¿Qué misterio envuelve a los templarios? ¿Continúan entre nosotros? ¿Son descendientes de Cristo? ¿Cuál es su secreto mortal? Con cuestiones de este tenor se realiza la publicidad de decenas de libros sobre la Orden del Temple, todos ellos escritos según puede leerse en algunas contraportadas gracias a «una exhaustiva investigación basada en documentos inéditos de autores anónimos que aclaran puntos oscuros»… No es de extrañar que investigaciones tan «valiosas», de tan «prestigiados» autores, concluyan que los templarios supuestamente sobreviven en la francmasonería, ya que al ser disuelta la Orden, se reagruparon en forma secreta como Hermanos Constructores y, finalmente, como francmasones. Lo cual, obviamente, nadie podría probar.
La pseudohistoria, el mundo de los que aman el ocultismo y los «grandes enigmas» de la humanidad, tiene en los templarios un filón de oro para bestsellers. El legado de conocimientos esotéricos, heredados de los esenios, su dominio de los secretos de Oriente, y su enigmático manejo de la Cábala, llenan libros enteros escritos por «expertos» en el tema. No obstante, la realidad dista mucho de estos novelescos relatos.
El origen del Temple
Las órdenes militares surgieron con las Cruzadas en el siglo XII. Como militares debían defender los Santos Lugares y evitar la expansión musulmana; como monjes, cumplir las duras reglas emanadas de la benedictina. Tres fueron las órdenes militares más notables: la del Temple, la de Malta y la Teutónica. La Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén parece ser la más antigua. Fue fundada a fines del siglo XI para dar asistencia a los cruzados heridos. En 1187, tras la caída de Jerusalén, los hospitalarios pasaron a residir en diversas islas griegas y en el norte de España. En 1530 Carlos V les asignó la isla de Malta. Ahí estuvo su sede hasta que en 1800 tuvieron que abandonarla por la llegada de los ingleses. Son conocidos como sanjuanistas, hospitalarios o Caballeros de Malta.
La Orden Teutónica se creó en 1198 inspirada en el Temple. Desde el siglo XV tuvo su sede en Prusia. Fue más política que religiosa. Alberto de Brandemburgo, su Gran Maestre, se hizo protestante en 1525, originando que la Orden se disgregara.
La Orden de los Caballeros del Templo de Salomón, es conocida con la palabra en francés temple. Fue fundada en Jerusalem entre 1118 y 1119 como Orden de los Pobres Caballeros de Cristo. En total fueron nueve los fundadores que juraron ante los restos del Templo de Salomón cumplir como monjes y militares; el primer Gran Maestre de la Orden fue Hugo de Payns.
Ser sobrino de uno de los fundadores, ligará a San Bernardo con el Temple, no un «oscuro nexo» como pretenden hacer creer los autores de enigmas orientales. Hugo de Payns solicitó a San Bernardo su apoyo, y en respuesta, el santo redactó De laude novae militae, describiendo al monje caballero como un soldado cisterciense1 consagrado a la Virgen María y bajo la autoridad directa del Papa.
Nueve años después de la fundación solicitaron la aprobación al Papa Inocencio III, quien autorizó la Orden en el Concilio de Troyes. La coincidencia de nueve caballeros fundadores y la aprobación nueve años después, parece ser el origen del persistente uso del nueve en la decoración templaria y no el manejo cabalístico que se les adjudica aludiendo a que, según la versión del Zohar, el nueve está relacionado con la letra teth y significa: «muralla erigida para guardar un tesoro». No es difícil imaginar las conjeturas hechas sobre la índole de este tesoro que constituye el «secreto mortal» de los templarios. Balduino II les asignó en 1124 el conjunto de la mezquita AI-Aqsa sobre los restos del Templo de Salomón, mismo sitio al que llegó Mahoma en su yegua alada El Barak, a entrevistarse con Abraham, Moisés y Jesús según la creencia mahometana.
De Jerusalem pasaron a Francia patria de los fundadores y después a España. La mayoría de los seguidores eran caballeros de la nobleza que ingresaban al Temple cediéndole sus tierras y bienes. Ya para 1134 tenían casa en Milán y se extendían por el Imperio Germánico. La influencia del Císter prevaleció siempre en el Temple: su túnica blanca, el estatuto revisado por San Bernardo, el trabajo en la encomienda, las iglesias… Todo lleva sello de Clairvaux. Como puede verse, la creación del Temple no tiene nada oscuro ni enigmático.
