El lenguaje no verbal que usamos a diario supone alrededor de 65% de lo que comunicamos en una conversación. Quienes nos rodean notan cuando no hemos dormido bien o la diferencia entre el antes y el después del primer café de la mañana. Todas esas cosas delatan quiénes somos, en qué estado ánimo nos encontramos y muchos detalles más.
En internet, restringimos la imagen que damos de nosotros mismos a la vista y al oído. Perdemos ese 65% de comunicación no verbal que implica hablar a una persona a los ojos. Además, escogemos las imágenes para mostrarnos ante los demás en nuestra mejor versión. Sólo podrán ver momentos seleccionados de nuestras vidas, de los que nos sentimos orgullosos. No hay nada malo en ello, es natural no querer hacer gala de nuestros defectos, ni siquiera es algo propio de internet, en el mundo desconectado (offline), cuando conocemos a alguien, no le contamos nuestras fallas ni llevamos nuestra peor ropa a la primera cita, tratamos de mostrar nuestras fortalezas como es normal; el punto es que en internet esta labor resulta más eficaz y puede prolongarse cuanto se quiera en el tiempo. Así, sin darnos cuenta, creamos avatares que se parecen mucho a nosotros y que resultan versiones controladas de nosotros mismos, simplificadas a la vista y al oído, mejoradas quizá con nuestras virtudes más destacadas y sin los defectos.
INTERNET: UN MUNDO DE AVATARES
Este juego funciona tan bien que podemos llegar a pensar que no interactuamos con personas reales sino con perfiles de internet. Por eso, nuestro avatar escribe frases ocurrentes en el muro de la compañera con la que casi no hablamos en la oficina, o simplemente gritamos al mundo por Twitter que ganamos un helado extra o que nuestro equipo va perdiendo, todas estas cosas, quizá no las haríamos en una plaza pública. Pareciera que en las redes sociales digitales todo vale, todo está permitido.
Sin embargo, es una falacia, en internet seguimos siendo los mismos. Todos sabemos historias de personas que pierden trabajos por tener abierto Facebook, o de alguna confusión de correos electrónicos que llevó a una ruptura sentimental. Pero podemos pensarlo también en positivo y hacer sentir mejor a un amigo en un chat o conectar a alguien que necesita trabajo con alguien que da empleo en LinkedIn. Aunque sea fácil olvidarse, somos las mismas personas en la red que fuera, nosotros somos las personas detrás de los perfiles.
Ciertos comportamientos que tenemos en internet son análogos a comportamientos mal educados en el mundo físico. Todos sabemos cómo comportarnos en el mundo desconectado (offline), tenemos nociones de qué es correcto y educado, pero se nos olvida hacerlo en el mundo en línea.
Para ayudarnos a formar una sana vecindad en internet, surge la netiqueta.
¿QUÉ ES «NETIQUETA»?
Netiqueta es la versión castellanizada del término netiquette, que surge de la mezcla del vocablo inglés net (red) y del francés etiquette (etiqueta, normas de buen comportamiento). Puede decirse que la netiqueta se refiere a la manera educada de comportarse en la red.
La red es un medio nuevo y aún no se establecen las maneras adecuadas de comportarse, ¿cuál es el protocolo a la hora de enviar un e-mail? ¿cuál es la manera educada de contestar una discusión de Facebook? ¿cuándo nuestros tweets son demasiado insistentes? ¿cómo invito a los demás a leer mi blog?
La netiqueta es un intento de establecer las normas de la buena convivencia en internet, análogo a la manera de comportarse en la mesa, normas de buena vecindad que basta aprender para llevarse bien con otros internautas.
Sin embargo, aun con esas normas, independientemente de si las creemos buenas o no, existe el peligro de convertir la netiqueta en un modo de no molestar a otros perfiles y mantenerlos en tu lista de seguidores, olvidando a las personas que están detrás. La netiqueta no responde a una verdadera ética, como las buenas formas en la mesa, por sí mismas, no suponen estar pensando en el bien del otro. Por eso, es necesario pensar primero en una ética que dé consistencia a la netiqueta.
