Vocación responsable del presente. La sexta dimensión

Tengo fe en el Punto donde el tiempo y el espacio convergen. Sin embargo, lo que puede esperarse del futuro depende de la germinación que logren las semillas del pasado, pues jamás han existido los mañanas sin ayer (1). En esta cita donde he escrito de futuro y pasado, de mañana y ayeres, a propósito he dejado el aparente vacío del hoy, esa dimensión por la que tanto se afana el hombre, en la que tanto invierte y por la que tanto se ilusiona, a veces sin comprender que el presente es un fruto del maravilloso talento humano para mediar existencialmente entre el pasado y el futuro, y así encontrar su más profundo sentido.

Las reflexiones e intuiciones sobre el tiempo y espacio, han formado parte de mis búsquedas humanas y profesionales. Los esquemas e imágenes fijas que suelen utilizar los autores de libros científicos y filosóficos, no capturan con toda claridad lo que significa esta dimensión tempo-espacial. Pasado, presente y futuro, cuando tratan de ser representados gráficamente, resultan incompletos y a veces incoherentes, pues lo gráfico maneja sólo dos dimensiones y quizá pueda aproximarse a la representación monofacética de la tercera dimensión.

Filósofos y científicos han empleado el lenguaje verbal y escrito, así como las imágenes que pueden reproducir en sus apuntes y libros. Dichos grafismos, con todo y sus posibilidades de abstracción e interpretación, han limitado la imaginación, privándola de la dimensión tempo-espacial, circunscribiéndola a las leyes y naturaleza propias de este medio reflexivo-expresivo incompleto.

El cine, en cambio (que debiera ser la pluma y papel del filósofo y científico modernos), incorpora la dimensión tempo-espacial. Y aunque todavía está limitado a representar las tres dimensiones espaciales en dos solamente, creo que las imágenes cinematográficas en movimiento pueden aproximarse más a la representación de éstos y muchos otros conceptos y preceptos. Los representarán todavía mejor cuando se perfeccione la holografía y podamos penetrar, ver y escuchar desde diferentes perspectivas, así como percibir la proyección olores y sensaciones corpo-táctiles.

Futuro que genuina en el pasado
Sin embargo, consciente de que por ahora uso un lenguaje escrito, quiero imaginar al tempo-espacio, como quinta dimensión (es decir, como nueva entidad sinérgica que resulta de las cuatro dimensiones pre-einstenianas). E imaginarlo, así, desde una perspectiva de imagen cinematográfica.

Imaginemos una escena de dibujos animados, donde una brocha invisible avanza sobre una superficie negra. A su paso va pintando una raya blanca. La cámara está emplazada con un ángulo abierto para que veamos la raya blanca que la supuesta brocha va pintando, así como el negro que aún no pinta.
Si el negro aún no pintado es el futuro, y el blanco que pintó es el pasado, ¿dónde queda el presente?

Al paso de la brocha invisible, lo negro no pintado se convierte en blanco. El futuro se vuelve pasado (se nos escapa antes de poderlo escribir). No hay más que negro y blanco (como la propiedad binaria de la informática). El negro deja de serlo para ser blanco. Así, aparece en la imagen de <<lo que fue>> y <<lo que será>> (o podría ser). Ese <<será>> se convierte en <<fue>>.

El salto cuántico entre el <<será>> y el <<fue>>, por un lado me hace sospechar que la cuarta dimensión (temporal) únicamente incluye al pasado y al futuro; pero, por otro, me cuestiona: ¿dónde queda el presente? Si el <<será>> se convierte cuánticamente en <<fue>>, ¿dónde queda entonces el presente del ser, el <<es>>?

El <<es>>, el presente del ser, es una noción, una capacidad de abstracción e imaginación, una experiencia anticipatoria de lo que denomino sexta dimensión. EI <<presente del ser>> es una dimensión que logra nuestra facultad humana, combinando la persistencia o retención del pasado con la expectativa del futuro, de aquello que espera que exista, de lo que existe potencialmente en su mente y, en ocasiones, también en su voluntad. Ese presente es la experiencia que se piensa, se siente y permanece viviente en la memoria de una atención retrospectiva.

El presente es también la experiencia que se obtiene y se retiene en virtud del continuo y vital movimiento humano de conversión del futuro que no sólo depende de la germinación que logren las semillas que de manera definitiva han sido sembradas en el pasado, sino de nuestra responsabilidad optar por aquel futuro que queremos que germine en nuestro pasado. Muchos futuros hay en potencia, pero sólo plenifica su real potencia el futuro que se convierte en pasado.

