Para un médico, el cuerpo humano es la superficie visible sobre la que actúa la medicina con sus actitudes y valoraciones propias. Para un filósofo, el cuerpo es expresión; en la corporeidad descansan las raíces de la individualidad, la intimidad y el sentido moral.
Estas ideas resultaban generales y válidas hasta hace poco tiempo, pero ante la avalancha de conocimientos novedosos e inesperados surgen nuevos enfoques que pretenden aclarar o replantear el significado de la corporeidad.
¿Acaso la ingeniería genética y la utilización de las partes celulares y sus productos, implican una nueva forma de entender al cuerpo humano? Los actuales cambios en la idea de corporeidad, ¿serán los adecuados para dar sentido a una nueva forma del ejercicio médico?
Proteger a las futuras generaciones debería ser la prioridad, pero no es una premisa tan sencilla, en parte porque los verdaderos alcances de la biotecnología no se podrán apreciar sino a través de su prueba en el tiempo y también, porque nada garantiza que todos sean benéficos.
La realidad resolverá próximamente algunas de estas preguntas y en otras, las consecuencias sólo podrán evaluarse a largo plazo; las decisiones que se tomen entretanto deben considerar esta variable.
DE MISTERIO A SIMPLE PROBLEMA NUMÉRICO
A partir del siglo XVIII, surge una nueva corriente dualista en las ciencias de la salud. El antecedente mecanicista de Descartes evoluciona hacia una visión matemática de la realidad. El modelo no es nuevo, lo novedoso es la posibilidad real de aplicarlo al hombre a través de la biotecnología. Para el actual científico, el modelo matemático es el deber ser de la realidad observada, se convierte en el mundo posible, y el científico no excluye al hombre de este proyecto.
La visión matemática y molecular del cuerpo humano, permite crear modelos ideales sobre los que se pueden intentar cambios reales, verdaderas modificaciones en la corporeidad humana.
Las posibilidades son tan radicales que urge encontrar respuestas en una nueva filosofía de la ciencia, que ya no basa su conocimiento en la mera observación y descripción de los fenómenos, sino en la creación de hipótesis en las que se han ampliado las capacidades humanas, a través del uso de la tecnología. Esta posibilidad se materializa especialmente en el área de la ingeniería genética.
Desde un modelo matemático, la corporeidad se reduce a materia y se presenta en la forma más abstracta posible. Lo humano se considera solamente una serie de bases químicas manipulables y pasa de ser un misterio, a un simple problema numérico.
La biología molecular y la innovación tecnológica, representada por la biogenética, permiten a la humanidad modificar la naturaleza en una forma radical, insospechada hace unas décadas. El cambio implica el abordaje directo del proceso evolutivo humano, que se ha manifestado paulatinamente a través de pequeños cambios producidos en cientos o miles de años. Ahora, la mano del hombre puede acelerar este ritmo potencial de mutación a minutos.
La idea matemática del cuerpo, choca con la realidad del ser humano vivo, que no se reduce a la materia, sino que se proyecta a la vivencia y a la convivencia. Como dijimos, para la visión filosófica, en la corporeidad se afinca la individualidad, la intimidad y el sentido moral; se hacen patentes la privacidad, integridad, respeto y confidencialidad que se proyectan en la inviolabilidad de la persona.
Al respecto Diego Gracia apunta: «…esa revolución está suponiendo un cambio drástico, radical en dos áreas de la ética a saber, la gestión de la vida y la gestión del cuerpo. Y como toda vida humana es siempre y por necesidad corpórea, aún puede incrementarse la condición y decir que nos hallamos en un periodo revolucionario, en el tema concreto de la gestión del cuerpo, en el manejo de los valores que determinan el modo de gestión del cuerpo…».1
Es necesario que las ciencias básicas, empíricas y filosóficas se encuentren, dialoguen y propongan en conjunto, una idea más acorde y actual de la realidad humana.
En el debate de la bioética, el valor de la corporeidad es el fondo de las discusiones sobre el acto médico, como la interrupción del embarazo, el diagnóstico prenatal, la psicocirugía, los cuidados terminales, la eutanasia, la experimentación y en especial, el uso del cuerpo y sus partes a través de los trasplantes y la genética.
