De la universidad al puesto de trabajo

Entrevistó Patricia Montelongo

No sólo los universitarios, también profesores, padres, asesores académicos y tutores han de contribuir a resolver, al menos en parte, la incógnita que se abre ante los jóvenes cuando no saben cómo ni en qué condiciones iniciar su vida profesional, lo que coloquialmente llamamos «conseguir chamba».
Las instituciones requieren complementar la formación y desarrollar competencias y actitudes positivas hacia el trabajo; los jóvenes, por su parte, aplicarse con esmero e inteligencia para adquirir experiencia desde que inician la carrera, de modo que al contar con un título ya sepan trabajar y enfrentar la responsabilidad con madurez. En su reciente visita a México, el doctor Castillo habló sobre el contenido de su libro De la Universidad al puesto de trabajo (Ediciones Pirámide. Madrid, 2000).
HOY NO BASTA TENER UN TÍTULO
Cuando un joven termina la carrera universitaria ¿cómo o por dónde debe empezar su búsqueda de trabajo?
Prácticamente a todos los jóvenes se les presentan tres opciones por delante: dedicarse tiempo completo a buscar trabajo, intentar el autoempleo o adquirir una preparación que complemente su carrera profesional. Sin embargo, cada uno debe encontrar sus propias respuestas. Mi recomendación inicial es que no esperen a terminar la carrera para planteárselas, deben empezar mucho antes, en realidad, desde que inician la universidad; adelantarse al problema con medidas preventivas.
Suele pensarse que el problema del desempleo está mucho más en el mundo laboral que en el de los egresados.
Cierto, resulta que no coinciden las aspiraciones de los egresados universitarios con las expectativas de las empresas. Justamente, constatar este problema concreto me llevó a investigar el tema y a escribir un nuevo libro que pretende ayudar a que esos caminos se encuentren.
Por un lado están los jóvenes licenciados, acaban la carrera y salen de la universidad con la mentalidad de que el título bajo el brazo y el expediente académico son suficientes para encontrar un buen trabajo; el que les conviene y, además, rápido. A lo largo de los años crece el número de jóvenes que se sienten defraudados porque no se cumplen sus expectativas. Demasiado tarde comprueban que un historial sólo académico no es suficiente en el mundo laboral; y entonces se ven obligados a «engrosar el currículum» a marchas forzadas, de forma precipitada y, por tanto, mal. Pierden meses o años que se podían haber evitado, de haber hecho las cosas de otra manera durante la carrera.
Por otro lado están las empresas. Para entender su visión me entrevisté con muchos directores generales, directores de Recursos Humanos y de empresas de consultoría y analicé una serie de casos prácticos. Las exigencias cada vez son más altas e implican mucho esfuerzo personal de parte de cada joven, la preparación académica es sólo uno de los aspectos a considerar. Cuando las empresas ofertan un puesto de trabajo, se presentan candidatos con muchos conocimientos teóricos y muy pocos aplicados. Y los directivos no uno, sino muchos dicen que en la universidad se adquiere exceso de conocimientos teóricos y muy poca formación práctica, que no se aprende a trabajar ni se conoce el mundo laboral, por tanto hay un salto muy grande, notorio, de la universidad al puesto de trabajo.
Encontramos pues, por un lado, muchos jóvenes desempleados y, por otro, empresarios sin cubrir bien sus puestos de trabajo. ¿Por qué no poner de acuerdo a universidades y empresas para solucionar este problema?
Cuando una empresa publica una oferta de trabajo en la prensa, internet, una bolsa de trabajo, donde sea pide un perfil profesional que exige sobre todo dos cosas: experiencia y actitud; ambas implican mucho más que la formación académica del estudiante. Los recién egresados son muy homogéneos entre sí en cuanto a la preparación, así que la evaluación de las actitudes personales se convierte en el factor diferenciador.
Se exige experiencia de trabajo. Pero ello no se refiere únicamente a un empleo fijo, sino también a que haya hecho buenas prácticas en alguna empresa durante la carrera, que haya conseguido trabajos ocasionales en los veranos, que haya aprovechado el tiempo: experiencia de trabajo es saber trabajar.
Piden también candidatos con las capacidades que necesitan hoy las empresas para competir: adaptación al cambio, flexibilidad; saber trabajar bajo presión; automotivación, autosuperación, no «arrugarse» ante los problemas o nuevas metas, capacidad de aprender y seguir aprendiendo fundamental ante las nuevas tecnologías que vienen una tras otra, gente dispuesta a adquirir formación permanente, a estar siempre al día; capacidad de comunicación; capacidad de liderazgo; dan enorme importancia a saber trabajar en equipo, etcétera.
