El primer lector de Octavio Paz

Cuando nos aproximamos a un libro, a un cuadro, a una película, esas obras han pasado antes por muchos ojos, por muchas manos. En algún caso, incluso se lleva la cuenta de los espectadores que nos han antecedido; se premia, por ejemplo, al visitante número mil de una exposición o se celebra la venta del último ejemplar de la primera tirada de un libro.
Difícilmente podemos estrenar una obra. Este hecho, de por sí indiferente, se vuelve relevante cuando comprobamos que la mirada de los que nos han precedido puede disminuir o aumentar la distancia que nos separa de la obra en cuestión. El problema surge cuando el libro, cuadro o película nos llegan ya leídos, gastados por la marabunta consumidora. Ante este panorama, no es ocioso espiar la sorpresa del viajero que inauguró las disparatadas rutas del Quijote o apresar la expresión del primer público de Chaplin. No cabe duda de que prodigiosos instantes nos están vedados.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, quien estrena una obra no es su primer lector y, a veces, hace falta que pasen muchos años para que surja este lector privilegiado. De aquí la tonificante impresión que Octavio Paz. Poética del hombre (1), nos proporciona. El libro se compone de siete textos filosóficos; no estamos, pues, ante un trabajo de critica literaria (cuatro de ellos han sido publicados por primera vez en istmo). Su autor, Rafael Jiménez Cataño, presenta la fisonomía típica del primer lector; en sus manos, la obra del poeta mexicano no se gasta, por el contrario, adquiere visos insospechados: resulta inusitada incluso para su creador. Uno de los principales méritos es que ha leído poéticamente a un poeta, sin que esto signifique escribir un poema o confundir filosofía y literatura. La expresión, alude, más bien, a la respetuosa libertad con la que el autor se aproxima a los territorios de Paz.
Esperar lo imprevisible
Jiménez Cataño se zambulle gozosamente en las páginas de Paz, sabe con quién trata y, por eso mismo, espera lo imprevisible. Está empeñado en pedirle peras al olmo – labor a la que, por otra parte, Paz ha dedicado lo mejor de sus energías -. La contraportada compendia los compases de su esfuerzo: Este libro propone ver a Paz desde dentro, acompañar la cadencia de su pensamiento, con la conciencia de pedirle demasiado y la convicción de que puede dar lo que se le pide.
El forcejeo que esta operación suscita es un forcejeo amistoso, en el que el mano a mano argumentativo no excluye el sentido del humor y el juego. Jiménez Cataño, como todo primer lector que se precie de serio, ejerce lúdicamente el diálogo filosófico: disfruta pensando y nos hace disfrutar del pensamiento. Este modo de proceder hace posible las combinaciones más inverosímiles: no sólo dialoga con Paz, sino que lo hace dialogar, sin forzar a nadie, con Juan Pablo II, Wittgenstein, Leonardo Polo, Agustín de Hipona y Nezahualcóyotl, entre otros. Las piezas, tanto si vienen de otro siglo como si son de ayer, parecen recién halladas. Lo mismo sucede con los ejemplos y las expresiones; cada elemento está destinado al lugar que ocupa.
Además de preciso – Jiménez Cataño es profesor de lógica- el autor es atinado, acierta porque no rehuye las dificultades, en ocasiones incluso las exacerba para poner de manifiesto la radicalidad que requieren las maniobras filosóficas. También es patente su pasión por el lenguaje, se nota que las palabras lo persiguen: con fino oído las ausculta, se abstrae en la búsqueda del vocablo exacto y vuelve fortalecido de sus incursiones. Gracias a este riguroso ejercicio sus escritos viven, gozan de la organicidad y tensión de una obra acabada.
A estas alturas – una vez esbozado cómo se aborda la obra de Paz- se hace necesario indicar de qué trata el libro. En la introducción, el autor señala que no escribe sobre Paz, sino a partir de las reflexiones sugeridas por la lectura de Paz. El diálogo inicia a propósito de la paradójica condición del hombre que para ser ha de hacerse, conforme a la manera como el artista realiza su obra. A esto se alude en el título: Poética del hombre.

Poesía y humamdad

En un segundo momento, se considera el paralelismo que existe entre la actividad poética, en sentido estricto, y la condición humana. La confrontación de estas dos maneras de habérselas con la otredad, constituye el núcleo del libro: La realización de la mismidad en la alteridad exige de la mente humana una lógica que en cierto sentido se debe negar a sí misma, una especie de “paralógica de lo inefable” cuyo ámbito es más sapiencial que racional.
Requiere una noción de verdad cuya vigencia no sea la de la imagen sino la de aquello que la imagen manifiesta: no el texto sino el poema, no la máscara sino la persona, no la partitura ejecutada sino la sonata revivida (p.21).
Trazadas las líneas centrales, el autor se ocupa de ámbitos de la realidad en los que la razón se topa, invariablemente, con su límite y que exigen, como antes se ha señalado, una paralógica que ponga en juego recursos más poderosos: extrarracional no es sinónimo de irracional. Para hacerse cargo, filosóficamente, de lo sacro, del amor, de la poesía, es necesario entrar en un orden en el que reinan leyes ante las que la lógica se queda corta. Jiménez Cataño ya nos lo advertía en un libro anterior Semántica y racionalidad en Frege (1991): La utilidad de la lógica llega a su colmo cuando también se sabe abandonarla (p.238).
De la mano de Paz, el autor acomete el análisis de las experiencias en las que el hombre toma contacto con lo que le excede y en las que, a pesar de todo, se reconoce: lo que está por encima de su medida se revela entonces como su más exacta cifra. Así, el tema del libro, coincide con el interrogante que acosa a nuestra época: ¿cómo superar el estrechamiento vital que inevitablemente trae consigo una razón replegada en su límite?, ¿es posible librarse del despotismo racionalista sin abdicar de la verdad? ¿Puede haber hoy armonía entre vida y poesía, entre poesía y amor, entre amor y trascendencia, entre trascendencia y persona? (p.22). El itinerario recorrido para responder merece ser explorado.

(1) JIMENEZ CATAÑO, Rafael. Octavio Paz. Poética del hombre. EUNSA. Pamplona. 1992, 174 págs.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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