Preguntarnos qué quedará del 63 Festival de Cannes obliga a una valoración global del certamen. Como siempre, una inflación de películas imposibles de ver en diez días, solo constatar que la saturación sigue siendo el signo de los tiempos. Quedarán sin duda los gestos políticos (la petición de liberación del director iraní Jafar Panahi) y el mal humor de los repatriados de Argelia contra la película de Rachid Bouchareb; también la irritación ante ciertas proyecciones, una apertura que no revelaba ningún descubrimiento decisivo; mientras los valores consagrados, siguen dominando aunque sus obras traduzcan cierta repetición.
Este Festival tendrá el triste privilegio de pasar a la historia por una «Palma de Oro» incomprensible, que dejaba de piedra a toda la asistencia la noche de los premios y que parecía más una broma pesada que el fruto de una madura reflexión.
Durante el certamen se repetía a menudo que Cannes 2010 era el festival de dos películas, Des hommes et des dieux de Xavier Beauvois y de Another Year de Mike Leigh. El juicio no debe modificarse aunque solo la película de Beauvois fuera recompensada. Es sin duda radical reducir el Festival a dos películas, naturalmente hemos visto muchas cosas más que merecen atención, pero sólo esas dos películas pasaban airosamente la prueba de calidad excepcional.
COMO SIEMPRE, MUCHA POLÍTICA
Las películas de Cannes han sido siempre un reflejo del mundo que aparece en la evocación histórica o en forma de panfleto político. Los ataques contra Berlusconi provocaban la ira de un Ministro italiano, pero la denuncia de Sabina Guzzanti en Draquila-l’Italia che trema era un petardo mojado. Incluido en la selección a última hora, Ken Loach, volvía con Route Irish a las películas de denuncia. Esta vez era la guerra en Irak y las milicias privadas asimiladas por Loach a bandas de criminales impunes. Aunque la película contiene aspectos interesantes, todo se malogra en el intento de demostración política. Como ésta no marcha comercialmente en América, Doug Liman ha sido prudente en Fair Game; única película americana en la competición. Naomi Watts interpreta a Valerie Plame, agente de la CIA, que con su marido (Sean Penn) habían intentado desmontar la idea de que Sadam Hussein poseía el arma nuclear. De buena factura cinematográfica la película se esfuerza en centrarse en los problemas humanos de la pareja protagonista, pero la intención política no puede escamotearse.
Otras veces la política se manifiesta visitando la historia. Así el monumental documental titulado Autobiografía de Nicolae Ceauşescu de Andrei Ujica, tres horas de proyección, cuyas imágenes salen, sin comentarios, de la televisión rumana, para hacer el recorrido del hombre fuerte de su país, disidente del comunismo ortodoxo, pero al fin perdido en la megalomanía del poder absoluto, para concluir su carrera de forma trágica.
EL FRESCO HISTÓRICO
La política se manifiesta también en películas históricas como las de Nikita Mikhalkov y Rachid Bouchareb. El primero, con una obra monumental que sería continuación de Quemado por el sol (1994) que contaba la desgracia del glorioso general Kotov del ejército rojo en el momento de las purgas estalinianas. Kotov (siempre interpretado por Mikhalkov) ha conseguido evadirse y con una falsa identidad se enrola como simple soldado. El tema de la película es la guerra contra el nazismo en la que se va a poner en relieve la heroicidad del pueblo ruso.
Ocho años fueron necesarios para preparar y rodar la película de la que sólo vemos ahora una mitad que dura dos horas y media. El espectáculo es impresionante, pero después de la sutileza de Quemado por el sol, todo parece aquí demostrativo y didáctico, recordando irresistiblemente el cine soviético incluso si la ideología nacionalista está reforzada por una nota claramente religiosa.
En fin la película histórica más comprometida de Cannes este año ha sido Hors la loi de Rachid Bouchareb, continuación de Indígenas (2006) que contaba las aventuras de tres argelinos en el ejército francés durante la segunda guerra mundial. Los tres personajes vendrán a Francia donde proseguirán destinos diferentes, desde los cabarets de Pigalle, a la dirección del FLN (Frente de Liberación Nacional) que multiplica las acciones terroristas para obtener la independencia de Argelia. La polémica, comenzada desde que la película fue seleccionada en Cannes, era atizada en torno a la versión de una masacre que tuvo lugar el 8 de mayo de 1945, y que los repatriados de Argelia consideran no fiel a la verdad. Imposible aquí zanjar la cuestión solo decir que la película parece inspirarse en el «cine negro» americano, más que en el cine francés y que debe tomarse como un testimonio más ante el tribunal de la historia.
