En los últimos meses he leído y escuchado comentarios en los medios de comunicación acerca de la fuerte interrelación política y económica entre Estados Unidos y México, de forma que lo ocurrido en la arena política y económica de uno repercutirá en la arena política y económica del otro.
Esto me hace pensar en la importancia de conocer, en México, el desarrollo de una inquietud social que en Estados Unidos evoluciona ya en verdadera ideología política de peso: la consideración de que buena parte de sus graves problemas, como son inseguridad pública ¾ entiéndase el alto índice de criminalidad¾ , drogadicción y alcoholismo, se originan en la pérdida de responsabilidad personal, una carencia que se manifiesta en la abdicación de la lucha individual para vivir conforme a unos valores humanos objetivos. O dicho de otra forma, la escasez de esfuerzo para vivir las virtudes como la lealtad, obediencia, honestidad, etcétera.
Esta mentalidad no se trasluce solamente en la conversación informal de ancianos norteamericanos, sino que va presentándose en capas sociales más amplias. Es el caso, por ejemplo, de matrimonios jóvenes. Un importante funcionario de una fundación en Washington, decía encontrarse verdaderamente sorprendido por el incremento en el número de padres norteamericanos que prefieren educar a sus hijos en casa en vez de mandarlos a la escuela. Al preguntarle la causa, contestó que es, principalmente, a la idea de que en las escuelas se deformaba en vez de formar a los hijos, pues muchos centros educativos se han convertido en verdaderos centros de vicio (drogas, promiscuidad sexual, alcoholismo…).
Del chicle a la droga
Un estudio del FBI informaba de una encuesta realizada en 1940 a maestros y educadores. Al preguntarles qué elementos consideraban amenazantes para el proceso educativo, respondieron: hablar sin levantar las manos, masticar chicle, hacer ruido, salirse de filas, vestirse inapropiadamente. Esa misma encuesta se realizó hace poco y las respuestas fueron: abuso de drogas, alcohol, embarazo, suicidio, robo y violación.
Esta preocupación social por la falta de virtudes ha originado una cruzada política orientada a recuperar el carácter del ciudadano norteamericano. A quienes sustentan esta bandera política en Estados Unidos se les comienza a denominar virtuócratas. Howard Fineman publicó en Newsweek un artículo acerca de los personajes más relevantes de esta corriente. Menciona, entre otros, a William Bennett, ex-secretario de Educación con George Bush, quien ha publicado alrededor de un millón de ejemplares de Book on Virtues. También a Collin Powell, ex-jefe de las Fuerzas de Defensa, quien consiguió la victoria en el Golfo Pérsico y, tres años después, la retirada de Raoul Cedras en Haití. Powell posee un notable prestigio en los Estados Unidos como hombre recto, honrado y disciplinado, favorecido por su éxito como militar. Este prestigio lo hace aparecer en todos los radares políticos de los Estados Unidos, particularmente desde hace unas semanas en que lanzó su autobiografía al mercado. Las encuestas recientes revelan que sería un fuerte candidato contra la reelección de Clinton. Sin embargo, su rectitud está en duda al declararse abiertamente pro-choice en el tema del aborto.
El republicano Robert Dole inició ya su campaña para alcanzar la candidatura presidencial. Aboga por fortalecer la familia, ámbito privilegiado para la formación del carácter. A principios de junio, dedicó palabras duras a las canciones y películas que glorifican “la violencia absurda y el sexo sin amor”. Dijo que en demasiadas ocasiones la industria del espectáculo “ha traspasado el límite no sólo del buen gusto, sino de la dignidad humana”. Así ocurre “cuando la fábrica de sueños de Hollywood produce pesadillas de depravación”.
Algunos pre-candidatos más, tanto del Partido Republicano como del Demócrata, que apuntan en esta dirección en pro de los valores familiares, son Pat Buchanan, Robert Dornan y Robert Casey.
Otro partidario de la virtuocracia, James Baker, ex-secretario de Estado de Bush, critica las políticas del gobierno norteamericano que han conducido a una crisis de valores con su consecuente deterioro social. Baker señala que dicha crisis se remonta a los sesenta, cuando el relativismo cultural, permisividad moral y disposición a culpar a la sociedad del comportamiento individual, comenzó a formar la opinión de la élite y a deteriorar el concepto de responsabilidad personal.
