La habana vieja

EDIFICIOS CON PERSONALIDAD

Al contemplar una zona histórica uno se enfrenta con su pasado, su presente -la propia vida- y su futuro, ¿cuáles son las claves antropológicas de su trabajo?
Somos un grupo de personas las que enfrentamos esa interrogante; creo que todos hemos recibido un llamado: trabajamos contra el tiempo, pendientes de la lluvia, el ciclón y la crisis económica. Tenemos la percepción íntima de que si logramos entregar a la comunidad esta zona antigua de la capital, habremos vencido. No estamos construyendo la Ciudad que fue, sino otra. ¿Será acaso un punto intermedio entre las dos urbes imaginadas por San Agustín? Es posible, pero eso sólo nos será revelado al final.
¿Hasta qué punto los edificios históricos presentan una continuidad en el presente? Cuando se va a restaurar una construcción que ha sido, por ejemplo, palacete de la «sacarocracia», después vecindad y más tarde almacén comercial, ¿cuál de estas caras se reconstruirá finalmente?
Esta pregunta es muy interesante. Casi todo el mundo se siente motivado por conocer el valor y la originalidad de los edificios. El arte de la restauración está en saber respetar que el paso del tiempo y sucesivas etapas puedan haber dejado huellas de valor que conservan la identidad o personalidad de los edificios y las cosas. Algunos me recomiendan que sustituya mis gafas o espejuelos -como les llamamos en Cuba- por lentes de contacto. Me aseguran que vería mucho mejor, pero tengo la percepción de que los primeros son ya parte de mi personalidad. Con los edificios pasa lo mismo, hay que preguntarles a ellos y no imponer nuestra voluntad ciega.
¿Qué exige un proyecto de este tipo a su Director y qué exige el Director a sus colaboradores?
Hay un momento en toda batalla o empeño humano en que alguien salta adelante y cruza indemne; de ahí surgen los liderazgos. A nadie se le pide mandar a hacer lo que uno no esté dispuesto a realizar; cuando se pierde esta cualidad, la facultad de dirigir ha desaparecido. El ejemplo sería, a mi juicio, la cualidad principal. Nuestro sabio humanista Don Fernando Ortíz escogió como lema propio: «Ciencia, conciencia y paciencia». Tenía razón.
¿Cuáles han sido los principales obstáculos que ha encontrado? Al coordinar el proyecto desde todos los puntos de vista, supongo que tendrá muchos problemas técnicos y humanos, diversidad de opiniones, intereses encontrados, incluso recelos y envidias, ¿cómo ha manejado eso?
No puedo negar que ha sido un camino azaroso, a veces colmado de incomprensiones y espinas: burocracia, concepciones elitistas, tendencia a la teorización distorsionada de las realidades de la vida cotidiana, mis propios desaciertos… de todo ello hemos sobrevivido y vencido hasta hallar nuestro propio camino. Hay que saber ceder, esperar, tener una gran capacidad de resistencia, pero también se requiere una mística, un amor a lo extraordinario.
Muchas veces he cometido el error de pelear como soldado de fila en una escaramuza cualquiera. Pero de allí nació una experiencia para dirigir, la capacidad para unir, la voluntad de perseverar… esto último sobre todo.
¿Cómo hace para lograr una buena comunicación entre todas las personas involucradas en el Proyecto: arquitectos, economistas, sociólogos, urbanistas, militares -en las fortalezas- , artesanos, hoteleros, restauranteros y los propios residentes?
Fuimos formados en el espacio limitado de nuestras profesiones; para mí resultaría inconcebible -situándome en una etapa precedente de mi vida- verme involucrado desde las ciencias sociales en cuestiones de la salud pública, la vivienda, la atención de los ancianos o, sencillamente, en las faenas cotidianas de la restauración. «La Torre de Marfil» era un sitio frecuentado por no pocos intelectuales entre los que, claro está, me incluyo. Haber logrado conciliar la vida contemplativa y activa es casi un milagro, pero creo que vale la pena vivir la experiencia.
NO HAY SOCIEDAD SIN MEMORIA

