Directoras en Monterrey, Guadalajara y México. ¿En qué se parecen y en qué no?

¿Cómo han alcanzado puestos en la alta dirección? ¿Con qué apoyos cuentan y a qué han debido renunciar? No forman grupos homogéneos, pero sí tienen algunas características comunes, como la relación con la ciudad donde viven,
la edad y la etapa de vida de cada momento.

No todo ha sido «color de rosa» para las mujeres que han alcanzado puestos de alta dirección en México. Muchas tuvieron que renunciar a diferentes aspectos de la vida como tiempo de entretenimiento, vida social, mejor preparación o asuntos de familia. Y además, sortear experiencias negativas, por ejemplo, verse obligadas a renunciar a un trabajo por influencia de su pareja o ser víctimas de acoso sexual.
¿Cómo han hecho para llegar a donde se encuentran? En lo cotidiano, cuentan con el apoyo de su familia, especialmente de padres o suegros y de su pareja, mientras que en el ámbito laboral, tienen el apoyo de su equipo de trabajo, de su jefe y de la empresa misma.
Además, argumentan poseer gran capacidad para trabajar en equipo, asumen su posición de liderazgo, no temen tomar la iniciativa y hacerse cargo de las relaciones públicas. Pero si hablamos de sus áreas a mejorar, admiten tener problemas en el manejo del estrés, para lograr equilibrio emocional, para delegar responsabilidades y manejar los conflictos.
Por otro lado, salta a la vista que las mujeres en puestos de alta dirección no forman un grupo homogéneo, sino que existen diferencias con respecto a dos variables: el lugar donde trabajan (plaza) y su edad.
Todo esto se desprende de un estudio realizado por IPSOS2 para el Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD), del IPADE.
Es un hecho que, en las últimas décadas, la proporción de mujeres que participa en la fuerza laboral se ha incrementado de manera asombrosa. Muestran antecedentes similares a sus pares masculinos y se suman a un estilo de liderazgo participativo. Sin embargo, pocas llegan a ocupar puestos de alta dirección en las empresas.
Como las señales del mercado –donde la decisión de compra es mayoritariamente femenina– indican que la oferta de talentos de la participación de las mujeres va en aumento, las empresas empiezan a considerar el tema con mucha mayor seriedad.
DISTINTAS PLAZAS, DISTINTO LIDERAZGO

