Comprensión: habitar al otro

Las relaciones humanas suelen apoyarse, ordinariamente, en un conocimiento superficial, en el sentido de que conocemos a los demás en sus aspectos más exteriores: cómo son físicamente, cómo hablan, cómo se desenvuelven socialmente, lo cual incluye el riesgo de captar principalmente sus apariencias. Esto se debe, en buena medida, a la perspectiva y a la actitud con que los observamos: a distancia, desde fuera, como si se tratara de unos objetos más con los que hay que relacionarse. Nos olvidamos de que son “sujetos”, personas que poseen una interioridad y que, mientras no seamos capaces de verlos desde su núcleo más íntimo, “de dentro hacia fuera” -relacionando sus proyecciones al exterior con la raíz de la que proceden- , no lograremos conocerlos realmente.
Conocer profundamente a una persona, como ella realmente es, en su individualidad y singularidad propias, significa comprenderla. Comprender a alguien equivale a conocer y entender su interioridad, tener acceso a su intimidad para captarlo desde dentro, como él realmente es. ¿Resulta esto posible en la práctica?, ¿cuál es el camino para lograrlo?

EN EL LUGAR DEL OTRO

Lo primero es no perder de vista lo que acabamos de decir: que estoy ante un “sujeto”, un sujeto dinámico que tiene vida propia, pensar propio, un modo de reaccionar propio, y no ante un “objeto estático” y clasificable mediante unos esquemas preestablecidos. Esto exige que deba ponerme en su lugar para captarlo desde sí mismo. Ponerme en su lugar, de manera profunda y completa, incluye dos niveles: el emocional o afectivo, cuyo contenido son los sentimientos, y el intelectual, constituido por los conceptos y formas de pensamiento del otro. Veámoslos separadamente, aunque en la práctica se den entremezclados, porque el hombre es una unidad.

CONOCER LA MÁS PROFUNDA INDIVIDUALIDAD

A la capacidad de ponerse en el lugar del otro emocionalmente se le llama hoy en día empatía. La empatía no es lo mismo que la simpatía. Simpatizar significa “sentir con”, coincidir afectiva o sentimentalmente con el otro, sentir al unísono. Empatía, en cambio, quiere decir “sentir dentro”, para lo cual es preciso “entrar en los demás”, o mejor, conseguir que ellos “entren en mí” para sentir lo que ellos sienten y así comprenderlos.
“La empatía -afirma Carlos Llano- , que en griego significa sentir dentro (a diferencia de la simpatía que, también en griego, se traduce por sentir con), se insertó en la antropología moderna gracias al filósofo existencialista alemán (y doctor en medicina) Karl Jaspers, bajo el término Einfülung (que se tradujo médicamente por introyección). Para Jaspers no basta que el médico posea del fenómeno psicopatológico una representación -Volstellung- o captación intelectual del mismo en relación con las causas objetivas o los motivos subjetivos del enfermo. Ha de hacer, además, el intento de sentir interiormente lo mismo que el enfermo (introyección)”. Según esto, cuando se logra empatizar con otra persona, se consigue conocer su más profunda individualidad, su núcleo más íntimo desde el que la persona se proyecta. En esto consiste, por tanto, comprender en el nivel afectivo o emocional.
Hay personas que tienen muy arraigada esta cualidad de la empatía, lo cual facilita que los demás se sientan identificados con ellas a las primeras de cambio, que les confíen su intimidad apenas conocerlas, porque se sienten comprendidos. Se les busca incluso sin esperar de ellas ninguna solución práctica o eficaz a los problemas que se les plantean; basta con sentir su comprensión, que se experimenta porque saben ponerse en el lugar de los demás, y compartir así sus sentimientos o emociones. De aquí nace espontáneamente un afecto sincero que favorece enormemente, por ejemplo, la relación de amistad.

