«Su poesía se saborea, se degusta, se paladea con toda lentitud. Es bien sabrosa y bien estimulante». Así justificaba Jaime Sabines el haber llamado «rico platillo de excepción»1 la poesía de Joaquín Antonio Peñalosa, fallecido el pasado 17 de noviembre. Se trata de un personaje tan polifacético que soy consciente de que alguien se puede sorprender de verlo presentado como un poeta. Por algo había que empezar y, de su inmensa producción como escritor, éste es mi género favorito. Sé que su celebridad la debe más a textos sobre México y el mexicano2. Sé también que sus obras de carácter espiritual fue sacerdote desde 1947constituyen un respetabilísimo capítulo y que son incontables las personas que se sienten espiritualmente deudoras de su lectura. Y aún quedan varios apartados, como el de sus obras históricas (sobre todo biografías) y el de sus trabajos de investigación, especialmente ediciones críticas de poetas.
Todo escrito de Peñalosa lleva una impronta muy fuerte de su alma. Yo creo que tarde o temprano lo percibe también quien no lo haya conocido personalmente. Su estilo es inconfundible: en poesía y en prosa, en todos los rubros mencionados arriba, hasta en sus cartas y dedicatorias y en sus conversaciones telefónicas. Sus cartas eran una mezcla de inmediatez, humor cálido y redacción apresurada. Con frecuencia cambiaba de idea a media frase y la terminaba de otra manera sin corregir lo ya escrito. El resultado era una sintaxis un tanto problemática, eso que, con fea palabra, los gramáticos llaman anacoluto. Recibir de un miembro de la Academia de la Lengua lo fue desde 1955 una carta con anacolutos es buen motivo de escándalo. Entiendo que haya supongo quien se escandalice, y me alegro de no escandalizarme: me parece un testimonio encantador de lo que significa vida, la vida de una persona y la vida de un idioma.
PARA TODO PALADAR
No se piense que estoy presentando irónicamente su escritura. Miguel DOrs, de la Universidad de Granada, filólogo, crítico y gran poeta él mismo3, señalaba hace años, entre la «gama de recursos técnicos extraordinariamente amplia» de la poesía de Peñalosa, la sintaxis sincopada y la agramaticalidad, procedimientos contemporáneos que no le impedían escribir «sonetos de perfecto empaque clásico»4. El prodigio está en que el fruto, como bien observó Sabines, es apto para todo paladar. Otro gran crítico, célebre por la columna semanal de literatura que durante décadas mantuvo en El Mercurio (Chile), amigo de Neruda y también gran poeta él mismo, José Miguel Ibáñez Langlois, me hizo notar hace años que Peñalosa era admirable por su modo ágil, informal y juguetón de abordar poéticamente lo sacro, género que durante tantos siglos se ha encomendado al estilo solemne. Se trata de una voz muy autorizada porque está en las antípodas de la poesía escrita con «palabras poéticas» (arreboles, bajeles, querubes y cisnes varios), para lo cual sigue en buena parte los caminos recorridos por Nicanor Parra en sus «antipoemas», palabra que dice mucho. Por otra parte, tiene en su haber obras importantes de poesía sacra, de las que sin duda la cumbre es el Libro de la Pasión5. Lo que quizá él no sabe es que la lectura de este libro desató en Peñalosa una fiebre de inspiración que desembocó en su décimo libro de poesía: Copa del mundo. Cántigas de Santa María6. ¿Hay algo de Ibáñez Langlois en estos poemas? No lo creo. Es peñalosiano hasta la médula. Tampoco la herida se parece al detonador.
