Adam Zagajewski
Barcelona. Acantilado, 2012
96 págs.
«En la iglesia del Corpus Christi enciendo una vela / a mis muertos, / que viven lejos de aquí, no sé dónde, / y siento que en la llama roja ellos también se / calientan». En Mano invisible, su más reciente poemario, Adam Zagajewski vuelve piadosamente la mirada al pasado inmediato de su Polonia natal, uno de los países más duramente castigados por las inclemencias ideológicas del siglo XX. El poeta no nos refiere el terror sino la nostalgia que le despierta el tiempo ido, las cosas que se perdieron como consecuencia de la devastación; desde la indefinición geográfica que le ha sido impuesta (Lvov, su ciudad natal, desde hace veinte años es parte de Ucrania), lee y entiende la literatura no sólo como refugio personal, sino como un camino inestimable a la concordia.
Nacido el último año de la Segunda Guerra Mundial, Zagajewski conoció la persecución y el exilio, de lo que ha dejado constancia en memorias como En la belleza ajena o Dos ciudades. Digno heredero de las lecciones de los grandes poetas polacos del siglo pasado –Herbert, Miłosz, Szymborska y Różewicz–, no sorprende que sea tenido como uno de los autores medulares de nuestro tiempo.