Hay que dar un paso más allá e ir de las buenas formas en internet a la búsqueda de la bondad. Es decir, pasar de la netiqueta a una nética.
DE LA NETIQUETA A LA NÉTICA
...No debe trazarse una frontera entre la moral individual y la moral social. Si deseamos mantener esta doble nomenclatura, lo que es del todo legítimo, hemos de advertir inmediatamente lo que ya dijimos: que no se trata de morales diferentes, ni de dos morales, sino que la segunda es la expresión y trasunto de la primera, y en ella encuentra su origen y cimiento. (Llano, 1997).
En las redes sociales digitales no tratamos con computadoras sino con personas, el canal es lo único que varía. La ética que necesitamos en internet no es distinta sino simplemente un reflejo de nuestro modo de actuar diario en un nuevo medio. Detrás de cada perfil de Facebook hay una persona, detrás de cada tweet existe un otro que lo escribió y que no sólo merece nuestro respeto, sino que supone una oportunidad para nuestra bondad. La ética de internet es una extensión de nuestra ética diaria.
A pesar de ello, el juego de avatares y la novedad de los medios nos llevan en ocasiones a hacer cosas que jamás haríamos en el mundo real. El tratar bien a los demás, no es mantenerlos a nuestro lado, ni buscar que sigan en nuestras listas de invitados. Es al revés, los tratamos bien porque nos caen bien o les tenemos algún tipo de aprecio; por eso intentamos no molestarles y hacerles la vida agradable. De ello surgen una serie de acuerdos sociales que ampliamos a los demás, incluso a los desconocidos, atenciones mínimas que dedicamos a cualquier persona por el simple hecho de serlo y que aumentamos según se incremente nuestro nivel de amistad.
La netiqueta es sin duda un buen acercamiento a la convivencia de los internautas, no obstante, desde mi punto de vista, no es suficiente dar un catálogo de normas más plegadas al medio que a las personas. Hay que ir un paso más allá y establecer un comportamiento ético en internet. No hablo de una ética propia para internet, sino de ver cómo la ética de nuestra vida diaria puede aplicarse a estos medios.
Ésta es, en su mayor parte, una labor semántica: encontrar un lenguaje propio del medio que exprese las sentencias éticas y que permita localizar en internet el sujeto de deber, en qué modo está presente el otro, etcétera; y por otro lado, es una labor de búsqueda de la persona, de reencontrarnos detrás de sus avatares, ver siempre al otro como un yo detrás del perfil e integrar nuestros actos en línea con nuestra vida analógica.
Con los siguientes ejemplos busco mostrar simplemente tres ocasiones en que la ética de nuestra vida diaria puede aplicarse en internet, para que cada quien piense en qué otros casos podría incurrir en errores parecidos.
TRES EJEMPLOS PRÁCTICOS
1. La capacidad de influir y el honor a la verdad
Gracias a la democratización de los medios tenemos el potencial para influir a miles de personas. Pero no podemos engañarnos, no todos contamos con el mismo carisma para conseguir que la gente nos siga; tanto en la vida desconectada (offline) como en línea (online) existen líderes natos capaces de conseguir que sus opiniones modifiquen las de los demás.
Cuantos más seguidores, mayor es la capacidad de influencia sobre un tema en concreto. Nuestro deseo de buscar la verdad no debería aumentar con el número de seguidores, pero nuestra responsabilidad sobre las consecuencias de lo que decimos, sí.
Si doy información errónea a una persona, ella puede cometer un error, si la doy a 20 mil, tengo 20 mil potenciales errores a mi cargo. Si lo hago en una página wiki no tengo manera de saber el alcance de mi error. En internet hay que ser aún más cautelosos que en la vida real.
Se nos hace fácil abrir un blog de música o de cocina, uno de política o de historia. Damos remedios caseros en Yahoo respuestas, basándonos en vagas experiencias de otros y editamos la Wikipedia sin contrastar nuestra información. Precisamente donde las consecuencias de un malentendido tiene más alcance es donde prestamos menos atención al rigor de la información. Debería ser justo al revés.