Fui testigo epistolar de la gestación de Copa del mundo, aunque sólo ahora que releo su chispeante correspondencia me doy cuenta cabal del privilegio, y no lo digo sin emoción. En junio de 1994 escribía: «llevo 13 poemas y estoy muy feliz, aunque sufriendo mucho, es la doma de la palabra». Al mes siguiente llevaba veinte poemas y, con iguales sentimientos «estoy feliz y sufriendo», declaraba que iban a ser treinta. En agosto ya había terminado. Fueron veinticinco. La repetida alusión al sufrimiento creativo está más desarrollada en una entrevista de casi veinte años antes7: «Me cuesta mucho escribir lo que sea. Soy hijo del desierto, de este árido altiplano potosino donde una rosa apunta como un milagro. A la hora confidencial del balance, he escrito poca poesía, he publicado menos. Escribir un poema duele. Dichosos los que gozan al crear. Mi pequeño grano de trigo sabe de sepulturas, de cribas y de hoces. Siempre noche oscura, nunca llama de amor viva».
«PEÑALO-SISMO»
A pesar de tamaña lucha contra la aridez, cuento 92 títulos de libros en una bibliografía suya que cubre hasta 1997. once de ellos son de poesía. Vuelvo a las cartas para ofrecer una idea de su actividad, sin ceñirme a lo estrictamente literario, que multiplicaría las clasificaciones y nos acercaría a un informe presidencial de viejo estilo:
16 de julio de 1994: «Te mando por aéreo “México mi amor”. Sé benigno. Es una colección de artículos de periódico. Escribo cada semana en El Sol de México, artículo que reproducen los 70 diarios de su cadena».
Nótese que era, además, el tiempo en que escribía Copa del mundo.
8 de agosto de 1994: «”El zoológico de Cristo” sale un poco antes de Navidad. Te lo mandaré. (…) En la Academia de la Lengua estamos preparando un diccionario de mexicanismos que supere al de Santamaría».
30 de noviembre de 1994: «Ahora, ando sumergido en un programa diario de TV para niños a la vez pobres y enfermos; tengo paralíticos, sordomudos, dos quemados, un mordido de tigre… Pide al Señor que podamos ayudarlos».
Era el programa «Camino de Belén», que mantuvo por 35 años cada Navidad.
14 de enero de 1995: «Se ha retrasado la “Copa del mundo. Cántigas de Santa María”, por enfermedad de la editora. (…) Ahora, de poesía, leo a poetas franceses y los cuentos de Bioy Casares, tan agudo. Preparo la edición de los “cuentos de Othón”; y estaré en la Universidad de Austin dando dos cursillos simultáneos: uno sobre lit. mexicana y otro análisis y comentario a la “Fábula de Polifemo y Galatea”, de Góngora, mi señor».
21 de marzo de 1995: «En efecto el Congreso del Estado me confirió la presea “Plan de San Luis” en una solemne ceremonia con el tout San Luis; yo hubiera preferido que me enviaran alimentos para mi infantería del Hogar del Niño».
Él fundó este orfanatorio, conocidísimo en la ciudad, que dirigió hasta su muerte. En una carta que no encuentro me comentaba, preocupado por la situación de Chiapas, que él había trabajado junto con don Samuel Ruiz. Eran de la misma generación. Dos sensibilidades sociales ciertamente diversas.
7 de enero de 1996: «Después de “Copa del mundo” publiqué, a finales de año, “Cuentos completos de Manuel José Othón”, el poeta potosino. Y ahora estoy en espera que Ediciones Paulinas me digan si publican mi “Manual de la imperfecta homilía”, libro que se imprimió hará 15 años; ahora lo he corregido y aumentado dos adjetivos de rigor (…). Todo diciembre mi programa de TV para niños pobres-enfermos, la gente se volcó en ayudarlos. Tengo, diario, un programa de TV “5 minutos de felicidad”».
16 de enero de 1997: «Este año, Deo favente, saldrán 3 librillos míos, quizá los últimos: 1) el gobierno del estado de S.L.P. publica mi poesía completa (qué honor y qué horror) en edición de lujo, inaccesible para que la compre el ciudadano de a pie8; 2) “Obras completas de Othón” en dos tomos por el Fondo de Cultura Económica; y 3) “Alrededores de Sor Juana Inés de la Cruz”, un libro de unas 350 pp. Publicará la Universidad Autónoma de SLP, y ya en prensa».