El estatuto y las cruces templarias
Hugo de Payns y el Patriarca de Jerusalem, Esteban de la Ferté, redactaron una Regla (2) que Hugo llevó al Concilio de Troyes en 1128. San Bernardo fue encargado de la revisión, corrección y ampliación. De regreso a Jerusalem, el Patriarca y Hugo la revisaron nuevamente originándose la «Regla Primitiva». Roberto de Craon hizo en 1139 la traducción al francés y la adaptación a las circunstancias europeas. ¿Cómo es posible que los «expertos en ocultismo» insistan en que la Regla era secreta y heredada de los esenios?
Su insignia oficial fue la cruz, mas no la tradicional latina, sino sofisticadas variaciones, sobre todo la del tipo griego. Por supuesto que todas ellas encierran «misteriosos» mensajes…
En 1146, el Papa Eugenio lll discípulo de San Bernardo aprobó que llevaran una cruz roja en los estandartes y capa, pero sin especificar la forma o tipo de cruz; ellos eligieron la céltica o paté.
Al crearse la Orden Teutónica, adoptó la capa blanca y la cruz de los templarios, quienes protestaron ante el Patriarca de Jerusalem, el cual, salomónicamente, resolvió que ambos portaran capa blanca, con cruz roja los templarios y negra los teutónicos.
La cruz griega, y su variante la céltica, fue muy utilizada en Oriente y aún podemos encontrarla en los templos bizantinos que han resistido el paso de los tiempos. No es creación templaria ni mucho menos demoníaca.
La cruz tau, carente de la parte superior, se asocia a esa misma letra última del alfabeto hebreo y es el signo con que el ángel marca las frentes de los hombres que se lamentan por las abominaciones cometidas en Jerusalem (Ez.IX,4;es igualmente la señal de los predestinados en el Apocalipsis. Ha sido objeto de diversos estudios, y no falta quien le adjudique «poderes» especiales y las relacione por supuesto a conocimientos herméticos orientales, con lo cual se constituye en el signo «ocultista» de la Orden. Fue la más utilizada en el ornato de sus capillas y lo más probable es que tuviera como origen una simple estilización.
Al paso de los años surgió la «cruz de las ocho beatitudes». Una modificación de la céltica, con las puntas bifurcadas. No fue muy utilizada y, de hecho, se relaciona poco con el Temple, aunque hay quien relata que se empleaba para ocultar, entre los adornos interiores, mensajes cifrados «utrasecretos» que enviaban, ¿a quién?, quizá al agente 007, porque tanta elucubración parece escrita por Ian Fleming… Al desaparecer el Temple, esta cruz fue adoptada por los hospitalarios, razón por la cual es conocida como «cruz de Malta».
No obstante y sin lugar a dudas, la cruz templaria más controvertida es la «patriarcal», de tipo latino pero con dos brazos horizontales, lo que ha dado lugar a que se considere formada por dos cruces: una griega apoyada sobre una tau. jVaya combinación!, ocultismo sobre conocimientos esotéricos (algo así como toda la fuerza del cosmos…). Por falta de imaginación no pueden ser acusados. Era la insignia del Gran Maestre, portada solamente en las grandes ceremonias. En Francia es conocida como «cruz de Lorena» y en España como «cruz de Santiago».
Lo cierto es que cuando se creó la Orden del Temple, la patriarcal era una cruz muy empleada en el Oriente Medio. Los verdaderos estudiosos del tema consideran que el brazo superior, de menor tamaño que el inferior, corresponde al INRI. iOh, decepción!, qué explicación tan simple y tan cierta.
Un milagro para un mahometano
De todas las cruces patriarcales, ninguna con la fama que ostenta la de Caravaca. La tradición refiere que en 1231 gobernaba Karietuca, en la actual provincia de Murcia, el moro Abu Zeyt, quien al parecer no era un devoto mahometano. Al enterarse de que en las mazmorras de su castillo perecían docenas de cristianos, pidió que llevaran a su presencia a algún sacerdote que realizara ante él sus ritos. Compareció un tal Ginés Péres Chisinos o Chirinos, el cual solicitó todo lo necesario para oficiar una misa, pero olvidó pedir la cruz.
