El periodismo ante el reto digital

El nacimiento de Internet ha sido relevante y perturbador. En la historia de la prensa pocas cosas hay tan singulares y excepcionales como el nacimiento de un nuevo medio de comunicación. y, por extensión, de una nueva forma de periodismo.
Si se repasa la historia del periodismo, se comprueba que es un fenómeno rarísimo y puntual: las primeras revistas datan de mediados del siglo XVII; los diarios, de comienzos del XVIII; los primeros experimentos de emisiones de radio, de finales del XIX; y la televisión, del primer tercio del siglo XX. Cuatro siglos, cuatro medios. Por eso, usted y yo podemos considerarnos privilegiados por haber asistido en esta última década a algo tan infrecuente, inesperado y espectacular como el nacimiento de un nuevo medio.
De hecho, la creatura cuenta con una partida de nacimiento aparentemente bien documentada: en Estados Unidos se considera al californiano Palo Alto Weekly, cuyo primer número apareció en línea el 19 de enero de 1994, como el primer medio de comunicación publicado de manera regular en la web.
Ahora bien, no todas las publicaciones digitales son publicaciones web. Desde finales de los años ochenta y principios de los noventa, tuvieron lugar las primeras experiencias de publicación digital por parte de medios tradicionales, sobre todo diarios. Por ejemplo, diversos medios experimentaron en esos años con tecnologías hoy arrumbadas en el olvido como el audiotexto, el videotex, el teletexto y el diario vía fax.
La verdadera revolución de los cibermedios se desencadenó a mediados de los años noventa, con la popularización de la World Wide Web. Esta revolución, de hecho, estuvo preludiada desde finales de los años ochenta por el éxito de redes telemáticas privadas como America Online (fundada en 1985), Compuserve, Delphi o Prodigy. Gracias a estas redes, los ciudadanos comenzaron a disfrutar de la sorprendente experiencia de conectarse desde sus hogares con otros usuarios de computadoras e intercambiar información. Cuando apareció por fin la web, dotada de avanzadas cualidades hipertextuales, interactivas, multimedia y además notablemente más barata y ubicua que las redes privadas, se produjo el salto definitivo.

LA GRAN EXPLOSIÓN

A partir de ese momento, como si de un Big Bang informativo se tratara, la web comenzó una imparable onda expansiva que continúa. No quedó ámbito de la vida cotidiana o profesional que no se viera modificado por la llegada de Internet: la comunicación entre personas, los trámites administrativos, el acceso a las fuentes, la compra de productos y servicios, las gestiones con el banco… de repente, muchas, muchísimas cosas comenzaron a cambiar rápidamente. Y entre ellas, una de las más afectadas fue la forma en que los ciudadanos se acostumbraron a informarse sobre la actualidad. Es decir, cambió el periodismo.
Con un simple goteo al principio, y de forma torrencial poco después, aparecieron en la web las primeras publicaciones digitales. Se trataba en su mayoría de simples extensiones de medios consolidados en otras plataformas anteriores como la radio, la televisión y, sobre todo, la prensa impresa.
Al principio, la misión de aquellos primigenios cibermedios no era propiamente la de informar; las empresas de comunicación se contentaban con estar en la red. Eso les lustraba con cierto caché empresarial y apenas perjudicaba a su negocio principal en otras plataformas, puesto que las «audiencias» de internet no eran ni siquiera merecedoras de tal nombre. A mediados de los años noventa, a la red se contectaban unos pocos miles de investigadores y especialistas en informática, pero poco más.
La red pronto saltó de las universidades y centros de investigación a los hogares y empresas. Y los usuarios de internet, cada vez más numerosos y avezados, exigieron más, deseaban tener información completa, multimedia y al minuto. Las empresas de comunicación, espoleadas por una creciente competencia y animadas por los buenos augurios para la inversión publicitaria en la red, se aprestaron a incorporar a sus respectivas ediciones digitales todos esos contenidos y servicios que reclamaban los internautas.
Sin embargo, al llegar el nuevo siglo, las empresas de comunicación se encontraron con dos problemas inesperados, primero: en mitad de una crisis económica internacional, la inversión publicitaria en internet quedó muy por debajo de los niveles que se habían vaticinado. Segundo: era cierto que el público de los cibermedios demandaba información completa, multimedia y al minuto…, pero la quería gratis.
