Con apenas 14 años, Laura estaba muy interesada en crecer, hacerse notar y salir con compañeros del colegio, inquietudes muy comunes entre jóvenes de su edad. Comenzó a tener contacto con uno de sus compañeros de escuela, dos años mayor que ella y considerado el «más popular». La trataba como una niñita boba y Laura hacía lo imposible por llamar su atención, pero él sólo se divertía. Un día, su nuevo amigo comenzó a presionarla para que demostrara que no era una niña inocente, como parecía; si quería salir con él tendría que comprobar que ya era una mujer.
Su deseo de ser popular la llevó a aceptar la maliciosa propuesta de su compañero: tomarse fotografías provocativas. La chica en principio no accedió, pero después de mucha presión del joven y de los «sabios» consejos de sus amigas, aceptó con una condición: sólo él podría verlas. Sin embargo, el chico nunca tuvo la intención de conservarlas y las repartió entre sus amigos, quienes las difundieron rápidamente por las redes sociales más visitadas.
Tales acciones definitivamente no consiguieron que Laura tuviera la popularidad deseada y la hicieron víctima de ciberbullying, obligándola a soportar insultos, burlas y el acoso de otros jóvenes, quienes al ver sus fotografías, la tacharon de «chica fácil». Basta con leer un poco sobre el tema para encontrar miles de situaciones parecidas.
Esta nueva forma de relacionarse entre los jóvenes se conoce como sexting. El término se compone de dos palabras en inglés sex y texting, pues comenzó con los mensajes de texto vía celular. Hoy, el poder de las nuevas tecnologías ha detonado el problema a niveles alarmantes, ya no sólo hablamos de texto y fotos sino también de material en video.
Según una encuesta realizada por la Alianza por la Seguridad en Internet (ASI) a 10 mil estudiantes de entre 12 y 16 años, casi 8% ha enviado imágenes de desnudos y semidesnudos propias; 36.7% conoce a alguien que haya enviado imágenes y más de 10% ha participado en mensajes de texto con contenido sexual. El estudio menciona también que en México hay más de 11 millones 600 mil personas entre 6 y 19 años, lo que significa que alrededor de 4 millones conoce a alguien que ha participado de estos mensajes.
Estas cifras son alarmantes. Los jóvenes deben tener muy claro que al enviar una fotografía suya jamás volverán a controlar su destino. Podría parar en cualquier lugar y poner en peligro la reputación del fotografiado, sin contar las complicaciones legales que acarrea su difusión. Según la Unidad de Investigación Cibernética de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, el sexting podría calificarse como pornografía infantil, delito que se persigue de oficio.
Se han reportado casos de jóvenes que tienen fotografías comprometedoras de sus parejas y las obligan a diversas actividades sexuales bajo la amenaza de publicarlas. «Juegan con el poder» y tal vez ni siquiera noten que están cometiendo un delito.
Tan sólo en Facebook hay más de 750 millones de usuarios y la cifra se incrementa cada día. Es importante que sociedad y gobierno entiendan el poder de estas redes pero también sus peligros y dediquen esfuerzos a la prevención de este problema antes de que se convierta en el cáncer de nuestros jóvenes.
Los esfuerzos de los padres y las escuelas por prevenir estás prácticas son insuficientes. Hoy más que nunca las familias deben inculcar valores en sus hijos, pues si bien las personas que participan de esta distribución son responsables del daño que ocasionan, la responsabilidad está en la persona que decide realizar este tipo de fotografías y subirlas a la red a disposición de todo el mundo. Definitivamente es momento de actuar desde todas las trincheras.
Recomiendo visitar los sitios www.ciberbullying.com y http://asi-mexico.org/sitio/index.php. Además, el sitio www.pantallasamigas.net ofrece información y videos de apoyo para prevenir a los jóvenes y a sus padres sobre estas prácticas.