Pero no fueron los últimos, aunque estuvo al borde de la tumba:
1o. de febrero de 1998: «Están imprimiendo un librillo mío, fruto de 4 meses de rehabilitación: “Francisco González Bocanegra, vida y obra”. Nuestro paisano. El libro dará unas 400 páginas y fotos desconocidas. Es un escritor mediano, un romántico menor, pero no se había recopilado y estudiado su producción, ni su vida. Ahora pienso en escribir algo menos molesto que la investigación, por ejemplo, algo espumoso sobre los ángeles. ¿Qué opinas?».
Y en efecto, aunque no opiné:
Navidad de 1998: «Ya salió “Memorias de un ángel de la guarda jubilado”; pero lo empiezan a vender hasta enero. (…) Y en marzo del FCE sale una antología poética de este “ciervo de Dios”. Ya sin pulmonías, pero con la visión baja. Fiat. Reza por mí. Que la Virgen te depare un año colmado de virtudes y bendiciones».
Ignoro qué dejó listo para la publicación al morir. Sólo sé de un libro de poesía, que pensaba hacer esperar para que no coincidiera con el anunciado volumen del FCE. Vi el original, escrito a máquina y corregido a mano. Me dio a leer dos de las poesías: una que describe una hacienda potosina y un homenaje a Octavio Paz. Respondían muy bien a la definición de «peñalosismo» que daba Alfredo Cardona Peña: «como la palabra lo indica, es una peña y un sismo, o sea un trozo de mineral lingüístico con su correspondiente temblor»9.
EXCELENTÍSIMO Y REVERENDÍSIMO HUMOR
Me costó no copiar las cartas enteras y no sé si los textos citados dan suficiente idea de su perenne sentido del humor, que Miguel DOrs señala como un elemento esencial de su poesía. «Si a veces escribo con humor decía Peñalosa en la entrevista ya citada, no es porque me lo propongo, como si humor fuera una salsa que se espolvoreara sobre el platillo previamente aderezado. El humor no es aditivo ni condimento de la escritura, surge de su misma substancia». Una cosa es dar un toque «de sabor» al final; otra muy distinta es pretender arreglar con condimentos un platillo mal cocinado. Es justamente lo que llamamos «al chilazo». Peñalosa está aquí en sintonía plena con la actual filosofía hermenéutica, con la nouvelle rhétorique, con la sensibilidad que ya se cansó de oír denuncias de irrelevancia de las formas. No: las formas no son irrelevantes en la medida en que no son realmente distintas del contenido.
Una relación «extrema» con el humor son las recopilaciones de chistes clericales que tanto éxito tuvieron. Yo las deploré, aunque ahora ya sería capaz de leer alguno de esos chistes y hasta dos, pero sobre todo creo entender su significado cultural, en particular después de haber traducido para ISTMO un artículo de un filósofo ruso ortodoxo, Sergei Averintsev10. Lo que se podría interpretar como ligereza en un poeta mexicano, párroco «posconciliar», y periodista y capellán de plaza de toros, reclama por lo menos una mayor atención cuando viene de un ortodoxo, con toda la imagen de solemnidad que el oriente cristiano nos evoca. Pero los cristianos bizantinos dan sorpresas. Cuando una vez, tratando de aclarar ideas para un artículo que contemplaba el Oriente, hube de acudir en Roma al «Colegio Griego», y me venían a la cabeza esas ceremonias majestuosas y llenas de hieratismo propias de la liturgia oriental, con cantos graves y humaredas estilo Paricutín, mi pasmo tocó el aturdimiento al oír la música del teléfono mientras esperaba que me comunicaran…: Guantanamera.
