Al surgir la radio y televisión, en los veinte, se formaron expectativas y proyecciones sobre el quehacer cotidiano: ¿cómo trabajan estas “cosas”?, ¿para qué son buenas?, ¿las necesito realmente?, ¿están haciendo mi vida más simple o más complicada? Como el teléfono y las innovaciones subsecuentes, así serán las redes de intercambio de datos globales de alta velocidad, conocidas como supercarretera de información. La gente que vive dentro de la computación la conoce y sabe que se encuentra en “construcción”.
El nombre de supercarretera de información es algo confuso. Es como una metáfora. Sus principales componentes son conocidos: líneas telefónicas, televisión por cable, satélites de comunicación y computadoras. Lo que no se sabe es que dichos componentes interactúan y necesitan adecuarse a nuestro estilo de vida.
La supercarretera de información se encuentra influenciada por las necesidades de la gente hacia el entretenimiento y la información, y la capacita al progreso tanto en la tecnología de las telecomunicaciones como en la industria computacional.
Tan es así, que los consumidores, acomodándose en su sala, solicitarán películas de estreno, observarán y ordenarán cintas o productos, a partir de catálogos, renovarán sus licencias de manejo, harán movimientos en bancos, participarán en videoconferencias y tendrán acceso a bibliotecas “en línea”. Imagínese estas posibilidades: tener acceso a lo más reciente y a lo más grande de su campo de estudio, con el toque de un botón; conducir una investigación conjunta con varios colegas; “bajar” las noticias del periódico sobre un diskette y leerlo durante el día. Esto es posible.
Un cabello como columna vertebral
El “camino” principal de la información es la computadora enlazada vía telefónica con otra computadora. Se enlaza utilizando un módem conectado entre la computadora y la línea telefónica como canal que transporta la información. La manera para intercambiar datos a todo el mundo es a través de internet, red de redes que conecta a más de tres millones de computadoras, su número crece vertiginosamente cada año, utiliza el correo electrónico y la “conversación en línea” (conversación telefónica entre computadoras). La supercarretera de información, en realidad, no es algo que viaja en el medio (o canal de transmisión), sino la forma en que viaja. Un medio de hacer negocios, entretenerse o conocer amigos.
La línea telefónica será el medio clave en la revolución informática. Su potencial es inmenso con el desarrollo de la fibra óptica. Este desarrollo dependerá sobre todo de la atracción que ejerza la información sobre el mundo real. Los teléfonos serán cada vez más pequeños, ligeros, menos costosos y, obviamente, con mayor poder. En la parte terrestre, el desarrollo de la nueva tecnología crece rápidamente con la instalación de la red de datos al utilizar cables de fibra óptica. Las centellas de luz, son capaces de llevar decenas de miles de veces más tráfico de información que los cables de cobre tradicionales, como el coaxial.
Se utilizan los mismos métodos y técnicas para transportar voz, datos y video dentro del flujo de pulsos digitales de estas fibras ópticas. Nuevas maneras amplían los usos del espectro electromagnético, para utilizarlos a través de comunicaciones vía microondas y satélites, y así trabajar por medio de redes inalámbricas, aumentando el potencial de transmisión de la información.
El resultado de la supercarretera de información, con estas implementaciones, es un acceso directo a todos los lugares del mundo, en donde la instalación por cable era casi imposible.
La próxima generación de la información será más prometedora. Los nuevos servicios de comunicación personal (PCs, por sus siglas en inglés) ofrecerán “teléfonos” de doble vía (transmitir y recibir datos en forma simultánea) que enlazarán a los transmisores de baja potencia y mayor número, que aquellos que utilizan los sistemas celulares. De este modo, la computadora enlazará a otra computadora con medios inalámbricos, olvidándose de las conexiones (jacks).
Muchas empresas y laboratorios colaboran con las compañías de computadoras para transformar redes de cable en canales de comunicación de datos. Un tipo de servicio telefónico que las compañías de cable están probando es el nuevo sistema telefónico inalámbrico llamado PCS (personal communications services, servicios de comunicación personalizada).
Casi todos los servicios de comunicación imaginables para el hogar se pueden suministrar por medio del teléfono actual y de sistemas de televisión por cable. La columna vertebral de estas redes se construirán de fibra óptica, filamentos de vidrio delgados como un cabello. Además de su velocidad, la fibra óptica posee un agregado valioso: su impacto ambiental. Hecha de silicio, elemento natural común, disminuirá la demanda sobre los cables tradicionales compuestos de cobre, cuya fabricación provoca graves daños al medio ambiente.
¿Oficinas hogareñas?
La atención que crea la supercarretera de información se enfoca generalmente a su impacto potencial en el hogar: solicitud de renta para entretenimiento “sobre pedido” (como la renta de películas de estreno;”ventas” en pantalla de televisión (tal como ocurre con el programa CVC;reportes noticiosos diarios… Pero el impacto más fuerte probablemente sea sobre el trabajo individual, puesto que la habilidad para comunicar y la destreza para “mover” información sobre grandes distancias en un instante de tiempo, transforma la forma de hacer las cosas, y sobre todo el cómo y dónde hacerlas. En otras palabras, es un medio de vida completamente nuevo. Elevará la productividad de las nuevas industrias diseñadas para servir a comunidades al ofrecer servicios suministrados electrónicamente en forma directa a casas u oficinas.
