Los resortes de la resiliencia

Resiliencia es la capacidad humana de sobreponerse a los riesgos de la existencia y no sólo superarlos, sino desarrollar el potencial personal al máximo. Aunque la palabra suena extraña se escucha cada vez más en ámbitos educativos.

En las últimas décadas, la tendencia psicológica que impactó a la sociedad, la educación y la esperanza del ser humano, se centró en analizar cómo las circunstancias negativas (traumas, abandono en la infancia, cierta discapacidad, abuso de drogas…) marcan a tal grado a la persona que prácticamente la condicionan a vivir con una carga negativa y a llevar a cuestas un fardo que le impedirá ser feliz y dueña de sí. Sin duda, había sido estigmatizada.

Por el contrario, la resiliencia apela a la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a acontecimientos desfavorables, a grave estrés o simplemente a las tensiones inherentes del mundo de hoy.  En la actualidad toda persona require desarrollar esta competencia.

Del campo de la psicología y la psiquiatría se transfirió a la pedagogía este concepto y sus imbricaciones en el desarrollo de las personas ante la adversidad y el caos. Hoy se asiste a una aparente descomposición de lo social, enraizado en lo personal y lo familiar.
La resiliencia en la educación es la capacidad de resistir, el ejercicio de la fortaleza (constancia, capacidad de acometer y resistir) para afrontar los avatares de la vida personal, familiar, profesional y social. El término se ha adoptado, en cierta forma, en lugar de invulnerable, invencible y resistente, ya que la acepción «resiliente» reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso y, a diferencia del modelo médico basado en la patología, se aproxima a un modelo pedagógico proactivo basado en el bienestar y centrado en adquirir competencias y eficacia propias.

Adquirir resiliencia es un proceso vital: toda persona requiere superar episodios adversos para ser feliz y evitar quedar marcado. La resiliencia coincide con la pedagogía al mostrarse como una ciencia que enseña a vivir bien y a aceptar el sufrimiento que conlleva existir.

El término «resiliente», del latín resilio, se utiliza también en física y significa volver de un salto, rebotar. Expresa la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse y recobrar su forma original para no deformarse ante presiones y fuerzas externas por su capacidad de resistencia al choque.

Para la educación, el vocablo significa lo mismo que en física: una dinámica positiva y una capacidad de volver hacia adelante. Sin embargo, la resiliencia humana no se limita a resistir, implica también la reconstrucción. La resiliencia se concibe como un resorte moral y constituye una cualidad en la que el individuo no se desanima y se supera a pesar de la adversidad. Por ello, refiere menos a la susceptibilidad ante el daño y más a la capacidad de sobreponerse a las experiencias.

CUATRO TIPOS DE PERSONA
De acuerdo con A. J. Solnit: «la vulnerabilidad evoca sensibilidades reales y latentes (…) en tanto la invulnerabilidad puede considerarse una fuerza, una capacidad de resistencia al estrés, a las presiones y a las situaciones potencialmente traumáticas». Con base en dicha noción, E. J. Anthony distinguió cuatro categorías de personas: las hipervulnerables, que sucumben a situaciones de estrés comunes; las pseudovulnerables, que al menor fallo de su ambiente se hunden porque han vivido demasiado protegidas; las invulnerables, que se reponen muy rápido por estar expuestas a una serie de sucesos traumáticos y las no vulnerables, que son resistentes desde el nacimiento y se desarrollan de modo armónico durante toda la vida.

Lo cierto es que aunque hay individuos más resilientes que otros, no hay personas con resistencia absoluta y cada una tiene sus propios límites. Por ello, se han investigado los factores de riesgo que agravan las pruebas y crisis de la vida y los factores de protección que ayudan a resistirlas y superarlas para vivir lo mejor posible.

FACTORES DE RIESGO

  • Familiares: situación perturbada por trastornos psiquiátricos o conductas de adicción de los padres, muerte de uno o ambos, ausencia del padre o la madre, discordia familiar crónica, violencia, adopción o abandono.
  • Sociales y ambientales: desempleo de los padres, pobreza, situación socioeconómica mediocre, hábitat desa fortunado.
  • Salud: problemas crónicos propios o de algún miembro del entorno íntimo.
  • Vitales: amenazas como la guerra, catástrofes naturales o traslados forzosos.

FACTORES DE PROTECCIÓN

  • Recursos internos: coeficiente intelectual elevado, buena capacidad para resolver y planificar, uso de estrategias de resistencia, sensación de eficacia personal, comprensión de sí mismo, autocontrol, competencias relacionales (empatía y capacidad de buscar ayuda), alta autoestima, temperamento fácil, apego, uso adecuado de mecanismos de defensa (escisión, negación, intelectualización, creatividad, sentido del humor).
  • Procesos familiares: buena relación al menos con uno de los padres o con algún familiar próximo, padres competentes, buena educación, apoyo del cónyuge.
  • Facilitadores ambientales: apoyo social, verdaderos tutores de resiliencia, participación en actividades religiosas, culturales, asociativas y humanitarias.

