¿Un nuevo sexo débil? El eclipse del padre

Lo que yo deseo es tratar de comprender y explicar el ocaso de los padres al que asistimos en la actualidad, ocaso que afecta a la vez a su condición civil y social, a su papel biológico en la generación, a su papel en la familia, a su imagen en la sociedad, a la idea que se hacen ante sí mismos de la paternidad, de su dignidad, de sus deberes y derechos, a su propia percepción de identidad como padres, al modo como sienten sus relaciones con las madres de sus hijos y con las mujeres ya la forma en que imaginan el futuro de la paternidad. Lo que sorprende ante esta declaración de intenciones no es el querer intentar comprender o recobrar la figura paterna, sino el ver de quién provienen estas palabras. Evelyne Sullerot es una activa feminista francesa, socióloga, que ha centrado fundamentalmente su trabajo en el campo demográfico, familiar y de política social.
Con este libro ha levantado ampollas entre otras feministas. Ni más ni menos dedica todo un estudio pormenorizado, fundamentado en numerosos trabajos demográficos y sociológicos, a revalorizar la figura del padre ya reclamar sus derechos.

El reino de las madres

Según la autora, es evidente que el hombre ha sido desposeído de su paternidad, pues ahora es la mujer la que tiene el poder sobre la fecundidad. Debido a los anticonceptivos y a la fecundidad artificial, la mujer se ha situado en el centro absoluto de la procreación. Ha pasado de ser dominada en este campo, a ser la dominadora absoluta. Hemos caminado del reino de los padres al reino de las madres. Es ella la que decide tener o no al hijo, y quien domina en la relación entre padres e hijos.
El que un padre siga en contacto con su hijo dependerá de cómo vaya la relación conyugal. Cada vez es más frecuente que sea la mujer la que solicita el divorcio, segura, además, de que la ley le concederá la custodia de los hijos. Es ella la que decide si los hijos seguirán manteniendo o no el contacto con el padre (la paternidad hoy depende de la madre, de su voluntad y de las relaciones que mantenga con el padre), o si éste será sustituido por otro. De este modo, el papel del padre se va difuminando. Esa figura que para el niño supone estabilidad seguridad… desaparece.
En un principio, las mujeres creyeron en la intercambiabilidad de roles entre padre y madre; pero hay funciones, hay rasgos que una mujer no puede asumir. Es verdad que el hombre en muchos casos ha dejado sola a la mujer frente a la educación de los hijos: La madre se ha convertido en un progenitor completo que desempeña todos los papeles; el padre es aún un progenitor insuficiente. Pero esta situación nos ha llevado a una sociedad sin padres. Sullerot pretende llamar la atención sobre este estado de cosas, que nos conduciría a un grave deterioro de la humanidad, si no sabemos remediarlo.

Los dos son necesarios

A causa de las separaciones, divorcios, madres solteras, cambio de pareja, etcétera, un número muy ele- vado de muchachos y muchachas menores de 18 años no han conocido a su padre, o simplemente no lo han vuelto a ver. En Francia uno de cada cuatro niños perderá el contacto con su padre antes de cumplir 16 años; en Noruega la proporción es uno de cada tres. El padre es expulsado de la familia, o simplemente prefiere no volver a ocupar ese sitio, o es sustituido por otro. El eslabón que se ha roto es el padre.
Sullerot insiste con orgullo en todo lo que ha hecho para defender los derechos de la mujer, también en lo que se refiere a obtener la custodia de los hijos. Sin embargo, ahora se da cuenta del gran error cometido, cuando analiza la situación de millones de niños separados de sus padres.
La figura paterna es absolutamente necesaria para la configuración de la personalidad. La cuestión no es cuál de los dos progenitores es más importante, sino que ambos son necesarios por igual para el desarrollo psicológico armónico de los hijos.

El gran ausente

Es verdad que ese equilibrio ha sido muchas veces muy difícil a lo largo de la historia. En los primeros capítulos, la autora realiza una rápida reseña sobre ambas figuras. Es conocida la sujeción tradicional de la mujer al hombre. Pero, añade, el gran fenómeno que prepara la hominización, y que suponemos lleva a cabo el homo sapiens, no es la muerte del padre, sino el nacimiento del padre. Así es como nace la familia; por el reconocimiento y aceptación de funciones como progenitores de una prole. La figura del padre era vista como el ejemplo y la ayuda necesaria para acceder a la vida. Era el maestro, el guía…
Sin embargo, a partir del siglo XVIII empieza a cambiar el papel del padre. pues al promover la libertad de cada individuo, se pierde en unidad, en posibilidad de familia, de grupo. La propia organización de las ciudades, del trabajo… hace que, paulatinamente, se vaya perdiendo ese contacto con el padre, que se ha ido convirtiendo en el gran ausente. Paralelamente, la mujer, al apropiarse de su cuerpo, ha ido marginando o negando al padre, y es ella también la que en muchos hogares se ha visto forzada a asumir los roles de ambos progenitores.
Hoy es alarmante el número de hijos que no ven a su padre, y por ello, nunca tendrán la oportunidad de ver e imitar un ideal, un estilo, un modo de conducta paterna. En esta segunda mitad del siglo XX se ha pasado de un extremo a otro en la consideración de los dos sexos y de sus papeles en la sociedad. En 1970, obnubilados por la idea de reformar las leyes únicamente en beneficio de los hijos, los juristas y los legisladores no son conscientes de que han cambiado por completo de óptica con respecto a los sexos, lo cual, como todas las generalizaciones, comporta una parte de ceguera y, a largo plazo, de injusticia. La balanza vuelve a inclinarse, aunque esta vez hacia la parte contraria. Ahora bien, evidentemente, los padres no lograrán nuevos derechos más que asumiendo voluntariamente nuevas cargas.

Construir sobre el amor

Un niño necesita conocer a sus dos progenitores, necesita la presencia real de ambos. que no se mide en tiempo de presencia, sino en atención de cariño. La paternidad procede de la voluntad y del corazón, llega a afirmar Sullerot, y a esto no se le puede poner cortapisas. Cada vez sabemos más de la paternidad biológica, pero cada vez menos de la paternidad socio-afectiva. Los hombres deben volver a interiorizar su total responsabilidad ante la paternidad, y la mujer darse cuenta de que ella jamás será el único progenitor del hijo.
Tanto los hombres como las mujeres alegan que se llega a estas situaciones conflictivas en bien del hijo, aunque lo que los hijos quieren es un padre que nunca les abandone. Y es aquí donde comienza el primer fracaso del hijo, donde empieza la reducción de sus oportunidades materiales y afectivas.
La propuesta de solución de Sullerot es el cambio de leyes. Esto ya de por sí es mucho, pero, a la vez, insuficiente. Hay que ir a la raíz del problema. La raíz está en la concepción del hombre, en los valores que priman en él… y, como consecuencia, en la concepción de la familia y del matrimonio que se derivan de ello. Una familia que se construye sobre el amor, es lo que da sentido a los roles paterno y materno, a su carácter complementario e insustituible.

* SULLEROT , Evelyne. El nuevo padre. Un nuevo padre para un nuevo mundo. Ediciones B. Barcelona. 1993, 365 págs. (¿Quels pres, quela fila? Fayard. Paris. 1992).

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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