Decíamos que la apertura no dio grandes revelaciones. La satisfacción de que África volviera a Cannes después de trece años de ausencia con Un homme qui crie de Mahamat-Saleh Haroun, y del lado de los países del Este está también la premier de una película ucraniana de Sergei Loznitsa My Joy o de la rumana de Kornél Mondruczó Tender Son-The Frankenstein Project. En estos dos últimos casos descubrimos una voluntad de originalidad no siempre coronada por el éxito y que se traduce en un hermetismo excesivo.
TRAMAS SOCIALES
Queda aún la vena social representada por Alejandro González Iñárritu, con Biutiful interpretada por Javier Bardem, o de La nostra Vita de Daniele Luchetti, con Elio Germano. Biutiful es una coproducción mexicana-española, rodada en Barcelona; nos preguntamos si la ciudad es decisiva en la historia. Seguramente no, y prácticamente nada, salvo un plano general de la ciudad con la Sagrada Familia, evoca a la capital catalana. Los personajes son chinos o africanos pues estamos en los bajos fondos de Barcelona, que esta vez justifican el nombre de «barrio chino».
Es cierto que la acción podría tener lugar en cualquier gran ciudad europea, donde existe la inmigración clandestina y la explotación de una mano de obra a bajo precio. Desde las primeras imágenes comprendemos que será una tragedia. Uxbal (Javier Bardem) se practica un examen médico y le diagnostican un cáncer que le deja solo unos meses de vida. Seguimos después al personaje, que cuida a sus dos hijos y que está separado de su mujer, Marambra (Maricel Álvarez), víctima de la droga.
El medio de vida de Uxbal no es brillante, sirve de contacto a un policía corrompido para facilitar el trabajo clandestino de familias enteras chinas. Uxbal ejerce también ciertos poderes mágicos, consuela a las familias de los difuntos medio pago, para transmitir siempre un mensaje consolador. Todo ello lo hace un personaje profundamente trágico, angustiado por sus responsabilidades de padre, por sus acciones egoístas hacia los clandestinos y ya de cara a una muerte cercana. González Iñárritu filma el itinerario de Uxbal como una verdadera pesadilla agravada por la muerte por accidente (aparatos de calefacción defectuosos) de un numeroso grupo de clandestinos chinos.
La película se basa en el trabajo de Javier Bardem, quien logra transmitir las contradicciones de su personaje, sus angustias y sus dudas. El relato cobra, gracias a él, una dimensión humana, a pesar de presentar siempre un ambiente sórdido, de miseria física y moral. Con todo, el realizador deja en la última imagen, que prolonga la primera de la película, una puerta abierta a la trascendencia.
Presente en la competición hace 19 años con Le porteur de serviette, Daniele Luchetti vuelve bajo pabellón italiano al Festival. La Nostra Vita no tiene pretensiones «neo-realistas», únicamente realistas, basadas en la imagen de una Italia actual. Luchetti se interesa en el caso humano de una familia víctima de una tragedia ordinaria. El guión de Sandro Petraglia y Stefano Rulli cuenta la historia de Claudio (Elio Germano), un albañil, padre de dos hijos y en espera del tercero. Está profundamente enamorado de su esposa Elena (Isabella Ragonesse) quien muere en un parto difícil y deja al viudo la responsabilidad de sus tres hijos. Claudio decide luchar en la vida para darles los medios materiales que él no ha tenido. La muerte de un vigilante rumano dará a Claudio la oportunidad de avanzar en la escala social. Sus hermanos le ayudan, pero la mano de obra no es fácil de controlar. La aparición de la familia del rumano muerto contribuye a complicar su situación.