EN BUSCA DEL «HOMBRE PERFECTO»
La biotecnología amplía el campo del acto médico que ahora incluye, desde el limitado y tradicional manejo terapéutico, hasta la consideración perfectiva del ser humano.
Mainetti califica este hecho como una «voluntad demiúrgica» de la nueva tecnología biomédica: «…se aprecia ya en una medicina del deseo o desiderativa, que no se conforma, como creía Chesterton, con el cuerpo humano normal y sólo trata de restaurarlo. El arte de curar se ha vuelto fáctico y no meramente correctivo, promesa de mutaciones vertiginosas por las cuales, en ciertos aspectos, la condición humana deja de ser una realidad irreparable, sustantivamente irreformable. Este pigmalionismo biomédico somatoplástico [la voluntad de transformar el cuerpo humano a través de la biotecnología] no es como otro de nuestros saberes y poderes, pues nos obliga a repensar la vida, lo que ahora llamamos bioética, en su naturaleza humana: individual, familiar, social, política y cósmica. La transformación actual del cuerpo humano modifica el correspondiente mundo de la vida, y la pregunta por el ser del hombre se torna en la pregunta sobre, ¿qué debemos hacer de él?».2
Con la trasplantología (área esencial de la tecno-biología que incide directamente sobre la idea del cuerpo humano) y la biogenética se presenta la posibilidad de obtener al «hombre perfecto», un ser humano, producto no ya de la dialéctica natura-cultura, sino solamente de la libertad humana, representada por la ciencia y la tecnología. Un ser humano producto del «deseo humano».
La actuación de las ciencias médicas frente al cuerpo humano tiene un sentido restitutivo y reconstructivo. A través de la novedosa biotecnología genética es posible considerar el orden del microtrasplante, ahora a través de células y partes celulares, entendidas como trasplante celular y molecular.
¿DÓNDE RESIDE LA IDENTIDAD DE UNA PERSONA?
Las posibilidades casi infinitas de combinación entre tecnologías, inciden en la reflexión filosófica y científica del significado del cuerpo. Ante la posibilidad real de que partes de otros cuerpos convivan en un solo sujeto, se combinen partes genómicas y se susciten quimeras genéticas, como es el caso del trasplante, surgen cada vez más preguntas sobre qué significa la individualidad y cuál sería el último reducto anatomo-fisiológico representativo de un ser humano.
Para las neurociencias no existe otro que el encéfalo, y más precisamente el sistema reticular y sus conexiones prosencefálicas, ya que las demás funciones, en apariencia, podrán ser sustituidas en el futuro por las nuevas tecnologías.
Aparece así un cambio radical. Hasta hace poco, las manipulaciones intercorpóreas, como en el caso clásico de trasplantes de órganos, no ponían en peligro la identidad, la individualidad personal o de la especie humana, cosa que sí puede suceder con las actuales técnicas biomédicas, que inciden primero sobre su genoma y la expresión del mismo, y después en el aspecto cualitativo del individuo y de la especie, a través de la transgénesis perfectiva, cambiando los parámetros axiológicos de la actuación humana.
La posibilidad tecnológica presenta una nueva idea simbólica del cuerpo, ligada a la trasplantología y la genética, de la que ignoramos sus repercusiones futuras.
Por ejemplo, hasta hace muy poco se debatía en la bioética sobre la validez ética3 del trasplante de las glándulas reproductoras, el debate no se centraba en la complejidad técnica, sino lo que significa en el individuo y en la familia. Ahora, ante la posibilidad de reproducir un ser vivo completo por transferencia nuclear, una nueva pregunta ha desplazado a la anterior. El problema está en que se rezaga sin haber sido contestada, pues otras inquietudes toman pronto su lugar. Estos dilemas nuevamente recaen en el sentido de la corporeidad y hacen presente su vigencia en el debate actual de la bioética.
Los trasplantes de órganos, tejidos y elementos celulares4 son una realidad en la tecnociencia actual y la evaluación de riesgo-beneficio está a favor de ellos, bajo la visión de una nueva cultura y una nueva dimensión intersubjetiva del cuerpo.
En los trasplantes moleculares, las posibilidades de acción sobre el cuerpo genético de un individuo se enfrentan con un criterio no resuelto: la definición de normalidad, tan variable en muchos de sus aspectos, que rebasa el orden físico del hombre.