Los seres humanos tenemos la maravillosa capacidad de trascender espiritualmente la quinta dimensión tempo- espacial y, así, pensar, sentir e imaginar el presente. Hacemos tangible y ensanchamos ese punto (el presente), el cual vincula, une y separa al pasado y al futuro. Esa capacidad humana hace elástico a ese punto (¿inexistente físicamente?), lo expande y le confiere una existencia espiritual, racional y emocional. El presente, con el propósito de comunicar su más profunda identidad, aparece como una frontera que divide dos territorios de naturaleza diferente pero estrechamente unidos; frontera que, siendo más que una línea imaginaria, vocacionalmente manifiesta su propio territorio existencial.

El sentido del tiempo
El presente es también como el <<valor cero>>, un redondo continente ampliamente dotado de existencia y significado por el sólo hecho de unir y separar las escalas numéricas como positivas y negativas, y que, al igual que un imán, produce atracción y repelencia, energía polar que dinamiza siguiendo las leyes universales de la armonía.

La persona humana, al abrirse a sí misma esta burbuja vinculatoria que es el presente o la sexta dimensión, no sólo imagina que <<es>>, sino que existencialmente <<es>>. Experimenta que su ser, a la vez que un sujeto, es un verbo que puede conjugarse en tiempo presente.

Y va más allá con su poder imaginativo: concibe el verbo <<estar>>, estar aquí y ahora, como una movible-in-movilidad del ser que es diferente del <<ser aquí y ahora>>. Y la percatación de esta maravillosa capacidad creadora, lo hace saberse semejante a su Creador, que, siendo, trasciende la dimensión tempo-espacial.

Dios es el que es.
Y Dios también crea, penetra y trasciende la historia. Los seres humanos entonces, al aprender desde nuestra historia, estamos llamados a transformar nuestra adolescencia de presente, a trascender lo que media entre nuestro origen y destino, dándonos esta vocación un sentido libre y responsable, a partir del presente asimilado por el Alfa y Omega, y así <<llegar a ser>>: ser uno con Dios en la eternidad.

Fred Hoyle señala: <<Tenemos la falsa impresión de que el sentido de las causas y efectos siempre va del pasado al futuro>> (2). Y aunque todavía no hay evidencias físicas del otro sentido, y puede parecer una <<inconsistencia lógica>>, según indica Hoyle, es oportuno recordar aquella frase tan antigua: <<EI hombre actúa a causa de un fin>>. A nivel psicológico, no hay que olvidar lo que ha dicho Maslow: <<De Freud hemos aprendido que el pasado existe actualmente en la persona. Ahora debemos aprender de la teoría de la auto-realización, que el futuro también existe actualmente en la persona bajo la forma de ideales, esperanzas, deberes, tareas, planes, objetivos, potencialidades no realizadas, misión, destino, etcétera. Aquél para quien no hay futuro, se ve reducido a lo concreto, a la desesperanza, al vacío. Para aquella persona, el tiempo debe ser llenado sin fin. El esfuerzo en pro de un objetivo, usual organizador de toda actividad, cuando se pierde, deja ala persona desorganizada y sin integración>> (3).

Creo que el sentido del tiempo (ya sea de pasado a futuro o a la inversa), no es sólo una cuestión que dependa del cómo la enfoquemos psíquicamente. Podemos escribir una novela policíaca del final al principio, anudando la trama. Asimismo podemos imaginar un futuro posible y construir retrospectivamente los pasos que después pueden llevamos hacia él. Aunque reconozco que hasta en dicha construcción imaginaria, nuestro pensamiento podría orientarse de presente a futuro, dejando progresivamente nuestro plan en el pasado.

Un avance de adelante a atrás
En párrafos anteriores presentaba una brocha invisible que a su paso pintaba una raya blanca sobre un fondo negro. El blanco era el pasado y el futuro era el negro aún no iluminado. Esa imagen sugería que el futuro se convertía cuánticamente en pasado, El <<será>> que se convertía en <<fue>>, cuestionaba sobre el presente del ser.

Esto me hace sospechar ahora que el flujo del tiempo puede avanzar en sentido opuesto a la vida (orgánica e inorgánica). El tiempo es finito y viene del futuro al pasado hasta agotarse. La vida física, en cambio, viene desde su origen (hace quizá 15 mil millones de años), y se dirige hacia su destino final, del pasado al futuro.
¿En qué baso mi sospecha sobre la probabilidad del sentido inverso del tiempo y de la vida física? Definitivamente no me baso en las matemáticas, sino en la intuición semiótica. Analicemos la siguiente construcción verbal relativa a las entidades del tiempo:

– Lo futuro: Enseguida será presente y después será pasado
– Lo presente: Primero (o antes) fue futuro y después será pasado
– Lo pasado: Primero (o antes) fue futuro y después fue presente
De este modo podemos observar que el sentido de causa-efecto va del futuro al pasado.

