La piedra de toque del hombre de negocios es «la capacidad de emprender esa empresa única e importantísima que es la propia vida».
Carlos Llano subraya, como ha hecho por muchos años, que para ser mejor empresario, se debe ser, como condición primera, mejor hombre en las dimensiones humana y existencial, de modo que las transformaciones requeridas «no son las de descubrir un hombre nuevo, sino las de ser plenamente el hombre que ya somos».
Destaca la exigencia del nuevo empresario: «lo que debe cambiar es el empresario mismo» y afirma que «después de dos mil quinientos años de las propuestas socráticas, sabemos bien que una cosa es ver con claridad y otra muy distinta mejorar la conducta», de modo que la piedra de toque del hombre de negocios es «la capacidad de emprender esa empresa única e importantísima que es la propia vida». De ahí se deriva que las demás empresas en que nos embarquemos en la vida, por grandes que sean, «serán a la postre propias de jardín de niños o meros castillos de arena».
Tras la introducción, desarrolla el tema en nueve capítulos; cada uno, por sí mismo constituye una verdadera investigación, que se entrelaza con los demás y permite apreciar la experiencia y profundidad de pensamiento de su autor.
Resume las cuestiones críticas de las empresas que exigen del empresario un rasgo caracterológico distinto del que tiene y que se debe a que ha alcanzado en los negocios metas de las que se siente orgulloso. Más adelante describe cuatro estilos de estrategias para el empresario que define Howard Stevenson (de Harvard Business School): promotor, emprendedor, administrador y accionista y compara este enfoque con el de Douglas McGregor, quien polariza dos estilos: autoritario y participativo. Llano refiere a una encuesta aplicada a más de mil empresarios sobre nueve características de estilos de mando y otras nueve sobre el perfil de la estrategia, para concluir con algunas características sobresalientes del ejecutivo mexicano y después comparar las tipologías directivas mexicanas y estadounidenses.
«Dirigir es anticiparse a la crisis. Hay líderes que lo son en los momentos críticos; pero ahora hay que saber serlo antes de que llegue la crisis». Sobre esta afirmación, ilustra las acciones emprendidas por varios directores de empresas internacionales ante alguna crisis y las lecciones que se pueden extraer de ellas.
Acoger las diferencias
Expone también un amplio panorama de campos en que la empresa moderna precisa «aplicar el principio de complementariedad por encima del principio racionalista de la disgregación del todo en sus partes, las cuales terminan ya no en la disgregación, sino en la controversia». Insiste en detectar la enfermedad común de «prepotencia llamativa y orgullo vanidoso» en el ámbito directivo antes de sugerir el remedio para la forja del nuevo empresario: «Lo más importante no es ser un empresario total, sino un hombre completo», afirma Llano.
«En lugar de que la actividad de la empresa invada con su tecnología y su sistemática al ámbito de la persona humana –la que merecería entonces el calificativo de empresario total– la tendencia que analizamos, consiste en promover que los valores de la persona humana en cuanto tal, invadan la actividad de los negocios: que no siga siendo el valor de la persona el gran desplazado por el trabajo de la empresa».
El nuevo empresario en México es una muestra más de que la prolífica pluma de Carlos Llano no deja de sorprender con nuevos hallazgos y modos inteligentes de tratar los temas de dirección con un profundo conocimiento del hombre y su acción directiva.