La verdadera revolución será para las industrias que se fundamentan en el conocimiento, donde se trabaja con palabras y números, y la salida física es normalmente a través de papel y tinta: empresas de consultoría, servicios informáticos, entre otras. Industrias fuertemente orientadas hacia el movimiento de imágenes, información, dinero o servicios.
El fax y el módem son esenciales. Permiten trabajar a miles de personas alrededor del mundo desde su hogar, y mantenerse en contacto con sus oficinas y clientes; es la llamada “oficina virtual” u “oficina aparente”. No es sólo una idea. Para hacerlo, necesitan acceso inmediato con sus homólogos y con bases de datos, y comunicarse entre sí casi como si estuvieran frente a frente. Necesitan, en pocas palabras, de redes de datos globales totalmente conmutadas: la supercarretera de información. Mucha de esta tecnología existe hoy. Los grandes problemas son los costos y la accesibilidad.
La supercarretera de información tendrá un “carril” para tráfico de video; la videoconferencia tendrá mejor imagen gracias a la nueva tecnología de compresión de datos (datos comprimidos) que permite el uso de la línea telefónica típica. Las computadoras personales y el fax serán las herramientas básicas para la videoconferencia, el servicio del futuro. Así, las computadoras vienen equipadas con cámaras de video en miniatura que abren una manera de comunicarse “frente a frente”, para conversaciones en video y presentaciones de negocios.
Podemos imaginar las consecuencias sociales. Los proveedores tendrán que conservar la armonía con los mejores de su campo o afrontar el riesgo de perder el negocio con ellos, dentro de un mercado competitivo. La tendencia hacia la especialización continuará resultando en mejores eficiencias en productividad, al emplear como herramienta esencial la supercarretera.
La letra con cables entra
Desde hace una década, los maestros perciben los beneficios de las computadoras en las escuelas: las utilizan como “adjuntos” para aquellos profesores que tienen una alta carga de trabajo: como herramienta de estudio individual; como puerta hacia las bibliotecas “en línea” y otras bases de datos. Pero esta idea no ha sido fácil en la realidad. El principal obstáculo: la escasez de inversión monetaria para equiparlas adecuadamente y la falta de entrenamiento. En otros países, el obstáculo más fuerte y frecuente, son los ministros de educación con tradición burocrática y conservadora.
Sin embargo, en la Edad de la Información, el aprendizaje será un proceso continuo a largo plazo. La convergencia de muchas tecnologías como el teléfono, la televisión, la computadora, pretenden que el aprendizaje no destine mucho tiempo a un salón de clases. La clave de esta convergencia será la interactividad. Usuarios que puedan “moverse”, mediante la información, dentro de un patrón único, normalmente al oprimir (por medio de un mouse) una palabra o frase. Con la incorporación del video, la computadora revoluciona el proceso de aprendizaje. Esta comunicación puede ser útil en áreas rurales, donde el transporte es el problema principal o para niños con enfermedades que los imposibilitan a asistir físicamente a la escuela. Así mismo, sirve para realizar tareas o estudios personales independientes.
¿Las máquinas se volverán imprescindibles? La respuesta es no. Las computadoras nunca reemplazarán a los grandes maestros. Sin embargo, la tecnología es una agregado, un complemento de gran valor. Las computadoras extenderán las paredes de las aulas y el horizonte del estudiante.
En un futuro próximo, ya ocurre en ciertos países, a los estudiantes universitarios se les proporcionará una cuenta de correo electrónico. El profesor, por ejemplo, les dejará material de lectura en sus “buzones”. Eso es sustancialmente mejor que una pila de fotocopias.
De compras
Actualmente existe un tipo de “mercado electrónico” en México: la red de televisión CVC. Es justamente el primer paso para un sistema de ventas “en línea”, que automatiza el proceso por completo. Por medio de un software conectado a la línea telefónica, los compradores seleccionarán un artículo desde “el estante”, mostrado en la pantalla, se acercarán para “leer” (zoom) los ingredientes o indicaciones médicas. El pedido se coloca en el “carrito de autoservicio” para pagarlo en la caja. Todo a través de un “menú de opciones”, enlazado a la línea telefónica.
Los diseñadores de software de comunicaciones buscan crear diversas formas de “paqueterías” para cumplir con la función de emular “la compra” de distintos productos o servicios “en línea”. Pero existen muchas barreras para este tipo de compra. Una de ellas, y no la menor, es que el hecho de ir de compras cumple una función social importante: es una excelente razón para salir de casa.
En la casa con Michael Jordan
La industria de los juegos y entretenimientos domésticos busca implementar los llamados “videos de estreno” (sistema que importa películas y juegos de video), directamente a los hogares desde una computadora sobre la base de “pago por evento”.