El presidente Clinton y su esposa Hillary, advirtieron hace tiempo esta nueva ola política, y para no ser revolcados por ella, incluyeron en su campaña el tema de la responsabilidad personal. La labor de Hillary en las cuestiones de salud se orienta en gran medida a destacar la importancia del servicio y la buena voluntad en la actividad política. Sin embargo, encuestas realizadas en Estados Unidos, demuestran que no se les acepta como modelos de personas virtuosas. Durante su mandato, Bill Clinton ha sido denunciado repetidas veces por delitos sexuales y su esposa por enriquecerse de manera sospechosa durante su anterior trabajo como abogada privada.
Por otro lado es interesante lo que sucede a nivel legislativo con el tema del aborto. Por primera vez, el Congreso es mayoría a favor de la vida y está desmantelando la legislación abortista. Hace un par de meses la Cámara de Representantes suprimió por completo los abortos en los hospitales del gobierno, que son sobre todo militares. Después quitó las partidas presupuestarias para financiar abortos en el tercer mundo, que figuraban en el presupuesto de ayuda exterior desde la década de los setenta. A fines de junio, los comités de la Cámara, aprobaron y trasladaron al debate en el pleno, toda una batería de propuestas legislativas que según la Comisión Nacional del Derecho a la Vida, “sacan por completo al gobierno del negocio del aborto”. En concreto se han suprimido todas las partidas de dinero público para planificación familiar y aborto: 30 millones de dólares para Planned Parenthood sobre todo, y 845 millones para programas de control de natalidad en barrios pobres. También se eliminó la obligación de los estados de financiar abortos en caso de violación e incesto. Sólo se mantienen las ayudas para proteger la vida de la madre. Una medida trascendental es ahora que las facultades de medicina ya no tienen obligación de enseñar técnicas abortivas a sus estudiantes, condición que antes era imprescindible para recibir ayudas federales.
El remedio es “personal”
La virtuocracia encuentra apoyo en diversos intelectuales como el sociólogo P.A. Sorokin, Don Eberly y el profesor William Kilpatric del Boston College. El pensamiento de algunos de estos autores tiene eco en la sección del Wall Street Journal titulada “Más allá de la política social” donde se exponen ideas sobre la transformación moral que requiere el país.
Algunos considerarán que los norteamericanos están retrasados con respecto a nosotros, pues en México son bien conocidas las campañas en favor de las virtudes y la familia. Miguel de la Madrid hizo suyo el lema de la renovación moral de la sociedad; Carlos Salinas de Gortari, el de la solidaridad, una virtud que se desprende de la más esencial que es la caridad. Por su parte, Ernesto Zedillo, lanzó su campaña con el lema, “bienestar para tu familia”. En este sentido, podría considerarse con ligereza que la campaña por las virtudes que está tomando fuerza en Estados Unidos pueda tener el mismo resultado raquítico que en México. Sin embargo, es interesante observar que la corriente norteamericana hace énfasis en la responsabilidad personal, en la educación del carácter personal.
En México tenemos problemas sociales graves: alarmante diferencia de clases, corrupción e inseguridad pública. Y está claro que han existido desde antes de la reciente devaluación. Cuando hablamos de estos problemas resulta fácil atribuir al gobierno la total responsabilidad de los mismos. Esto es explicable, después de todo es a él a quien corresponde, en primer término, velar por el orden social. Pero este velar presupone una responsabilidad personal que a todos nos cuesta balancear con la libertad. Seamos sensatos, es utópico pensar en un gobierno que remedie a fondo esos problemas graves que nos aquejan. ¿Por qué lo digo? Porque el mejor gobierno que podamos tener ¾ y que espero con toda el alma, tengamos algún día¾ sólo podrá atenuarlos, mas no eliminarlos. El Estado ni sustituye, ni puede controlar todas nuestras acciones individuales, por mucha legitimidad y liderazgo de quien lo presida. Esto sucede en México, en Estados Unidos y en cualquier otro país.
No cometamos entonces el error de considerar que compete exclusivamente al Estado la tarea de erradicar los graves males que padece la sociedad mexicana. Esta tarea es mucho más profunda, corresponde a cada uno de los mexicanos poner un grano de arena más grande de responsabilidad en el ámbito familiar, profesional y social. Los norteamericanos poco a poco parecen llegar a la conclusión de que hay que pensar así y ayudar a los demás a razonar de este modo. Ahora que se habla en México de la necesidad de un plan de desarrollo a largo plazo ¾ de dos o tres sexenios¾ quizá convenga incluir un proyecto realista que tenga como finalidad diluir menos la responsabilidad individual en la responsabilidad social.
Si vemos las barbas de nuestro vecino cortar, pongamos las nuestras a remojar.