Sin duda todos conocemos no una, sino muchas historias de emigrantes, hombres, mujeres, familias completas que dejaron país, pertenencias, amistades, costumbres, la seguridad de lo conocido, para buscar un nuevo lugar donde vivir y ver crecer a sus hijos. Sea forzado o voluntario, el desprendimiento es brutal e implica una enorme voluntad y energla interior para rearmarse a sí mismo en otro lugar.
Pero la historia no es nueva, sino milenaria; todos los grupos humanos, todas las culturas, han vivido el fenómeno de las migraciones en sus dos vertientes: recibir a «extraños» o partir hacia nuevas tierras impulsados por mil y una razones.
Gracias a su cualidad de homo migrans, el homo sapiens se ha extendido por todo el mundo. La diferencia es que ahora, como tantas cosas que vivimos, el tema adquiere un cariz global. Y las soluciones diversas, locales, que antes tomaba cada grupo o país, resultan insuficientes.
¿Qué buscan tantos millones de migrantes? Principalmente trabajo, comida, estabilidad económica, pero también la posibilidad de creer en la justicia, la razón, el derecho, la democracia… ideas cuyas ralces se entretejen con las de las culturas grecolatina y judeocristiana. La sociedad occidental ha heredado y difundido esos conceptos que integran buena parte de su riqueza y, por ello, los paises que los han hecho suyos, atraen más emigrantes.
En el momento actual podemos resumir el problema de los 150 millones de seres desplazados en una difícil ecuación, encontrar el equilibrio adecuado entre dos deberes: el de solidaridad y el de conservar la cultura y el bienestar de las sociedades anfitrionas.
La solución más humana enfatizaría el primero, ampliar en la mente de los ciudadanos, en las legislaciones, los conceptos de frontera, de nación, para ver en cada cultura diferente una posibilidad de enriquecimiento y no una amenaza; encontrar nuevas formas de identidad donde prevalezca la apertura a lo universal sobre la afirmación de lo propio, Y mientras estos ideales se logran, el camino inmediato estd en una vertiente muy concreta de la solidaridad: la hospitalidad.