Abu Zeyt intrigado ordenó se le buscara todo lo requerido. Cuando los mensajeros entregaron completa la lista, Chirinos descubrió que faltaba la cruz y se encomendó a Dios. Ante el asombro general, por la ventana entraron ángeles portando una cruz patriarcal hecha con madera de la Cruz del Señor. Chirinos ofició la misa y Abu Zeyt se convirtió al cristianismo, con toda su familia.
En 1244, los templarios tomaron Karietuca y la llamaron Caravaca. La milagrosa cruz recibió culto a partir de ese momento. Ante ella se postraron los Reyes Católicos camino a la conquista de Granada. El conjunto arquitectónico primitivo de Caravaca no se conserva, todos fue reformado, y la cruz original robada en 1934. La actual es una reproducción. El vulgo la considera un talismán y miles de reproducciones son vendidas en tiendas de amuletos y similares.
La vida en la encomienda
La influencia de San Bernardo se dejó ver en su culto mariano. Su patrona era la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora del Temple. Fueron los principales impulsores de la festividad de La Candelaria.
Su segundo Gran Maestre, Roberto de Craon (1136-1149) participó en la cruzada española y con él se inició el impulso dado por los templarios a las peregrinaciones hacia Santiago de Compostela, el patrono de la reconquista. El camino de Roncesvalles a Santiago se pobló con las encomiendas del Temple: Estella, Nájera, Burgos, Sahagún, León, Astorga, Ponferrada, Torres del Río y por supuesto, Puente la Reina, en Navarra, que fue su Casa Madre española.
Desarrollaron una organización militar, religiosa y económica a partir de la encomienda o «bailía». El territorio lo rodeaban de murallas con torres de vigilancia. Dentro había tierras de labranza, molinos, factorías, albergues y capilla. Varias bailías constituían una Provincia bajo el mando del Maestre Provincial. El conjunto de Provincias constituía el pleno del Temple y era gobernado por el Gran Maestre. El segundo de la Orden era el Senescal y el jefe militar recibía el nombre de Mariscal.
En tiempos de paz se dedicaban a la cría de caballos, cultivo de la vid y cereales, explotación de salinas, desecación de pantanos, trazo de canales, apertura de caminos y protección de viajeros. Se ganaron el cariño y la confianza de todos los pueblos en donde fundaron bailías por ser trabajadores, responsables, celosos de sus obligaciones, buenos administradores y excelentes militares. Además eran grandes estudiosos de textos antiguos, de los que hacían copias fidedignas, actividad facilitada por el contacto con los pueblos del Medio Oriente.
Con el tiempo se convirtieron en funcionarios reales, ya que por su excelente administración les fueron encargados los fondos papales y los de varias casas reales. En numerosas ocasiones financiaron proyectos y prestaron fuertes sumas, tanto al Papa como a reyes germanos y españoles.
Comerciantes, caballeros y monjes
La obligación de transferir a Oriente y a la cruzada española hombres, caballos, víveres, armas y dinero, los hizo pasar por ricos sin serio. Llegaron a ser excelentes comerciantes, al grado de que, para obtener entradas extras, arrendaron tierras incluso a sarracenos (moros) lo cual como es de suponer, les fue muy criticado. Se les atribuye la creación de los pagarés y letras de cambio, como medio para evitar la transportación de metales.
En su organización había capellanes, sargentos, caballeros y hermanos de oficio. En época de guerra había, además, milites ad terminum, caballeros por contrato durante períodos determinados. Como monjes debían cumplir con el rezo del Oficio Divino, y en caso de estar movilizados, la Regla autorizaba agrupar los rezos pero no omitirlos.
Con su traje militar lucían arrogantes, lo que valió la frase: «Orgulloso como templario», muy común en el Reino de León. Como debían estar en excelente condición física, su austeridad no podía afectar la alimentación. Esta situación sorprendía a los civiles y dio lugar a otro dicho: «Come y bebe como templario». Formaron un ejército disciplinado y excelentemente preparado, con tácticas militares muy avanzadas para su época. Entrenaban para combate pero les estaba prohibido participar en torneos y cacerías, entretenimiento propio de los nobles de esa época. Con el tiempo tuvieron flota y destacaron como excelentes navegantes. La historia los recuerda como brazo derecho de Ricardo Corazón de León.