Ante la franca patología, la respuesta es clara, pero, ante las decisiones limítrofes ¿qué criterios guiarán a los ingenieros genéticos para determinar o no una intervención? La falta de definición se hace cada vez más evidente en las propuestas eugenésicas o perfectivas.
En los años cuarenta del siglo XX, al avanzar las posibilidades curativas y preventivas de la medicina, la sociedad se caracterizó por un culto al cuerpo en un amplio sentido intelectual, médico y social, «el cuerpo se vuelve el objeto central de expresión ante la sociedad y con ello su cuidado extremo, no ya en el sentido propio de la salud, sino de la belleza y la perfección».5
¿DEBERÍAN EXISTIR LÍMITES?
Aunque los nuevos descubrimientos de la biología aparentan que se entiende cada vez más al hombre, cuando se desvinculan de las ciencias humanísticas, actúan en forma reduccionista, biologista, y lo que se muestra en este nivel, es la evidente, pero muy pequeña diferencia entre el homo sapiens y los demás antropoides. Esta restringida diferencia genética, que en el ámbito molecular es peligrosamente tenue, es a la vez abismal desde el punto de vista cualitativo. Y resurgen preguntas ancestralmente planteadas: ¿es el hombre solamente una transformación evolutiva no cualitativa, sino cuantitativa de otra especie? Y si ello es así ¿cómo se produjo? ¿Se sigue produciendo? ¿Tiene derecho el hombre a modificarla o acelerarla?
Por la trascendencia de las consecuencias, la pregunta vuelve a recaer sobre la idea de «naturaleza», en el sentido de necesidad y permanencia, y si esta ley, que se cumple biológicamente en la mayoría de los casos, está sujeta a la necesidad. La pregunta clásica, aún sin solución es rebasada por otra más inquietante: lo que antes se consideraba en el hombre como necesario e inmutable, ¿continua siéndolo? Y si existe una ley natural, ¿esta tiene un telos (fin), o es el resultado de la replica de leyes físico químicas de manera mecánica y al azar? ¿Existe un sentido último en el cosmos, o es el hombre, en cada momento histórico, quien le otorga diversos sentidos? ¿Lo existente sólo es producto del azar?
Las respuestas filosóficas han sido ya de por sí variadas. Desde la perspectiva aristotélica, las cosas son como son, para hacer lo que hacen, en cambio para Demócrito, las cosas naturales hacen lo que hacen, porque son como son, en la primera opción existe un telos, en la segunda quizás solo un azar y no un sentido. Pero, esta respuesta tampoco resolvería el problema totalmente, porque entonces podría plantearse en el sentido de si el hombre tiene o no derecho a manipular lo natural sin respetar el orden necesario, en el primer caso, o el supuesto orden azaroso surgido de las posibilidades evolutivas, en el segundo.
De esta pregunta surgen multitud de dilemas bioéticos relacionados con la manipulación genética, la creación de híbridos y de quimeras, y lo más importante, de posibles variantes de la especie humana. Las posibilidades surgen de la imaginación, pero no están lejos de su realización técnica.
¿Cuál sería entonces la base contemporánea de argumentación ética para el actuar sobre el cuerpo del hombre? La respuesta no es banal, sino vital, de ella se podría desprender la posibilidad ética de aplicar la tecnología sobre el hombre, del límite de las acciones sobre el humano. Pero, ¿cambiarían las opciones si se reconociera un sentido en lo existente? ¿Habría entonces una necesidad racional de buscar un límite en la posibilidad manipuladora de aquello que existe? Si no hay naturaleza o si ésta no tiene un telos ¿por qué debería existir el límite?
UN BENEFICIO INSOSPECHADO O POSIBLE CATÁSTROFE
Surge otra pregunta crucial para la bioética, ¿todo cambio sobre un aspecto considerado como natural, lo es verdaderamente? o ¿se trata sólo de una fijación que se dio por azar y que no es propia de la naturaleza, en este caso, humana?
La complejidad es evidente, pero no puede resolverla únicamente la ciencia experimental. El hecho es que el cuerpo humano no es solamente soma, es también, función, acción y significado; es historia, socialización e indiscutiblemente, espíritu. El soma humano vivo no lo es sin entorno, sin vivencia, sin sociedad, sin incidencia, no es sólo su materia, sino lo que actúa esta materia y su interacción con los demás. 7
¿No es todo ello una consideración para pensar en un telos? ¿O el cuerpo humano y la corporeidad son solamente azar sin sentido? ¿No hay más diferencia entre el ser humano y el simio que un cambio al azar de reacciones químicas en algunas moléculas de cada especie?
