Trabajo en una empresa farmacéutica mediana. Hace poco, con motivo de un mensaje anónimo de los miles que circulan por la web, se suscitó entre los directores de la empresa una discusión, inaudita desde mi punto de vista. Ese mail afirma sin dar ninguna prueba, que una sustancia es particularmente dañina para el organismo. Ese componente está presente en varios medicamentos de la competencia, pero no en los nuestros; a decir verdad, no lo hemos utilizado para no encarecer los productos.
La mayoría de los integrantes de la junta de directores decidieron que armar una pequeña campaña para multiplicar ese mail por millares sería muy beneficioso para nuestra compañía, invirtiendo incluso parte del presupuesto de marketing para ampliar bases de datos y facilitar los asuntos técnicos. Yo protesté afirmando que es poco ético hacerlo, pero se rieron de mí, sugerí investigar entonces si es cierto que esa sustancia es dañina, pero se rieron también: «no vamos a pagar por hacerle la tarea a nuestra competencia; no lo generamos nosotros, ni sabemos si es verdad o mentira sólo se trata de darle un empujoncito…». En la discusión quedé como un profesional quisquilloso y pusilánime que incluso antepone cualquier razonamiento para dificultar la prosperidad de la compañía.
Por ningún motivo puedo renunciar a mi trabajo, pero me siento desubicado y me costará un gran esfuerzo recuperar el prestigio que tenía previamente ¿algún consejo sobre cómo debí actuar o cómo hacerlo a toro pasado?
Los asesores sugieren
1 «Soy amigo de Platón, pero más aún de la verdad» es una noble frase que se atribuye a Aristóteles y que tiene su origen en su libro la Ética Nicomaquea. No me parece que ser quisquilloso sea la actitud que se manifestó en esa junta, sino respeto por la verdad y por los límites que ésta impone. Me parece que fue francamente buena e inteligente tu forma de proceder y las sugerencias que planteaste. Por otro lado, la prosperidad de la compañía, siendo un buen objetivo, sin duda, tiene límites éticos, como todos lo sabemos. Con lo que se pretende hacer se está desatando una guerra sucia, y eso es muy peligroso, pues como toda acción no-ética tiene un efecto boomerang: siempre revierte negativamente en los que la causan y termina arrastrándonos a todos.
Es lógico sentirse desubicado en un ambiente en el que no se respeta la verdad y se trastoca el orden ético. El consejo, a toro pasado, será hacer una evaluación sincera de las posibilidades reales de influir aunque sea gradualmente en ese ambiente y empresa hacia el establecimiento de un orden o código de ética, y empezar a trabajar en esa dirección. Si esto no fuera posible, siento mucho decirte, pero habrás de empezar a buscar un trabajo en un ambiente éticamente más solvente.
Armando Reygadas
Abogado especialista en Ética de Empresa
2 Calumniar es dañar la reputación de una persona o institución con mentiras. Difamar es dañar la reputación revelando verdades negativas a quien no debe conocerlas. Como el caso del médico que revela información confidencial del paciente.
Difundir esa información es calumniar, si se carece de la certeza de que tal sustancia es dañina. Incluso podría acarrear consecuencias legales. Si, en cambio, se demuestra científicamente que la sustancia de la que habla es peligrosa, la información puede difundirse, pues el público tiene el derecho a esa información.
Hay dos puntos que atraen mi atención. El primero: la competitividad debe basarse en la calidad y precio del producto propio, no en la ruina del otro. Enfocar la competitividad de forma negativa es inmoral e ineficaz. Debemos vender más porque nuestros productos son mejores, no porque la competencia quebró.
El segundo punto. Un consejo que piensa de esa forma, ¿tratará de mejor manera a sus empleados? Quizá ahora mismo no pueda usted cambiar de trabajo, pero debería cuestionarse si está en el mejor lugar para crecer profesionalmente.
César Valdivieso
Profesor de Ética y Filosofía