Lo anterior muestra semióticamente que:
1. El tiempo puede avanzar de futuro a pasado, de acuerdo al orden de la causalidad.
2. Es decir, que lo futuro puede ser causa de lo presente y lo pasado.
3. Y así, que lo presente y lo pasado pueden ser efectos de lo futuro.

Ahora bien, las ciencias (física, química, biología, etcétera), han demostrado que la vida avanza de pasado a futuro, que es un continuo que evoluciona a partir de su origen. Y a esto no quisiera agregar nada; solamente concluir que el sentido del tiempo y de la vida física pueden avanzar en direcciones opuestas y ambos respetar el orden de la causalidad.
En cuanto al tiempo, la pasado se hace más pasado conforme se aleja del presente. Lo futuro se hace menos futuro conforme se acerca al presente. Y aun así, el presente refleja las cargas y fuerzas del futuro y del pasado; es decir, el presente con sus contenidos de futuro y pasado, aunque aparentemente no tenga tiempo, permite la proyección cuántica de la materia vital que sólo puede existir en el presente. Este milagro sucede en esa burbuja vinculatoria que a la vez que permite la reflexión (o existencia) de la materia, separa como espada de dos filos la carne y el espíritu, y facilita la comunicación del <<aquí y ahora>> con el infinito.

El presente es esa puerta estrecha que nos puede conducir a una vida espiritual más plena e inclusive aproximamos al gozo de la eternidad.

Presente: túnel hacia la eternidad
Decía que el pasado y el futuro están adheridos. Que ese unto de unión es el presente. Y que a través de él deviene el tiempo hasta llegar a su fin. Entre el último punto del pasado y el siguiente del futuro, aparentemente no hay distancia ni tiempo. Pero esos dos puntos de pasado y futuro, al ser distintos y no ser el mismo punto, abren entre sí la realidad al presente.

Esto puede graficarse de dos modos distintos, según el enfoque espiritual y científico que se tenga.

Por ejemplo, si tomamos el nacimiento de Cristo como punto de partida de la era cristiana, medida en años positivos, y a la vez, en años negativos los anteriores a Cristo, podríamos suponer que aquel punto es el <<cero>>.

Sin embargo, si nos resistimos a aceptar lo absoluto del cero, podemos notar que entre el -1 (del pasado) y el +1 (del futuro) hay <<2>> de espacio-tiempo. Si nos preguntamos, ¿qué tanta distancia hay entre el pasado y el futuro, entre el -1 y el +1?, podríamos encontrar que hay <<2>>. Aun si esta cifra nos pareciera muy grande, podríamos subdividirla tantas veces que jamás lIegaríamos al cero, sino que viajaríamos a través de las micro-distancias y ia micro-tiempos, cada vez más divisibles, hacia el infinito.
Así llegamos a que el concepto del <<cero>> nos liga con el infinito y no con la nada. El cero es sólo una abstracción de la nada; pero creemos que la nada no existe, sino que existe lo infinito, la eternidad.

Si optamos por este camino, vemos que desde ese punto del presente puede abrirse el túnel hacia la eternidad, una eternidad más allá del tiempo y del espacio, una eternidad que -como en los medicamentos potencializados de la homeopatía, cada vez tienen menos materia y más potencia de energía.

Veo ahora que ese túnel del presente, ese <<2>> subdividido hasta el infinito, es una dimensión expandida que se nos abre para la transición, que nos permite ir logrando una potencialidad gradual del tipo homeopático.

Introducirse en el presente, a través de la sexta dimensión es iniciar el camino de la purificación/potencialización. Es la transición del limitado amor humano que busca llegar así al Amor Verdadero. Por ello, un túnel del tiempo no lleva al futuro o al pasado. Viene del presente eterno hasta nuestro presente humano, y de éste al presente eterno. Es la vía que nos comunica en el tiempo con Dios, a partir de Cristo. Es así que la comunicación es <<semiIla de comunión>>. Y nuestra comunión plena con Él se consolida al final de los tiempos. ¿ Y no será que ese final de los tiempos también puede alcanzarse a partir del umbral del presente?

Cristo, aunque habitó en el mundo en un tiempo histórico, al morir, bajó al Hades y después resucitó. Rescató a los muertos y a todos los tiempos, pasados, presentes y futuros. Por ello, si en verdad actuamos por causa de un fin, vivamos hoy por Cristo, con Él y en Él. Así nuestro presente, al asimilarse al de Cristo, ya nos anticipa la maravillosa experiencia de la Comunión eterna.


(1) ORTIZ TIRADO KELLY, Javier. Bimbo: historia de una empresa mexicana. México. 1985.
(2) HOYLE, Fred. El universo inteligente, p.246.
(3) MASLOW. El hombre auto-realizado, pp.281-282.
istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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