En los nuevos movimientos religiosos y grupos New Age, el cambio cultural más importante, en relación con épocas anteriores, es la legitimación del individuo como constructor de su propia creencia.
Esto dentro de un mercado globalizado en contenidos y formas de conocimiento, que busca integrar la espiritualidad con criterios de empirismo y cientificismo escolar.Las formas para construir un universo y para interpretarlo se han ampliado por la intensificación de las comunicaciones y, sobre todo, por la transformación de sus contenidos a productos consumibles.
El individuo consumidor parece ser el soberano aunque elija y combine entre productos prefabricados.
AL GUSTO DEL CLIENTE
La Nueva Era no es nueva. Robert Ellwood plantea que la colección de enseñanzas y prácticas dentro del movimiento no constituyen ninguna novedad, sino reavivan espiritualidades alternativas de Occidente que, a través de círculos y organizaciones diversas, mantuvieron un desarrollo paralelo y entrecruzado con la cristiandad europea y cuyas raíces pueden rastrearse hasta el mundo grecorromano.
Esta espiritualidad se describe como una corriente subterránea que alimentó, por ejemplo, la Ilustración Rosacruz en el Renacimiento, la masonería del siglo XVIII o el espiritualismo y la teosofía del siglo XIX. Esta perspectiva ubicada en la historia de las ideas, hace pensar que nada nuevo hay bajo el sol. Sin embargo, es necesario precisar en qué sentido el New Age adquiere una fisonomía social y cultural específica de nuestro tiempo.
El mismo Ellwood observa que la gran diferencia entre el movimiento actual y esas concepciones antiguas, es que dentro de la cultura del «hágalo usted mismo», se provee un libre acceso a conocimientos y técnicas, otrora secretas, a través de una red de libros, revistas y talleres de fin de semana.Por su parte, Roy Wallis señala que el ambiente cultural en que participa tanto la Nueva Era como otros movimientos espirituales de la actualidad, afirma dos principios básicos: «individualismo epistemológico»: significa que en el individuo radica la determinación de la verdad, «indeterminación revelacional»: se refiere a que la verdad puede ser revelada de diversas formas y por distintos agentes, de manera que ningún individuo o colectividad posee un monopolio de ella.Un ángulo de particular interés en el estudio del New Age es analizar cómo se multiplican los medios de comunicación y cómo cruzan fronteras las empresas culturales y sus contenidos.
Su utopía podría definirse como la faceta cultural del proceso de globalización, por el que el mundo se vuelve un solo lugar.Las doctrinas New Age reinterpretan una multiplicidad de tradiciones religiosas, espirituales y filosóficas en un discurso de corte científico. Probablemente, parte de su éxito sea esa capacidad de absorber y recrear tradiciones espirituales y discursos cientificistas, antes circunscritos a ciertos grupos sociales y espacios geográficos, y ahora puestos a circular frente al ciudadano medio.Su capacidad sincrética y universal hace de la actual pluralidad de opciones religiosas un marco ideal de acción.
Se construyen sobre la preexistencia de tradiciones espirituales múltiples, celebran la pluralidad como una riqueza a diferencia de las organizaciones de tipo eclesial y sectario y crean una cosmovisión que integra aspectos espirituales acordes con las exigencias intelectuales de una población cosmopolita y escolarizada.
QUE RESPIRE AÚN MISTERIO
El New Age podría representar en forma paradigmática el lugar que la religión ocupa en la vida individual y social de este cambio de siglo: atomizadaexperiencialmás parecida a una red de organizaciones no gubernamentales que a una iglesiasin interés por una teología formaladaptable a contenidos y prácticas locales, pero vinculada a una dimensión «global»asimiladora del discurso cientificista y de cualquier tradición esotérica que respire aún misterioheredera de las preocupaciones sociales de la contraculturacentrada en la transformación del individuo y, a través de él, de la humanidad reconstructora de una utopía que, si bien se concibe como un advenimiento indefectible, da encanto y sentido a cada pequeña acción individualFormar parte de la Nueva Era entraña una transformación personal que puede ser calificada de conversión religiosa; sin embargo, la cohesión del grupo parece ser débil y sus signos externos de pertenencia poco específicos.
