Ejercer un liderazgo con base en «el poder por el poder», sólo genera colaboradores autómatas que realizan las tareas sin corazón. El verdadero líder inspira confianza, atrae la voluntad de los miembros de su equipo y les ayuda a desarrollar al máximo sus capacidades. Si la empresa cuenta con varios de ellos, los resultados positivos no se harán esperar.
*Resumen de la conferencia que dio el autor en el FORO ISTMO en noviembre de 2013.
El liderazgo supone la capacidad de mover a otros en una dirección. Cuando Aristóteles se preguntó por aquello que permite inspirar y mover a los demás, sugirió a la música en primer lugar, porque ésta mueve la inteligencia y el corazón. Cuando escuchamos nuestra canción preferida es casi inevitable comenzar a mover el cuerpo, buscando llevar el ritmo… recordar momentos, pensar.
Al atender un discurso es evidente que, en ocasiones, más que el contenido de lo que recita el orador, nos mueven el tono, los modos, el bagaje que está detrás y el lenguaje corporal empleado.
AMEDRENTAR O INSPIRAR… HE AHÍ EL DILEMA
Hay dos emociones, prototípicas para influir en los demás. La primera es el miedo, una pasión que inhibe o limita la acción, y hace que nos conduzcamos más fácilmente en una determinada dirección. Una persona que utiliza el miedo para influir en otros es un líder autocrático, pues consigue que la gente haga lo que él quiere, no tanto por convencimiento, sino por el pánico que infunde.
El miedo tiene una doble vertiente: por un lado mueve a la gente en la dirección deseada, pero por otro, provoca que la persona se paralice y se transforme en un autómata que ejecuta una tarea, no porque le ilusione, sino porque no tiene otra alternativa. Desafortunadamente su empleo para dirigir es muy común.
La otra emoción capaz de impulsar a las personas es la esperanza. Cuando algo ilusiona también motiva. Una persona al descubrir su capacidad de conseguir metas con su propio esfuerzo siempre se sentirá inspirada. Ésta es la otra manera de influenciar a la gente: inspirar, hacer que tenga confianza en sí misma, conseguir que crea que puede. Ejercer un liderazgo incitando la esperanza es un poco más complejo. No se necesita acudir a una academia para aprender a regir por la vía del miedo, a todos se nos ocurren mil maneras que además resultarían muy eficaces. Dirigir por inspiración es algo mucho más demandante porque se trata, no de que la gente haga lo que uno quiere porque uno lo dice, sino que las personas quieran, como objetivo o logro, lo mismo que uno quiere. Esto es algo mucho más poderoso.
En las organizaciones existen dos maneras de dirigir: a) por resultados u objetivos y b) por la persona. En la primera se buscan efectos concretos, se fijan parámetros y se mide en función de ellos. En la segunda opción el resultado también importa, sin embargo, lo que se desea provocar en la organización es mucho más complejo y difícil de medir pues, no sólo interesa el resultado, sino lo que le ha sucedido a la persona en el proceso de alcanzar ese resultado. Es un camino más arduo pero más gratificante y a la larga más eficaz y permanente.
Hay dos historias que pueden ilustrar la diferencia entre mover por el miedo o mover por la esperanza. En un pasaje de la Odisea se encuentran Ulises y su tripulación a punto de atravesar una región donde suelen naufragar todos los barcos porque se topan con las sirenas que seducen a los navegantes con sus maravillosos cantos, ocasionando que encallen en ese lugar y luego perezcan.
Ulises se caracteriza por ser un hombre astuto, así que diseña una estrategia para superar tal escollo. Decide tapar con cera los oídos de toda su tripulación para evitar que escuchen los cantos de las sirenas y sucumban ante sus encantos. Para sí mismo pide que lo aten al mástil, para escuchar el canto de las sirenas sin escapar del barco y perderse con ellas.
