos y nuestra constancia. Estos elementos dependen de nosotros. Diríamos que es aquello que está en nuestras manos, en nuestro poder. Sin embargo, existen otros factores independientes de nuestra voluntad que determinan qué tanto de ese proyecto de vida puede realizarse o no. Por ejemplo, la disposición genética a tener cierto grado de salud, haber nacido en una familia más o menos adinerada –afortunada–, vivir en un cierta zona geográfica, vivir en un entorno violento o de paz. Conscientes de estos elementos, podemos administrar aquello que tenemos a favor y en contra para realizar nuestro proyecto de vida.
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Esta reflexión nos lleva a dilucidar cuáles son las condiciones básicas o mínimas que nos permitirían siquiera tener la opción de imaginarnos a futuro, más allá de donde nos encontramos actualmente. ¿Cuáles podrían ser esas condiciones mínimas que pueden permitirnos –o impedir– ejercer nuestra libertad y perseguir lo que consideramos una buena vida? Probablemente pensaremos en tener satisfechas nuestras necesidades básicas. ¿Cuáles son éstas? Aquellas sin las cuales nuestro cuerpo y nuestra mente no pueden desarrollarse de tal manera que estemos en condiciones de actuar y de deliberar.
Suponiendo que nos consideramos parte de una comunidad de seres racionales, entonces estaríamos de acuerdo en considerar que esas condiciones mínimas para la concepción de una buena vida y su consecución deben estar al alcance de todo ser humano, de todo ser racional. John Rawls, filósofo estadounidense, considera que ejercicios mentales como éste pueden llevarnos a concebir cuáles son los bienes primarios o básicos que cualquiera estaría de acuerdo que deben ser accesibles para todo miembro de una sociedad decente y justa. Estos bienes primarios son concebidos por Rawls como aquello que, independientemente de los deseos y anhelos individuales, todo individuo desea tener más que menos.
Dado que en la sociedad existen grupos menos favorecidos que otros, es necesario, racional y deseable, de acuerdo con Rawls, pensar en cómo hacer que las diferencias entre grupos y clases estén justificadas. Rawls considera que sólo podemos justificar las desigualdades sociales si todos los miembros de la sociedad, particularmente los menos favorecidos de ésta, tienen al menos acceso a bienes primarios como libertad, el ingreso y el bienestar, y el respeto a uno mismo. Así, hay condiciones mínimas, bienes primarios, sin los cuales una persona no puede vivir.
Todos tenemos una idea
de cómo queremos
vivir nuestra vida.
Ese proyecto depende
de nuestros talentos,
nuestras capacidades físicas
e intelectuales, nuestros anhelos
y nuestra constancia.
¿Por qué debe importarnos la pobreza? Porque formamos parte de una sociedad cuyas diferencias económicas, sociales y culturales, pueden impedir el libre pensar y actuar de una persona en la consecución de su proyecto de vida como ser racional y digno. Pasar de largo sobre el hecho de que existen grupos menos favorecidos que otros nos vuelve cómplices de una sociedad irracional e injusta.
Ahora, volviendo a la definición de pobreza, Dieterlen sugiere que puede entenderse desde dos perspectivas: una económica y otra ética. La económica se centra en la carencia de recursos de un individuo, familia o grupo, para vivir de una forma mínimamente aceptable. Para poder vivir de una forma mínimamente aceptable es necesario contar con una nutrición adecuada que nos permita desarrollarnos física e intelectualmente para participar ya sea en el campo laboral como en el intelectual o educativo. Si no se cuenta con los recursos necesarios para cubrir las necesidades nutricionales de una persona, hablamos de pobreza.
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La desnutrición es uno de los factores más apremiantes y lamentables de la pobreza, pues es el inicio de un círculo vicioso: si hay desnutrición, es poco probable la participación óptima en el ámbito laboral, lo cual limita los ingresos económicos. Sin ingresos, es difícil hacerse de una alimentación balanceada, lo cual lleva a la desnutrición.
En otras palabras, la pobreza genera pobreza. Es necesario, por ende, romper el círculo vicioso.