¿Conoce el plan de restauración del Centro Histórico de la Ciudad de México? ¿Qué similitudes y diferencias encuentra?
Conozco de los esfuerzos que se vienen realizando. Es una situación distinta a la nuestra, donde el protagonismo de la propiedad privada o la gestión del Estado no encuentran a veces puntos de coincidencia, pero se ha avanzado mucho. Poseen una base teórica fuerte y realizaciones, cuyo florecimiento depende de que se pueda perseverar en la obra emprendida.
Renovar el Centro Histórico de las ciudades parece estar de moda en diversos lugares del mundo ¿A qué intereses responde esta obra?
En las últimas décadas se ha vivido una experiencia similar en no pocos países. Los estragos de las guerras o de la naturaleza han motivado campañas de salvaguarda en diversas latitudes del mundo. En las partes del planeta menos favorecidas por la riqueza no pocos han tomado conciencia de que con la pérdida o extravío de los signos de identidad se ingresa en un limbo sin regreso. No hay sociedad sin memoria; no es posible la prosperidad material sana sin una concepción clara de que toda modernidad fue precedida necesariamente por otra, de que una belleza sin personalidad es como una naturaleza muerta.
¿No teme que, pasados los años, «los que vengan detrás» piensen que no fue adecuado el sentido que se dio a esa reinterpretación que usted está haciendo de un barrio histórico tan importante para Cuba?
Ya no hay tiempo de pensar en esa posibilidad. Los que han de juzgar nuestra obra están al doblar de la esquina. Tengo la íntima certeza de que apreciarán el esfuerzo y sus resultados; podrán no estar de acuerdo en todo, pero me alegra suponer que no tendrán que hacer una excavación arqueológica para hallar los vestigios de esta parte de La Habana Vieja.
¿Qué le apasiona más, planear o ver los resultados logrados? ¿Van por separado esas experiencias?
Ambas cosas, son muchos los que sueñan y no logran resultados en la vida social. En este sentido me considero privilegiado por haber experimentado durante largos años la forja de un proyecto, y luego, realizarlo paso a paso. En esto he dejado parte de mi vida.
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LA HABANA
La Habana ciudad heterogénea y singular se distingue de cualquier capital latinoamericana porque no vivió el auge constructivo de los años 60, ni sus aires «modernizadores» insensibles al patrimonio; ni el avasallamiento de las inmobiliarias que en otros sitios igualaron barrios enteros con un lenguaje arquitectónico impersonal, creando manchas de anonimato sobre antiguas zonas tradicionales.
Por el contrario, los cambios sociales vividos en la Isla a partir de 1959 relegaron su mantenimiento por asuntos más urgentes. Paradójicamente este olvido forzoso la salvó de males mayores. Lo que no se pudo evitar fue el implacable paso del tiempo y sus estragos: derrumbes, agujeros, malezas y socavones acentuados en el casco antiguo por razones de obvia avanzada edad.
Compacta, de estrechas calles torcidas a pesar de la escuadra que intentaron imponer las Leyes de Indias, la Habana Vieja, fundada en 1519, se desarrolló en una estructura policéntrica con cinco plazas principales: la de Armas, la de San Francisco, la Plaza Nueva, hoy Vieja, la del Cristo y la Plaza de la Catedral; con sus imponentes palacios, iglesias y conventos que conviven con casas de vecindad. Contrastante en sus imágenes de tendederos sobre elegantes y decadentes balconajes o en el bullicio y gentío bajo apacibles frontones neoclásicos. Encantadora por sus tejas negras de tiempo, zaguanes umbrosos de revoques húmedos, vitrales coloridos, apedreados y polvorientos.
Protegida desde tiempos remotos por austeras fortalezas de piedra, concentró cuatro de sus principales castillos sobre el canal de entrada a la bahía. Ceñida por una muralla de tierra y mar, la ciudad intramuros desbordó sus límites ya en el siglo XVIII hacia el oeste, usando códigos urbanos y arquitectónicos similares a los del casco viejo.

LARGA HISTORIA ENMOHECIDA

El Centro Histórico ocupa 214 hectáreas que integran 242 manzanas con unas 4000 edificaciones, más de 900 con alto valor patrimonial. Ya desde finales del siglo XIX la vivienda de La Habana Vieja inició su decadencia; la sacarocracia (la burguesía azucarera criolla) elige las modernas urbanizaciones fuera de las murallas; los antiguos palacetes se trocan en casas de vecindad, muchas plantas bajas en almacenes que reflejan el intenso auge comercial y algunas calles dan paso al comercio especializado de mayoristas y minoristas. En los años 20 se consolida el centro financiero y bancario conocido como «el pequeño Wall Street», símbolo de la «norteamericanización» con que inicia su vida la República. Excepto las áreas comerciales, el resto del territorio de La Habana Vieja queda relegado y comienza el deterioro y la decadencia.
Como cualquier ciudad, La Habana ha sufrido múltiples intentos de planificación que quedaron en el papel e incluso, vivió el peligro de quedar privada de su monumental centro histórico con las propuestas, primero de un urbanista francés, y después de un español, que pretendían modernizar la ciudad y darle una nueva fachada frente al mar. La comprensión de los valores del centro histórico y la necesidad de su conservación se deben, en parte a una institución pionera en la defensa de la ciudad antigua, la Oficina del Historiador de la Ciudad, fundada en 1938 por el doctor Emilio Roig Leuchsering de donde nacieron las ideas pilares que han hecho posible la protección del patrimonio.

