El autor recuerda de forma irónica que tenemos al alcance de la mano el remedio a todos los males.
Usted sabe que vamos tarde. Sin embargo, el extraordinario trabajo que hizo Al Gore antes de abandonar su trepidante carrera como burócrata en la administración Clinton, le permitió a la humanidad constatar que ninguna acción en favor del control climático será pequeña. Afortunadamente, la sociedad puso atención y manos a la obra para impedir que se nos derrita o congele el globo. Primero, zurcimos en tiempo y forma el agujero en la capa de ozono y, ahora, con nuestro enorme desarrollo tecnológico, hemos impedido que se achicharre el orbe.
El gran impulso a la tecnología y nuestros cerebros creativos e innovadores nos permiten dominar la creación. Incluso, hemos llegado a un nivel de control de nosotros mismos. Lo de menos es que controlemos el clima como el aire acondicionado. Difícil poder crear fórmulas para desarrollar la creatividad, controlar los berrinches de un niño o ser felices. Pero, aunque complejo, lo hemos logrado.
Esto fue una conquista que nos tomó bastante tiempo. Entre las grandes mentes que nos permitieron llegar a este punto de avance y progreso insospechado se cuenta la de René Descartes. Presa de la desesperación provocada por los filósofos, Descartes aplicó el método matemático a toda la realidad; así se libró de subjetividades, afecciones anímicas que enrarecen la ética y alteraciones mentales, a todas luces inadmisibles, en una sociedad diseñada para el progreso.
Otro gran progresista fue Iván Pávlov, el Steve Jobs de la psicología. Como bien recordará, Pávlov consiguió fascinantes resultados a partir de la cadena estimulo-respuesta que le permitieron ir avanzando en el conductismo hasta dominar a perritos y palomas; posteriormente, los experimentos de Pávlov nos han permitido controlar también a la especie humana, es decir, a nosotros mismos.
Privilegiados herederos de Descartes y Pávlov, hoy contamos con fórmulas para remediarlo todo: si usted está triste o amargado, es porque quiere. Debería de ir a terapia a que le dijeran qué botoncito apretarse y listo. Es como el calentamiento global. ¿Cómo lo arreglamos? Apretamos el botoncito de «menos emisiones contaminantes» y ¡tará…!, adiós calor, adiós tsunamis, adiós descongelamiento de los polos.
¿Quiere usted ser, por ejemplo, creativo? Busque el método y aplíquelo. ¿Necesita usted cambiar su forma de ser porque es deplorable? Vaya al terapeuta, que le arreglen, que le ajusten y a ser feliz. ¿Que no puede ser feliz? También hay remedio para lograrlo.
Para todo hay una fórmula, para todo hay un método que nos permita descubrir el comportamiento de nuestros clientes y podamos venderles más, aumentar la cadena de valor y conquistar el planeta. ¿Lo duda? Pregúntese por qué no tiene lo que más desea. ¿Ya? Pues porque no lo quiere de verás. Querer es poder. ¿No tiene pelo? Vaya e injérteselo. ¿Es un gordo? Tome reduxtronix plus y baje esas lonjas. ¿Se le olvidó quién tomó la Bastilla? Vaya a Wikipedia.
¿La vida es un arte? ¡Pamplinas! La vida es una carrera hacia el éxito y nosotros somos la cumbre de la creación. ¿Por qué? Porque lo medimos todo y creamos remedios para dejar la tristeza, para ser más listos, para vender más. La era del conocimiento es la era de las métricas. Ningún pensamiento escapa ya a la mente humana. La derruida torre de Babel ha iniciado su reconstrucción y vamos derechito al triunfo, que es lo único que importa. Citius, altius, fortius, lo demás son resabios de la nostalgia que nos dejaron las historias de Shakespeare que, para nuestra fortuna, ya casi nadie lee.
El gran impulso a la tecnología y nuestros cerebros creativos e innovadores nos permiten dominar la creación. Incluso, hemos llegado a un nivel de control de nosotros mismos. Lo de menos es que controlemos el clima como el aire acondicionado. Difícil poder crear fórmulas para desarrollar la creatividad, controlar los berrinches de un niño o ser felices. Pero, aunque complejo, lo hemos logrado.
Esto fue una conquista que nos tomó bastante tiempo. Entre las grandes mentes que nos permitieron llegar a este punto de avance y progreso insospechado se cuenta la de René Descartes. Presa de la desesperación provocada por los filósofos, Descartes aplicó el método matemático a toda la realidad; así se libró de subjetividades, afecciones anímicas que enrarecen la ética y alteraciones mentales, a todas luces inadmisibles, en una sociedad diseñada para el progreso.
Otro gran progresista fue Iván Pávlov, el Steve Jobs de la psicología. Como bien recordará, Pávlov consiguió fascinantes resultados a partir de la cadena estimulo-respuesta que le permitieron ir avanzando en el conductismo hasta dominar a perritos y palomas; posteriormente, los experimentos de Pávlov nos han permitido controlar también a la especie humana, es decir, a nosotros mismos.
Privilegiados herederos de Descartes y Pávlov, hoy contamos con fórmulas para remediarlo todo: si usted está triste o amargado, es porque quiere. Debería de ir a terapia a que le dijeran qué botoncito apretarse y listo. Es como el calentamiento global. ¿Cómo lo arreglamos? Apretamos el botoncito de «menos emisiones contaminantes» y ¡tará…!, adiós calor, adiós tsunamis, adiós descongelamiento de los polos.
¿Quiere usted ser, por ejemplo, creativo? Busque el método y aplíquelo. ¿Necesita usted cambiar su forma de ser porque es deplorable? Vaya al terapeuta, que le arreglen, que le ajusten y a ser feliz. ¿Que no puede ser feliz? También hay remedio para lograrlo.
Para todo hay una fórmula, para todo hay un método que nos permita descubrir el comportamiento de nuestros clientes y podamos venderles más, aumentar la cadena de valor y conquistar el planeta. ¿Lo duda? Pregúntese por qué no tiene lo que más desea. ¿Ya? Pues porque no lo quiere de verás. Querer es poder. ¿No tiene pelo? Vaya e injérteselo. ¿Es un gordo? Tome reduxtronix plus y baje esas lonjas. ¿Se le olvidó quién tomó la Bastilla? Vaya a Wikipedia.
¿La vida es un arte? ¡Pamplinas! La vida es una carrera hacia el éxito y nosotros somos la cumbre de la creación. ¿Por qué? Porque lo medimos todo y creamos remedios para dejar la tristeza, para ser más listos, para vender más. La era del conocimiento es la era de las métricas. Ningún pensamiento escapa ya a la mente humana. La derruida torre de Babel ha iniciado su reconstrucción y vamos derechito al triunfo, que es lo único que importa. Citius, altius, fortius, lo demás son resabios de la nostalgia que nos dejaron las historias de Shakespeare que, para nuestra fortuna, ya casi nadie lee.