En el mismo estudio detecté otra carencia de los recién egresados: inmadurez, manifiesta en que les cuesta mucho tomar decisiones personales en su trabajo y se limitan a asumir las pautas que se les marcan, a lo que se añade dificultad para asumir responsabilidades.

VENCER LA DESVENTAJA EN QUE ME ENCUENTRO

¿Cómo pueden superar los jóvenes este desfase?
Lo primero sería una autoevaluación personal: ¿a qué distancia me encuentro, en este momento, de ese nivel de exigencia? ¿Cuáles son mis principales carencias y cómo puedo eliminarlas?
Espero que ésa sea su reacción y no considerar que se pide demasiado, que no podrá financiar los nuevos aprendizajes, que no va a dar la talla porque si el joven se deja llevar por esta forma de pensar, queda fuera de juego, sin futuro profesional.
Muchas de esas competencias pertenecen a la inteligencia emocional a la que dedico varios capítulos del libro. Aplico la inteligencia emocional al trabajo porque está demostrado que las competencias emocionales son decisivas para ganar en empleabilidad, concepto fundamental en el mundo laboral de hoy.
Tanto los jóvenes como las instituciones universitarias deben ver la carrera no sólo como una formación académica, sino como formación profesional para el mundo laboral. Esto no es instrumentalizar la universidad, al contrario, es beneficiarla, transformarla para que no sea únicamente el templo de los conocimientos teóricos. Hay que saber y saber hacer; los universitarios deben aprender a trabajar.
¿Acaso no hablamos del valor del trabajo, de las inmensas posibilidades de realización personal a todos los niveles del trabajo bien hecho? Entonces, ¿qué pasa en la universidad? ¿Es que el trabajo es sólo preparar exámenes? Adquirir experiencias de trabajo conviene al estudiante porque va aplicando los conocimientos y mejora su formación, conviene a la universidad porque sus titulados serán más competitivos, y conviene a la empresa porque contará con mejores candidatos. Luego, hay que acercar la universidad a la empresa o la empresa a la universidad y hacer cosas conjuntamente.
¿No hay peligro de convertir a la enseñanza universitaria en algo demasiado práctico, casi como una escuela técnica?
No, la formación universitaria implica saber y saber hacer, teoría y práctica. El aprendizaje completo no es una u otra, sino ambas integradas. Y de eso se trata, que se hagan prácticas en empresas pero, además, que en cada asignatura, como responsabilidad de cada profesor, haya situaciones de conocimientos aplicados. Así no hay riesgos. El problema es cambiar la mentalidad tradicional que rige la universidad. En muchos sentidos la empresa es más flexible, se adapta mejor a los cambios y evoluciona con más facilidad. Cuentan con departamentos de Recursos Humanos clave en una empresa, organizan, diseñan y evalúan continuamente cursos de formación permanente
Algunas empresas que van por delante valoran la formación de la persona en los métodos pedagógicos y ellos mismos los usan para formar continuamente a sus empleados, o se asesoran con pedagogos y educadores, capacitados expresamente para ello.
Aunque para la universidad es más difícil cambiar, está trabajando en ello, buscando cómo proporcionar a los alumnos instrumentos que les permitan ganarse la vida. El interés actual de muchas universidades por el futuro profesional de sus alumnos está convirtiendo a cada facultad o escuela en una empresa de servicios que ayuda a sus egresados a conseguir el primer empleo con diversos medios: gestionando prácticas en empresas mediante convenios, con cursos de capacitación laboral, asesoramiento sobre técnicas de búsqueda, foros de empleo, bolsas de trabajo, bases de datos
¿Incluso en carreras humanísticas?
Las humanidades se prestan menos a una práctica empresarial, pero es factible relacionarlas también con prácticas en la empresa. Por ejemplo, en mi universidad, cada alumno puede seguir un itinerario de estudio, a partir de materias optativas, que lo conduce a diferentes salidas profesionales. En las carreras de humanidades hay dos itinerarios principales: la gestión de actividades culturales y sociales o la gestión comercial y de recursos humanos.
Hoy las empresas están pidiendo humanistas, hablan de que lo más importante es el capital humano y no sólo requieren preparación técnica, sino humana, cualidades personales: responsabilidad, iniciativa, creatividad, afán de superación, madurez, lealtad
Lo que no debe ocurrir es que se desperdicie el esfuerzo que hacen tantas universidades para que luego los licenciados al terminar digan: no sé qué hacer. Por eso aconsejo a los alumnos trabajar desde el primer año.
¿Aunque sea sacrificando las mejores calificaciones?
No se sacrifican, al estudiante le sobra tiempo, y cuando trabaja aprovecha mejor los estudios, madura, crece con su trabajo y no retrasa innecesariamente su incorporación a ese mundo.