Con esta estratagema Ulises consigue dejar atrás el obstáculo, sin embargo no supera el problema, pues huye de él. Cuando a una persona se le tapan los oídos o los ojos para que no vea la realidad trabajará en la dirección deseada pero sólo de forma temporal. A lo largo de la historia ha habido diversos modelos de liderazgo cuyo mecanismo fue «tapar los oídos» y negar el acceso a la información que permitiría a las personas pensar diferente y elegir otro derrotero. Una suerte de dirección por eliminación.
Por otro lado, no deja de ser curioso que Ulises, el líder, enfrenta el obstáculo de manera distinta al resto de su tripulación: mientras los demás se privan de escuchar el canto de las sirenas, él decide gozar de ese placer aunque el precio sea estar amarrado para no sucumbir. Tal acción ilustra un anti-liderazgo, pues cuando una persona pide a la gente de su organización una serie de sacrificios que personalmente no está dispuesto a hacer, denota incongruencia. Uno de los primeros valores del líder es precisamente ir por delante y ser congruente.
En la tradición jurídica hay una distinción entre lo que se llama potestas, que es el mando que alguien ha recibido por una autoridad legítimamente constituida, y la auctocritas, que no está ligada a esta autoridad formal, sino que se desprende del prestigio que cada persona consigue con su propia actuación. Cuando un líder asume un rol por una potestas y no legitima esa autoridad con su auctocritas, la gente termina siguiéndolo porque no le queda de otra y no porque haya avalado con su conducta o quehacer la posición de liderazgo que ocupa.
Existe una narración paralela, también griega, que habla de otro viaje por la misma ruta. En esta ocasión en vez de ser Ulises y sus compañeros, aparecen Jasón y los Argonautas, quienes a diferencia de los protagonistas de la historia anterior, no tenían un plan diseñado y de improviso se vieron envueltos en ese dilema. Orfeo, dios de la música, lo resuelve al empezar a tocar melodías aún más bellas y encantadoras que las provenientes del mar, consiguiendo embelesar a su tripulación con su música y no con la de las sirenas.
Esta segunda narración ilustra muy bien cuál es el sentido de liderazgo al que debe aspirarse en una organización: lograr que se toque una música mejor que la propuesta, que el ideal y el ambiente sean tan atractivos que la gente elija, entre las distintas opciones, lo que es mejor para conseguir el objetivo trazado, porque se identifica profundamente con la tarea realizada.
LIDERAZGO, UNA PROPUESTA DE FUTURO
¿Qué quiere decir esto de tocar una música mejor? ¿Qué elementos podemos encontrar para afirmar tal situación? Cuando una persona dice algo y resulta convincente, se le cree porque inspira confianza; la confianza supone que alguien merece la fe suficiente para que se le crea algo, y se cree, no tanto por las demostraciones sino porque esa persona tiene una autoridad que hace creíble lo que está diciendo.
Como el liderazgo tiene que ver con el futuro y éste no ha sucedido, implica llevar a la gente a lograr algo que no se ha hecho y a esto no se puede mover más que con fe.
Aristóteles tiene una famosa frase: «‘Mañana habrá una batalla naval’. Sabremos si es verdadero o falso el día de mañana». Hoy no se conoce si es verdadera o falsa y hasta que no se verifique, no se sabrá. El liderazgo tiene que ver con una propuesta posterior, por eso algunos lo han definido como «la arquitectura del futuro». El líder inspira personas para diseñar el futuro y su propia mejora como personas y por lo tanto, su acción exige que el guía tenga la suficiente autoridad e inspire confianza para infundir en su equipo la idea de que aquello que se han propuesto realmente sucederá.
¿Qué se requiere para que creerle a alguien? ¿Qué elementos permiten cifrar esperanza o fe en otra persona? Hay varios aspectos importantes, el primero se relaciona con la capacidad que tiene el otro de comunicarse; hay gente que puede vislumbrar el futuro y que no trascendió como el personaje que solucionó el problema porque, aunque lo descubrió antes que otro, no tuvo la capacidad de comunicarlo con la misma fuerza.
