Virginia Aspe, Carlos Llano, Rocío Mier y Terán, Jorge Morán y Héctor Zagal. Editorial Cruz. México, 1996
La decisión surge no sólo por las deliberaciones intelectuales, sino también por las acciones con las que me decido como sujeto.
El libro recoge cinco artículos. Abre con el artículo que se titula «Algunas precisiones en torno al concepto de ousía», en el que Virginia Aspe señala las insuficiencias de la interpretación fenomenológica de Stein respecto a la ousía aristotélica y hace un interesante recorrido por los distintos sentidos del concepto ousía.Después del recorrido, Stein concluye que Aristóteles se queda únicamente con dos sentidos. Aspe desarrolla la argumentación necesaria para mostrar que el estagirita no reduce los sentidos de ousía.
Por su parte, Carlos Llano, en el ensayo «La reflexión de la proairesis aristotélica», afirma que la antropología filosófica clásica no se termina en Aristóteles, pero es un hecho que todo estudio serio toma su principio de él. En este estudio, Llano se limita a reflexionar sobre la acción humana, específicamente la elección: la disyuntiva planteada por Aristótles de si la elección es inteligencia operativa o apetito intelectual. Esta aporía atraviesa toda la Ética nicomaquea inclinándose unas veces hacia una versión intelectualista de la libertad y otras al voluntarismo.
EL OBJETO QUE DECIDE
El autor afirma que esta cuestión ha quedado resuelta por Santo Tomás como inequívoco intelectualista: el Aquinate al fundamentar su solución recurre a la observación de cómo suceden nuestras decisiones. Llano apunta que en la respuesta a dicha problemática, un elemento importante en juego es el sujeto que decide. Toda decisión expresa la vida interior del sujeto, que al reflexionar encuentra si la elección ha de hacerse, ya que el objeto en sí mismo no tiene capacidad para decírselo resueltamente. Además, señala con base en la filosofía tomista que las decisiones pueden darse de tres modos: que el bien elegido sea el mejor, que el individuo valore una circunstancia particular del bien considerado y, finalmente, por la disposición del hombre que decide. Al señalar los modos de la decisión, subraya que dos de ellos hacen referencia al sujeto que decide. Con base en lo anterior, Llano refiere al carácter subjetivo de la decisión. A modo de conclusión afirma que la decisión surge no sólo por las deliberaciones intelectuales, sino también por las acciones con las que me decido como sujeto.
LA NATURALEZA DEL HÁBITO Y EL MÉTODO
El tercer ensayo, «Prioridad del acto en la génesis de los hábitos operativos», de Rocío Mier y Terán, establece un diálogo con la tradición aristotélica a través de Tomás de Aquino al tratar el origen metafísico del hábito, es decir, su naturaleza. El hábito sólo es sensible per accidens en la acción, por eso la autora indaga en las condiciones de posibilidad de su génesis.
«Los momentos metodológicos en Aristóteles» de Morán, es el trabajo que se presenta en cuarto lugar. El estudio recoge la doctrina aristotélica del método, en el que la metafísica y el método son inseparables. Morán sostiene que al adentrarse en el estudio de un filósofo no se pueden separar las tesis de su método sin malinterpretarlo. Así, el método forma parte de la filosofía tanto como las tesis. No todo se conoce de la misma manera, no todo se presenta con el mismo grado de certeza, sino que hay que atender, en cada caso, a su naturaleza. Los distintos métodos son las distintas vías de acceso a la realidad. Por esta razón, el autor se propone exponer los distintos métodos que Aristóteles utiliza dependiendo de la materia en cuestión.
El artículo final es «La argumentación aristotélica contra el socratismo» de Héctor Zagal, que pretende mostrar que la ausencia de una teoría completa de la voluntad lleva a Aristóteles a quedarse encerrado en el intelectualismo con el agravante de utilizar el recurso silogístico.