Los video-juegos crecen rápidamente. Pongamos un caso. Hace diez años la computadora promedio tenía solamente dos colores en la pantalla. De aquí se produjeron cuatro colores, y de ellos, 16, después 256 y ¡32,000! Como aumentó su poder, creció también la cantidad de información en colores en cada cuadro de la pantalla. Hoy, los juegos por computadora estándar manejan 256 colores.
Las computadoras domésticas ya permiten interactuar con imágenes digitalizadas de estrellas deportivas de la vida real. El siguiente paso es digitalizar imágenes del jugador en la pantalla. El arte electrónico enfoca su futuro hacia las versiones de juegos de basquetbol, por ejemplo, en donde será sencillo jugar, frente a frente, un duelo contra Michael Jordan. Por otro lado, a partir de trucos en el espacio cibernético, los juegos educacionales ganan cada vez más terreno en el gusto de la gente.
La tecnología, no la creatividad, ha sido la clave para sobrevivir en este negocio. El cambio que sufre cada año hace que una tecnología se vuelva rápidamente obsoleta.
Wall street en su escritorio
Gracias al software de administración financiera, las computadoras domésticas manipulan bases de datos complejas y el servicio de finanzas personales. Muchas compañías emplean la sexta parte de sus movimientos contables y financieros, ya sea utilizando la automatización por tonos o con PCs “en línea”. El resultado será una nueva clase de inversiones.
Actualmente existen compañías que emplean nuevos dispositivos de almacenamiento para depositar bonos y “moverse” en la bolsa de valores. Gracias al aumento de poder, la disminución de costos, la elevada sofisticación y la facilidad para usar los softwares (paquetes) de inversiones, ahora se puede tener a Wall Street sobre el escritorio. El único requerimiento es invertir unos cientos de dólares para adquirir un software y una PC moderadamente poderosa (en realidad, los inversionistas con más experiencia poseen dos: una para visualizar y almacenar precios de las acciones y notas financieras, y otra que investiga, analiza y coloca la compra y venta de órdenes “en línea”).
No hay que olvidar la cuantificación de los costos de operación: los cargos mensuales para un boletín de noticias financieras y bases de datos aumentan en cantidades de cientos de dólares mensuales que cubren los beneficios mercantiles, producto de las transacciones.
Las PCs de hoy “corren” programas analíticos que solicitan a bases de datos ¾ a través de una estación de trabajo del administrador¾ información necesaria: acciones, bonos, fondos mutualistas, índices, mercado de dinero, etcétera. Este servicio es fácil y barato de obtener.
Ventajas para todos
El objetivo fundamental de la supercarretera de información es trasladar información hacia un punto final, donde compañías o empresas ofrezcan servicios a través de cualquier red a consumidores.
Pero aparecen los problemas: ¿son capaces de ofrecer servicios competitivos a nivel local, por ejemplo, a telecomunicaciones en el hogar? ¿Ofrecen servicios de larga distancia? ¿Proporcionan servicios dentro del área de manufactura? ¿Son capaces de dar “servicio de información”, en particular, al hogar o negocio?
Tales cambios involucran una cantidad enorme de inversión, y por lo tanto de trabajo. Sin embargo, aumentará radicalmente la flexibilidad de nuestra economía y su capacidad para distribuir con el cambio, para ofrecer nuevos y diferentes servicios, para trabajar con otras compañías. Surgirá, así, la infraestructura de la información, una economía cuyas funciones sean más libres, con comunicaciones más competitivas dentro del mercado.
Para una persona promedio, los efectos de la supercarretera de la información son: utilización de servicios informativos a un costo bajo; aumento de la inversión; mayor calidad del trabajo (la industria percibe cualquier cambio por mínimo que sea;y, por último, la modificación en la naturaleza propia del trabajo.
Como un ejemplo, la videoconferencia tiene un crecimiento tan vertiginoso como la disminución drástica en costos dentro de las compañías. Con su implementación, gastos de avión, hospedaje, viáticos y demás, de los involucrados en reuniones de trabajo o negocios, disminuirán drásticamente. O bien, para quienes pasaban gran parte de su tiempo en las compañías, ahora podrán realizarlo en sus hogares al hacerse realidad la tele-conmutación. La educación se invierte: los padres aprenden computación gracias a sus hijos, programan sus videocaseteras gracias a sus hijos… Un cambio radical y permanente será el estilo de vida, al final del siglo, con respecto a la supercarretera de información.
El desarrollo de las redes de datos globales de alta velocidad de doble-vía ha creado una posibilidad sin precedentes: saturarse de información. La gente tiene acceso a vastas cantidades de información y, sin embargo, no sabe nada del valor de la información en sí misma. La información contiene realidades, pero no siempre proporciona conocimientos.
El resultado es una paradoja: la supercarretera de información nos lleva, en un extremo, a una devaluación no intencional de la misma información. Sin embargo, es más importante la epistemología de la supercarretera. En este caso, rechaza la forma jerárquica, en donde algunas clases de información pueden ser llamadas conocimientos, mientras que otras son meros hechos o sólo información. Desde luego, en un mundo semejante, las normas o estándares dejan de importar. La información se convierte, así, en un ruidoso precedente de nuevos tiempos.