La resiliencia no es una capacidad estática sino dinámica, como el autoconcepto, y puede considerarse como la adaptación psicosocial positiva. Varía a través del tiempo y las circunstancias, ya que es resultado de una armonía entre la personalidad y los factores de riesgo y de protección. La persona puede «estar» más que «ser» resiliente.
Entre los elementos asociados a la resiliencia hay algunos determinantes como el temperamento. Los niños resilientes muestran autonomía, autoestima y orientación social positiva como rasgos de carácter. Suelen tener un temperamento fácil, activo y afectuoso que les permite sobreponerse, crecer y desarrollarse a pesar de la adversidad

INTERVENCIÓN EDUCATIVA
La resiliencia permite una nueva epistemología del desarrollo humano que enfatiza su potencial. Los tres campos de investigación de la resiliencia posibilitan: desarrollarse de forma positiva a pesar de la experiencia de un ambiente de alto riesgo, tener competencias constantes ante situaciones de estrés agudo o crónico y sanar de un trauma. Como el riesgo siempre está presente, es necesaria una pedagogía preventiva para estudiar los factores protectores que pueden ayudar a salir avante.

El estudio del «riesgo» en la vida de profesores y alumnos y la detección de infinidad de «factores de riesgo» contribuyeron a crear una sensación de desa-liento. Incluso se llegó a pensar que los riesgos generalizados en la vida condenan inexorablemente a una creciente cantidad de jóvenes a desarrollar consecuencias negativas: deserción escolar, bajo aprovechamiento, adicciones.

La experiencia sugiere que los estudiantes resilientes encuentran un docente favorito que se convierte en un modelo positivo y ejerce una fuerte influencia en sus vidas; les brinda calidez, afecto y trato con tono humano. A los estudiantes resilientes les gusta la escuela y la convierten en su «hogar fuera del hogar», en un refugio de su ámbito familiar disfuncional.

Las escuelas con directivos y maestros resilientes son exitosas y tienden a mantener estándares académicos elevados. La clave fundamental es que la escuela sea capaz de ofrecer refuerzo a los factores de protección. La responsabilidad del maestro es detectar a los estudiantes «en riesgo» y ayudarles a construir su resiliencia para desarrollar habilidades que les permitan acceder a una vida significativa y productiva.

PILARES EDUCATIVOS DE LA RESILIENCIA

  1. Enriquecer los vínculos. La alteridad juega un papel definitivo al reconocer el ego frente al otro. Existe la necesidad de ayudar al alumno a vincular el rendimiento escolar con su estilo de aprendizaje preferido.
  2. Fijar límites claros y firmes. Establecer con claridad las expectativas que se tienen del estudiante y enseñarle a asumir las consecuencias de sus actos.
  3. Enseñar habilidades para la vida. Cooperación, resolución de conflictos, estrategias de resistencia y asertividad; habilidades de comunicación, competencias para la resolución de problemas, etcétera.
  4. Brindar afecto y apoyo. Implica proporcionar respaldo y aliento incondicional. Para superar la adversidad se requiere la presencia del afecto y de la ternura que no siempre se recibe de la familia. Las reformas educativas reconocen que un ambiente afectivo es esencial para el éxito académico.
  5. Establecer y transmitir expectativas elevadas. Las expectativas tienen que ser elevadas pero realistas, de lo contrario no lucharán por lograr sus objetivos y se sentirán subestimados.
  6. Brindar oportunidades de participación significativa. Otorgar a los estudiantes, a sus familias y al personal docente una cuota de responsabilidad: oportunidades de resolver problemas, tomar decisiones, planificar, fijar metas y ayudar a otros.

La resiliencia es una realidad histórica, puesto que la naturaleza de la persona es vulnerable física y mentalmente; es un proceso de sobrevivencia que ahora se formula como algo nuevo. Vivimos en una época propicia para generar resiliencia: por una parte, el contexto social nos ha vuelto más vulnerables que nunca y, por otra, el mundo globalizado ha exacerbado un individualismo que aleja al hombre de su responsabilidad social.

La clave de la resiliencia está en adquirir una consistencia interior, nutrir el espíritu de la persona con proyectos que brinden solidez personal y lo vuelvan menos vulnerable para poder incidir en una mejora social.

COMPORTAMIENTO VITAL
Hay dos componentes esenciales |de la resiliencia: la resistencia frente a la destrucción, que es la capacidad para proteger la integridad bajo presión; y más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael y Lecomte, 2002).

El concepto incluye, además, la capacidad de una persona de afrontar las dificultades de forma socialmente aceptable. Para Cyrulnik (2002) es un conjunto de fenómenos armonizados en el que la persona afronta un contexto afectivo, social y cultural que define como el arte de navegar en los torrentes (de la vida).

La persona construye la resiliencia en función de sí misma y del contexto. Es un proceso complejo donde intervienen directamente la voluntad y las competencias afectivas. Así, se demuestra que no existe ningún determinismo genético o ambiental.