2. El peligro de la netiqueta: no ver al otro como fin
Me gusta pensar en cualquier red social como una fiesta en la que hay distintos grupos que tienen como enlace en común mi persona, y tal vez algunos otros amigos comunes. Se nos hace difícil pensar que uno organizara una fiesta y en la invitación incluyera un listado con los teléfonos de todos los asistentes, no porque nos parezca mal educado, sino porque estamos pensando que a nuestros amigos les gustaría recibir llamadas interesantes y no de cualquier persona de la que no saben nada. Tratamos de respetar su intimidad y cuando por alguna razón debemos dar su teléfono a un tercero solemos preguntarles, o al menos avisarles. No obstante, se nos hace muy fácil mandar un mail a todos nuestros contactos sin ocultar las direcciones del resto.
En nuestro quehacer diario por internet no nos damos cuenta de que la falta de un espacio físico no implica una red de contactos distinta de la que tenemos en el mundo desconectado (offline); no nos percatamos de que son los mismos grupos de personas que conocemos en la vida desconectada (offline); los que se replican en las redes sociales digitales, y que esas personas merecen el mismo trato que les daríamos en la vida analógica.
3. Privacidad ajena
Nada tiene de extraño guardar recuerdos, fotografías videos y anécdotas de nuestros amigos. Mi propio álbum de fotos físicas está repleto de personas a las que quiero, con las que he convivido en mayor o menor medida y de las que guardo grandes recuerdos. Siempre que enseño estas fotos están dentro de un contexto y, dependiendo del interlocutor, cuento las anécdotas de una manera u otra.
Cuido a mis amigos de malentendidos ante otros. Es más, en la mayor parte de las ocasiones en que estas fotos salen a relucir, ellos están presentes para contar qué estaban haciendo o por qué tenían tal cosa puesta. Sin embargo, no cuelgo en el pasillo de mi casa las fotos de mi concuño dormido en el teatro, a la vista del primero que llegue y fuera de todo contexto.
Si no hago esto con las fotos de casa, ¿por qué habría de colgar en internet todas las fotos de un viaje a la vista de
todos mis amigos, conocidos, compañeros de trabajo, amigos de amigos, conocidos de conocidos y compañeros de trabajo de mis compañeros de trabajo? Cuando subimos fotos a internet, nos olvidamos que no en todas salimos solos y que igual que cuidamos nuestra imagen debemos cuidar la de los demás.
El mayor peligro es que en internet las fotos carecen de un contexto adecuado, no tenemos manera de moderar los hechos dependiendo del interlocutor, nuestros amigos no están presentes para ver qué caras ponen los otros cuando ven sus fotos.
Por otra parte, al colgarlas en alguna red social, ampliamos el círculo de aquellos que tienen cierto tipo de relación con nosotros, haciéndolas semipúblicas, tal cual si las pusiéramos a la vista de todos en el salón de casa, en nuestra oficina, en nuestro gimnasio y llevarlas a reuniones de nuestra promoción de la universidad. Deberíamos pensar si esto puede molestar a nuestros amigos, dedicar un minuto a preguntarnos si a ellos les agradaría o si nos agradaría a nosotros. Nuestros amigos están cuidando su imagen en la red, no suben cualquier foto, ¿por qué no haríamos nosotros lo mismo por ellos?
De cualquier forma, no hay que exagerar, yo sé que la mayor parte de mis amigos estaría de acuerdo en que comparta sus fotos, y de los que tengo duda no las subo o les pregunto, tardo un segundo en ponerles un mensaje y la respuesta suele ser afirmativa. No se trata de no subir más que nuestras propias fotos y no compartir en absoluto nuestra vida con nuestros amigos. Se trata de cuidar su imagen con el mismo celo con que cuidamos la nuestra. Pensar qué tipo de fotos suben ellos y si encontramos alguna que no corresponda, simplemente dejarla fuera y subir las demás. Y en el último de los casos, si alguno nos pide quitar tal foto, basta con dedicar unos segundos a bajar esa imagen de nuestro álbum público y guardarla en el cajón de nuestras vacaciones privadas.
BIBLIOGRAFÍA
Blanco, S. (2010). Netiqueta 2.0 V.1.0 España disponible en: http://www.filmica.com/sonia_blanco/archivos/010371.html