Vivimos en la era del consumo, del deseo, de lo desechable y de la información, y como tal hemos llegado a percibir que nuestro propio cuerpo encaja en estos parámetros. «Deseo ser más fuerte, pues ándate al gimnasio y toma fibra, proteína, hormonas o más para verte como un luchador». «Deseo ser siempre joven, pues ve a buscar al cirujano plástico para que te dé un rostro joven». «Quiero ser más alto, pues busca al mejor ortopedista y pídele que te alargue los huesos de las piernas para que aumentes en estatura hasta 3 o 4 cm». «Mis antecedentes familiares indican una predisposición al cáncer de mama, ovario y útero, pues a los 35 años extráelos para que no se presente el cáncer». «Necesito muchos días de vigilia», «recomiéndame algo para el dolor de cabeza», «estoy triste, dame la pastilla para ser feliz».
Existen reemplazos de articulaciones, de órganos, de cara, de manos, de pelo; todo es reemplazable, la tecnología y el conocimiento han llegado al punto de generar tejidos fuera del cuerpo, cultivarlos para luego colocarlos sustituyendo a lo que no sirve, como en el caso de la piel.
Y con la decodificación completa del genoma humano se piensa que hasta las medicinas serán hechas a la medida del paciente, que desde antes de nacer se conocerá la tendencia a diferentes enfermedades, que las vacunas se cultivarán en frutas o verduras para comerlas y no inyectarlas.
«Uno de los grandes sueños de la tecnociencia es la promesa de que los científicos puedan efectuar modificaciones en los códigos genéticos en forma semejante a la manera en que los programadores de computadoras editan un software». La enfermedad sólo se ve como un error de codificación.
Hasta la clonación obliga a pensar en una especie de selección de individuos predestinados a diferentes actividades y servicios, mejor adaptados a su medio. ¿Estamos dispuestos formatear cuerpos y almas con solo una meta, la productividad, el dominio de otros, la dirección o el arte?
LA VIDA ¿ES PROGRAMABLE?
Pareciera que el acceso al conocimiento, nos hace menos sensibles olvidando el principio de la unidad biopsicosocial del hombre. Su libre albedrío, alma, sentimientos, aprendizaje o valores.
Pareciera que la vida se ha convertido en información y por tanto es programable, es decir, permite, entre otras cosas, corregir sus fallas. Pero, ¿será una posibilidad real para todos los seres humanos? O habrá seres de primera merecedores de todo y de segunda a quienes se les niegue hasta lo necesario.
Sueño de trascender con la ayuda de herramientas tecnocientíficas como la informática, algo así como la evolución posbiológica que creará un hombre postorgánico. Cada vez más inmune a las enfermedades y al envejecimiento, con partes reemplazables.
Es deber del médico, como parte instrumental de este cambio, mantener el pensamiento crítico para refutar este pensamiento tan poco factible, que deseen hombres con partes reemplazables y preprogramados, a los que se despojó de mente y sentimiento, que interactuarán con la sociedad sólo en una forma programada y no más.
La tecnociencia desempeña un papel fundamental en la construcción de nuestras visiones del mundo, las maneras como definimos a la naturaleza, la vida y el ser humano, pero el hombre tiene libre albedrío. Y ninguna ciencia, y menos la medicina, deberá dejar a un lado su visión humanística por la del científico, ni considerarse como un proveedor de servicios tendientes a satisfacer el deseo de sus «clientes».
El peso de lo ambiental y lo cultural van modulando la experiencia humana y las soluciones técnicas para corregir las «fallas» inscritas en los organismos deben ser sometidas sí, al criterio médico pero éste no ha de someterse ante el consumismo o deseo de sus pacientes, siguiendo siempre los conceptos bioéticos antes de lo técnico.
LA TECNOCIENCIA REBASA LOS SUEÑOS
El futuro «es hoy», la ciencia y tecnología han avanzado durante los últimos cincuenta años lo que tardaron en surgir durante miles de años. Pero no todo es bueno, ni aplicable; la salud y el cuidado del cuerpo son valores universales que van a tener que lidiar con la preeminencia del comercio y del dinero como principal facilitador de la vida.
La medicina de hoy engloba una gran diversidad de prácticas, conocimientos y valores. Su meta es la cura y sobretodo la prevención, pero en aras de mantener al hombre en mejores condiciones, definiendo qué es el hombre y cuáles son los valores universales que persigue.
El hombre no es un consumidor de servicios médicos, es un paciente y como tal se pone en las manos expertas del médico, que a su vez debe mantenerse actualizado, agregando a su arsenal terapéutico las nuevas tecnologías, revalorando cada una junto con sus implicaciones y explicando al paciente cuándo se usan y cuándo no son recomendables.
La información ha cambiado muchos aspectos bioéticos de la práctica médica, que se están revalorando, pues aún no se sabe cuál será su impacto sobre la vida. Las intenciones son buenas: que el paciente no sufra, que viva más, que no experimente deterioro físico… pero algunas de estas intenciones deben retomarse y plantear sus consecuencias, como sucedió al aumentar la expectativa de vida de 50 a casi 90 años.
Hoy existen personas de más de 70 años con cáncer, artrosis o Alzheimer cuyo deterioro físico les implica gran sufrimiento. Los sistemas de salud no cuentan con sitios donde ofrecerles un trato decoroso y los que hay no tienen personal capacitado o son muy costosos. Las poblaciones de adultos mayores han aumentado y rebasado incluso el promedio de niños o adultos.
La ciencia y la tecnología crecen y rebasan los sueños del ser humano, se hacen realidad antes de lo que se piensa, pero sus implicaciones son el verdadero motivo de estudio para tomar decisiones salomónicas. En este mundo de la información, el médico debe estar al tanto de todo lo que pasa para medir la trascendencia de cada nuevo hecho y de esta forma orientar su impacto sólo hacia los beneficios, desechando todo lo que altere la calidad de vida de sus pacientes.