PONERME SUS GAFAS

El otro nivel necesario para que la comprensión sea completa es de orden intelectual. Consiste en ver el mundo como el otro lo ve, entender sus conceptos, lo que hoy en día se denominan “paradigmas”. Señala Covey, “La palabra paradigma proviene del griego. En la actualidad se emplea con el sentido de modelo, teoría, percepción, supuesto o marco de referencia. En el sentido más general, es el modo en que ‘vemos’ el mundo, no en los términos de nuestro sentido de la vista, sino como percepción, comprensión, interpretación”. Y añade que “un paradigma es como un par de gafas: afecta el modo en que lo vemos todo en la vida”. De nuestros paradigmas derivan nuestras actitudes y conductas.
El gran error que cometemos frecuentemente consiste en ver a los demás, interpretar sus actitudes, juzgar su comportamiento, desde nuestros paradigmas, lo cual en tantos casos podría traducirse por juicios concebidos de antemano o, más brevemente, por nuestros pre-juicios. Esto provoca que no entendamos a los demás, porque los estamos captando “desde fuera”, es decir, desde nosotros mismos. La verdadera comprensión exige entrar en el otro, también intelectualmente, esto es, comprender sus paradigmas, ponerme sus gafas para ver la realidad como él la ve y entender así lo que hay en su mundo interior. Desde aquí podré comprender también lo que brota de ese núcleo íntimo, sus actitudes y su comportamiento.
Para ello no es necesario estar de acuerdo con el modo de pensar del otro; ponerse en su lugar, para ver el mundo como él lo ve, no significa asumir esa visión, que algunas veces podrá parecerme desacertada, incompleta, parcial o como se quiera. Lo que importa es que, sobre una base de respeto a la persona con quien me relaciono, sepa quitarme mis gafas por un momento y ponerme las suyas, para adentrarme en su mundo. Esto resulta indispensable con los amigos. “La amistad verdadera supone también un esfuerzo cordial por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas, ni a aceptarlas”.
Estas consideraciones son suficientes para concluir la importancia de la comprensión en los dos niveles, emocional e intelectual. La empatía permite conocer al otro en su más profunda individualidad, en su ser más íntimo. La comprensión intelectual hace posible captar al otro con profundidad, al entender por qué ve las cosas como las ve. En ambos casos se trata de ponerse en su lugar, de meterse dentro de él o conseguir que entre en mí, para sentir lo que siente y entender lo que entiende.

NO ES CUESTIÓN DE “TÉCNICA”

Este proceso, que conduce a la comprensión profunda, podría dejar la impresión de que consiste en un asunto “técnico”, en algo que se resuelve mediante una fórmula de acción. Nada más lejano a la realidad. El fundamento para que sea posible comprender en profundidad a una persona está en el amor. Y esto por dos razones.
* La primera, porque el esfuerzo para ponerse habitualmente en el lugar del otro exige entrega, renuncia a uno mismo, lo cual sólo es posible si existe el impulso interior, que procede del amor, para mantenerse en esa dirección. Cuando no hay amor, la persona se vuelve sobre sí misma, cae en el egoísmo y se incapacita para “entrar en los demás” y comprenderlos.
* La segunda razón -que admitiría un desarrollo mucho más amplio, y que aquí nos reduciremos a enunciarla- es que para “entrar” en otra persona es preciso conseguir una cierta identificación con ella. Tal identificación es un efecto primordial del amor, que hace posible la comprensión. Carlos Cardona lo expresa de esta manera: “Sólo el amor permite el verdadero conocimiento: la inteligencia, el intus legere, leer dentro; en cuanto que el amor me identifica con el otro, me coloca en su lugar: que es justamente lo que origina la ‘comprensión’, el conocimiento exhaustivo o total”. Estas palabras confirman que la comprensión no es una cuestión de Técnica, porque su origen está en el corazón del hombre y en su voluntad, es decir, en el amor, sensible y racional, que me impulsa hacia el otro y me identifica con él, para poder así conocerlo “desde dentro”, comprenderlo.

