Frecuentemente se dice que la teoría marxista es correcta y visiblemente incuestionable, pero que al llevarla a la práctica surgen elementos inesperados que, de alguna manera, impiden su funcionamiento correcto, tal como se había planeado.
Esto es un error. La realidad no puede contradecir a la teoría. Si lo que se había planeado no funciona, en realidad es que la teoría tenía falacias, errores de razonamiento planteados como verdades, que enturbian todo el sistema y, tarde o temprano, lo llevarán a la ruina.
Esto es precisamente lo que pasa con la teoría marxista. Al ponerla a prueba en la realidad cotidiana reduce a los países en que se aplica a la ruina. Tal fenómeno se debe a que la teoría está errada en sus tesis fundamentales. Analizaré brevísimamente, tres de sus grandes errores.
1ª falacia: Las condiciones materiales, la infraestructura, determina la superestructura, es decir, la ideología. Marx escribió en La ideología alemana: La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología, y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.
Este es un error gravísimo que conduce al mecanismo y reduce la conciencia humana a un mero reflejo de las condiciones materiales de vida. Así visto el ser humano no es más que un autómata, sin libertad ni criterio cuya conciencia es sujeto de las circunstancias.
A esta falacia de Karl Marx respondo con Max Weber cuya obra sobre la sociología de las religiones demuestra precisamente lo contrario: la importancia de éstas en el comportamiento social, económico y político del ser humano. Los hombres, más bien, viven conforme a su visión del mundo y de la vida, es decir, su conciencia y procuran que esta visión sea conformada por los hechos cotidianos.
2a. falacia: El valor de un objeto d pende de la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo. Este concepto, planteado en el primer capítulo de El Capital, conduce a la idea de la lucha de clases, al sostener que el empresario sólo puede obtener ganancia de su inversión, aun si ésta fuera moderada.
Pero el valor de un objeto no depende del trabajo socialmente necesario para producirlo. Alguien puede fabricar una prenda de vestir, y ponerle mucho trabajo, pero su valor en el mercado depende de factores psicológicos que nada tienen que ver con la cantidad de trabajo que se ha requerido para producirla. Si la prenda gusta al público, la demanda se incrementa y también su valor. Si no gusta, aunque haya costado mucho trabajo fabricarla su valor es nulo.
La idea de la lucha de clases es absurda desde una perspectiva puramente económica. El empresario y el obrero forman un equipo, del cual son parte todos los factores de la producción, y todos estos factores pueden participar de la ganancia en forma justa. Si la situación se desequilibra y uno de los elementos productivos se beneficia por encima de los otros, la sociedad debe contar con un recurso de apelación que permita recuperar el equilibrio sin llegar a la violencia y sin suprimir la justa ganancia, ya que ésta es el estímulo a la productividad de todos, empresarios y obreros.
Sin la ganancia, el sistema económico se paraliza y la sociedad se hunde en la apatía, porque la ganancia es un elemento intrínseco de la psicología humana que actúa como motor de la acción. En los países socialistas totalitarios uno de los recursos más catastróficos ha sido la supresión de la ganancia, cuya consecuencia inevitable es la parálisis económica.
3a. falacia: La dictadura del proletariado traerá como consecuencia, al final, un estado de libertad plena con igualdad total entre los hombres. Nada más errado. La dictadura del proletariado crea un Estado policiaco en el que los individuos tienen miedo de pensar, y por lo tanto, las ideas no fluyen, no hay innovación, se impide el cambio y la creatividad, así como la comunicación con el mundo externo, y el país entero vive inmóvil, como detenido en una época pretérita, temeroso de la inevitable represión ante cualquier idea heterodoxa.
Estas son tres de las principales falacias de la teoría marxista. Las he seleccionado porque son fundamentales en la distorsión general que produce esta escuela de pensamiento. Internarse en ella es como entrar en una sala de espejos en donde todas las figuras se deforman y se pierde el sentido de lo real y de lo justo.