Como primer acercamiento, el estudio buscó conocer cómo viven y qué piensan hoy esas mujeres directivas en México.
Se realizaron entrevistas telefónicas a un total de 405 directoras de distintas empresas: 75% de tamaño mediano y 25% grande. Según el giro de su actividad, estas empresas son 18% manufactureras, 48% de comercio y 34% de servicios. De las entrevistadas, 49% trabaja en la ciudad de México, 25% en Guadalajara y 26% en Monterrey.
A grandes rasgos, las diferencias se resumen así: las directivas de la ciudad de México parecen sentirse mejor preparadas sobre todo en lo relativo a liderazgo, relaciones públicas, creatividad, asertividad y motivación de colaboradores. En cambio, las de Monterrey consideran que sus fortalezas residen, además del liderazgo, en la iniciativa, el manejo de personal, la comunicación, la ejecución de planes, el equilibrio trabajo-familia y el manejo de conflictos.
Por su parte, las directoras de Guadalajara parecen sentirse menos capacitadas en las competencias mencionadas, pero admiten que son buenas en el trabajo en equipo, las relaciones públicas y la negociación (ver gráfica 1).
En lo profesional, las directivas de la ciudad de México se sienten más presionadas, con menos apoyo y en la necesidad de realizar grandes renuncias para desarrollarse profesionalmente. Sin duda, algunos de estos factores las llevan a que se muestren menos satisfechas con su vida en general y tengan mayores expectativas en el rol de la empresa.
Por su parte, las de Monterrey muestran mayor nivel de satisfacción, cuentan con más apoyo y esperan menos de la empresa, pero más de sí mismas. Y, en Guadalajara, las mujeres en la alta dirección muestran estar medianamente satisfechas, pero sienten que no cuentan con gran apoyo de sus parejas, colegas, la empresa e incluso de las políticas públicas (ver gráficas 2 y 3).
Sin embargo, los datos de IPSOS muestran que tampoco se puede hablar de «las mujeres en la alta dirección en una ciudad» como un grupo uniforme; es preciso considerar las diferencias determinadas por la edad.
LOS AÑOS CUENTAN
Evidentemente, la realidad de una mujer en la alta dirección con 30 años, soltera y grandes perspectivas de desarrollo profesional, es muy distinta a la de su colega de más de 50 años, con hijos y amplia experiencia en su área.
Por un lado, al decidir sobre lo profesional, las mujeres menores de 50 años mostraron que priorizan la posibilidad de incrementar sus ingresos. En cambio, a partir de los 50 años, parecen quitar relevancia a lo económico para concentrarse en los nuevos retos que un puesto presentaría y a las condiciones en que se realiza el trabajo.
En el camino recorrido, todas las directoras entrevistadas admiten haber tenido que renunciar a su tiempo para el entretenimiento y sólo las más jóvenes (20 a 25 años), resienten no haber podido lograr una mejor preparación.
Al considerar la satisfacción con respecto a su vida en general, no sorprende ver que las mujeres de mediana edad son las que peor se califican y son también las que más expectativas tienen de que la empresa las ayude a encontrar condiciones adecuadas para su desarrollo personal, en la familia, en la empresa y en la sociedad. Es en esta edad mediana (desde que se convierten en mujeres-profesionales-esposas-y-madres), cuando el ciclo de vida de la mujer-madre choca con el de la mujer-profesional y, de no encontrar una solución, es posible que la empresa pierda capital humano.
LAS QUE ELIGEN SALIRSE
En 2003, Lisa Belkin, describió este fenómeno en Estados Unidos y lo llamó la «revolución de elegir-salirse». Esta autora generó un gran revuelo en la prensa de negocios al argumentar que cada vez más mujeres elegían dejar sus promisorias carreras para dedicarse a ser madres de tiempo completo. Belkin destaca que aumenta el número de mujeres que, siendo ambiciosas y exitosas profesionalmente, deciden salirse del mercado para dedicar más tiempo a su familia. Lo consideran una «pausa» en sus carreras, y redefinen lo que significa el éxito y la felicidad en sus vidas.
Una de las mayores limitaciones de los argumentos de Belkin es que se trata de un grupo selecto de mujeres que pueden decidir dejar de trabajar porque cuentan con parejas con un ingreso y prestaciones suficientes para cubrir las necesidades de su familia.
Numerosos autores niegan esta tendencia, entre ellos Williams, Manvell y Bornstein, argumentan que en los pocos casos en que las mujeres dejan su carrera, es por la inflexibilidad de las empresas, la falta de prestaciones especiales para atender a sus hijos y la discriminación por maternidad. En cambio, Denise Cornier, sostiene que estas mujeres deciden dejar sus promisorias carreras porque se sienten aisladas debido a dos factores: primero, porque sienten que no «encajan» en la cultura masculina de la alta dirección y, segundo, porque no poseen una red social que les brinde un sentido de pertenencia y de contención.
¿CUÁL SERÍA EL COSTO DE PERDERLAS?

En México, actualmente, según se desprende del estudio de IPSOS, las mujeres en la alta dirección entre 31 y 45 años, se sienten poco satisfechas y a diario equilibran las exigencias personales con las profesionales. Asumiendo que son mujeres con carrera, en quienes ha invertido la empresa y que se cuenta con ellas para asignarles mayores responsabilidades en el futuro, ¿cuál sería el costo de perderlas?
Algunas empresas en México están empezando a considerar prioritario el desarrollar y retener el talento femenino.
Las mujeres entrevistadas que ocupan puestos de alta dirección mostraron que renunciar a su vida social, tiene para ellas un impacto positivo en lo profesional y negativo en lo personal. No pueden tener mucha vida social porque deben terminar su trabajo para asumir otras responsabilidades fuera de la empresa (sean familiares o no).
En cambio, piensan que renunciar a una mejor posición profesional tendría un impacto positivo en lo personal y, obviamente, negativo en lo profesional. Creen que su vida personal sería más satisfactoria si renunciaran a una mejor posición profesional. Esta es la encrucijada en la que se encuentran algunas mujeres en la alta dirección.
Aunque la reconciliación del trabajo y la familia es hoy una ambición de hombres y mujeres de todo el mundo, ¿cuántas de estas mujeres están dispuestas a dejar de lado aquello que tanto les ha costado lograr? Por otro lado, ¿pueden hacerlo o su familia cuenta con ese ingreso?
Hoy el gran desafío es redefinir el rol del trabajo en lo personal, dentro de la familia y de la comunidad, con vistas a vivir mejor en cada una de esos ámbitos. Ahora bien, ¿qué estamos haciendo dentro y fuera de la empresa para lograrlo?
Bibliografía
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1 IPSOS, empresa internacional e independiente que hace investigación de mercado (www.ipsos.com). Datos basados en el informe entregado por IPSOS, no se cuenta con datos adicionales para profundizar lo aquí descrito.
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*Bajo la dirección de la doctora María del Carmen Bernal y la licenciada Alejandra Moreno Maya, del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección, IPADE.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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