Para aumentar la verosimilitud de la historia, Daniele Luchetti recurre a verdaderas familias, por las relaciones entre padres e hijos, ello da al juego de los actores un dinamismo que contribuye al realismo de las situaciones. Se barajan temas del momento como la inmigración clandestina y el de los trabajadores al margen de la ley. Pero en todo ello parece huirse de la película social o políticamente comprometida. Luchetti se ocupa de definir sus personajes y cuenta con el dinamismo de Elio Germano, eje esencial de la película. El único reproche que puede hacerse a La Nostra Vita es el de precipitar el final feliz tras acumular los obstáculos. Es preciso señalar la coincidencia de que los premios de interpetración van a actores que encarnan dos padres que, en ambientes distintos, luchan denodadamente para sacar adelante a sus hijos.
CONOCIDOS QUE NO CONVENCIERON
En el capítulo de autores conocidos que no han convencido es preciso citar a Bertrand Tavernier (La Princesse de Montpensier), Takeshi Kitano (Outrage), Mathieu Amalric (Tournée) a pesar del premio a la dirección de Im Sangsoo (The Housemaid), que tiene un aire de serie americana con fuertes concesiones al erotismo. El juicio fue menos negativo en lo que concierne Wang Xiaoshuai (Chungqing Blues), Lee Chang-dong (Poetry) y Abbas Kiarostami (Copie conforme).
En un registro de cine elemental, casi amateur, habría que colocar la Palma de Oro para Lung boonmee raluek chat de Apitchatpong Weerasethakul. Poco que decir de una película de Tailandia, que hubiera despertado la simpatía y condescendencia que merece toda obra sincera que pretende ofrecernos un mundo cultural desconocido. Colocada bajo los focos de la actualidad su indigencia cinematográfica es evidente y la decisión del Jurado aparece como un gesto de conmiseración hacia una obra venida de un país lejano.
LAS FAVORITAS DEL PÚBLICO Y LA CRÍTICA
Es la cuarta vez que Mike Leigh viene a Cannes (Palma de Oro en 1997 con Secretos y mentiras) y nunca ha defraudado. Un matrimonio maduro Gerri y Tom (Ruth Sheen y Jim Boadbent) y su hijo Joe (Olivier Maltman) forman una familia feliz, el paño de lágrimas de Mary (Leslie Manville) que acumula fracasos amorosos y se deja tentar por el alcohol, Ken (Peter Wigth) se interesa en Mary pero ella no lo soporta. A lo largo de las cuatro estaciones la acción se desarrolla con gran justeza y una profunda humanidad. Se habla del amor, la amistad, la solidaridad y los personajes son tan auténticos que nos obligan a compartir penas y alegrías. La ausencia de Another Year del palmarés es simplemente escandalosa.
Des hommes et des dieux, lo decíamos antes era la gran revelación del Festival, que ha encontrado su lugar adecuado en la lista de premios. Y nada indicaba que Xavier Beauvois iba a ser capaz de dar vida al profundo drama de Tibhirine. Una comunidad de monjes cistercienses instalada en un pueblo argelino vive en perfecta armonía con los habitantes de la región, de religión musulmana, pero que agradecen los servicios que los monjes les prestan.
Todo es fácil y natural, testimonio de la solidaridad humana, pero la situación se agrava en Argelia, en 1991 tras el éxito en la primera vuelta de las elecciones, del Frente Islamista de Salud (FIS). La anulación de la segunda vuelta lanza el país en una espiral de violencia que culmina con el asesinato del Presidente Boudiaf en enero de 1992. El GIA (Grupo Islamista Armado) intensifica el terrorismo y lanza un ultimátum a los extranjeros para que abandonen el país. El dilema de los monjes quedarse o partir. Éste es el eje dramático de la película en el que los monjes, algunos partidarios de partir, se suman a la causa de continuar su misión de caridad y de paz en una región sacudida por la violencia.
El fin de la historia es conocido, al menos en parte. Los monjes fueron secuestrados y retenidos como rehenes. Ante la negativa de las autoridades de hacer concesiones, sus cabezas fueron encontradas en una carretera, los cuerpos nunca fueron recuperados. La película termina cuando los monjes con sus guardianes se pierden en un camino nevado. Xavier Beauvois con un formidable equipo de actores ofrece un ejemplo de caridad extrema con una grandeza particular: la vida de oración de los monjes y la estricta observancia de la comunidad son respetadas. No hay discursos ni explicaciones. La sobriedad es el arma decisiva para transmitir realidades espirituales.