ESCUCHAR CON ENTENDIMIENTO Y CORAZÓN

Un medio que ordinariamente resulta necesario para comprender a las personas consiste en escucharlas. Es algo que, por evidente, muchas veces se da por supuesto pero no se practica a fondo. Se trata de escuchar, pero no de cualquier manera, sino con la intención de comprender.
Se puede escuchar con otras intenciones: para contestar al asunto planteado, para dar un consejo, para llevar a cabo una determinada acción. En estos casos el mensaje captado no suele ser lo más importante, sino un simple medio para lo que se pretende hacer a partir de él. La consecuencia es que no se escucha suficientemente. En cambio, cuando se escucha para comprender, lo importante está en el mensaje mismo y en el portador de ese mensaje, pues ahí está centrada la intención.
Hace falta aprender a escuchar. Se invierte mucho en aprender a hablar, a leer y a escribir, no en cambio en aprender a escuchar. Esto se da por supuesto y es un grave error. Saber escuchar es un arte y no se puede reducir a una tarea propia del oído. Se escucha con todo: con los ojos, para captar el lenguaje corporal que muchas veces transmite más contenido que las mismas palabras -un gesto, una expresión de alegría, la simple presencia, pueden decir más que muchas explicaciones verbales- ; con el entendimiento, para captar las razones de lo expresado y su relación con quien lo expresa; con el corazón, para participar de los sentimientos del otro y comprender lo que siente -decía Pascal que “el corazón tiene sus razones que la razón no comprende”-. Escuchar es una tarea que requiere esfuerzo y paciencia, si realmente se está dispuesto a ponerse en el lugar del otro, para poder así comprenderlo.
Entre los amigos, cuando lo son de verdad, qué fácil resulta comunicarse; con qué gusto se escucha al amigo, precisamente por el interés que se tiene en él, porque todo lo suyo forma parte de mí de alguna manera, porque nada de lo que le pertenece me resulta indiferente. Por eso los amigos suelen convivir, en una escucha continuada, donde el tiempo transcurre tantas veces sin darse cuenta.
¿CUÁL ES LA CLAVE PARA INSPIRAR CONFIANZA?
Otra condición para comprender a una persona es que se me manifieste como es -y no mediante apariencias o dobleces- , lo cual se facilita mucho si yo soy capaz de inspirarle confianza. Cuando alguien se encuentra con quien siente confianza, actúa espontáneamente, con naturalidad y sencillez. ¿Qué es lo que hace que alguien sienta confianza hacia mí, cuál es la clave para inspirar esa confianza?
El fundamento principal radica en la integridad de vida, en la autenticidad, en la coherencia, en ser lo que soy y debo ser. Esto favorece que los demás confíen en mí, al descubrir un modo permanente de actuar que corresponde a ese modo de ser. Saben, entre otras cosas, que siempre serán comprendidos y encontrarán una respuesta positiva a sus necesidades, ya que éstas son exigencias de la vida íntegra de una persona. Tampoco aquí se trata de una “técnica” para inspirar confianza, sino todo lo contrario: la confianza nace sin proponérselo directamente, como consecuencia de apuntar a la raíz, que es ese modo de ser y de vivir auténtico.

LOGRAR QUE LOS DEMÁS ENTREN EN MÍ

En las relaciones humanas, si se pretende que sean profundas, el esfuerzo personal no podrá consistir solamente en tratar de comprender al otro, sino en facilitarle que me comprenda. ¿Cómo facilitarlo?
Se trata de que el otro se ponga en mi lugar, como condición fundamental para que me comprenda. Esto lo conseguiré si soy capaz de transmitirle lo que hay dentro de mí, mis sentimientos, mis convicciones, todo lo que constituye ese mundo interior que es como la fuente de la que brota toda la conducta. El contenido de ese núcleo íntimo está constituido por lo emocional o afectivo y por la vida racional, como hemos visto antes.
Al proceso de ponerse en el lugar del otro emocionalmente, le hemos llamado empatía que, según dijimos, consiste en sentir dentro, en entrar en los demás, en lograr que los demás entren en mí. Pues bien, al hacer partícipe al otro de mis sentimientos, le estoy permitiendo que sienta lo que yo siento y de esa forma me comprenda. Cuando esto se da de manera recíproca, se establece una corriente de comunicación que potencia progresivamente la comprensión mutua.
Otro tanto ocurre en el nivel intelectual, si soy capaz de abrirme y comunicar a mi interlocutor lo que pienso, mis ideas, mi manera de ver las cosas, procurando dar razón de todo ello. Así, le ofrezco la posibilidad de que me comprenda en profundidad, de modo que si yo también he tenido acceso a él en ese mismo nivel, la relación personal adquirirá riqueza y solidez, permanencia y estabilidad.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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