John Grisham
México. Montena, 2013
218 pp
Hace años, en la contraportada de algún libro de Grisham (Arkansas, 1955), una frase lo proclamó como el «nuevo Dickens». A mí me recuerda más el fenómeno Rowling: así como la inglesa nos introdujo masivamente al mundo de la magia, Grisham hace lo propio con el sistema judicial estadounidense. Era cosa de esperar que este maestro de los tribunales se adentrara en la literatura juvenil y nos llevara de la mano de un muchacho de trece años, abogado en ciernes.
Es el segundo libro del protagonista, pero al no ser una secuela, puede leerse independientemente del primero (Theodore Boone. Joven abogado). Además de su talento como investigador, Theodore pertenece a una familia unida en la que se apoya para salir de sus dificultades. Marco que se agradece en estos tiempos en que la literatura abunda en retratos de adolescentes solitarios y conflictivos.
La trama es sencilla (la misteriosa desaparición de la mejor amiga de Theo) pero la maestría de Grisham hace lo demás. No por nada ha vendido más de 250 millones de ejemplares en el mundo, traducidos a 38 idiomas. Una prueba apabullante de su reconocimiento como maestro del thriller judicial.