Pues este ruso, a quien el régimen soviético condenó a confinamiento por dar a leer en la universidad a los Padres orientales, y que después, durante la Perestroika, fue miembro del Soviet Supremo, sostiene que una sociedad amoral no puede conocer el humor, ya que «el hombre es capaz de humor en la misma medida en que sigue siendo capaz de respetar lo que se manda y lo que se prohibe»11. A esta tesis añade otra que me es más difícil de aceptar, aunque ciertamente respeto: que los chistes clericales pertenecen a las mejores manifestaciones del humor humano. Peñalosa, por su parte, afirma que «sin devoción no hay chiste religioso», y por eso tiene cuidado de recalcar que el autor de los chistes que él recopila es ese «pueblo ingenioso y festivo, socarrón y devoto». Y remata sus razones con una de peso soberano: este humor es señal «de vitalidad y seguridad, de confianza y simpatía. Y de excelentísima y reverendísima salud mental. Las sectas no producen, están metafísicamente imposibilitadas de producir chistes sobre sus sectas»12.
VISIÓN AMOROSA E INÉDITA
Bastante connaturales al sentido del humor parecen otras dos cualidades que indica Miguel DOrs como características de la poesía de Peñalosa: «una atención amorosa a las cosas pequeñas de la Naturaleza» y «una imaginación extraordinaria, que permite al poeta presentar las cosas desde puntos de vista inéditos». Testigos de esta capacidad son todos los lectores de sus libros sobre México, auténticos derroches de observación. No puedo citar nada aquí por culpa de uno de los mayores defectos de los libros de Peñalosa: que se pierden muy fácilmente. El único remedio sería no sólo no prestarlos, sino ni siquiera enseñarlos. Tomemos pues un ejemplo del Diario del Padre Eterno13, breve libro de prosa poética, uno de los que mejor resisten el desgaste de las innumerables relecturas: ¿quién había notado que el ángel, después de la anunciación, se va sin despedirse? Y Peñalosa lo pinta que se muere de pena por el descuido.
A esto se suma la sencillez. Aun antes de la sencillez estrictamente poética, reluce en nuestro autor la virtud de exponer ideas de modo claro, una especie de genialidad sintética que voy a ilustrar con un ejemplo. En un estudio sobre el pensamiento de San Juan de la Cruz, Edith Stein expone los elementos que integran la figura de la noche14. Es un análisis minucioso, típicamente fenomenológico, en cuatro páginas de apretado alemán: la noche en su aspecto inhóspito y de destrucción, donde todo es como devorado, y, por otro lado, su vertiente encantada, la dulzura del «nocturno», la claridad lunar que suaviza los contornos… Pues bien, en una breve y holgada página del Diario del Padre Eterno15, apenas veinte líneas, aparecen todos los elementos de las dos caras de la noche, distribuidos en el diálogo entre Adán, que se asusta al ver caer su primera noche («¿Se acaba el mundo que tú hiciste o me has dejado ciego?»), y el Padre, que le hace ver que la noche es una gracia: «No maldigas la noche, Adán. Es el descanso. El silencio. El sueño. Sólo en la noche puedes escuchar el nacimiento del manantial en el bosque».
La sencillez de nuestro poeta pertenece a otro género de cosas, pero comparte en algo el ascetismo de los sudores descritos en esa «noche oscura». «Quien lo haya intentado sabe muy bien lo difíciles y trabajosas que son estas simplicidades», escribe Miguel DOrs16. Una de esas «simplicidades», tomada de Aguaseñora, puede ser una buena despedida. Se titula Confesiones, capítulo penúltimo, un postrer adiós que es más llegada que partida:
Me llamaste al alba,
mira no más a qué horas llego,
el reloj checador marca las 11:59 p.m.,
dame ese minuto de esperanza.Vuelvo del viaje sin más souvenir
que unas migajas de pan
y unos bolsillos rotos,
sólo Tú puedes comprarme
el boleto de regreso.