La resiliencia abre el campo a la creatividad y al ejercicio de la libertad. Requiere mantener viva la curiosidad, atreverse a experimentar, abrir los sentidos y la mente a la paradoja; usar la lógica, la imaginación y ser responsable de sí mismo.

Las investigaciones en resiliencia han cambiado la percepción del ser humano, pasando de un modelo centrado en el riesgo a un modelo de prevención basado en los recursos que el ser humano posee y la relación con su entorno (Manciaux et al, 2003). Este modelo consiste en reconocer que los seres humanos están desprotegidos y son vulnerables, pero paralelamente poseen un escudo protector: la resiliencia.

La tarea pedagógica es diseñar acciones preventivas individuales, grupales e institucionales; una prevención donde la percepción de las personas sea concebida como recursos para desarrollar su propia resiliencia y así convertirse en un recurso para otro.

PROYECTO PERSONAL
Se requiere hacer de la vida una obra personal que se instituya como un proyecto propio, pues, a pesar de estar expuesto a factores externos, parte de la riqueza de la persona está en que puede dar a su existencia un sentido personal y social.

Asumir la responsabilidad personal implica que toda persona tiene capacidad para desarrollar resiliencia en cualquier momento siguiendo este proceso:

  • Tomar conciencia y aceptar la propia vulnerabilidad, valorando cuestiones ponderables e imponderables.
  • Observar nuestras reacciones, actitudes y comportamiento ante diversas situaciones, para confrontarlos, pensarlos, encauzarlos y convertirlos en motor de acción.
  • Afrontar el problema evitando el miedo paralizante o temores que impiden ver la realidad con objetividad y creatividad para intervenir por medio de la acción.
  • Sin perder el estilo personal, adaptarse con tolerancia a la frustración y control para afrontar la adversidad, recuperar el equilibrio y la armonía personal y salir fortalecido.

CONCLUSIONES
La resiliencia exige crearse a sí mismo, instaurar la diferencia personal, construir la singularidad, la educabilidad.

La reacción inmediata de nuestra sociedad es la resistencia, acto eminentemente volitivo. El cambio requiere una estructura de conducta, de pensamientos e incluso incita a llevar una vida con base en metas y objetivos; no es posible tomar una decisión si no se está acostumbrado a saber elegir.

El acto volitivo se genera cuando se tiene estructurada la voluntad como capacidad humana. La estructura volitiva es indispensable, sin ella no hay manera de avanzar. La resiliencia sirve cuando se ha recorrido el camino de confrontación, de entendimiento, de construcción y de gobierno de sí mismo para sobreponerse a la adversidad.

Resistir es una estrategia para crear condiciones, permite a la persona llegar a su autonomía. La resiliencia se convierte en el medio para conseguir el fin del hombre: vivir en plenitud; no haciendo cosas buenas, sino siendo buena persona. De lo contrario, la resiliencia se convierte en una doctrina del sobreviviente (reality show).

Se trata realmente de aprender a vivir con conocimiento de causa y obtener el mayor gobierno de la propia vida para afrontar los embates externos y realizar lo que cada persona se propone como fin. La clave es instaurar la diferencia y construir la singularidad. No hay resiliencia si no hay un «quiero vivir mejor», «quiero ser una mejor persona».

Mecanismos de defensa y resiliencia

  • Sentido del humor: permite sublimar las pulsiones agresivas, procesarlas mediante una expresión socialmente valorizada. La creación artística o literaria es un medio magnífico para manejar tensiones a través de una producción que les dé sentido.
  • Escisión: consiste en separar los afectos de las representaciones para apartar las más insoportables.
  • Negación: su carácter potencialmente adaptativo ?siempre que se use de forma temporal? puede movilizar de una situación problemática como el último recurso para hacer frente a una realidad demasiado insoportable. Al revés que en funcionamientos psicóticos, el sujeto resiliente se refiere más al significado afectivo de la realidad insoportable que a la realidad en sí.
  • Intelectualización: variedad del aislamiento, puede ser un medio para protegerse de la intensidad de los afectos de displacer, evacuándolos para primar el mundo de las ideas y de la racionalización lógica. Los procesos cognitivos intentan tratar la realidad problemática en forma de hipótesis, anticipaciones y previsión para conseguir una solución de valor adaptativo.

BIBLIOGRAFÍA

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2ENDERSON, N., et al. Resiliencia en la escuela. pp. 26 y 27.
2SOLNIT, A.J. «L´enfant vulnérable, retrospective» en L´enfant vulnerable. Presses Universitaires de France. Paris, 1982.
3 MANCIAUX, MICHEL. La resiliencia: resistir y rehacerse. Gedisa. España, 2003. p. 46
4 ANTHONY, E.J. «Un noveau domaine scientifique á explorer» en L´enfant vulnerable. Presses Universitaires de France. Paris, 1982.
5 Cfr. Op cit. Manciaux, Michel. 6Ibid p. 54. 7Ibid p. 55. 8Op. cit. Maniciaux Michel. p.189.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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