FÓRMULA NUEVA PARA EL PLANTEAMIENTO URBANO

El proceso de recuperación de La Habana Vieja ha sido abordado con una necesaria ampliación de la visión, para entenderlo no sólo en su valor histórico, cultural y social, sino también en su dimensión económica ya que se trata de lograr un desarrollo integral autofinanciado que haga recuperable y productiva la inversión. El aporte cubano en la negociación con el capital extranjero suma a los valores tangibles e intangibles del inmueble y su ubicación, los beneficios que pueda generar en el futuro.
En 1981, un año antes de que la UNESCO la declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad el Estado proveyó de fondos a la Oficina para restaurar el centro histórico y en 1985 surgió el primer Plan Director municipal. A la caída del bloque socialista, la situación económica se agravó y el Estado cubano que hasta ese momento había subvencionado el proyecto consciente de la importancia de salvar ese patrimonio, dotó a la Oficina del Historiador de personalidad jurídica independiente para asociarse y establecer relaciones de diverso tipo con nacionales y extranjeros y cobrar impuestos a empresas productivas enclavadas en el territorio, destinados a la rehabilitación.
Con una fórmula nueva surgen en la Isla una serie de empresas supeditadas a la Oficina de Historiador y se arma una estructura para garantizar que se cumpla el proyecto y se obtengan los recursos financieros necesarios. Esta estructura que parte de un Plan Maestro, está integrado por dos empresas de proyecto (Dirección de Arquitectura Patrimonial y Dirección de proyectos), dos empresas constructoras (Empresa de Restauración de Monumentos y Constructora Carenas), el Gabinete de Arqueología, la Dirección de Vivienda, y la Comisión Provincial de Monumentos.
Además, una compañía de explotación turística (Habaguanex;una agencia de viajes (San Cristóbal;una inmobiliaria propia que administra viviendas y arrienda locales; (Fénix;una empresa mixta (Áurea), y un Grupo Negociador. También cuenta con lo generado por el cobro de servicios especializados que brinda la Dirección de Patrimonio Cultural (archivo, biblioteca, fototeca, conferencias, asesorías, entrada al sistema de casas-museo y museos, venta de publicaciones…).
Como hacía falta personal calificado y algunas áreas simplemente ya no existían, se fundó en 1992 una escuela taller con el objetivo de rescatar oficios casi perdidos de la restauración. Se han graduado cerca de 200 jóvenes como operarios calificados en albañilería, carpintería, pintura de obra, cantería, forja, vidriería, electricidad, plomería, escayola, jardinería, restauración de pintura mural y arqueología. Una vez graduados, pueden incorporarse a la empresa constructora o a la restauradora.
La Oficina del Historiador de la Ciudad cuenta también con su propia Agencia Empleadora que, en los puestos de trabajo que se generan, da prioridad a los residentes del municipio para mejorar la economía familiar. Todo está planeado e inventariado, desde la infraestructura, sistemas de agua y de drenaje, de electricidad, redes viales, áreas verdes, escuelas y hospitales, hasta el involucramiento de los residentes para que cooperen con el trabajo y se vean también beneficiados. Por otro lado, varios inmuebles se destinarán a labores sociales y culturales.
Revitalizar La Habana Vieja sin cambiar su esencia, es decir manteniendo su carácter residencial que permite que la población añada valores propios al territorio, parecía una utopía. Para dar inicio a esta obra se requería una entidad que tuviera fuerza legal, recursos y competencias suficientes, y que fuera capaz de articular procesos y concertar intereses diversos. Por ello era fundamental un plan dinámico y flexible validado además por la población que reside en la zona y que integrara la labor de restauración con la obra social y comunitaria. Ésta es la tarea que con pasión y empeño se han propuesto Eusebio Leal y su equipo de trabajo. (Textos tomados de la revista Viaje en la memoria. Apuntes para un acercamiento a La Habana Vieja).

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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