Su elemento definitivo es la reconstrucción subjetiva de una concepción del propio ser en relación con el mundo, que en consecuencia incluye una propuesta ética. Su oferta específica, como nuevo movimiento religioso para la clase media educada, deriva de la problemática del proceso de globalización económica y cultural.Su frontera para definir la religión desborda las pertenencias institucionales; el New Age se constituye como un espacio de creación de sentido último y de pertenencia.
También es una moda y un estilo de consumo para jóvenes y maduros de clase media cuyos valores trascienden a los grupos espirituales mismos que parece erigirse autónomo a través de las redes de consumo alternativo, de modelos empresariales, centros terapéuticos y de autosuperación personal, y del imaginario social reproducido y vuelto plausible por los mass media.
RELIGIOSIDAD COMPARTIDA
La opción Nueva Era constituye un importante sector de la diversificada oferta religiosa y un ingrediente significativo de la cultura urbana.
A pesar de su escasa dimensión numérica en cuanto a miembros de tiempo completo, su influencia deberá ser apreciada no sólo por el novedoso hecho de su existencia, sino también por el fenómeno de «religiosidad compartida».Sus grupos no buscan reclutar exclusivamente miembros de tiempo completo, sino que toleran y promueven una variedad de niveles de compromiso.
Hay personas dedicadas por completo al movimiento, que participan de una vida comunal y cuyo eje es algún proyecto cultural-ecológico; en México ha habido planes de promoción popular, con un trabajo similar al de otras organizaciones no gubernamentales. Hay también adherentes, cuya relación es de simpatía y apoyo, y otros muchos se vinculan como clientes y consumidores de los productos naturales y de los servicios médicos alternativos que ofrece el movimiento. Su estructura como múltiples agrupaciones minúsculas sin una organización central orgánica, hace prácticamente imposible conocer su dimensión numérica.
NEW AGE A LA MEXICANA
En diversos países participa el movimiento del Potencial Humano, de marcada orientación psicologista, el más mundano y probablemente más rentable de los grupos New Age.
Paul Heelas los ha llamado self-religions, ya que ven al ser mismo como el lugar del significado último de la existencia y en el ego, o alguna categoría equivalente, el estado intermedio para realizar el potencial verdadero del ser humano. A través de diversas técnicas, las personas participantes son guiadas para trabajar sus sentimientos por sí mismas.En otra orientación menos mundana y más sectaria, se encuentran los grupos ocultistas: destacan la brujería, el shamanismo y algunos neopaganos. Grupos tan disímbolos tienen en común el carácter sagrado de la naturaleza y su llamada «orientación contra-cultural».
En México, como era de esperarse, se les asocia también con algunos grupos indigenistas contemporáneos que desean recuperar la herencia prehispánica como modelo de una cultura en armonía con la naturaleza: México aparece ante sus ojos como el espacio privilegiado de la influencia cósmica, depositario de sabidurías milenarias, lugar de encuentro de razas y tradiciones culturales diferentes que en condiciones cósmicas favorables hallarán nueva síntesis y esplendor.
En el actual contexto global destaca esta versión mexicana del New Age como un ingrediente más de revitalización nacionalista que pugna por la conciencia de especie.El elemento común de esta diversidad es que los grupos y sus participantes se autoconsideran, y consideran a los demás, parte del New Age.
No obstante, habrá otros que obedecen a alguna tendencia (indigenista, esotérica, psicoterapéutica o ecológica) y no identifiquen una relación con el movimiento internacional.No siempre se da una convivencia tolerante con las comunidades religiosas entre sí, ni con la sociedad en su conjunto.
La sociedad también redefine su relación con comunidades religiosas particulares y con la religión en general, y pone en juego sus valores no necesariamente confesionales como pueden ser vida, familia, autonomía individual y legalidad.Conocer movimientos como el New Age sirve para comprender el particular proceso de secularización de la sociedad y qué valores y actitudes generan en el plano de la pluralidad, la tolerancia, la salud, la sexualidad, la acción ecológica comunitaria, el concepto de nación e, inclusive, el campo electoral.