Desde luego me refiero a prácticas compatibles con la carrera, complementarias; no estoy hablando de trabajos que impliquen olvidarse del estudio. Lo óptimo son las prácticas tuteladas por la empresa y por la universidad de acuerdo con un convenio.
Por otro lado, en los últimos años ya no se considera el trabajo fijo como única opción, el trabajo temporal está creciendo y se valora más, tiene la ventaja de que permite conocer muchas realidades distintas y no corre uno el riesgo de encasillarse, además, suele ser un puente hacia el empleo estable. En el caso de los programas de becarios, una tercera parte de los estudiantes que realizan prácticas se queda en la empresa. En muchas ocasiones a los jóvenes les parecen «contratos basura», se sienten explotados, pero depende mucho de su actitud, de que sepan sacar partido y aprendan a trabajar, «sembrando trabajo se recoge experiencia», me decía un joven.
En Estados Unidos se está generalizando el mentorazgo, un procedimiento en las prácticas laborales para orientar en forma individual a los trabajadores sin experiencia o que no conocen la empresa a la que se incorporan. La acción que llevan a cabo los mentores con sus discípulos se conoce como mentoring. El trabajo del mentor o tutor, por ser una ayuda personal y concreta, es un impulso para ubicarse y crecer más pronto, pero requiere hacer a un lado la autosuficiencia y dejarse guiar. La relación entre mentor y discípulo, de persona a persona, debe estar abierta a la amistad. La mejora profesional auténtica no es ajena a la mejora personal, procede de ella y desemboca en ella. Hay que añadir que también el mentor requiere unas características y habilidades específicas.
CAPACIDAD PERMANENTE PARA VOLVER A EMPEZAR
Al principio habló de empleabilidad, ¿puede abundar en ese concepto?
La empleabilidad es muy importante porque el mercado actual cambia demasiado y plantea continuamente retos nuevos, hay que desarrollar esa capacidad desde ahora mismo. ¿Qué implica? Ante todo una disposición permanente para «volver a empezar», aprender cosas nuevas y enfoques muy diversos porque los saberes envejecen prematuramente. Nuestro mercado global es incierto, sujeto a modas y circunstancias producidas en otros países, cambiante y competitivo; la oferta supera la demanda, por lo tanto el cliente o consumidor es cada vez más exigente, sólo se vende lo mejor, la supervivencia está en la calidad.
Una persona empleable es también un «todo terreno» que dentro de una empresa es capaz de adaptarse a los cambios. Además, esta capacidad de adaptación ayuda a la promoción. Ya no vale promocionar sólo por antigüedad, ahora es por el mérito y éste implica formación permanente, iniciativa, adaptarse a las necesidades, identificarse con la cultura de la empresa pero al universitario no lo preparan para esto.
Los empleos también se vuelven cambiantes y de corta duración. Las empresas, en vez de resistirse al cambio deben tomarlo como oportunidad y reto, para ello su organización debe ser flexible y orientarse a la calidad en el servicio; sin lugar a dudas, su principal recurso es el trabajador. Las empresas persiguen el rendimiento óptimo de cada persona y las oficinas de Recursos Humanos son el agente catalizador de los cambios en el personal.
La retribución también es diferente en la actualidad, cada vez va más de acuerdo al logro de objetivos individuales y en equipo. La cultura de la empresa se apoya mucho en la cooperación entre todas las áreas y en todos los niveles.
En el momento actual, la prioridad para quien aún no trabaja o está sin empleo debería ser la empleabilidad; una persona empleable es capaz de encontrar sucesivos posibles empleos y ser eficiente en cada uno de ellos. Esto no significa coleccionar cursos de temas variados, aunque sí tener una preparación amplia y diversificada, con recursos alternativos y, sobre todo, estar dispuesto a adaptarse y a aprender cosas nuevas.
Dada la importancia del currículum y la entrevista de trabajo para la empleabilidad de una persona ¿cómo deben elaborarse?
Para el aspirante a un puesto de trabajo, el currículum es la primera prueba a superar y la herramienta más útil de que dispone para lograr su objetivo. Debe exponer clara, breve y precisamente el perfil del solicitante; saber hacerlo es saber venderse para un puesto de trabajo; presentar un buen currículum acorde con las necesidades de la empresa es haber ganado la mitad del camino en un proceso de selección.
La otra mitad del proceso corresponde a la entrevista de selección. En el libro analizo los rasgos generales de los diferentes tipos de entrevista y doy algunos consejos para prepararla. Hay muchas personas que optan por la improvisación y piensan que la espontaneidad y la simpatía bastan para realizar un buen papel; en mi opinión no es suficiente. Hay que informarse sobre la empresa y las características del puesto que ofrece, sobre la persona que nos va a entrevistar; esto seguramente será valorado a favor nuestro. La mejor improvisación es la preparación.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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