El poder de una buena historia

Al hojear un ejemplar de esta revista hace algunos años, Carlos Soria, quien fuera mi profesor en la Universidad de Navarra, me dio este consejo: «tienes que buscar que cada artículo sea tan interesante, que sorprenda incluso a los expertos en el tema, y que desde luego atraiga a quienes no lo son».
Independientemente de si lo hemos logrado o no; al lector toca juzgarlo, yo puedo afirmar que un tema de este ejemplar me atrajo y sorprendió favorablemente. Aunque no me considero experta en nada, reconozco que toda mi vida profesional ha consistido en «contar historias». El periodismo no es otra cosa que aprender a contar historias a públicos diversos sobre asuntos de la realidad, a través de distintos medios.
Rebautizado como storytelling por las teorías del management el contar historias o anécdotas tiene, en la empresa, más consecuencias de lo que parece. Para inspirar, influir, generar confianza, mover la voluntad y el corazón de las personas hacia las metas, nada como una buena historia, bien dicha, en el momento oportuno.
De la mano van el lenguaje corporal, el tono de voz, los gestos, el escenario apropiado, que enseñan las técnicas de actuación. Pero eso sí, la sinceridad es condición ineludible. Sin ella, el mensaje que se quiere transmitir con una historia, será simple pantomima.
Y como me parece inaceptable hablar de este tema sin narrar alguna historia, va una que me dejó honda huella en el ejercicio de esta apasionante profesión.
En mi primer día de trabajo en un periódico diario, recién egresada de la Universidad, me enviaron a entrevistar a la esposa del primer ministro de la Confederación Helvética, de visita en México.
Por la tarde, mecanografié la nota y la llevé a mi jefe, Mario Santoscoy, quien me hizo ver ciertos errores y me pidió repetirla. Regresé, corrigió otras cosas y me pidió repetirla… Ya sin esos estorbos (párrafos que empezaban con las mismas palabras, verbos repetidos o con poca fuerza), se percató de que la noticia («la nota» en la jerga periodística), no estaba en lo que yo contaba al inicio, sino en otro aspecto, y me pidió rehacerla. Volvieron a brotar fallos que hube de corregir. Tras escribirla por séptima vez me armé de valor y le dije «aquí la tiene, si le parece insuficiente, tírela a la basura, pero, por favor, no me pida que la escriba de nuevo, la cabeza no me da para más». Se rió, la tomó, y me fui a mi casa. Al día siguiente se publicó en la primera plana del periódico…

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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