Operaciones fundamentales
Al hombre que tú izas
lo suman, lo restan
lo multiplican, lo dividen
le sacan raíz cúbica
lo hacen quebrados
pasas del viento y de la sangre al archivero
aplastado por el buldozer de la burocracia
sobre tu cara, el grito de tus huesos
la alta frente más allá de los álamos
acuérdate, hombre, que eres número
y en la tarjeta 32,458 te has de convertir.
Nadie puede brogar en tus ríos de pájaros
ni apagar el bramido de tus selvas de fuego
nadie registra lo que hay detrás de una sola mirada
nadie hollará jamás las galaxias de tus sueños
nadie,
la física nuclear no sabrá nunca
qué universos de amor o de dolor
ruedan en una simple lágrima.
Sin decir adiós.
Joaquín Antonio Peñalosa.
Orden del día
Dime
si hay una taza de café más sabrosa
que estos pequeños verbos regulares:
levantarse y que la luz se te eche encima
como un baño de jugo de naranja,
sentarse al desayuno partiendo en rebanadas el otoño
dar al teléfono eficaz respiración de boca a boca
picotear la máquina de escribir por si cruza un ala
llevar a mano el encendedor, la fogata amistosa
enviar un telegrama de felicitaciones a la lluvia
poner girasoles a los ojos para seguir más cielo
cerrarlos por ver su azul cristalizarse dentro
ir por la calle con unos pies sismógrafos
registrando la ternura de la tierra,
pasar de largo blancos, estatuas, cuarteles
pararse donde estalle un silencio o un quejido
dar cuerda al corazón para que marche aprisa
decir adiós, el último
como decir los buenos días.
Sin decir adiós.
Joaquín Antonio Peñalosa.
1. Es lo que aparece en la solapa del libro de poesía Aguaseñora, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes – Juan Boldó i Climent, San Luis Potosí 1992.
2. Sólo Vida, pasión y muerte del mexicano (1974) lleva 90,000 ejemplares en 31 ediciones.
3. Algunos de sus libros de poesía son: Del amor, del olvido (1972), Curso superior de ignorancia (1987), Punto y aparte (1992), La imagen de su cara (1994).
4. Cfr. su recensión al Diario del Padre Eterno: “Páginas del Diario de Dios”, Nuestro tiempo (Pamplona), junio, 1990, pp.120-127.
5. Editorial Universitaria, Santiago de Chile 1986. También está publicado en la colección Patmos de Rialp, Madrid 1987. Recientemente apareció otro libro de características muy similares: El Rey David, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1998.
6. Joan Boldó i Climent, Querétaro 1995.
7. Cuadernos de Comunicación, México, n.24-25, junio-julio 1977.
8. Hermana poesía, Verdehalago, México 1997.
9. Citado por Aureliano Tapia Méndez en Joaquín Antonio Peñalosa Santillana. Un sacerdote en el mundo de las letras, Producciones Al Voleo El Troquel, Monterrey 1997, p.41.
10. “¿Qué se ha hecho el ángel del humor?”, Istmo, 228 (1997), pp.50-52. Título original: “Humorlosigkeit des Zeitgeistes”.
11. Ibid., p.50.
12. Conferencia de Cuadernos de Comunicación.
13. Ediciones Paulinas, México 1989.
14. Kreuzeswissenschaft. Studie Über Joannes a Cruce (Scientia Crucis), en Werke, vol.I, “De Maas & Waler – Herder, Druten-Freiburg-Basel-Wien 1983, pp.32-36. El de Edith Stein es un método de análisis fascinador aunque quizá fatigoso, para el que sin embargo se puede considerar un iniciado quien haya leído documentos de Juan Pablo II como Mulieris dignitatem o Dominum et vivificantem.
15. “Porque es de noche”, p.27.
16. “Páginas del Diario de Dios”, cit., p.123.