El líder tiene la habilidad de persuadir o inspirar confianza, esto se relaciona con la manera en que se dirige a los demás, la seguridad con la que plantea el problema, las emociones que suscita en el otro… es algo complejo y multifactorial, pero hay gente que inspira confianza y gente que no. Ésta se infunde, en buena medida, por un tema de comunicación, empatía, acercamiento a las personas, capacidad de escucha, etcétera.
Curiosamente, algunas veces sucede que una persona, mientras más tiempo lleva en una posición de liderazgo, más susceptible es de dejar de escuchar, porque después de enfrentarse al éxito en numerosas ocasiones, cree que la causa del mismo es ella misma y que ya no necesita de los demás.
Por eso hay muchísima gente que logra ir de triunfo en triunfo hasta la derrota final, porque no aprendió lo más importante: su éxito no es unipersonal, tiene que ver con la capacidad de trabajar en equipo y reconocer que hay aspectos que otros hacen mejor. El día que se deja de escuchar y asombrarse con las aportaciones del otro, el día que se piensa que el indispensable es uno y no los demás, ese día se pierde la capacidad de ser líder, pues para hacerlo se requiere de un grupo de personas a las cuales guiar.
EL VERDADERO LÍDER ES VERAZ
Por una parte está la capacidad de persuadir e inspirar confianza, pero hay otro aspecto fundamental: la profesionalidad. Una persona inspira confianza porque hace las cosas bien, cumple sus cometidos y promesas, mantiene el rumbo y los ánimos de la organización en los tiempos difíciles. Esa profesionalidad es saber hacer bien las cosas, ser pertinente, creativo, capaz de avizorar el futuro y encontrar los medios para conseguirlo.
En este sentido existe una diferencia entre el líder y el soñador; el soñador es una persona capaz de plantearse grandes ideas, pero incapaz de lograrlas. En cambio el líder conjuga grandes sueños con grandes realizaciones, tiene la mirada puesta lejos y al mismo tiempo en lo concreto.
Otro elemento muy importante en la confianza: la veracidad. Cuando una persona no dice la verdad, se deja de confiar en ella. Puede ayudar para ilustrarlo un ejemplo muy burdo pero seguramente experimentado por muchos: se llama a un colaborador y se le pide un informe en calidad de urgente, éste responde que lo enviará en cinco minutos; sin embargo pasan dos horas y no se recibe. Se le vuelve a llamar y nuevamente dice que está por enviarlo y tampoco llega. A este colaborador, con el paso del tiempo, si mantiene esta conducta se le dejará de creer porque no es veraz.
Un líder consigue que su equipo le crea en la medida en que es una persona confiable, coherente y no sólo avala con palabras la verdad de las cosas, sino con hechos. No exige con urgencia un trabajo mientras él está jugando golf, argumentando que se dedica a las «relaciones importantes». Un verdadero líder es capaz de arremangarse para trabajar codo a codo y sacar ese asunto tan importante.
CONFIANZA: UN CÍRCULO VIRTUOSO
Por último, la confianza es un bien que se da cuando se recibe, para que los demás crean en uno es necesario creer en los demás. La confianza inspira confianza, y esto se nota, por eso una de las grandes virtudes del líder es la capacidad de delegar. En el fondo liderar es eso, «hacer que los demás hagan», lo cual implica desprenderse de la tarea y permitir que el otro se equivoque. Casi nunca pasa nada cuando la gente se equivoca: rectifica, vuelve a empezar y nuestro colaborador crece, pues aprende a resolver el problema y a experimentar el fracaso.
Un líder es capaz de sacar lo mejor del otro, hacer que una persona se mueva de una manera que jamás imaginó, conseguir que su colaborador sea incluso mejor que él mismo. En este sentido, el auténtico liderazgo corresponde a quien está dispuesto a desaparecer para que los demás brillen y a tener colaboradores que sean, en poco tiempo, mucho mejores que uno.