En sus construcciones predominó la influencia oriental. La iglesia bizantina como San Vitale en Ravenna fue su modelo a seguir, a imitación quizá de la Capilla de la Roca y la Iglesia de la Natividad en Belén. Ninguna iglesia templaria se conserva intacta, aunque quedan restos reconstruidos en la Vera Cruz de Segovia, Torres del Río en Navarra, Nuestra Señora de los Huertos en Murugarren y Nuestra Señora de la Encina en Ponferrada.
Las «enigmáticas» iglesias octogonales que con la torre forman el cabalístico 8+1 son uno de los «más oscuros misterios» del Temple que han sido fabricados por mentes ansiosas de encontrar «secretos».
Las famosas prerrogativas de que gozaban los templarios eran las mismas que llegaron a tener los hospitalarios y otras órdenes militares: dependencia directa del Papa y no de los obispos, solamente podían ser excomulgados por el Papa, autorización para recibir en el Temple a clérigos, exención del pago del diezmo, permiso para tener iglesias, cementerios propios y capillas en zonas declaradas en entredicho. Todo lo anterior obedecía al servicio especial que como militares tenían dentro de la Iglesia.
La supresión de la Orden
De hecho, el ocaso se inició al caer el interés por las cruzadas. De pronto se encontraron fuera de época y sus bienes en la mira de ambiciosos príncipes europeos.
Al papa Clemente V le tocó iniciar una era muy difícil para la Iglesia. Por los problemas políticos existentes, estableció su residencia en Avignon y tuvo que soportar la constante presión de Felipe IV, «el Hermoso», cuya ambición de poder era insaciable. Años atrás había sido excomulgado por Bonifacio VIII eI cual murió tras el maltrato recibido en el cautiverio al que lo sometió, y supuestamente ya estaba arrepentido.
Para solucionar sus problemas económicos, Felipe IV decidió apoderarse de los bienes del Temple, y para ello, los acusó de usura, renegar de Cristo en la ceremonia de iniciación y de cuanto se le ocurrió, exactamente igual que como había hecho contra el Papa Bonifacio VllI. Como vía de salvación, Clemente V sugirió la fusión Temple-Hospital. El Gran Maestre Molay se opuso. Jamás sabremos si la fusión los hubiera salvado.
El inquisidor francés, Guillermo Nogaret, inició el proceso sometiendo a los templarios a tan crueles torturas, que.Jacques de Molay y 138 de los aprehendidos «confesaron» cuanto delito les presentó. Clemente V al no encontrar otra solución, optó por suprimir la Orden en 1312 mediante la bula Ad Providam, pero no pudo impedir en 1314 la muerte en la hoguera del Gran Maestre, el cual, antes de morir, se declaró inocente de todos los crímenes «confesados» bajo tortura. Felipe IV se apoderó de gran parte de los bienes; los que el Papa pudo salvar, pasaron al Hospital y las iglesias fueron entregadas al Císter.
De lo único que quizá puede acusarse a los templarios es de orgullosos, casi soberbios, lo cual no es motivo de disolución ni mucho menos de muerte en la hoguera.
¿Qué fue de ellos? Algunos ingresaron a otras órdenes, muchos murieron en prisión y la mayoría se incorporó a la vida civil en lugares donde, pese a las presiones, habían sido declarados inocentes.
Por fortuna, no todo lo publicado es superchería. Durante el mes de mayo de 1992, el museo adyacente a la Basílica de San Vitale en Ravenna, presentó una interesante y documentada exposición sobre los templarios, como muestra de la realidad de esta orden militar. Sin embargo, no logramos aclarar en esa ocasión, por qué las monedas conmemorativas que vendieron, reproducción del conocido sello que representa a dos templarios montando el mismo caballo, tiene atrás la leyenda: «Comune di San Quirino. Templari 1991».
Mientras tanto, los «investigadores» de enigmas pueden seguir soñando con un Temple vivo, con una orden secreta que oculta grandes misterios… con tal de vender sus productos.
(1) Orden religiosa fundada por San Roberto en Clairvaux, Francia.
(2) Ley de una comunidad religiosa.