Quien logra dar nombre a una idea empieza ya a dominarla. Los primeros cronistas contaban que Adán decidió en el Paraíso cómo debía llamarse a cada especie animal y a cada planta. Porque así conseguía hacerlas suyas.
La pereza, la supuesta objetividad de trasladar al pie de la letra el lenguaje de los políticos, entre otros, hace que los informadores asuman expresiones inventadas por otros. Y muchas veces ese invento no lo motiva precisamente la intención de comunicar la realidad con precisión, sino de disfrazarla.
Muchos medios sucumbieron y entraron en el juego de pretender edulcorar la realidad con palabras más suaves, que pueden ser un simple rodeo, un disfraz o una falsedad. Entonces hablan de «niños en situación de calle», de «adultos mayores», de «ejecuciones», de «interrupción del embarazo» o de «pro choice» en vez usar las palabras claras que designan a cada realidad.
Con información de: Alex Grijelmo, El estilo del periodista.