Se desconocen los alcances del Human Genome Proyect (HUGO) y sus posibilidades aplicativas a corto y mediano plazo.8 Sin duda representa uno de los mayores descubrimientos de todas las épocas. En él se vislumbra tanto un beneficio insospechado,9 como también, una ilimitada catástrofe, al poder el hombre incidir sobre la fuente misma de la vida, sobre las leyes, antes inmutables, sobre el ritmo evolutivo de lo creado, sobre la posibilidad real de transformar seres vivos naturales en antinaturales y considerar, con el tiempo, que esa consideración de antinatural, es natural. Es la idea misma de especie humana lo que está en riesgo.
LA BIOTECNOLOGÍA ES PODER
«Con la aparición de la biología molecular y su comprensión de la programación genética, esto se ha convertido en una posibilidad teórica… y en una posibilidad moral, mediante la neutralización metafísica del ser humano. Pero esta neutralización, que sin duda nos permite hacer lo que queramos, nos niega al mismo tiempo la guía para saber qué querer».10
Ahora más que nunca, ciencia es poder, y el poder ilimitado siempre tiene como consecuencia el subjetivismo, la pérdida de la evaluación de la realidad integral, y con ello, la posibilidad de decisiones verdaderas y buenas.
Este inmenso riesgo-beneficio ha motivado a diversos investigadores, especialmente de la filosofía de la ciencia a urgir por la aplicación de medidas universales de protección hacia el mal uso de esta poderosa tecnología.
La incidencia de este proyecto atañe a toda la ecología: nunca antes el hombre había alcanzado tal poder, y se teme, con razón, en la posibilidad de que no estuviera en «buenas manos», ante la evidencia de la conducta pragmática de las sociedades actuales.
La reflexión sobre la decisión moral, se relaciona tradicionalmente con la valoración de intención, medios, fines y circunstancias en el acto ético, y sigue vigente en los problemas tan complejos y aparentemente ambivalentes que presenta la bioética.
En el caso de la bioética clínica es importante considerar el cambio de la mentalidad del médico sobre su actuación y su compromiso vocacional de ayuda al paciente, que aún suponiendo buena fe, se vislumbra peligroso y lleno de lo que Mainetti denomina, voluntad desiderativa; el médico se visualiza como creador, no solamente como medio paliativo ante el destino.
Un poder referido en muchos textos como tentación insuperable en la representación de los límites del conocimiento, poder paradójico en el hombre. La biotecnología es poder y el hombre actual no está dispuesto a dejar pasar esta oportunidad seductora.
1 Gracia Guillén Diego. «Fundamentación y enseñanza de la bioética». En Ética y vida 1. Ed. El Búho. Bogotá, Colombia. 1998. p.79
2 Mainetti José Alberto. «Fenomenología de la intercorporeidad». En Antropobioética. Cap. III Ed. Quirón. La Plata, Argentina. p.15
3 Cfr. Faggioni Maurizio. El trasplante de gónadas, historia y actualidad. Medicina y ética. Vol. IX, 1998. p. 339
4 Cfr. Consejo de Europa. Proyecto de protocolo sobre trasplantes de órganos y Tejidos de Origen Humano. Cuadernos de Bioética. No 37. 1° 1999. Galicia, España. pp. 175-179
5 Lain Entralgo P. El cuerpo humano teoría actual. Madrid, España. Ed. Espasa. 1989, p. 126.
6 Lain Entralgo Pedro. El cuerpo humano. Op. cit. nota 5. p. 110.
7 Cfr. Casas, M.L. Bases bioéticas para la decisión. Ed. Trillas México. 2008.
8 Cfr. Leone Salvino. «Ética de las tecnologías instrumentales en medicina». Medicina y ética. Vol. III. No. IV. Oct-Dic. México. pp. 473-483.
9 Cfr. Montaño Pedro. «La responsabilidad de médicos y científicos ante las nuevas tecnologías biogenéticas». Cuadernos de Bioética. No 21 1° 1995. Galicia, España. p. 81-90.
10 Cfr. Jonas Hans. Técnica, medicina y ética. Paidós. México. 1997. p. 30