Con escasos ingresos publicitarios y todavía más exiguos ingresos por venta de contenidos, los medios digitales han sufrido durante la primera mitad de esta década un trance muy complicado. Plantillas reducidas al mínimo, periodistas mal pagados, poco pisar la calle y mucho cortaypega… Los cibermedios trabajan aún hoy en unas condiciones de periodismo de segunda categoría.
En un reciente congreso de periodismo digital en España, se dieron a conocer los resultados de una investigación donde se demostraba que nueve de cada 10 noticias publicadas en la actualidad por los periódicos digitales son reproducciones literales de teletipos de agencia. Al cabo de su primera década de vida, el ciberperiodismo tiene aún mucho camino por recorrer.
RETOS DEL FUTURO
Ahora bien, junto a las evidentes lagunas, la prensa digital muestra otros síntomas muy esperanzadores. Desde 2005, la publicidad afluye cada vez con más fuerza hacia internet en muchos países occidentales. Mientras que otros medios –en particular, la prensa impresa– se enfrentan a los problemas propios de un mercado maduro y saturado, así como a un envejecimiento galopante de su público –la edad media del lector de diarios en Estados Unidos se sitúa actualmente en 55 años–, las publicaciones de la red gozan de unas perspectivas envidiables. Quizá no gocen de un presente demasiado halagüeño, pero sin duda son el medio con el futuro más prometedor.
Además, hay datos que avalan la creciente madurez del mercado de las publicaciones en internet. Un reciente estudio en el que hemos colaborado investigadores de varias universidades españolas nos ha llevado a censar un total de mil 274 cibermedios activos a comienzos de 2005. Esto significa que, en la actualidad, en España hay más o menos una publicación digital por cada 10 mil usuarios de internet. Son datos probablemente extrapolables a otros países.
Esta gran densidad de cibermedios evidencia que, en apenas 10 años, el periodismo en internet ha alcanzado un notable desarrollo. Este avance de lo digital se ha visto reforzado, de hecho, por la progresiva renovación tecnológica de los medios clásicos. Los medios audiovisuales avanzan inexorablemente hacia la plena digitalización. Incluso los propios diarios impresos han visto cómo sus procesos internos de gestión editorial se han modificado radicalmente en los últimos años por el impacto de las nuevas tecnologías. Dicho de otro modo: dentro de pocos años todo el periodismo será digital o, simplemente, no será.
Ante este nuevo escenario para la profesión, emergen nuevos retos que deberán encarar las empresas de comunicación, las facultades de Periodismo y los propios profesionales de la información. El nuevo periodismo que se nos avecina reclama sumar renovadas destrezas profesionales a las viejas rutinas perpetuadas durante décadas por los medios clásicos. No se trata, ni mucho menos, de hacer borrón y cuenta nueva de la profesión pero tampoco basta, como afirman algunos, con trasladar sin más al nuevo escenario digital ciertas técnicas caducas del periodismo.
Los principales retos que afrontan los medios digitales en esta segunda década bien podrían resumirse en cuatro: 1) el desarrollo de nuevos estándares profesionales para el periodismo multiplataforma; 2) la exploración de nuevos lenguajes que aprovechen las posibilidades comunicativas del ciberespacio; 3) la consolidación de modelos de negocio sostenibles en los cibermedios; y 4) la renovación de los planes educativos para los futuros periodistas.
El primer reto afecta a las empresas de comunicación. Empujadas por la tecnología digital, que torna a los medios cada vez más permeables entre sí, deben explorar modelos de gestión del trabajo que respondan al reto del periodismo multiplataforma sin caer en el recurso fácil –y, a la larga, perjudicial– de optar por que un solo periodista haga aquello que antes hacían tres.
El refranero es sabio cuando afirma que quien mucho abarca poco aprieta. Los periodistas deben ser conscientes de que la era digital conduce inexorablemente hacia un nuevo perfil de profesional mucho más polivalente y capaz de desempeñar el trabajo periodístico en diversas plataformas, sin embargo, esa polivalencia exigible a los periodistas debe ser compensada por las empresas con unos recursos humanos y materiales suficientes.
El segundo reto es de tipo lingüístico: los periodistas deberán aprovechar las nuevas posibilidades comunicativas descubiertas por el ciberespacio. Estas, como ya hemos apuntado más arriba, se resumen básicamente en tres: hipertextualidad, multimedialidad e interactividad. Apoyados por sus empresas, los nuevos periodistas deberán arriesgarse a explorar esas posibilidades expresivas, evitando la tentación perezosa de perpetuar sin más los códigos y lenguajes empleados por los medios impresos y audiovisuales del siglo XX. Los lectores del futuro, querámoslo o no, son esos niños que hoy día manipulan con toda naturalidad -muchísima más que la de sus padres, sin duda- un videojuego o un teléfono móvil.
Consolidar la viabilidad económica de los cibermedios es el tercer gran reto de la nueva década. Ahora que por fin crece la inversión publicitaria en internet y que la cifra de usuarios de la red comienza a ser alta en muchos países, ha llegado el momento, también para los medios, de hacer negocio en la red. Con esos mimbres, ha llegado el momento de exigir a la prensa digital no sólo información, sino también negocio.
Por último, en las universidades tenemos el reto de renovar nuestros planes de formación para los futuros periodistas ante las nuevas exigencias de la profesión. Por fortuna, cada vez son más las facultades y profesores que apuestan por este cambio. Sin embargo, esta renovación no deberá entenderse como abominación del pasado. Ahora que con internet los procesos productivos de los medios se aceleran al máximo, es momento de exigir, más que nunca, el respeto por esos valores clásicos del periodismo que todos tenemos en mente: honestidad, servicio público, independencia, verdad. Sin ellos, el «periodismo digital» no será más que un simulacro de periodismo, donde el adjetivo habrá sepultado definitivamente al sustantivo. Es algo que no nos podemos permitir.
UN NUEVO NOMBRE PARA UN NUEVO PERIODISMO
¿Ciberperiodismo? Quizá el término le sorprenda. Es probable que incluso le produzca reparo o, más aún, aversión. ¿Para qué manchar un término de tanta solera como «periodismo» con el prefijo «ciber-», que suena a novela de ciencia ficción o a cafetería con ordenadores? ¿Qué tiene esto que ver con la profesión de informar? Mucho.
A mí mismo me resulta todavía incómodo emplear el término ciberperiodismo y recurro a veces a otras etiquetas que en los últimos años se han utilizado para designar la nueva vertiente del periodismo. Me refiero a expresiones como periodismo «online», periodismo electrónico, periodismo en red, periodismo multimedia y, sobre todo, periodismo digital, la que mayor éxito ha alcanzado. Sin embargo, el término ciberperiodismo es el más pertinente de todos, por razones de precisión, concisión y respeto a la lengua española.
Se trata de una nueva modalidad profesional del periodismo en general porque modifica los tres procesos básicos en los que se basa esta profesión: la investigación, la producción y la difusión. El empleo por parte de los periodistas de las redes interactivas y de sus fondos documentales digitalizados ha supuesto una revolución en los métodos de investigación y acceso a las fuentes. En segundo lugar, los procesos y formas de producción de los contenidos periodísticos también han experimentado profundos cambios gracias a las herramientas digitales. Por último, en lo que se refiere a la difusión, la especificidad del ciberperiodismo se ve avalada por la aparición de nuevos medios que emplean las plataformas digitales, y muy especialmente Internet, para publicar sus contenidos aprovechando las nuevas posibilidades hipertextuales, interactivas y multimedia.
Desde su edición de 1992 el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) admite el vocablo «cibernética», que en griego significa «el arte de gobernar una nave». En su edición de 2001, el Diccionario admite precisamente los términos «ciberespacio» -que define como «ámbito artificial creado por medios informáticos»- y «cibernauta» -«persona que navega por ciberespacios»-; además, da entrada al prefijo ciber- como elemento compositivo propio del español.
No parece en absoluto descabellado ni contrario al espíritu de la lengua española añadir el prefijo ciber- a la palabra periodismo y dar por tanto la bienvenida al neologismo ciberperiodismo y definirlo como la especialidad del periodismo que emplea el ciberespacio para investigar, producir y, sobre todo, difundir contenidos periodísticos. En suma, es un nuevo periodismo.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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